Psicogente, 18 (33): pp. 89-103. Enero-Junio, 2015. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X
http://publicaciones.unisimonbolivar.edu.co/rdigital/psicogente/index.php/psicogente
* Datos que se analizan en el presente artículo proceden de la base de datos empleada para la tesis de maestría Evaluación de la discriminación temida y
percibida en mujeres que viven con VIH/SIDA y su relación con depresión e ira, defendida por M.C. María Petra Segovia Chávez en 18 de diciembre de
2012 y dirigida por el Dr. José Moral de la Rubia. Se trata de análisis posteriores e inéditos.
1 Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación con especialidad en Psicología. Docente-investigador de tiempo completo. Facultad de Psicología, Univer-
sidad Autónoma de Nuevo León. Email: jose_moral@unal.mx
2 Magíster en Ciencias con Orientación en Psicología de la Salud. Docente-investigador de medio tiempo. Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de
Nuevo León. Email: maia.segoviach@gmail.com
Resumen
Este artículo tiene como objetivos: describir el nivel de discriminación percibida en la familia en
mujeres que viven con VIH y estudiar su relación con depresión e ira. La escala de Discriminación
Temida y Percibida, Inventario de Depresión de Beck e Inventario de Rasgo-Estado-Expresión
de Ira fueron aplicados a una muestra incidental de 200 mujeres que viven con VIH. Se reportó
percibir discriminación en la familia con muy baja frecuencia y significativamente menor que
en otros entornos. Un modelo en el que la discriminación percibida en la familia tuvo un efecto
directo y pequeño sobre síntomas cognitivo-afectivos de depresión y control interno de la ira, mos-
tró buen ajuste. Se concluye que intervenir sobre la discriminación familiar, en caso de existir,
tendría efecto protector para prevenir depresión.
Abstract
Research results on perceived family discrimination, depression and anger against women in-
fected with HIV/AIDS by family members is provided through on this paper. For this study 200
women infected with the virus were sampled; the Feared and Perceived Discrimination Scale and
Beck’s Depression and the State and Trait Anger Expression Inventories were applied. Lower lev-
els of discrimination among women infected by family members were more prevalent than in any
other situation leading to contraction of the virus. In this model, family discrimination showed
control of anger and a small direct effect on cognitive-affective symptoms of depression. It was
concluded that early intervention in family discrimination prevented depression.
Palabras clave:
Discriminación, Depresión,
Ira, Familia, Mujeres, SIDA.
Key words:
Discrimination, Depression,
Anger, Family, Women, AIDS.
Referencia de este artículo (APA):
Moral, J. & Segovia, M. (2015). Discriminación en la familia a mujeres que viven con VIH. Psicogente, 18(33), 89-103. http://doi.org/
10.17081/
psico.18.33.58
DISCRIMINACIÓN EN LA FAMILIA A MUJERES
QUE VIVEN CON VIH*
DISCRIMINATION AGAINST WOMEN INFECTED WITH HUMAN
IMMUNODEFICIENCY VIRUS (HIV) BY MEMBERS OF THEIR OWN FAMILY
Recibido: 27 de mayo de 2014/Aceptado: 3 de octubre de 2014
http://doi.org/10.17081/psico.18.33.58
JOSÉ MORAL DE LA RUBIA
1
MARÍA SEGOVIA CHÁVEZ
2
Universidad Autónoma de Nuevo León - México
90
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INTRODUCCIÓN
Una persona, al recibirse un diagnóstico de in-
fección de VIH, se enfrenta a una enfermedad crónica,
así como a un tratamiento de por vida, costoso y con
efectos secundarios. Dentro de la familia puede generar
una profunda crisis, especialmente si se pone en peligro
la estabilidad laboral de la persona y/o la unión marital.
A esto se le suma el estigma social que el diagnóstico
suele conllevar, al estar la infección de VIH asociada,
dentro de la representación social, con conductas mo-
ralmente condenadas, como tener parejas concurrentes
o múltiples, hombres que tienen sexo con hombres y
consumo de sustancias por vía intravenosa (Flores &
Leyva, 2003). La asignación a uno de estos grupos con-
lleva un señalamiento moral que suele implicar despres-
tigio, rechazo, aislamiento y discriminación (Nettleton,
2006; Varas, Serrano & Toro, 2005). Este efecto no solo
recae en el individuo infectado, sino que puede afectar
a toda la familia, siendo sus miembros también víctimas
de señalamiento y discriminación.
La discriminación es un trato diferencial que nie-
ga, restringe o quita los beneficios, apoyos u oportuni-
dades a los que una persona tiene derecho, basándose
el mismo en distinciones arbitrarias, injustas o injusti-
ficables (razón de discriminación) desde los marcos de
valores y principios compartidos por las personas que
interactúan (Moral & Segovia, 2011). Una primera reac-
ción esperable ante este trato diferencial sería la ira que
es una emoción negativa activadora que motiva y pre-
para a atacar a la fuente de malestar o irritación (Harts-
horn, Whitbeck & Hoyt, 2012). La persona se molesta,
enoja e incluso lo manifiesta abiertamente. El malestar
o irritación que está sufriendo la persona por el trato
recibido puede despertar empatía o culpa en el entor-
no humano y así el trato injusto atenuarse o desapare-
cer; puede ser ignorado y el trato diferencial persistir, o
puede desencadenar más agresión y discriminación. Los
dos últimos casos pueden provocar una reacción con
síntomas depresivos en la persona discriminada o una
escalada de violencia. En el primer caso es más probable
que la persona se sienta más integrada y respetada por
su entorno (Hartshorn et al., 2012). La ira ante un trato
diferencial e injusto guardada por impotencia o miedo
se suele asociar con sentimientos depresivos; por el con-
trario, la expresión de la ira con un cambio en el trato
recibido se suele asociar con el alivio del malestar emo-
cional (Beck, 2006).
A pesar del daño y presión que la familia pueda
sufrir tras conocerse que uno de sus miembros está in-
fectado por VIH, el ámbito familiar suele ser un entorno
acogedor y claramente menos discriminatorio que otros,
como el laboral (Dray-Spira, Persoz et al., 2005), vecinal
(Chong & Kvasny, 2007) e incluso el clínico (Schuster et
al., 2005). En los ámbitos del trabajo y vecindario se dan
más los rumores malintencionados, señalamientos mo-
rales, estigmatización y discriminación que en la familia,
ya sea por prejuicios, ventajas competitivas, envidia, ce-
los, resentimientos o venganzas (Babakian, 2009; Maile,
2003). En el ámbito clínico se da más un trato diferen-
cial con una actitud crítica o moralista (Infante et al.,
2006). Finalmente, la familia es la que se erige como la
fuente fundamental de apoyo, proporcionando compre-
sión, acompañamiento, ayuda económica y la adhesión
al tratamiento (Li et al., 2006; Pequegnat et al., 2001). Es
importante señalar que la cultura mexicana otorga un
papel central a la familia y a la subordinación del indi-
viduo a la autoridad y preservación de la familia, siendo
un deber la lealtad y el apoyo incondicional a todos sus
miembros (Díaz-Guerrero, 2003).
El rechazo social por rumores de que una persona
es seropositiva al VIH o a causa de revelarse su estatus se-
rológico afecta negativamente a ambos sexos, pero en las
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mujeres puede tener mayor impacto por su mayor vulne-
rabilidad interpersonal y mayor tendencia a la ansiedad
y depresión que los hombres (Newman, Gray, Fuqua &
Choi, 2009; Rocha-Sánchez & Díaz-Loving, 2005). Por
el contrario, la aceptación del entorno, al hacerse pú-
blico el estatus serológico de la persona, tiene un efecto
positivo (Burgoyne, 2005; Dray-Spira, Gueguen et al.,
2005). Al no cumplirse la expectativa de rechazo, la per-
sona no solo experimentará alivio frente a sus temores,
sino esta aceptación le proporcionará un apoyo valioso
para afrontar el estrés que puede estar generando su con-
dición de seropositividad al VIH (Asante, 2012).
Volviendo al efecto específico ligado al género de
la reacción social al revelarse que una persona vive con
VIH, es pertinente señalar que, en una mujer casada,
el haber sido infectada por su cónyuge probablemente
le descargue de condena moral; a su vez, el permanecer
junto a su familia probablemente le otorgue una evalua-
ción social positiva y aceptación, al ajustarse a los roles
de madre y esposa dentro de los valores católicos de sa-
crificio, que son dominantes en la cultura latina (Díaz-
Guerrero, 2003). Por el contario, haber sido infectada
por una pareja concurrente a la marital muy probable-
mente acarree un fuerte estigma social y conlleve el di-
vorcio (Castro, Orozco, Aggleton, Eroza & Hernandez,
1998; Paternostro, 2001).
Usualmente las personas que viven con VIH se
adaptan a esta enfermedad crónica que tiene fuerte estig-
ma social, ocultando su enfermedad en entornos prejui-
ciosos y revelándola en entornos sensibles que apoyan.
Además, las reacciones de miedo, ansiedad, rabia, culpa
y depresión, que inicialmente la persona puede tener al
conocer su enfermedad, van atenuándose con el tiempo
(Burgoyne, 2005; World Health Organization [WHO],
2003). De ahí la importancia de considerar el tiempo
transcurrido desde el diagnóstico como una variable me-
diadora en muchos procesos afectivos.
En México se han hecho estudios de discrimi-
nación por causa de la condición de seropositividad al
VIH. Castro et al. (1998) señalaron reacciones ambiva-
lentes entre familiares y amigos al enterarse de que un
miembro de la familia o amigo era seropositivo al VIH,
siendo dentro de la comunidad homosexual donde las
muestras de apoyo basadas en la amistad eran más cla-
ras. Infante et al. (2006) informaron que poner marcas
especiales de identificación en los expedientes, pruebas
diagnósticas sin consentimiento informado y demoras
en los procedimientos quirúrgicos eran prácticas clíni-
cas usuales hacia pacientes con VIH, especialmente si
los pacientes eran clasificados como personas que ejer-
cen el sexo comercial u hombres que tienen sexo con
hombres. En 2011, Moral y Segovia reportaron que el
73 % de las mujeres con VIH temían ser discriminadas
en diversas situaciones sociales y entre el 53 y 67 % (se-
gún la pregunta) indicaban ser discriminadas, lo que dio
un promedio de 61 % de expectativa o percepción de
discriminación por ser seropositivas al VIH, siendo sig-
nificativamente mayor la discriminación temida que la
percibida. El Consejo Nacional para Prevenir la Discri-
minación (CONAPRED) reportó que el 49,2 % de los
mexicanos encuestados en 2010 sí aceptarían que en su
casa viviera una persona con VIH/SIDA, el 35,9 % no
lo aceptarían, 11,2 % con condiciones, 3,4 % no supie-
ron qué contestar y 0,3 % no contestaron; así la discrimi-
nación más abierta desde este indicador estaría presente
en un 36 % de los mexicanos y más sutil en un 11-15 %
adicional, sumando 49 %.
En relación con estos cuatro estudios mexicanos
debe señalarse que el último abordó la discriminación
por causa de estar infectado por VIH como un objetivo
accesorio; que los tres primeros, centrados en dicho ob-
jetivo, fueron cualitativos y dos de ellos se realizaron en
muestras de tamaño pequeño (uno con 14 prestadores
de salud y otro con 30 mujeres con VIH). El primero,
92
con 113 entrevistas en profundidad, sí estudió el ámbito
de la familia y allegados, pero desde el punto de vista de
los que conviven con la persona infectada.
Teniendo en cuenta estos antecedentes, la pre-
sente investigación tiene como objetivos: 1) Describir el
nivel de discriminación percibida en la familia por las
mujeres que viven con VIH residentes en Nuevo León,
México; 2) Comparar los niveles de discriminación per-
cibida en la familia con la discriminación esperada en
diversas situaciones sociales y la discriminación perci-
bida en otros ámbitos; y 3) Estudiar la relación de la
discriminación percibida en la familia con depresión e
ira, considerando también el tiempo transcurrido desde
el diagnóstico.
Se espera que la percepción de discriminación en
la familia sea muy baja (Babakian, 2009; Li et al., 2009)
y menor que en otros entornos, como el laboral (Dray-
Spira, Persoz et al., 2005), vecinal (Chong & Kvasny,
2007) o clínico (Infante et al., 2006), ya que la familia
es un ámbito con fuertes vínculos de amor, cuidado y
protección entre sus miembros (Díaz-Guerrero, 2003); y
se espera que sea menor especialmente en comparación
con la discriminación temida en diversas situaciones so-
ciales, al ser menor la discriminación percibida que la
temida ante la posibilidad y estrategia de ocultar la en-
fermedad a los desconocidos y personas en las que no se
confía (Moral & Segovia, 2011). Se pronostica que la ira
y la depresión se atenuarán con el tiempo debido a un
proceso de adaptación (Burgoyne, 2005; World Health
Organization [WHO], 2003). Se conjetura que la discri-
minación percibida induzca ira (mayor expresión o me-
nor control) y que la falta de expresión o hipercontrol de
la ira conlleve sentimientos de depresión ante la percep-
ción de discriminación; no obstante, en algunos casos,
la discriminación puede inducir directamente depresión
por la historia de aprendizaje (Beck, 2006).
MÉTODO
Participantes
Los criterios de inclusión fueron: ser mayor de
edad, saber leer y escribir, prestar el consentimiento in-
formado y tener diagnóstico de VIH positivo. Los crite-
rios de exclusión fueron: presencia de síntomas de difi-
cultad de comprensión o concentración.
El procedimiento de muestreo fue no probabilís-
tico, integrándose una muestra incidental de participan-
tes voluntarias con una fracción de muestreo de 35 %
de la población. El Centro Nacional para la Preven-
ción y el Control del VIH/SIDA (CENSIDA), en 2011,
reportó 576 casos registrados de mujeres con VIH en
Nuevo León. Se tomó el porcentaje de discriminación
como parámetro a estimar para determinar un tamaño
de muestra representativo, siendo el valor esperado de
61 % (Moral & Segovia, 2011). Para alcanzar un interva-
lo de confianza de 95 % y error de estimación de 5 %, se
requirió un tamaño muestral de 200 participantes.
Las 200 mujeres que participaron en el estudio
acudían a la consulta externa del Centro Ambulatorio
para la Prevención y Atención del VIH/SIDA y de las
Infecciones de Transmisión Sexual (CAPASITS) de
Nuevo León y de la Clínica No. 6 del Instituto Mexi-
cano del Seguro Social, ambos dispositivos ubicados en
Monterrey, México. Dentro de un consultorio, fueron
entrevistadas por una psicóloga, mientras esperaban sus
citas programadas. Tras las preguntas sobre información
sociodemográfica y clínica, se entregaron las tres escalas
de autorreporte para que fueran respondidas.
La media de edad fue 34,88 (DE = 8,63), variando
de 18 a 50 años. La mediana de escolaridad correspon-
dió a secundaria incompleta. De las 200 participantes,
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86 (43 %) dijeron estar casadas, 45 (22,5 %) solteras,
28 (14 %) en unión libre, 19 (9,5 %) viudas, 12 (6 %)
separadas y 10 (5 %) divorciadas. De estas 200 mujeres,
176 (62 %) tenían hijos, siendo la mediana 3. Sobre la
adscripción religiosa, 177 (88,5 %) señalaron ser católi-
cas y 23 (11,5 %) cristianas. Sobre la ocupación, 132 mu-
jeres (66 %) respondieron ser amas de casa, 39 (19,5 %)
empleadas no profesionistas, 26 (13 %) sexo-servidoras
y 3 (1,5 %) profesionistas. De las 200 mujeres, 158
(79 %) reportaron haber sido infectadas por el cónyuge
o pareja en unión libre, 31 (15,5 %) por una pareja oca-
sional, 4 (2 %) por un cliente, 3 (1,5 %) por una pareja
concurrente, 2 (1 %) por un novio, 1 (0,5 %) por abuso
sexual y 1 (0,5 %) por transmisión madre-hija. La media
de años desde el diagnóstico fue 3,79 (DE = 3,17), varian-
do de 1 mes a 18 años.
Instrumentos
Escala de Discriminación Temida y Percibida
en Mujeres con VIH (DTP-40-MV) de Moral y Segovia
(2013). Está integrada por 40 ítems tipo Likert con un
rango de respuesta de 1 “nada” a 5 “totalmente” deriva-
dos de un estudio cualitativo (Moral & Segovia, 2011).
Se solicita a la persona indicar qué tanto describen sus
expectativas y vivencias de una serie de situaciones de
discriminación por su condición de seropositividad al
VIH. Todos los ítems son directos. La puntuación total
de discriminación se obtiene por la suma simple de los
mismos. La consistencia interna de los 40 ítems es alta
(D = ,92). Cuenta con seis factores: discriminación temi-
da en diversas situaciones sociales con 11 indicadores
(D = ,94), discriminación percibida en el trabajo y ve-
cindario con 8 indicadores (D = ,93), discriminación
percibida en la familia con 8 indicadores (D = ,88), dis-
criminación percibida en la atención clínica con 5 indi-
cadores (D = ,91), discriminación percibida ante la con-
sulta del expediente clínico con 2 indicadores (D = ,91)
y momentos percibidos de discriminación con 6 indica-
dores (D = ,85), siendo bueno el ajuste del modelo de 6
factores correlacionados por mínimos cuadrados libres
de escala: F2/gl = 1,75, GFI = ,94, AGFI = ,93, NFI =
,92, RFI = ,91 y RMS SR = ,08 (Moral & Segovia, 2013).
Estas propiedades psicométricas fueron estimadas en la
misma muestra que la del presente estudio.
Inventario de Depresión de Beck, segunda edi-
ción (BDI-2) con la adaptación al español de Sanz, Per-
digón y Vázquez (2003). Consta de 21 preguntas con 4
opciones de respuesta, puntuadas de 0 a 3. Una mayor
puntuación refleja mayor presencia e intensidad de
síntomas depresivos. La consistencia interna de sus 21
ítems es alta (D = ,87). El análisis factorial del BDI-2 pro-
porciona una solución de dos factores correlacionados:
síntomas cognitivo-afectivos y somático-motivacionales
con un ajuste adecuado (Sanz et al., 2003). En la presen-
te muestra los 21 ítems del BDI-2 tuvieron una consis-
tencia interna alta (D = ,94), de ,93 el factor de síntomas
cognitivo-afectivos y de ,83 el de síntomas somático-mo-
tivacionales. El ajuste del modelo de dos factores corre-
lacionados por mínimos cuadrados libres de escala fue
bueno: F2/gl = 0,89, GFI = ,98, AGFI = ,98, NFI = ,98,
RFI = ,98 y RMS SR = ,06.
Escala de expresión de la Ira del Inventario de
Rasgo-Estado-Expresión de Ira revisado (STAXI-2-AX/
EX), con la adaptación mexicana de Moral, González
y Landero (2010). Está configurada por 21 ítems tipo
Likert con un rango de 1 “en absoluto” a 4 “muchísi-
mo”. Consta de cuatro factores, tres de 6 ítems cada uno
(control externo, control interno, exteriorización) y uno
con 3 ítems (interiorización). Las puntuaciones en los
factores se obtienen por suma simple de ítems. La pun-
tuación total de expresión de la ira se obtiene sumando
los 9 ítems de exteriorización e interiorización, la cons-
tante 39 y restando los 12 ítems de control externo e
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interno. En la presente muestra, la consistencia interna
de los 21 ítems fue alta (D = ,89). Para lograr una so-
lución admisible en el análisis factorial confirmatorio,
siguiendo el resultado factorial exploratorio, se juntaron
los factores de interiorización y exteriorización en mani-
festación de la ira (D = ,89). Control interno permaneció
con sus 6 ítems (D = ,88), al igual que control externo
(D = ,79). Precisamente el número de factores fue tres
por el criterio de Horn. Este modelo de tres factores
correlacionados presentó un ajuste bueno por míni-
mos cuadrados libres de escala: F2/gl = 1,35, GFI = ,96,
AGFI = ,95, NFI = ,95, RFI = ,94 y RMSSR = ,07. En
los análisis de este estudio se usó el modelo trifactorial.
Procedimiento
Se realizó un estudio descriptivo-correlacional
con un diseño ex post facto transversal. A las pacientes
se les informó en qué consistía el estudio, cuáles eran sus
objetivos y se garantizó la confidencialidad de la infor-
mación. Al aceptar participar se le pidió que firmaran la
carta de consentimiento con dos testigos, conforme con
las normas éticas de manejo de pacientes de la Norma
Oficial Mexicana 010-SSA2-2010 (Secretaría de Salud,
2010) y de investigación de la American Psychological
Association (APA, 2002). La investigación fue aprobada
por el Consejo Estatal para la Prevención y el Control
del SIDA. El muestreo se realizó a lo largo del año 2011.
Análisis de datos
Las correlaciones se calcularon por el coeficiente
producto-momento de Pearson (r) y de correlación par-
cial de Fisher (rp). Los modelos de análisis de senderos se
estimaron por máxima verosimilitud. Se contemplaron
6 índices de ajuste: estadístico chi-cuadrado (F2), índice
de bondad de ajuste (GFI) de Jöreskog y Sörbom y su
modalidad corregida (AGFI), índice normado (NFI) y
comparativo de ajuste (CFI) de Bentler-Bonnett y error
cuadrático medio de aproximación (RMSEA) de Steiger-
Lind. Se estipularon como valores de buen ajuste: p de
F2 ,05, GFI ,95, AGFI, NFI y CFI ,90 y RMSEA
,05; y como valores adecuados: p de F2 ,01, GFI ,85,
AGFI, NFI y CFI ,80 y RMSEA ,08. El ajuste dife-
rencial entre los modelos se contrastó por la prueba de
la diferencia de los estadísticos chi-cuadrado. Al incum-
plirse el supuesto de normalidad multivariada (curtosis
multivariada de Mardia = 4,74 y su valor estandarizado
= 6,11), se emplearon pruebas de muestreo repetitivo
como complementarias: percentiles libres de sesgo para
estimar parámetros y Bollen-Stine para contrastar bon-
dad de ajuste. Los tamaños del efecto de los coeficientes
E < ,30 se consideraron bajos, de ,30 a ,49 medianos y
,50 altos (Byrne, 2010).
Los cálculos se realizaron con
SPSS16 y AMOS16.
RESULTADOS
Niveles de discriminación en la familia
Para comparar las medias, se dividieron las pun-
tuaciones de la escala DTP-40-MV y sus 6 factores por
sus respectivos números de ítems, obteniéndose un ran-
go continuo y homogéneo de 1 a 5. Además, para inter-
pretar las puntuaciones, se dividió este rango continuo
en cinco intervalos de amplitud constante ([valor máxi-
mo – valor mínimo]/número de intervalos = ([5 -1]/5
= 0,8). Ordenadas en sentido creciente, se pudo hacer
corresponder los cinco intervalos con los cinco valores
discretos de respuesta a los ítems (nivel de conformidad
o asentimiento con una afirmación de ser discrimina-
do); y, de este modo, interpretar las puntuaciones con
las respuestas a los ítems: de 1 a 1,79 = 1 = “nada”, de
1,80 a 2,59 = 2 = “poca”, de 2,60 a 3,39 = 3 = “bastan-
te”, de 3,40 a 4,19 = 4 = “mucho” y de 4,20 a 5 = 5 =
“totalmente”.
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El 83,5% (167 de 200) de las participantes afir-
maron no ser discriminadas en el ámbito de la familia
(valores de 1 a 1,79), 7% (14) poco (de 1,80 a 2,59), 6 %
(12) bastante (de 2,60 a 3,39), 2,5 % (5) mucho (de 3,40
a 4,19) y 1 % (2) totalmente (de 4,20 a 5) (véase Tabla 1).
Tabla 1. Niveles de conformidad o asentimiento con la afirmación de ser discriminado
PT = Puntuación total de la escala DTP-40-MV, DT = Discriminación temida, DPF = Discriminación percibida en la familia, PTV = Percibida en el trabajo y
vecindario, PAC = Percibida en la atención clínica, PEC = Percibida ante consulta del expediente clínico y MPD = Momentos percibidos de discriminación
Niveles de
conformidad
PT DT DPF PTV PAC PEC MPD
f%f%f%f%f%f%f%
Nada 58 29,0 36 18,0 167 83,5 123 61,5 76 38,0 35 17,5 133 66,5
Poco 82 41,0 29 14,5 14 7,0 20 10,0 43 21,5 26 13,0 30 15,0
Bastante 52 26,0 42 21,0 12 6,0 21 10,5 48 24,0 50 25,0 25 12,5
Mucho 6 3,0 34 17,0 5 2,5 30 15,0 20 10,0 41 20,5 6 3,0
Totalmente 2 1,0 59 29,5 2 1,0 6 3,0 13 6,5 48 24,0 6 3,0
La media fue 1,42 (95 % IC: 1,32, 1,52), lo que
corresponde a un valor discreto de no discriminación
(“nada”). Al comparar las medias de los seis factores de
discriminación hubo diferencias significativas (F[3,28,
DT = Discriminación temida, DPF = Discriminación percibida en la familia, PTV = Percibida en el trabajo y vecindario, PAC = Percibida en la atención
clínica, PEC = Percibida ante consulta del expediente clínico y MPD = Momentos percibidos de discriminación
Figura 1. Diagrama de medias de los 6 factores de la escala DTP-40-MV
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652,37 = 122,99, p < ,01]. Se empleó la corrección de
Greenhouse-Geisser (H = 0,66) para los grados de liber-
tad, al no mantener la hipótesis nula de la equivalen-
cia de la matriz de las covarianzas de los errores de las
variables dependientes ortogonalizadas a una matriz
identidad (Prueba de Mauchy: W = 0,15, F2[14, N =200]
=368,49, p < ,01) (véase Figura 1).
Al hacer las comparaciones por pares entre discri-
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minación percibida en la familia y los otros 5 factores,
su media fue significativamente menor que la de discri-
minación temida (M
dif
= -1,78, 95 % IC: -1,98, -1,59;
t[199] = -18,31, p< ,01), discriminación percibida ante la
consulta del expediente clínico (M
dif
= -1,80, 95 % IC:
-2,01, -1,59; t[199] = -17,04, p< ,01), discriminación perci-
bida en la atención clínica (M
dif
= -0,78, 95 % IC: -0,94,
-0,61; t[199] = -9,23, p< ,01), discriminación percibida
en el trabajo y vecindario (M
dif
= -0,50, 95 % IC: -0,63,
-0,36; t[199] = -7,26, p< ,01) y momentos percibidos de
discriminación (M
dif
= -0,32, 95 % IC: -0,45, -0,21; t[199]
= -5,94, p< ,01) (véase Figura 1).
Correlaciones de discriminación con ira y depresión
La discriminación percibida en la familia corre-
lacionó con síntomas cognitivo-afectivos de depresión y
control interno de la ira. La parcialización de la ira en la
correlación entre discriminación percibida en la familia
y depresión tuvo un efecto mínimo, siendo el más noto-
rio el del control externo de la ira por la correlación de
este factor con depresión (véase Tabla 2).
La percepción de discriminación en la familia fue
independiente del tiempo transcurrido desde el diagnós-
tico (r = -06, p = ,38), estado civil (F[5, N = 200] = 2,25,
p > ,05, K = ,23) y ocupación laboral (F[4, N = 200] =
1,27, p = ,28, K = ,16). Respecto al estado civil, las medias
de discriminación más altas se encontraron en mujeres
solteras (1,69), en unión libre (1,62) y separadas (1,62), y
la más baja apareció en viudas (1,21).
Análisis de senderos
Se especificaron dos modelos con variables ma-
nifiestas. Se escogió el control interno por ser la única
variable de ira relacionada con discriminación percibida
en la familia, al igual los síntomas cognitivo-afectivos de
depresión.
Se planteó un primer modelo en el que la ira me-
día la relación entre la percepción de discriminación y
la depresión. Este modelo mostró mal ajuste a los da-
tos desde 3 de los 6 índices contemplados (F2 [1, N =
200] = 4,39, p = ,04, GFI = ,98, AGFI = ,92, CFI = ,46,
Tabla 2. Correlaciones entre discriminación, depresión e ira
r = Correlación producto-momento de Pearson, rp = Correlación parcializando el efecto de la ira.
* p < ,05, ** p < ,01 y ns = no significativa (p > ,05)
Discriminación e ira Coef
Depresión Ira
PT SCA SSM EI MI CE CI
Discriminación
percibida
en la
familia
r ,10 ns ,15* -,05 ns ,09 ns -,02 ns -,14 ns -,15*
rp(EI) ,11 ns ,17* -,04 ns
rp(MI) ,09 ns ,15* -,05 ns
rp(CE) ,12 ns ,18** -,03 ns
rp(CI) ,10 ns ,15* -,05 ns
EI r -,17* -,16* -,15*
MI r -,20** -,22** -,11 ns
CE r ,20** ,19** ,17*
CI r -,02 ns -,07 ns ,08 ns
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NFI = ,53, y RMSEA = ,13). La bondad de ajuste no se
sostuvo por la prueba de Bollen-Stine (p = 93/2,000 <
,05). La vía de predicción de los síntomas cognitivo-afec-
tivos por control interno de la ira no fue significativa (p >
,05) por ninguno de los dos métodos de estimación (ML
y percentiles libres de sesgo). Los porcentajes de varian-
za explicada fueron muy bajos ( 2 %) (véase Figura 2).
(p < ,05) por los dos métodos de estimación, aunque los
porcentajes de varianza explicada siguieron siendo muy
bajos (2 %) (véase Figura 3).
La bondad de ajuste del segundo modelo fue sig-
nificativamente mayor que la del primero por la prueba
de la diferencia de los estadísticos chi-cuadrado (¨F2[1,
N = 200] = 3,85, p < ,05).
DISCUSIÓN
Como se esperaba, la media de discriminación
percibida en la familia fue muy baja, dentro del rango de
valores que corresponden a la opción de respuesta nada.
De cada 10 mujeres 1 percibe bastante, mucha o total
discriminación; 1 algo de discriminación y 8 ninguna
discriminación. Esto puede atribuirse al familismo pre-
sente en la cultura mexicana. El familismo es un sistema
ideológico y de valores que dan un papel central a la fa-
milia y a la subordinación del individuo a la autoridad y
preservación de la familia, siendo un deber la lealtad y el
apoyo incondicional a todos sus miembros (Díaz-Guerre-
ro, 2003). Debe considerarse que, en la mayoría de los
casos, el contagio se produjo a través del cónyuge o pare-
ja con la que se convivía, y que esta información usual-
mente se hace pública en el momento que se revela el
estatus de la enfermedad, lo que descarga a estas mujeres
de responsabilidad moral (Paternostro, 2001). También
debe considerarse que el amor de los padres hacia los
hijos es el vínculo humano más sólido e incondicional,
capaz de perdonar trasgresiones graves, poseyendo una
profunda influencia en la capacidad de autocuidado y
personalidad del adulto (Khaleque & Rohner, 2011).
Al compararse la discriminación percibida en la
familia con los otros ámbitos, se halla el valor más bajo,
siendo diferencial con todos los demás factores, especial-
mente con la discriminación percibida ante la consulta
Figura 2. Modelo secuencial de relación entre
discriminación percibida en la familia y síntomas cognitivo-
afectivos de depresión con la mediación del control interno
de la ira
A continuación se formuló un segundo modelo
de relación directa de la percepción de discriminación
con los dos estados de afecto negativo. Este modelo tuvo
buen ajuste a los datos desde los 6 índices contemplados
(F2 [1, N = 200] = 0,54, p = ,46, GFI = 1, AGFI = ,99, CFI
= 1, NFI = ,94, y RMSEA < ,01) y la bondad de ajuste
se sostuvo por la prueba de Bollen-Stine (p = 858/2,000
= ,43). Las dos vías de predicción fueron significativas
Figura 3. Modelo de relación directa de discriminación
percibida en la familia con síntomas cognitivo-afectivos de
depresión y control interno de la ira
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del expediente clínico. Las mujeres del estudio optan
por no hablar de su enfermedad en la medida que se
puede, especialmente ante extraños, para evitar la estig-
matización y discriminación. No obstante, a la hora de
consultar es cuando su situación se revela ante un expe-
diente clínico, en el que figura su infección de VIH y que
puede tener marcas distintivas (Infante et al., 2006). La
distancia del personal auxiliar y administrativo despierta
temor y la percepción de discriminación es máxima en
esta situación, pero la atención finalmente recibida por
los profesionales de la salud calma este miedo, ya que la
media de discriminación percibida en atención clínica
es estadísticamente menor que la media de discrimina-
ción percibida ante la consulta del expediente clínico.
Aunque la mujer puede callar su condición de
ser seropositiva al VIH por miedo a la discriminación,
tiene la necesidad de hablar, ser escuchada, comprendi-
da y calmada (Bor, Plessis, & Russell, 2004). Parece que
la familia sí le está ofreciendo este espacio, al ser muy
bajo el nivel promedio de discriminación y el porcen-
taje de casos de discriminación, asimismo, al resultar la
percepción de discriminación independiente del tiempo
transcurrido desde el diagnóstico (incluyendo los prime-
ros meses), el estado civil (incluyendo madres solteras,
divorciadas y separadas) y la ocupación (incluyendo se-
xo-servidoras). Este hecho también se vea observado en
países de otras culturas, como China (Li, Wu, Wu, Sun,
Cui & Jia, 2006), Nepal (Shrestha et al., 2014) y Thailan-
dia (Li Lee, Thammawijaya, Jiraphongsa & Rotheram-
Borus., 2009).
Se esperaba que la discriminación provocase una
reacción de ira y en caso de que la situación de trato di-
ferencial, despectivo e injusto persistiera finalmente de-
sencadenara depresión, jugando la ira un papel media-
dor en la relación entre la discriminación y la depresión
(Borders & Liang, 2011; Hansen & Sassenberg, 2011).
Se rechaza esta hipótesis. Los presentes datos muestran
claramente que la discriminación percibida en la familia
se relaciona tanto con ira (control interno) como depre-
sión (síntomas cognitivo-afectivos) y que la relación entre
discriminación y depresión no está mediada por la ira.
También se formuló la hipótesis de que existen
casos en los que la discriminación desencadena directa-
mente una reacción depresiva. Esta hipótesis sí es con-
cordante con los datos, ya que la discriminación corre-
laciona con depresión con independencia de la ira, y el
aspecto de la ira correlacionado con discriminación, con
independencia de la depresión, es el de control inter-
no o maniobras que la persona realiza conscientemente
para calmarse y no estallar en un arranque de ira, como
respirar profundo, contar mentalmente, callarse, bajar
el tono de la discusión o distraerse. Acudiendo a teorías
generales sin matizaciones de género, en la relación en-
tre discriminación y depresión pudiera estar mediando
la historia personal de aprendizaje (Beck, 2006; Bush,
2009), en la cual probablemente hubo reiteradas situa-
ciones de indefensión, especialmente en personas con
temperamentos sensibles al castigo o hiperrectivos (Clo-
ninger, Svarakic & Przybeck, 1993). Acudiendo a teorías
generales con matizaciones de género, en la relación entre
discriminación y depresión pudiera estar mediando un
rol de género más expresivo, esto es, las mujeres más ex-
presivas emocionalmente, más sensibles al rechazo inter-
personal y más dependientes de las relaciones de víncu-
lo probablemente reaccionen con síntomas depresivos
ante el rechazo y el abandono en lugar de reaccionar con
ira (Kolberta, Fieldb, Crothersc & Schreiberd, 2010), lo
que es reforzado por una cultura que tradicionalmente
viene inculcando estos rasgos en la construcción de gé-
nero entre las mujeres mexicanas (Hirsch et al., 2007).
El modelo con mejor ajuste a los datos es el de re-
lación directa de la discriminación con depresión e ira,
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teniendo el mismo efecto pequeño sobre depresión e ira.
Al tener el estigma social una connotación sexual que
conlleva vergüenza y estar presente el miedo a contagiar
(Chong & Kvasny, 2007), ante la mirada crítica o de de-
saprobación y el trato diferencial de los familiares, estas
mujeres parecen experimentar, ya sea tristeza, ira que no
se expresa, sino que se controla de forma consciente, o
ambas emociones negativas. Muy probablemente los ras-
gos de expresividad en el rol de género (sensibilidad al
rechazo interpersonal, dependencia de las relaciones de
vínculo y expresividad emocional) inclinen más la reac-
ción hacia lo depresivo y control de la ira en muchas de
estas mujeres (Newman et al., 2009).
Una limitación del presente estudio fue el uso
de una muestra no probabilística integrada por mujeres
mexicanas. Así la extrapolación de los resultados a po-
blaciones femeninas semejantes debe realizarse a modo
de hipótesis, requiriéndose contrastar la invarianza del
modelo no secuencial entre ambos sexos. Es importante
remarcar que la muestra fue de tamaño grande, con una
fracción de muestreo de un tercio de la población de
mujeres atendidas en Nuevo León. Por el hecho de pro-
ceder del centro ambulatorio que concentra casi todos
los casos del estado (CAPASYTS-NL), la muestra sí se
puede considerar representativa de la población de mu-
jeres que viven con VIH en Nuevo León. En México, los
centros estatales CAPASYTS son los responsables del
seguimiento clínico de los casos hasta su clasificación
final, según lo establecido en la NOM-010-SSA2-2010,
para la prevención y control del VIH/SIDA (Secretaría
de Salud, 2010).
Otra limitación es que los datos del estudio son
de autorreporte, por lo que las conclusiones podrían
diferir de las derivadas de datos observacionales, entre-
vistas, proyectivos o medidas psicofisiológicas. A favor
de los presentes datos se tiene que su nivel de medida
fue numérico, lo que permitió el uso de análisis de sen-
dero. Se contó con una proporción de 40 participantes
por parámetro a estimar en el modelo estructural, lo que
duplica el estándar de 20 participantes por parámetro
a estimar recomendado como bueno (Jackson, 2003);
además se usó el método de máxima verosimilitud para
estimar la función de discrepancia, complementado por
procedimientos de muestreo repetitivo ante un leve in-
cumplimiento del supuesto de normalidad multivaria-
da, lo que hace confiable los contrastes de significación
de parámetros y bondad de ajuste (Byrne, 2010).
Otra tercera limitación es que el estudio tuvo un
diseño no experimental de tipo transversal, de ahí que
no se pueden hacer afirmaciones en términos de causali-
dad, aunque sí en términos de predicción.
Se concluye que el nivel de discriminación en la
familia es muy bajo, jugando la familia un espacio en
el que la mujer que vive con VIH se puede sentir más
acogida y segura con independencia de tiempo trans-
currido desde el diagnóstico, estado civil y ocupación.
Entre estas mujeres con cuatro años en promedio con la
enfermedad, la discriminación en la familia se relaciona
tanto con los síntomas cognitivo-afectivos de depresión
(tristeza, culpa, automenosprecio) como con el control
interno de la ira, siendo independientes ambos estados
emocionales. El modelo de relación directa con depre-
sión e ira tiene buen ajuste a los datos. Este modelo pa-
rece reflejar que las mujeres encuestadas experimentan
tristeza o necesidad de controlar su ira o ambas emocio-
nes ante la mirada de desaprobación y un trato diferen-
cial de los familiares, probablemente por aspectos inter-
nalizados de vergüenza, ser potencial agente infeccioso y
mayor vulnerabilidad femenina hacia la depresión.
Se sugiere estudiar el papel de la expresividad-ins-
trumentalidad en la relación entre la discriminación, ira
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y depresión en mujeres con VIH; replicar el estudio en
hombres. En caso de emplear la escala DTP en hombres,
se sugiere emplear sus 48 ítems originales, seleccionar
los mismos y establecer su estructura factorial.
Son pocos los casos de discriminación en la fami-
lia y el efecto de esta discriminación sobre la depresión
y la ira es pequeño desde los datos de autorreporte ob-
tenidos. Intervenir sobre la discriminación familiar, en
los casos que exista (1 de cada 10 mujeres que vive con
VIH), podría tener un efecto protector para prevenir sín-
tomas cognitivos-afectivos de depresión (tristeza, culpa,
automenosprecio). Esto se puede hacer trabajando la
culpa, sensibilidad e inseguridad de las propias mujeres
infectadas.
Finalmente, se sugiere estudiar e intervenir en la
discriminación en el ámbito clínico, pues el promedio
de discriminación percibida más alto apareció en el fac-
tor de consulta del expediente clínico. En este ámbito
se espera que aparezca más ira que depresión, ya que las
mujeres podrían mostrarse más asertivas o empoderadas
al proclamarse de forma pública y abierta los derechos
de los pacientes (Secretaría de Salud, 2010). No obstan-
te, el rechazo por los profesionales de la salud podría
incrementar el temor a contagiar y los sentimientos de
vergüenza y tristeza ante los familiares más próximos.
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