Desarrollo Gerencial 10(1): pp. 1-4. Enero-Junio, 2018. DOI: https://doi.org/10.17081/dege.10.1.3146
ha requerido de un fortalecimiento nunca visto de la capacidad de interactuar, como lo exige un planeta donde la co-
creación de valor y el trabajo cooperativo, como medio adaptativo para un mundo de alta rivalidad, se han impuesto con
obstinación. Esto es lo que ha llevado a hablar de inteligencia emocional, con base en los aportes iniciales de Gardner
(1996), capital relacional, capital social, capacidad dinámica de relacionamiento y ha activado el tópico de la motivación
(Amabile, 2000; García & Forero, 2014) para poder dar una fundamentación a la necesidad de enlazarse mejor que han
tenido las empresas, tanto hacia afuera como hacia adentro.
La productividad sigue siendo importante desde el punto de vista competitivo para poder reducir los costos unitarios de
producción, pero es difícil que de por sí ella pueda crear las condiciones para sostener la ventaja competitiva como lo
exige una sociedad más rivalizada. Esto solo lo puede hacer la creación de valor tanto por esfuerzo propio (interno) como
mediante el enlace con actores y entidades externas.
Por ello el país tiene que andar por esta senda que hasta ahora ha sido esquiva. De allí la importancia que se le debe
dar a la calidad, donde, a pesar de haber iniciado un proceso importante de crecimiento desde los 80, todavía queda
mucho por hacer, piénsese nada más en la obtención de normas sanitarias y fitosanitarias para poder entrar a los nuevos
mercados que nos abren los TLC. Y, por supuesto, aquí tiene mucho que dar el sistema educativo.
Pero la innovación, que ha sido verbalizada desde los 90 y solo ahora ha entrado en la fase de prueba, requiere más
dedicación, sobre todo en el sector privado. A su vez la agilidad no ha sido nuestra virtud por los problemas de
infraestructura, logística y la misma concepción del tiempo que tenemos; aquí se requiere un verdadero cataclismo.
Finalmente, hay que mirar el servicio como herramienta de trato y atención, en especial, en las empresas de servicio, que
son la mayoría, muestra significativa de esto es el sector salud, en la cual el nivel de servicio es bajo.
Todo esto requiere un esfuerzo humano, tecnológico, de gestión y sobre todo, trabajo cooperativo, los cuales
necesitan a su vez mucho cambio de mentalidad, actitud y afectividad, para lo cual es indispensable un nuevo liderazgo.
Por ello, hay que ir más allá de la simple productividad.
Precisamente en esta tarea de crear valor para los mercados, varios artículos de este número de Desarrollo Gerencial
son pertinentes. Se puede comenzar con el aprendizaje organizacional. En esta época de cambios drásticos del entorno
donde las organizaciones necesitan reajustarse para poder sobrevivir y desarrollarse es fundamental la capacidad de
aprendizaje. Los lectores de este número van a contar con una aproximación importante al tema desde el punto de vista
de las capacidades dinámicas. De manera puntual, para profundizar en ello, el profesor Garzón (2018) plantea tres formas
de llegar al aprendizaje: a través de la absorción de conocimiento, mediante su creación y finalmente por medio de la
combinación de conocimientos existentes.
El elemento de creación de valor es una forma alternativa de superar la informalidad, la cual viene emparentada con la
simple supervivencia. Se trata de uno de los problemas serios de América Latina que ha adquirido proporciones elevadas
en el caso colombiano. Precisamente Fernández, Torres, Liberos & Martínez (2018), en su artículo
Analysis of the
behavior in the informal micro-entrepreneur sector in Colombia
abordan este tema. Allí analizan las causas del fenómeno
(crecimiento de la población joven, desempleo) pero además señalan las consecuencias desde el punto de vista de su
efecto sobre la competitividad y el recaudo tributario. La alternativa que se visualiza es aportar valor.