Educ. Humanismo, Vol. 17 - No. 29 - pp. 272-285 - Julio-Diciembre, 2015 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-2121
http://publicaciones.unisimonbolivar.edu.co/rdigital/ojs/index.php/educacion
La ética del profesor religada a la formación
en valores del estudiante. Mirada teórica*
María Alejandra Orostegui
1
, Gloria Lastre Amell
2
Gladys Gaviria García
3
Mirla Madero Mozo
4
Universidad Simón Bolívar
DOI: http://dx.doi.org/10.17081/eduhum.17.29.1257
Recibido: 18 de septiembre de 2014 Aceptado: 15 de marzo de 2015
The ethics of professor relegates formation
in student values. Theoretical vision
Palabras clave:
Formación en valores,
Ética del profesor,
Estudiantes universitarios,
Práctica pedagógica.
Key words:
Formation in values,
Ethics of professor,
University students,
Pedagogical practice.
Resumen
En los últimos 10 años, la ética ha sido explorada como base de la estructura huma-
na, y los valores su forma concreta de aplicarla en la cotidianidad, en las prácticas
pedagógicas. Con el objetivo de describir sistemáticamente cómo ha sido la for-
mación en valores del estudiante universitario, se hizo una revisión teórica sobre
formación ética de los profesores que tienen esta labor, utilizando bases de datos
digitales para luego compilar la información relevante de investigaciones científicas.
Así, teniendo el escenario ideal en la formación ética que da la práctica pedagógica,
los valores, en tanto eje central de la educación universitaria, requieren la formación
humana de los profesores para el logro del objetivo misional de cualquier institución
cuyo fundamento sea la formación de seres humanos en una sociedad que atiende el
robustecimiento de la virtud ética renacida en la conciencia planetaria. Por lo tanto,
el profesor es el protagonista principal en la formación de valores, pues según sea
su actuar ejemplar, vocación, motivación, actitud y compromiso de vida, así va a ser
seguido por los estudiantes.
Abstract
During the last 10 years, ethics has been explored as basis of human structure and
its values as the practical way to apply them in everyday life of teaching practices,
for that reason, it was necessary to make theoretical reviews, and check research
results with the objective addressed to describe systematically how has been the
values education in university students under the framework of the scientific review
about the ethical formation of teachers formation. This exploration was conducted
using digital databases and then compiles the relevant information from scientific
research. The results showed that pedagogical practices are the ideal space for the
ethics formation, where values are the central axis of college education and require
in first measure human formation of professors to achieve the mission objective of
any institution that has as foundation the human beings formation toward a rebirth
society in planetary consciousness. Thus, professor is the main protagonist in the
formation of values and the way how he acts, and how his dedication, motivation,
attitude and commitment contributes to be identified as living example to follow by
his students.
Referencia de este artículo (APA):
Orostegui, M., Lastre, G., Madero, M. & Gaviria, G. (2015). La ética del profesor religada a la
formación en valores del estudiante. Mirada teórica. Revista Educación y Humanismo, 17(29), 272-285.
http://
dx.doi.org/10.17081/eduhum.17.29.1257
* El artículo hace parte del estado del arte del proyecto de investigación, titulado “Estilo de vida ético del profesor en su práctica
pedagógica y la formación en valores de los estudiantes universitarios, iniciado en el año 2013-1, finalización en el o 2015-1,
Universidad Simón Bolívar, Barranquilla.
1. Enfermera, Magíster en Educación, Universidad Simón Bolívar. morostegui1@unisimonbolivar.edu.co
2. Enfermera, Magíster en Salud Pública, Universidad Simón Bolívar. glastre@unisimonbolivar.edu.co
3. Enfermera, Magíster en Educación, Universidad Simón Bolívar. ggaviria1@unisimonbolivar.edu.co
4. Enfermera, Magíster en Educación, Universidad Simón Bolívar. mmadera@unisimonbolivar.edu.co
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Introducción
La profesionalidad establece relación con el
docente que en su contexto debe guardar inta-
chable conducta, fundamentada en altos valores
humanos, para que de esta manera la orienta-
ción de juventudes, guarde coherencia de vida
con la vida y para la vida (Colby et al., 2003,
p.12).
La ética, como base de la estructura humana
que orienta las normas morales, conduce me-
diante los valores aprendidos a la reflexión per-
manente del comportamiento, que debe hacer y
ser parte del profesor en su práctica pedagógica,
ya que este permite la formación en valores re-
flejando un estilo de vida ético, modelo a seguir
por los estudiantes. Igualmente se revisó el papel
de las universidades desde su compromiso so-
cial de formar personas con alto sentido humano,
para dar respuesta efectiva a las necesidades del
mundo globalizante, demandante de ciudadanos
éticamente responsables y comprometidos en el
desarrollo y crecimiento de la dignidad humana,
en sintonía con la naturaleza y el cosmos, como
lo indica Habermas (1988), al plantear la ciuda-
danía como el hecho de ser sujetos de moral que
proporciona el respeto por igual a la dignidad de
todos.
Es entonces que el ciudadano del siglo XXI
está enfrentándose no solamente a retos profe-
sionales sino a retos universales de humanizar
al mundo, empezando por fortalecer como eje
central la formación humana de los diferentes
programas académicos, para los cuales la educa-
ción es fundamental en la consolidación de pro-
pósitos formativos de personas con la conciencia
clara de transformar esta sociedad y, por ende, el
planeta. Ello acentúa la gran responsabilidad de
las instituciones universitarias de educar con la
fundamental participación de profesores, como
actores principales que mediante su conducta y
con la solidez de su carácter ético, son capaces
de ser ejemplo de vida a seguir por los estudian-
tes.
Esta revisión sistemática de investigaciones,
que se realizó en el contexto mundial, nacional
y local, refleja las condiciones demandantes si-
milares en las que vive la sociedad actual de los
contextos universitarios; así, desde lo teórico y
lo práctico, en los profesores recae la respon-
sabilidad personal y profesional de brindar los
cimientos de fortalecer la templanza del carácter
de sus estudiantes.
La ética del profesor en las realidades del
contexto universitario
En el contexto universitario, escenario en-
riquecido con los más profundos saberes cien-
tíficos, los profesores comprometidos con la
formación de las diferentes disciplinas para un
desarrollo de la sociedad con meritorios valores
humanos, asumen con gran sentido de responsa-
bilidad la formación integral de sus estudiantes,
futuros profesionales que engrosarán el marco
de la sociedad del conocimiento, y quienes diri-
girán un país.
Flórez (2004) induce a replantear algunas
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ideas de reflexión sobre la orientación educati-
va en cuanto a la preocupación por la aparición
de “la individualidad extrema”, ya que produce
como resultado una competencia deshumani-
zante, pérdida de la solidaridad mínima en este
mundo globalizante, y, por lo tanto, confirma
con mayor ponderación la necesidad de replan-
tear los esquemas y políticas educativas guber-
namentales y de las instituciones de educación
superior. Enseñar ética mediante la vivencia de
los valores envuelve el proceso de formación
integral de las personas y es aquí donde sobre
el profesor recae una doble responsabilidad: im-
partir mediante su enseñanza profesional y a la
vez mediante su conducta y coherencia de vida
la enseñanza de valores humanos en competen-
cia para la convivencia pacífica.
El sistema educativo en España, en su preo-
cupación por definir en el 2004 las buenas prác-
ticas pedagógicas, el ejercicio de la profesión
del docente, ha suscitado reformas en cuanto a
una educación mejor contextualizada frente a los
desafíos planteados de un nuevo orden mundial
económico, social y moral. A los profesores no
se les debe imponer lo que deben hacer, mejor
será prepararlos técnicamente con una forma-
ción desde la antropología filosófica y moral,
para que conscientemente reconozcan que la
educación es una actividad práctica que consta
de una dimensión ética.
Es así como el profesor debe desaprender para
aprender a innovar educativamente; el profesor
se vuelve un orientador del proceso formativo y
no un omnipotente conocedor del conocimiento,
dejando atrás las clases magistrales, expositivas
motivando a los estudiantes hacia el desarrollo
del pensamiento crítico y científico, según lo
citado por Diazgranados (2004). En México,
Bolívar (2005) indica que las instituciones de
educación superior replantean la importancia de
recuperar el lugar de los valores en el currículo,
bajo las orientaciones metodológicas de la com-
petencia compromiso ético en la enseñanza de
la ética profesional y el desarrollo de valores en
la experiencia de la vida universitaria, asignán-
dose la necesidad de incorporar la asignatura de
ética para la enseñanza de los valores.
Difícilmente puede desarrollarse una socie-
dad si no se cuenta con ciudadanos comprome-
tidos intelectual, ética y científicamente con ella
misma; las universidades requieren de educado-
res de vida, revestidos de conciencia cívica que
asuman el compromiso de formar ciudadanos
responsables de los problemas y dilemas socia-
les, para lo cual Kuri (2006) indica que la forma-
ción del profesor es un tema de gran relevancia y
discusión, intentándose explicar el deber ser del
profesor, reconociéndosele el contexto sociocul-
tural que les ha tocado vivir y aprender de él,
pero que a su vez se le reconoce como uno de los
actores fundamentales en el proceso educativo.
La condición humana del profesor en su
estructura ética
Es así como la humanidad y el planeta en
general demandan profesores con la idoneidad
y autonomía para entretejer la formación de la
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templanza ética que requiere el carácter de las
personas y uno de los caminos es el diálogo, ruta
esencial en lograrlo; por tal razón fue necesario
indagar sobre la relación dialógica entre profesor
y estudiantes para la subsistencia de los valores
que se dan en esas relaciones, teniéndose como
base una relación menos lineal y más dialéctica,
en donde se refleje una enseñanza y aprendizaje
reconocida por el respeto, autonomía, responsa-
bilidad, honestidad, sinceridad y la ética del dis-
curso.
Existen reflexiones muy significativas en
torno a la relación dialógica, como elemento in-
tegrador de la formación en valores; declara la
relevancia, importancia y la coherencia de vida
entre lo que se piensa, sienta, exprese y refleje el
profesor, su presentación personal, la comunica-
ción reflexiva, la vocación y la relación dialógi-
ca, características que los componen, es decir: la
forma de dirigirse a los estudiantes como estilo
de vida ético y la dedicación apasionada por lo
que hace, manifestando así el adeudo, actitud,
autonomía y responsabilidad en el motivo por la
práctica pedagógica que le asiste. Day (2006) in-
dica que para el docente apasionado, la “conec-
tividad” con los alumnos es una prioridad para
alentar la motivación y el entusiasmo.
Por ende, el motivo que conduce la intención
de las acciones, y en este caso el hacer pedagó-
gico de los profesores, es la vocación: primer ca-
mino por recorrer en el sendero de la educación;
la vocación fortalece el alma para la compren-
sión, conocimiento y diálogo con los estudian-
tes, en resumen: ser maestros en la enseñanza.
En estos autores, la educación en los estudiantes
hace fundamental la relación basada en el diálo-
go que se establece entre el profesor y los estu-
diantes para transmitir no solo un saber sino la
formación humana que merece la enseñanza.
En el 2006 el proyecto Tunning Latinoamé-
rica reflexiona sobre la calidad de la educación
superior haciéndose realmente importante la
actitud del “docente” universitario, frente a sus
capacidades éticas en el logro del desafío más
urgente, presente y futuro para la misión de las
universidades en cuanto a que consiste en acep-
tarse plenamente, que la educación en valores
debe ser luz principal, orientador de las activi-
dades educativas en respuesta a la apremian-
te necesidad de humanizar, con profesionales
en competencias que van más alde la misma
formación profesional, para dar respuesta a las
competitividades del mercado laboral local e in-
ternacional en miras de la transformación; tam-
bién lo indica García (2006) cuando afirma que
las universidades deben poseer firmes valores y
actitudes éticas valiosas para que sean realmente
apreciadas por la ciudadanía.
Es a las universidades a las que les correspon-
de reflejar la coherencia entre lo que promueve y
lo que el estudiantado vive en ella, Kuri (2006),
Meza y Suárez (2006), García (2006) y Agejas
(2007) indican que las universidades hacen parte
de la responsabilidad social de transformar la si-
tuación social de un país; es por ello que se hace
imperioso establecer un planteamiento episte-
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mológico de la preeminencia que tiene retomar
nuevamente la antropología para su estudio,
reconocida intrínsecamente en la condición hu-
mana de la especie y a la ética y la moral como
conciencia social en la práctica pedagógica.
La formación ética centrada en la práctica
pedagógica de las universidades se dará en la
capacidad de dar solución a los problemas e in-
certidumbres de la vida cotidiana como personas
en su profesionalidad, como ciudadano, y es el
profesor mientras que acompaña el desarrollo
cognitivo y cognoscitivo quien va moldeando
las actitudes, comportamientos, sentimientos y
valores y deberá ocuparse por la formación vir-
tuosa de la moral y la ética de sus estudiantes a
través de su estilo de vida basado en la ética y
en consonancia con la formación socioafectiva.
Meza y Suárez (2006) indican que es nece-
sario la formación de una conciencia moral en
las instituciones universitarias, pero para darse
esta solicitud se hace necesario en primera me-
dida la formación previa e igualmente moral de
los profesores y de la misma institución, como
ente cambiante y transformante, ya que seguir
formando profesionales con sentido altamente
social y ciudadanos responsables del desarrollo
humano, requiere además de didácticas inno-
vadoras y creativas con claros principios éticos
para también trasmitirlos, mediante la convi-
vencia de los mismos. Para ello las instituciones
universitarias, deben atender la formación de
una conciencia autónoma de un profesor con un
estilo de vida ético, para aspirar a un posible vi-
vir humanamente.
Es por tanto que si las instituciones de educa-
ción superior tienen como propósito, educar en
las Ciencias Básicas y Sociohumanísticas en una
formación disciplinar específica, debe estar en-
tonces íntimamente articulada, con la formación
ética reconociendo que esta no puede ser ense-
ñada mediante conceptos, sino que debe estar
llamada a espacios permanentes de reflexión en
torno a la vida del ser humano, en simbiosis con
el planeta y la evolución de la ciencia y la tec-
nología avasalladora. Este último desarrollo ha
llevado a la confusión en la convivencia humana
con la ciencia y que desde los antiguos filósofos
llaman al pensamiento analítico de todo cuanto
nos rodea, en torno a los planetas, el cosmos, la
misma tecnología y la evolución y el desarrollo
humano en ella; para ello se justifica y motiva
la vivencialidad de los profesores con formación
altamente humanística en su práctica pedagógica
universitaria.
Será necesario un anclaje reflexivo del ejer-
cicio vivido de la ética del profesor en la prácti-
ca pedagógica, como lo afirma Martínez (2006)
cuando argumenta en su artículo que una forma-
ción universitaria de calidad no puede separar la
formación profesional de la formación ciudada-
na; una de las funciones de la formación imple-
mentada en la educación superior es de carácter
ético y no puede entenderse que no incorpore
de manera sistemática y rigurosa situaciones de
aprendizaje ético y de formación ciudadana y -
vica de los estudiantes.
En este mismo año, García (2006) manifiesta
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que también al profesorado se le debe preparar
en cuanto a la ética profesional y la ética docente
para que de esta manera pueda brindar enseñan-
za de calidad en valores, y a la vez logre preparar
profesionales capaces de enfrentar retos futuros;
difícilmente puede haber un aprendizaje ético de
la profesión si no hay un desarrollo de valores en
la propia institución y especialmente en su pro-
fesorado.
En los análisis de las problemáticas sociales,
López (2006) en una de sus investigaciones pre-
tende demostrar la importancia de las historias
de vida o biografías ya que esto determina la for-
ma como se ve el mundo, el futuro y la forma
como se actúa en torno a él, puesto que ambas
están determinadas por su entorno cultural y los
ciclos de su proceso vital en las crisis sufridas
y las potencialidades futuras que aparecen en el
horizonte de las respectivas vidas; es entonces
que si los profesores no están a gusto en su que-
hacer educativo, es muy probable que no disfru-
ten su rol y no se logrará el objetivo en la forma-
ción en valores en los futuros profesionales.
Los valores, fundamento ético del desarro-
llo humano
Más aún: dependiendo del contexto sociocul-
tural que le tocó vivir y sus experiencias de vida,
las cuales lo han fortalecido o desfavorecido, se
tiene que la formación ética del profesor le ayu-
dará a superar cualquier dificultad en relación a
la formación de otras personas a su cargo. Para
el ser humano es importante asignarle prioridad
a los valores, pues ellos habrán de definir la co-
sociedad para expresarlo en su convivencia a
través de la conducta; pero además existen otros
valores que definen y caracterizan el contexto en
el cual la vida se desarrollará, esto es confirmado
por Timaná (2006) cuando manifiesta que la edu-
cación superior debe continuar con la formación
de la persona y el desarrollo de las competencias
según el área del conocimiento y así responder a
los requerimientos laborales.
En el 2007 en Bolonia, Italia, indican que la
formación universitaria es de gran calidad técni-
ca; reconocen que el verdadero hombre es quien
posee un comportamiento moral y ético, y por
ello la dimensión humana, que se expresa en pri-
mer lugar dentro de las dimensiones de la razón
humana, no puede quedar fuera del ejercicio de
la docencia y de la investigación en general. En-
tonces se propuso la creación de un departamen-
to interfacultativo que coordinara las actividades
de formación del profesorado, e igualmente se
rediseñó el contenido de los programas para la
asignatura de formación ética y valores, y cómo
esta deberá permear a las demás asignaturas, ya
que la formación en valores se daba aisladamen-
te del contexto general del proceso de formación.
Es así como la ética se ha constituido en una
enseñanza de valores y principios morales de las
universidades; que además resulta en una deman-
da creciente y sentida ante el desmoronamiento
de la condición humana evidenciado en la socie-
dad. Es obvia la necesidad de planes de estudios
donde esté permeado y reflejado el conocimien-
to ligado a espacios de análisis reflexivo de la
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moral y la conducta ética profesional, en donde
el profesor debe formarse con clara pertinencia
ciudadana y humana, así como lo indican los -
digos deontológicos, según Agejas (2007). Pero
toda esta iniciativa y responsabilidad pedagógica
deberá guiar el desarrollo personal y profesional
de los jóvenes estudiantes, con el fin de mejorar
la interculturalidad que enriquece el desarrollo
social; Montuschi (2008) indica que debe haber
coherencia entre la vida particular y la vida en
sociedad, que exige un comportamiento acorde
con los respectivos valores.
Entre tanto la formación en valores se ve
ausente en los contenidos curriculares, o sim-
plemente están reducidos en forma lineal a una
asignatura siendo incoherente lo que se enseña
con lo que el estudiante observa en su profesor y
la institución y su ejercicio profesional posterior,
según lo señala Pérez (2010), quien encontró
que la formación en valores adquiridos en la uni-
versidad no se refleja posteriormente en su vida
profesional; además, indica que las instituciones
de educación superior deben estar encaminadas
a la formación, para distinguir entre el mundo de
valor y el mundo de los hechos.
Cuando los profesores asuman en su trabajo
el entretejido que genera la tarea pedagógica, en
cuanto a que el educar le produce el crecimiento
de él mismo como persona y ser humano, en la
medida de esta comprensión su quehacer le pro-
porcionará a los estudiantes el motivo principal
de profesionalizarse como medio de subsistencia
y sentido de vivir en el marco del reconocimien-
to como ser humanamente transformador de la
sociedad. Además, es muy débil la conciencia
estudiantil del crecimiento que genera el cono-
cimiento; como personas en formación, no re-
conocen aún que la educación permite en forma
real y única el logro de la esencia de laboriosi-
dad y sostenibilidad de la sociedad mediante una
vida útil, solidaria y responsable, confirmado por
Pérez (2010).
En su estudio Cabra (2010) encontró cómo
la diferencia, la autoridad y la asimetría que tie-
nen lugar en la relación pedagógica no son obs-
táculos para establecer relaciones dialógicas re-
cíprocas. Planteó y desarrolló el sentido en que
se puede hablar de una evaluación dialógica y
la manera como el diálogo se puede constituir
en fundamento ético para la evaluación educa-
tiva. Por lo que la relación dialógica, como vía
de formar éticamente los estudiantes, constituye
un salvavidas a la hora de construir cambios pro-
fundos de humanizar la humanidad.
Es entonces apremiante el arduo trabajo de
prácticas más dialógicas, en donde se desarrolle
el pensamiento reflexivo para ir robusteciendo la
conciencia planetaria en los estudiantes.
Sierra (2011), en su investigación en Pam-
plona, España, encontró que la formación ética
incurre en actitudes igualmente éticas del pro-
fesor y tiene una incalculable influencia en la
mejora académica y formativa de los alumnos,
y que estas actitudes que poseen los profesores
redundan directamente en la satisfacción de su
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ejercicio profesional; termi concluyendo la
urgente necesidad de acentuar la formación ini-
cial y permanente de los profesores en actitudes
éticas pedagógicas.
Para ello se requiere ver al estudiante no
como aquel que está desprovisto de conocimien-
to, al que se le debe enseñar a hacer, sino des-
de una perspectiva de la formación horizontal
donde prevalezca la cultura del respeto mutuo,
el diálogo, el análisis crítico y el ejemplo vivi-
do mediante los valores como la tolerancia, la
confianza, la honestidad, la solidaridad y la com-
prensión, y en esa relación prevalece el interés
hacia el otro como persona, según lo indican
Flores y Porta (2012).
La formación de profesores críticos con pen-
samiento sistémico e integrador, es en primera
medida el camino primario a tomar permitiéndo-
se que reconozcan el valor a los valores, a la dig-
nidad humana y bajo una mirada cósmica, sien-
do orientados por la ética aplicada-profesional
con un alto sentido de compromiso pedagógico,
armonizados de un proyecto educativo y un cu-
rrículo, en donde los valores se evidencien trans-
versalmente como eje central en la enseñanza:
será la transformación necesaria que requiere la
presente y futura sociedad. En Colombia existe
el consenso sobre el mérito que le asecha a la
enseñanza, en las instituciones de educación su-
perior, el cual requiere, en primer lugar, evaluar
sobre lo que constituyen los valores fundamen-
tales y esas condiciones pedagógicas necesarias
para no solamente trasmitirlos, sino lograr su vi-
vencia y convivencia en el escenario académico.
Teniendo en cuenta las necesidades de la edu-
cación descritas anteriormente, sobre la difícil
situación evolutiva del ser humano y en donde se
confirma que en las instituciones de educación
superior, se amerita reflexionar la pertinencia de
la educación, su calidad en la formación huma-
na, en cuanto al saber profesional, y replantear-
se la carencia de la formación social, cultural y
política, para lo cual se precisa la revisión de
los proyectos educativos institucionales y de fa-
cultades. Estas necesidades educativas deberán
proyectar la funcn teleológica, la formación en
valores de los estudiantes y verse reflejado en-
tonces el reconocimiento a los profesores como
actores principales en la educación.
En estos resultados se contextualiza la actual
y real situación de la educación superior, don-
de se evidencia que el interés de una educación
individualista sobre la formación de un ser sis-
témico y trascendental está desdibujado. Por lo
tanto, es en la práctica pedagógica como escena-
rio ideal donde el profesor, mediante un estilo de
vida ético, puede aplicar estrategias pedagógicas
y didácticas en procura de abrir espacios de re-
flexión, despertar en doble vía el interés por el
reconocimiento de lo intercultural, la formación
principalmente humana y la política, con la fina-
lidad de vigorizar los saberes profesionales en el
desarrollo social de la misma.
Este fortalecimiento del pensamiento reflexi-
vo, rodea el funcionamiento de las profesiones
en la sociedad y la respuesta a las incertidum-
bres, con el compromiso del logro del trabajo
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transdisciplinario en el acontecer, cada vez de
mayor envergadura de la necesidad de la ética
universal aplicada a la comprensión de la huma-
nidad y la creciente evolución de la ciencia, la
comunicación y tecnología.
Cuando se construya la formación ética de
los profesores, podrá verse reflejada la condición
humana del educador, profesional y ciudadano,
y de esta forma emanará la responsabilidad y
compromiso con la sociedad educativa, y con
su entorno. En concordancia con lo anterior, las
universidades deben poseer firmes valores y pro-
curar en sus miembros actitudes éticas para que
realmente puedan mostrar un verdadero impacto
positivo en el desarrollo de la comunidad y la
responsabilidad con la naturaleza y el cosmos.
Por lo tanto, los valores, son la plataforma
para la unidad del colectivo, forman parte del
razonamiento, de los criterios expresados en de-
seos, soportados por las necesidades e intereses
de las personas entre ellas los profesores, por lo
que su formación debe ser un proceso perma-
nente. En el 2012, Fidel Castro, Comandante en
Jefe de Cuba (citado por Durruthy, 2012), habla
acerca de la necesidad de universalizar los co-
nocimientos de técnicos y profesionales, elevar
al máximo su preparación en todos los órdenes,
para que respondan a las aspiraciones del pue-
blo de poseer una cultura general y sistémica. La
formación en valores permea entonces la respon-
sabilidad y el compromiso pedagógico, tal como
lo anotan Flores y Porta (2012) cuando en su in-
vestigación encontraron que los profesores apa-
sionados se interesan por comprender el contex-
to sociocultural de sus estudiantes, se muestran
comprometidos, se preocupan por sus alumnos,
por la enseñanza, quieren aprender más sobre el
proceso, saben el papel que desempeña la emo-
ción de la enseñanza y el aprendizaje y son cons-
cientes de los contextos sociales más generales y
heterogéneos en los que enseñan.
En concordancia con lo anterior, se puede
indicar que la vocación que impulsa la pasión
de enseñar en los profesores requiere de una do-
sis inicial y permanente de formación también
para ellos. Es así que un estudio realizado en la
República Árabe Siria, Bashour; Sayed-Hassan
y Koudsi (2012) afirman que los estudiantes de
Medicina y sus profesores necesitan más forma-
ción ética en el proceso de aprendizaje, confir-
mando entonces que la formación ética com-
prende la necesidad de formación en el profe-
sorado para que así contribuyan en la formación
ética del alumnado, que incluye, por lo tanto, la
aplicación práctica mediante los valores.
Para ello se acentúa entonces el valor, la
comprensión en la reflexión sistémica de las
realidades universales con el compromiso del
desarrollo cultural, particular y colectivo: es así
como Guerrero (2013) explica que las actuales
competencias ciudadanas conllevan a la forma-
ción de un sujeto fragmentado intelectual, moral
y afectivamente, siendo necesario entonces que
la formación ética y moral estén más allá de los
contenidos cardinales del currículo; es decir, la
formación de un profesional no se puede desen-
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volver considerándolo como un ser solamente en
lo cognitivo, sino que la formación en valores
hace parte de esa integralidad y multidimen-
sionalidad del ser humano, permitiéndole desa-
rrollar sus potencialidades en la evolución de
la especie, de la sociedad y del planeta del que
hace parte. Una entrevista realizada a Martínez
(2013) informa que el aprender implica la apre-
hensión de valores, conocimientos de las lectu-
ras del mundo, pero a partir de la observación y
las vivencias y se hace necesario conocerla para
lograr transformar la realidad.
En los medios de comunicación es frecuente
encontrar noticias, que exponen las debilidades
humanas por la ausencia de la introyección de
valores y la falta de respeto, valor y amor propio
hacia el otro, hacia el medioambiente, la natu-
raleza, la sociedad y el planeta. El periódico El
Tiempo (2014, octubre 2) anuncia que solo en la
ciudad de Barranquilla en ese año van 23 casos
de violencia escolar de los cuales 17 son de gra-
vedad, y son justificados por “la pérdida de va-
lores en la convivencia social”. Estos anuncios
revelan la crisis ética actual, de los escenarios
comunitarios de las naciones en el sentido huma-
no, asunto que también se ve como en un espejo
en las mismas universidades, pues estas reflejan
situaciones similares; luego a dichas institucio-
nes les asiste la labor social, de dar solución a
tan espinosa situación, especialmente de forma
educativa, dialógica y política.
Ante la apremiante urgencia de un cambio
paradigmático de la educación universitaria en
los actuales momentos, la formación en valores
no se debe limitar a un cumplimiento curricular,
sino que debe develarse desde el pensamiento
analítico y crítico de las necesidades contextua-
les reales: la ausencia de una conciencia moral
que conduzca a la transdisciplinariedad y cultu-
ralidad, en el logro de la emancipación social.
Por tanto, la revisión de los últimos 10 años de
las realidades del contexto universitario refleja la
similitud de las condiciones sociales y humanas
de los profesores, propias de la sociedad a nivel
local, nacional e internacional, y la responsabili-
dad que le asiste a las universidades de brindar
una formación humanística que debe primar
sobre la formación profesional y/o disciplinar.
No cabe duda alguna sobre la creciente nece-
sidad de replantear y buscar diferentes caminos,
porque todos aún no han sido encontrados, en la
formación en valores de los estudiantes univer-
sitarios, en la medida en que se trata del cimien-
to moral de la ética aplicada a la práctica en la
cotidianidad de las realidades sociales. Según
lo anterior y bajo esta revisión exhaustiva de in-
vestigaciones, la formación en valores altamente
humanizantes puede trascender la identidad de
la especie humana y su supervivencia, frente al
compromiso que tiene con el presente y porvenir
del planeta.
Metodología
Esta revisión fue de tipo cualitativo, además,
se realizó una revisión sistemática, de artículos
científicos y libros, utilizando las bases de da-
tos de Scopus, Science Direct, Ebsco Host, Pro-
Quest, E-brary, E-libro y Eric. Luego se compiló
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toda esta literatura científica de alta calidad en
una matriz Excel, para organizarla cronológica-
mente; después se procedió a integrar las ideas
centrales de los autores, en torno de averiguar la
ética del profesor en las realidades del contexto
universitario, la condición humana del profesor
en su estructura ética y los valores fundamento
ético del desarrollo humano e ir entretejiendo un
análisis que pudiera llevar a una reflexión per-
manente, sobre la relación existente y confirma-
da. Así mismo mediante este artículo de revisión
se indagó el vínculo que tiene la formación ética
del profesor y la formación en valores de los es-
tudiantes, para así lograr integrar este análisis en
relación con otros estudios similares y poder lo-
grar la discusión y las conclusiones planteadas.
Discusión
Siendo la ética tan importante para la forma-
ción de valores, se ha podido apreciar en estos
estudios que la identidad del ser humano, se ha
visto involucrada en la compleja situación de
deshumanización actual, por tanto, es preciso re-
estructurar la educación retomando el camino de
la formación ética, que se ha extraviado en los
atisbos de la ciencia y la tecnología avasalladora.
Se puede confirmar ampliamente que a través
de los años la historia ha venido enseñando que la
educación no ha dejado de preguntarse, indagar-
se y comprobarse científicamente la necesidad
de retomar nuevamente la ética como elemento
integrador, estructurante y columna vertebral de
la formación. En los últimos 10 años se apre-
cia así: Martínez, con la necesidad de valores;
Guerrero, con la formación por competencias;
Bashour, Sayed-Hassan y Koudsi, con la nece-
sidad de formación ética; Flores y Porta, con la
pasión por la enseñanza; Sierra, al afirmar la im-
portancia de la actitud ética del profesor; Flores
y Porta cuando indican la relevancia significati-
va del respeto mutuo en la práctica pedagógica;
Cabra, con su relación dialógica en el logro de
mejorar la práctica pedagógica; Pérez cuando
relaciona la educación con la formación para
una vida laboriosa; Aguejas, con la necesidad de
códigos deontológicos. Timaná apunta a la ne-
cesidad de volver a ver los valores para mejorar
la convivencia; Martínez, con la relevancia de
la formación ciudadana, en el contexto univer-
sitario; Day, con la importancia de la conexión
profesor-estudiante; Kuri lo intenta mediante
la culturización explicando el Ser del profesor;
Bolívar, con la competencia de compromiso éti-
co en la enseñanza; Diazgranados, con el pen-
samiento crítico y Flores, al afirmar la creciente
individualidad extrema. Todos estos autores, con
sus investigaciones y teorías, configuran la com-
pleja situación abordada y analizada de la rele-
vancia que tiene la ética por su papel durante la
formación en valores dentro del contexto de una
práctica pedagógica, y confirman cómo la ética
al final trasciende directamente la formación hu-
manizante hacia el mismo ser humano, así como
señala cuál es la corresponsabilidad que le ame-
rita a su inteligencia y capacidad racional con el
planeta y el cosmos.
Conclusión
A pesar de que la ética es el eje cardinal de
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grandes interrogantes y es un tema de enorme
relevancia a nivel mundial, su aplicabilidad tiene
al planeta en crisis, y siguen siendo pocos los
países que han investigado sobre ella en el con-
texto universitario.
En Italia, España, Siria, México, Colombia,
Bolivia y Venezuela es donde más se ha explora-
do esta grave situación sociohumana, pero poco
ha sido su abordaje mediante una investigación-
acción que forme éticamente al profesor y que
este, a su vez, asuma la formación en valores de
los estudiantes. Solo hasta 2004 se expone un in-
terés creciente por la formación humanística en
el contexto universitario. Si se compara el núme-
ro de investigaciones científicas que se vienen
desarrollando en las instituciones universitarias,
ha sido escasa la revisión organizada y con rigor
científico del desarrollo y exploración sobre la
práctica pedagógica, como escenario donde pue-
de construirse una comprensión sistémica, de las
realidades humanas de la sociedad y fuente para
generar verdaderas relaciones dialógicas entre
profesores y estudiantes como espacios ideales
de formación en valores.
Son las prácticas pedagógicas el espacio per-
fecto de la formación ética, pues la ética vivida
en la práctica diaria de la comunidad educativa,
es el eje central de la educación universitaria que
permitirá la formación de valores supremos en la
convivencia pacífica, tolerante. También permite
que se aprenda a comprender que la ética hace
parte de la condición humana de la especie y
como tal se llama a que renazca la conciencia de
la virtud ética del deber, como futuro de la espe-
cie humana y del planeta. Es la práctica pedagó-
gica el espacio y puente donde se interrelacionan
todas las miradas, sentimientos, comportamien-
tos, comunicaciones, relaciones, enseñanzas y
aprendizajes; para ello debe disponer de ciertas
características que promuevan la formación en
valores, tal como un escenario físico agradable
y organizado, que ofrezca mayores posibilida-
des de una enseñanza personalizada, y permita
la reflexión y desarrollo del pensamiento crítico
y la conciencia planetaria de las problemáticas
sociales y profesionales.
Además se evidencia la necesidad de replan-
tear lineamientos a poner en marcha en las insti-
tuciones universitarias: la formación antropoló-
gica y humanística de los profesores, que permi-
ta la comprensión epistemológica de la especie y
condición humana. De la ética universal aplicada
a la práctica en las realidades complejas, asumi-
la construcción de una sociedad trasformada
y transformadora, con personas conscientes de
sus capacidades y debilidades en el logro de la
unión de esfuerzos bajo valores resignificados.
La comprensión epistemológica de la condición
humana teniendo como referente la ética, permi-
tirá develar cambios que se merece la reflexión
permanente de las prácticas pedagógicas, para la
formación de personas con una nueva conciencia
planetaria, arraigando los valores en el respeto
de la naturaleza, como fuente de supervivencia y
armonía simbiótica, frente a la multidimensiona-
lidad, pluralidad y particularidad que le merece
cada persona en ser reconocido.
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Así mismo es apremiante la necesidad de
contar con profesores cuyo alto sentido de res-
ponsabilidad social los hace capaces de refor-
mar su pensamiento, para mantener el objetivo
de la vocación pedagógica, y, por ende, se logre
que los estudiantes desarrollen el pensamiento
reflexivo y potencialicen sus capacidades para
enfrentar las incertidumbres. El presente artículo
permitió confirmar la necesidad de mantener la
búsqueda continua de nuevas investigaciones en
educación, sobre la temática de la ética y los va-
lores, en aras de forjar una sociedad más humana
y pacífica.
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