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espacio inter, es decir, común, entre ellos (Demo,
2000). Esto perpetúa la formación multidiscipli-
naria, que aísla y fragmenta el conocimiento y,
como concluyen Saker y Correa (2016), estos
saberes siguen siendo lineales y desarticulados.
La formación de dimensiones de saberes in-
terdisciplinarios y transversales es prioritaria
para aprender a convivir juntos, y para manejar
problemáticas como el bullying, relaciones de
dominio-sumisión, agresiones físicas, verbales,
irrespeto por los derechos humanos y exclusión,
todas las cuales se maniestan con frecuencia en
las instituciones educativas.
Caurín (como se citó en Haro, 2011) conside-
ra que educar es atender las múltiples dimensio-
nes de la persona desde el ámbito escolar, perso-
nal y familiar, teniendo en cuenta la complejidad
de nuestra sociedad con todos sus conictos y
problemas que condicionan nuestras vidas y la
de los estudiantes. Esto supone ir más allá de la
mera enseñanza en saberes para el desarrollo de
competencias disciplinares. No obstante:
La educación, cuyo signicado original era
entendido como la manera de auxiliar al alum-
no a encontrar su propio camino de expresivi-
dad y creatividad en su vida personal, social y
cultural, se ha visto reducida hoy a una mera
formación técnico-instrumental formal-mate-
rial para el “saber hacer’’ o modelo de educa-
ción basado en competencias, relegando al ca-
jón de olvido el “saber ser’’ y el “saber vivir’’,
privilegiando así al “homo economicus’’: Fi-
nanciero, técnico, comercial, gerencial admi-
nistrativo y contable; por encima del “homo
sapiens’’ o multidimensional, plural y abierto
a las miles de puertas que pudiere ofrecer una
vida íntegra, sabia y trascendente (Moreno,
2013, p.18).
En este mismo sentido, desde las prácticas cu-
rriculares, se observa que se ha reducido la prio-
ridad en la formación para el saber ser y el saber
convivir, conllevando a que la regulación de los
conictos y comportamientos violentos se dé
desde un enfoque negativo, que no permite con-
tribuir con una cultura de paz positiva. Porque
esta última se concibe como aquella que “asocia
la paz con ideas como no agresión bélica y en ge-
neral como ausencia de todo tipo de conictos”
(Jares, 1999, p.97). Todo esto sugiere que existe
“una pobreza en el concepto de paz actualmente
dominante” (Galtung, citado en Gasteiz, 2004,
p.17). Como este último, Jares (1999) considera
que la paz no es lo contrario de guerra sino de su
antítesis, que es la violencia, dado que la guerra
es un tipo de violencia, pero no la única. Por ello,
hay que tener en cuenta otras formas de violen-
cia menos visibles y más difíciles de reconocer,
pero también perversas en la provocación de los
conictos.
Violencia directa y violencia estructural
Justamente, la Organización Mundial de
la Salud (OMS, 2002, p.3) dene la violencia
como:
El uso deliberado de la fuerza física o el poder,
ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra
uno mismo, otra persona o un grupo o comuni-
Educ. Humanismo, Vol. 18 - No. 30 - pp. 92-106 - Enero-Junio, 2016 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-2121
http://publicaciones.unisimonbolivar.edu.co/rdigital/ojs/index.php/educacion
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