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ría y López (1996) consideran que la fragmenta-
ción del conocimiento y la enseñanza diculta la
comprensión de los fenómenos, porque el aisla-
miento de múltiples facetas limita su funciona-
miento global, lo cual hace que aun cuando la
información esté en manos del estudiante, este
no sepa qué hacer con ella y no logre conectar
los conceptos con la realidad.
Las categorías identicadas evidenciaron la
EA como una estrategia instrumental para me-
jorar las condiciones del ambiente y asegurar la
vida de una sociedad. En este sentido, las per-
cepciones acerca del deber ser de la educación
ambiental se encaminaron sobre todo hacia la
conservación y protección, un asunto meramen-
te intervencionista, olvidando los principales
ejes de la educación ambiental propuestos por la
UNESCO: el pensamiento crítico y el enfoque
de solución de problemas, lo cual debe iniciar-
se de manera temprana en la escuela (UNESCO,
1997). Así las cosas, sus discursos parecieran
estar desligados de la producción, pues en sus
expresiones no se logró establecer una conexión
entre los elementos citados y el n de una pro-
ducción sostenible o agroecológica, que al nal
es el objetivo de la modalidad de la IE.
La educación ambiental se percibe en este
contexto como una herramienta instrumental
para solucionar los problemas ambientales y no
como una modalidad de vida. Al respecto, Ren-
gifo et al. (2012) plantean que ante la situación
actual del ambiente, urge una toma de concien-
cia que genere nuevos estilos de vida, de manera
que haya interacciones armónicas entre los seres
humanos y entre estos con otras formas de vida.
La EA debe contemplar un contexto amplio en
el que se forjen valores, y se desarrollen compe-
tencias y conocimientos que propicien solucio-
nes para los problemas ambientales (Camacho &
Marín, 2011).
Por otra parte, los docentes recalcan la
transversalidad de la educación ambiental en
las diferentes materias con una transdisciplina-
riedad, para así formar y fortalecer al estudiante
de manera completa; mencionan que esto es lo
que hacen en la institución. En este sentido, Smith
(1997) arma que la educación ambiental no es
un campo de estudio, como la biología, química,
ecología o la física, sino que es un proceso; por
tanto, se pueden enseñar conceptos de educación
ambiental, pero no educación ambiental.
Sin embargo, a pesar de lo armado por los
docentes, no se está haciendo una transdiscipli-
nariedad en las asignaturas, ya que el tema se
le atribuye principalmente a la asignatura de las
Ciencias Naturales. Como plantean Pedroza y
Argüello (2002), la educación ambiental aborda
de manera general las disciplinas en las que se
enseña la cuestión ambiental, mostrando como,
con la transdisciplinariedad, se intenta superar
las barreras de las disciplinas.
Los docentes piensan que su enseñanza es tan
solo una parte de la formación del estudiante, y
que dicha formación debe trascender desde la
familia. Coinciden en ello con Álvarez y Vega
(2002), para quienes la inserción de temáticas
ambientales en el sistema educativo, se facilita
cuando se vincula con la formación inicial
familiar, aun cuando, como indican Shymansky
y Kyle (1992), el profesor sigue siendo un agente
clave en el proceso práctico de las innovaciones
curriculares en cualquier sociedad.
educ. humanismo, Vol. 19 - No. 32 - pp. 126-144 - Enero-Junio, 2017 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-2121
http://revistas.unisimon.edu.co/index.php/educacion/index
verenIce sánchez castIllo, carlos gómez cano, césar coronado sarrIa, WIlmer valenzuela molIna