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miento, el seguimiento de órdenes, el cumpli-
miento de tareas, las buenas posturas, buenos
hábitos y otros aspectos semejantes cobran
creciente importancia. No en última instancia,
la idea misma del uniforme, y en los colegios
los manuales de convivencia, y en las univer-
sidades los diferentes reglamentos, resaltan y
refuerzan la idea de la disciplina como valor
fundante. Finalmente, la normativización y la
gestión determinan, creciente y ecazmente, la
vida misma de la academia. En toda la línea de
la palabra.
En dos planos paralelos, si de un lado
asistimos a la medicalización y la terapeuti-
zación de la sociedad –dos temas sensibles a la
bioética–, análogamente, por otra parte, asistimos
a la escolarización de la vida pública y privada
de los individuos. Ambos procesos se implican
recíproca y necesariamente. Sin ambages, se
trata de mecanismos de control, de disciplina-
rización y formación de sujetos obedientes y
ecientes o ecaces.
De esta suerte, se impone una doble disci-
plina así: de un lado, el cumplimiento de normas,
preceptos, valores, ideas, actitudes y compor-
tamientos centrados mucho en la obediencia y
el cumplimiento más que en la formación de
criterio propio y en el juego. La imaginación
es, por regla general, desplazada a lugares muy
secundarios, y sobre ella se imponen la memoria,
las habilidades, las destrezas, las técnicas y
las competencias. Literalmente, la idea de que
vivimos en un mundo competitivo se impone, se
generaliza y repite por diversos canales. Al cabo,
los estudiantes no terminan estudiando lo que
desean, sino aquello que es más provechoso o
conveniente desde el punto de vista laboral y de
supervivencia. De manera subrepticia, el mundo
es visto como un lugar de lucha, por tanto, antes
que la cooperación y el aprendizaje recíproco se
impone la competencia, la lucha, la rivalidad y
el conicto. Abierto o latente. No es gratuito que
los problemas de matoneo (bullying) emerjan
de manera permanente hasta el punto de que, en
Colombia, se imponen por ley preceptivas para
evitarlo y otras prácticas semejantes.
De otra parte, se impone la noción de conoci-
miento fraccionado, disciplinariedad, especia-
lización y especicidad de los campos de
conocimiento. Esta especialización y división se
expresa y se asienta al mismo tiempo en torno
a aspectos sensibles, como lenguajes, métodos,
técnicas, incluso objetos, campos y áreas especí-
cos; que pueden tener vasos comunicantes
con otros campos y niveles, pero que de suyo
aparecen como perfectamente distintos. En los
currículos lineales, las matemáticas nada tienen
que ver con la literatura, y la biología nada con
los idiomas, por ejemplo.
Pues bien, a través de este panorama se
impone, en ocasiones de manera sutil, pero
muchas veces de manera abierta y directa, la idea
–a todas luces errónea– de que existen formas
de conocimiento mejores que otras, lenguajes y
métodos más idóneos que otros, en n, el manejo
de técnicas y habilidades que son más ventajosas
carlos Eduardo maldonado
educ. humanismo, Vol. 19 - No. 33 - pp. 234-252 - Julio-Diciembre, 2017 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-2121
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