Educación y Humanismo 20(34): pp. 173-186. Enero-Junio, 2018.
DOI: http://dx.doi.org/10.17081/eduhum.20.34.2863
La evaluación como medio de
aprendizaje
Evaluation as learning means
2
Camilo Díaz Rosero
1
- Karol Rosero López
2
- Myriam Obando Yepez
3
1
http://orcid.org/0000-0002-7011-8210
Institución Universitaria Centro de Estudios Superiores María Goretti, San Juan de Pasto, Colombia
http://orcid.org/0000-0003-2901-0088 - Universidad de Nariño. San Juan de Pasto, Colombia
3
Universidad de Nariño. San Juan de Pasto, Colombia
Open Access:
Resumen
Objetivo: El fin de este trabajo es mostrar los efectos pro y en contra de la educación superior
colombiana al ser tratada como una mercancía.
Método: Se presenta una revisión de aportes al tema de autores como Rodríguez (2005), Aboites
(2007) Ruiz (2009), entre otros. “La Educación Superior en las Negociaciones Internacionales”,
Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (GATS) y la Educación Superior”, Aspectos
básicos de la Educación Superior en Colombia, “TLC Colombia-Estados Unidos y la Educación
Superior”, “La experiencia educativa a nivel internacional”.
Resultados: Al analizar el sector de la educación en países como Gran Bretaña, Estados Unidos,
Australia, Alemania, se observa que es dinámico e importante por ser una actividad que reporta
ganancias económicas. En países emergentes como Colombia dominado por una política protec-
cionista, han abierto sus economías para integrarse a la economía mundial. Para cumplir en el
sector de la educación con este proceso de globalización se promulgó la Ley 30 de 1992.
Conclusiones: La educación superior al ser considerada como un servicio, reporta altas
ganancias económicas y proliferación de instituciones de dudosa calidad, por lo que el Gobierno
debe estar atento y ser más riguroso en su regulación.
Palabras clave: Evaluación, Medios de aprendizaje, Conocimiento.
Abstract
Objective: The purpose of this work is to show the effects pro and against Colombian higher
education to be treated as a commodity.
Method: A review of contributions to authors such as Rodríguez (2005), Aboites (2007), Ruiz
(2009) and others is presented. “Higher Education in Negotiations Internationals”, “General
Agreement on Trade in Services (GATS) and Education Superior”, “Basic Aspects of Higher
Education in Colombia”, “TLC Colombia-United States and Higher Education”, “The educational
experience at the international level”.
Results: When analyzing the education sector in countries like Great Britain, United States,
Australia, Germany, it is observed that it is dynamic and important for being an activity that reports
economic gains. In emerging countries like Colombia dominated by a protectionist policy, they
have opened their economies to integrate into the world economy. To comply in the education
sector with this process of globalization, Law 30 of 1992 was promulgated.
Conclusions: Higher education, when considered as a service, reports high economic gains and
proliferation of institutions of doubtful quality, so that the Government must be attentive and be
more rigorous in its regulation.
Key words: Evaluation, Learning means, Knowledge.
Cómo citar este artículo (APA):
Díaz, C., Rosero, K. & Obando, M. (2018). La evaluación como medio de aprendizaje. Revista Educación y Humanismo,
20(34), 155-166.DOI: http://dx.doi.org/10.17081/eduhum.20.34.2863
Editor:
Patricia Martínez Barrios
Universidad Simón Bolívar
Correspondencia:
Camilo Díaz Rosero
camilodr10@hotmail.com
Recibido:
28-08-16
Aceptado:
28-02-17
Publicado:
01-01-18
DOI:
http://dx.doi.
org/10.17081/
eduhum.20.34.2863
Copyright © 2018 Díaz Rosero
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¿QUÉ ES Y PARA QUE SE EVALÚA?
La evaluación se puede definir de maneras diversas dependiendo de los
objetivos, planes y metas que se pretenda alcanzar, es un proceso que se
modifica constantemente y atiende las necesidades generacionales y del
contexto.
En la antigüedad, la evaluación era considerada como una comparación de
elementos para saber lo que estaba bien o mal, sin embargo actualmente
se concibe como el proceso de recolección de evidencias y de formulación
de juicios sobre la medida y la naturaleza del progreso hacia los desem-
peños requeridos, establecidos en un estándar o un resultado del aprendizaje
alcanzado (McDonald, 2005, p.230).
Por su parte, Tyler (1950) considera que la evaluación es en “el proceso para
determinar hasta qué punto los objetivos educativos han sido alcanzados”
(p.69), mientras que Lafourcade (1977), la define como “la etapa del proceso
educativo que tiene como finalidad comprobar, de manera sistemática y en
qué medida se han logrado los objetivos propuestos con antelación” (p.123).
Entendida la educación como un proceso sistemático, esta sin lugar a dudas
está destinada a lograr cambios duraderos y positivos en la conducta de los
sujetos, integrándolos tomando como base objetivos trazados y definidos en
forma concreta, precisa, social e individualmente aceptables.
Benito y Cruz (2007) conciben la evaluación como uno de los elementos
claves del proceso formativo en cualquier nivel educativo, cuyo desarrollo
y resultados tienen consecuencias en términos formativos, acreditativos e
incluso económicos, por lo tanto, es un proceso directamente vinculado con
la calidad de la enseñanza: su correcta definición y desarrollo establecen el
marco necesario para conducir el aprendizaje, para ajustar los contenidos y
métodos de enseñanza y, en último término, para permitir la mejora continua
del proceso formativo (p.47).
Por otra parte para Torrado (2000) la evaluación se torna un poco más
específica y la asume como un proceso de formación pero por competencias
contemplándola como el paso más importante en el proceso de aprendizaje
y plantea la relación que tiene la competencia y el logro El logro no es otra
cosa que el conocimiento que se usa, es decir, la competencia. Sobra decir
que una competencia puede ser observada en múltiples indicadores” (p.31).
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La competencia tiene sinónimos tales como logro, capacidad, disposición,
evidencia, realización, función, demostración y tanto el aprendizaje como
el desarrollo de una competencia supone conocimientos, saberes, valores,
actitudes y habilidades que emergen de la interacción que se establece entre
el individuo y su contexto.
En sintonía con el planteamiento anterior, Tobón (2010) exalta este tipo de
evaluación, como aquella que privilegia el desempeño del estudiante en
actividades reales o simuladas propias del contexto, y les da mayor relevancia
que a las actividades enfocadas en los contenidos académicos (p.119).
Tomando como referencia las anteriores definiciones, la evaluación es
entonces un punto de partida donde cobra sentido el proceso educativo,
posee una finalidad clara, se ajusta a las realidades del entorno, persigue
objetivos y metas, se desarrolla en cualquier momento y lugar, genera
espacios reflexivos y al ser un elemento obligado en el quehacer pedagógico
se convierte en agente transformador de calidad.
Continuando con nuestro análisis, y dando respuesta a nuestra segunda
premisa ¿para qué evaluamos? nos detendremos a analizar algunas funciones
específicas de la misma tales como: diagnosticar puesto que permite conocer
de primera mano los resultados acerca de la metodología empleada en el
proceso de enseñanza y reorientar la práctica pedagógica basada en la toma
de decisiones sobre realidades y expectativa de los evaluados.
Retroalimentar: ofreciendo al evaluado la oportunidad de confirmar sus
aciertos y clarificar sus errores siendo esta una de las funciones primor-
diales si se quiere realizar planes de mejoramiento y alcanzar aprendizajes
significativos.
Reorientar o redireccionar: haciendo que la atención del evaluado se dirija
hacia los aspectos de mayor relevancia donde tuvo mayores dificultades,
motivándolo a perfeccionar sus conocimientos.
Concienciar: brindando al evaluado la opción de evidenciar la importancia
sobre su grado de avance o nivel de logro en el proceso de aprendizaje.
Reforzar: de manera clara y oportuna las áreas de estudio en el que el apren-
dizaje haya sido insuficiente a través del diseño de planes de mejoramiento
continuo.
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Valorar: de manera cuantitativa y cualitativa asignando calificaciones repre-
sentativas del aprendizaje obtenido.
Analizar y reajustar: mediante un estudio crítico permite justificar la viabi-
lidad de los programas a la luz de las circunstancias y condiciones reales
dando espacio para proponer reajustes y alternativas de cambio fortaleciendo
de manera adecuada los aciertos y mejorando las debilidades, permitiendo
hacer una revisión sobre la pertinencia de las mismas.
Planear: como consecuencia de los anteriormente expuesto, permite que
las nuevas experiencias de aprendizaje partan desde un punto real siendo
posible visualizar la secuencia lógica de los temas, como a la coherencia
estructural del proceso educativo.
Sin lugar a dudas son muchas más las funciones de la evaluación y son
directamente proporcionales a los objetivos que se quieran alcanzar, se hace
necesario enfatizar sobre el factor común que encierra esta y su verdadero
propósito, el cual es el de incrementar la calidad y en consecuencia, alcanzar
el éxito del proceso de enseñanza-aprendizaje a través de una lectura y
replanteamiento constante, teniendo en cuenta que los procesos no son
estáticos sino que están en constante evolución y cambio, son maleables y se
pueden adaptar al contexto real.
Luego entonces, motivará al maestro para realizar una autocrítica, de su
quehacer pedagógico, para que tome la evaluación como la principal herra-
mienta en el mejoramiento de los procesos educativos siendo asumida como
un todo y no como un mecanismo de represión.
¿CUÁL ES LA FINALIDAD DE LA EVALUACIÓN?
“La evaluación tiene como propósito determinar en qué medida se están
cumpliendo las metas de calidad que se fijan en los estándares, asociadas
a los aprendizajes que se espera logren los estudiantes a su paso por la
escuela. Por tanto, la evaluación brinda retroalimentación a las institu-
ciones educativas, a las entidades territoriales y al Ministerio de Educación
Nacional, detectando fortalezas y debilidades, y valorando el impacto de los
procesos educativos sobre el desarrollo de competencias básicas por parte
de los estudiantes del país” (Ministerio de Educación Nacional [MEN] (2013).
Periódico Altablero. Colombia).
En este sentido, la evaluación es un instrumento diseñado para mejorar de
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una manera continua y permanente el proceso educativo, permite obtener de
primera mano información fundamental de los avances presentados a lo largo
del desarrollo académico y formativo de los evaluados y con fines pertinentes
se aplica en un momento específico, dependiendo lo que se quiera alcanzar.
Al iniciar cualquier proceso educativo, es necesario empezar aplicando un
instrumento evaluativo entendido como con el ánimo de recoger de manera
puntual, los saberes previos del estudiante, un material, que permita tener
un acercamiento real al objeto de conocimiento y a su vez tomar decisiones
sobre los contenidos vistos, para que posteriormente puedan ser reajus-
tados de manera precisa y oportuna en el plan de estudios, incorporando
algunos temas de interés que colmen expectativas e interrogantes que traen
los estudiantes acerca de lo que se está evaluando, este tipo de evaluación
se denomina diagnóstica.
Etimológicamente el término diagnóstico (dia-gnosis) se refiere al conoci-
miento que permite discernir y distinguir (Real Academia Española (2015).
Diccionario Etimológico: Madrid). En este caso, el carácter diagnóstico de la
evaluación admite analizar y emitir juicios de valor sobre el nivel alcanzado
del estudiante y definir cuál será su nuevo punto de partida; Según Brenes
(2006), la evaluación diagnóstica “es el conjunto de técnicas y procedimientos
evaluativos que se aplican antes y durante el desarrollo del proceso de
instrucción” (p.27).
No todos los estudiantes son iguales, todos aprenden de manera diferente, el
diagnóstico nos permite analizar a un grupo específico, este tipo de evaluación
no debe llevar nota, puesto que no es examen, no necesariamente debe ser
escrita, puede ser oral, a través de entrevistas, exposiciones, foros o cualquier
otra técnica, ya que busca tener aproximaciones a las realidades educativas,
no precisamente tiene que ser individual, puede hacerse en grupo para tener
una visión general, obligatoriamente: no tiene que medir conocimientos,
puede usarse para evidenciar actitudes individuales y colectivas; por último
no tiene que ser solamente para quien evalúa, ya que puede ser abierta y con
el propósito de ser retroalimentada, los resultados obtenidos serán un motivo
para reforzar los contenidos aprendidos y abrirá un espacio que dará cabida
a lo nuevo.
Por otra parte, la actitud que tenga el maestro frente a la evaluación, como
instrumento y proceso, el sentido y significado que se le otorgue y la forma
como se desligue esta del conocimiento absoluto, serán puntos claves para
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dejar de tomarla como parte independiente de los procesos educativos y se
convierta en elemento transversal en todos los ámbitos que involucren situa-
ciones de formación (Álvarez, 2007).
Otro tipo de evaluación es la formativa, la cual tiene como finalidad orientar y
mejorar permanentemente el proceso de enseñanza-aprendizaje obteniendo
información valiosa sobre el avance académico y actitudinal del evaluado, es
procesual y continua, permite detectar cuáles son los aciertos y debilidades
para saber con certeza, dónde reajustar los contenidos, es más de fondo ya
que permite reestructurar en cualquier momento no solo los contenidos sino
también las estrategias de enseñanza, le facilita al evaluador identificar cuáles
métodos o estrategias están fallando ya que suministra información sobre los
progresos, comprensión y aprendizaje en cualquier etapa o momento.
A diferencia de la evaluación diagnóstica, la formativa tiene la asignación
de una nota o calificación que es proporcional a lo demostrado en cada
etapa por el evaluado, mediante la aplicación de diferentes estrategias como
tareas, revisiones individuales, exposiciones, trabajos escritos, aplicación de
exámenes cortos sobre temas puntuales, participación en trabajos de campo
y dependiendo del propósito que se desee alcanzar, se pueden diseñar indivi-
duales o en grupo.
Rotger (1990) opina que la evaluación formativa requiere de un flujo continuo
de información en relación con cada alumno, de esa manera es posible tener
una conciencia sobre las fallas del proceso de enseñanza-aprendizaje.
El conocimiento de esta situación por parte del docente será posible debido a
la estructuración de un diagnóstico básico de la situación, basado en lo que el
autor llama: tres tipos de contenidos básicos: la integración social en el grupo
(relación consigo mismo y con sus compañeros), el desarrollo de las actitudes
y los conocimientos o destrezas específicas para cada área (p.76).
La evaluación formativa es una herramienta esencial para el evaluador, puesto
que cumple doble función, la primera autoevaluar su quehacer pedagógico,
permitiéndole evidenciar de manera precisa si tanto la metodología como la
didáctica empleadas son las adecuadas y la segunda percibir el grado de
receptividad y aceptación de los procesos por parte de los estudiantes y si su
nivel de avance es el deseado.
La evaluación sumativa es la que se aplica al final de un período determinado
con el fin de comprobar los logros alcanzados en ese lapso de tiempo.
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Permite determinar la valía final del proceso, el grado de aprovechamiento del
estudiante y el grado de consecución de los objetivos propuestos. Este tipo de
evaluación tiene una función sancionadora en la medida que permite decidir
si el estudiante aprueba o no el curso, y si se lo promueve o no al siguiente
nivel.
Como consecuencia de este tipo de evaluación, se derivan las escalas de
calificaciones, muchas veces puede ser el compendio de muchas actividades
que se realizaron a lo largo del proceso, pero por lo general son instrumentos
que se diseñan para identificar el acierto y el error.
Sin embargo, también está sujeta a ciertos inconvenientes pues parte del
principio que todos los evaluados son iguales, tienen el mismo ritmo de apren-
dizaje e interactúan de manera similar, entonces se aplican instrumentos
estandarizados con ítems fuera de contexto a sabiendas que la realidad
escolar es muy diferente.
Este tipo de evaluación, permite la calificación de competencias específicas
básicas, como analizar, argumentar y proponer, pero excluye la valoración del
ser aunque se hacen escalas para la asignación de una nota numérica a este
último aspecto.
Generalmente las estrategias más comunes en los procesos de evaluación
sumativa son las siguientes: Asignación de trabajo final, desarrollo de minipro-
yectos, investigaciones de campo, elaboración de ensayos, aplicación de
pruebas finales escritas/orales/mixtas, y la aplicación de pruebas estandari-
zadas, las más comunes de selección múltiple con una respuesta.
LA EVALUACIÓN COMO MEDIO DE APRENDIZAJE
La evaluación es uno de los temas con mayor protagonismo en el ámbito
educativo, a quien se le ha adjudicado más relevancia e importancia y por
supuesto responsabilidad. Entendida como un proceso y no como un suceso
la evaluación alcanza su sentido máximo cuando es utilizada como un medio
de aprendizaje y no como un fin.
Tradicionalmente siempre se ha evaluado justo al final de cualquier curso
académico, dando a entender que este es el camino para encontrar un
resultado basado en la prueba del acierto y el error, luego entonces se
hace factible afirmar que “a mayor cantidad de aciertos mayor es el grado
de asimilación de conceptos” y por consiguiente un estudiante es “bueno” y
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rinde académicamente en la medida que obtenga más respuestas acertadas.
Si bien es cierto siempre se ha hecho así y ha funcionado siendo estas
las realidades educativas del aula, no necesariamente se está evaluando,
simplemente estamos aplicando un instrumento evaluativo llamado examen,
prueba, previa, test o quiz, cuyo objetivo es ubicar en una escala previamente
concertada con su equivalencia en conceptos o números a un estudiante
convirtiéndolo en repetidor de teorías; Construir una prueba en la que los
alumnos fracasan es muy fácil, diseñar una prueba para aprender sobre los
logros y dificultades de nuestros alumnos es mucho más difícil.
No es lo mismo evaluar para el saber que evaluar para el aprendizaje, si bien
es cierto la evaluación como herramienta didáctica es la mejor estrategia para
medir conocimientos, mal empleada puede ocasionar apatía en el evaluado
si lo hacemos en exceso.
La evaluación debe planificarse y concertarse, tener objetivos claros y
definidos, no solo debe buscar la asignación de un puntaje, por el contrario,
debe convertirse en un pretexto para propiciar espacios de análisis y síntesis.
Luego entonces abrirá un camino para la retroalimentación, un espacio para
la comunicación y la libre expresión; qué importante sería que a la luz del
desarrollo de un instrumento evaluativo, se alcancen aprendizajes signifi-
cativos basados por ejemplo en los desaciertos, pasando de la teoría a la
práctica, del concepto a la vivencia, del error al proceso de superación.
Según Amaranti (2010), la retroalimentación es reconocida por los nuevos
enfoques de evaluación como una acción crucial para transformar la
evaluación en una oportunidad para aprender (p.5).
Bernard (2000) afirma que resulta elocuente observar la forma en que los
docentes hacen llegar a sus estudiantes el balance de la evaluación. Para
este autor tal comunicación, en efecto, suele terminar en una calificación
tan poco esclarecedora como un dígito o en términos como “insuficiente”,
“suficiente... sobresaliente”; en definitiva, en una expresión simbólica de la
que el estudiante apenas puede extraer información relevante de su conducta
como aprendiz” (p.21).
Siguiendo esta misma línea, para Stobart (2005), “la retroalimentación es
información que permite al estudiante cerrar la brecha entre el desempeño
actual y el deseado, determinar dónde está, nde quiere llegar y qué es lo
que le ayuda a aprender (p.23).
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Si el evaluado se pone en un estado de reconocimiento y autocrítica, reflexio-
nando acerca de sus equivocaciones con el ánimo de superarlos o sus
aciertos para fortalecerlos, aprenderá aún más fácil porque partirá desde lo
que lo motiva a aprender, argumentará y explicará todo cuanto crea conve-
niente teniendo en cuenta que no hay nada más atractivo que lo propio y dará
pie para darle vida al verdadero significado del rol del maestro como mediador
y orientador.
Luego sí, la evaluación toma una importancia específica, se asume como una
estrategia útil y necesaria para el mejoramiento continuo haciendo posible el
ideal de la calidad educativa.
Ya en la realidad de las instituciones educativas y en los espacios escolares,
la evaluación deberá ajustarse y ser coherente con la misión, propósitos,
modelo o enfoque pedagógico; si la evaluación se diseña únicamente para
repetir conceptos, el aprendizaje se hará de manera memorística, existirán
buenos resultados momentáneos y se obtendrán buenas valoraciones pero
solo para este espacio de tiempo y esto no garantizará que en un futuro
cercano, ese mismo estudiante recuerde algo de lo evaluado.
Entonces, ¿cómo hacer de la evaluación un medio de aprendizaje? Indagando
más a profundidad y conscientes de la verdadera importancia que tiene la
evaluación en el campo educativo y tratando de contextualizarlo a la realidad
de nuestras aulas, añadimos lo que consideramos la respuesta a nuestro
tema de estudio y es la aplicabilidad de “la evaluación auténtica” pero, ¿qué
es la evaluación auténtica? La definición de este tipo de evaluación es relati-
vamente nueva y se usa de manera general para diferenciar la evaluación de
tradición y la nueva evaluación; esta última nace, como alternativa de cambio
mucho más atractiva para el evaluado y mucho más real; a sabiendas que por
lo general en la gran mayoría de casos una cosa es lo que se enseña y otra
la que se evalúa.
Etimológicamente la palabra auténtico proviene del latín authenticus que
significa original o que responde a mismo; o del griego authentikos que
significa primordial o de poder absoluto o aquel que funciona por sí mismo,
o se define también como la acreditación de requisitos o circunstancias que
en ello concurren y la certificación con que se testifica la identidad y verdad
de algo.
Es un instrumento de valoración que se emplea para dar veracidad al bagaje
de conocimientos de quien se educa, es una manera de validar la aplicabi-
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lidad de conceptos y de experiencias en un contexto determinado, es evaluar
para aprender.
En contraste a lo anterior, Condemarín y Medina (2000) plantean los siguientes
principios sobre el tema: La evaluación auténtica constituye una instancia
destinada a optimizar la calidad de los aprendizajes, su propósito principal es
mejorar y aumentar la probabilidad de que todos los estudiantes aprendan. En
este sentido, la evaluación auténtica es una actividad formadora que permite
regular los aprendizajes; es decir, comprenderlos, retroalimentarlos y renovar
los procesos involucrados en ellos (p.206).
Para conseguir verdaderos aprendizajes, la evaluación debe basarse funda-
mentalmente en la autoevaluación, la autocrítica y la reflexión constante y es
el docente quien debe promover que sean los propios estudiantes los que
descubran los criterios de realización de esta tarea; la evaluación auténtica
se centra en las competencias que se pretende alcanzar a través del proceso
educativo convirtiéndose en consecuencia de la acción de enseñanza.
Por tal motivo debe verse como un medio para alcanzar un propósito, como
parte de un todo que nace de manera espontánea y que se evidencia en
cualquier espacio, y que tiene lugar cada vez que el estudiante participe,
intervenga, socialice o pregunte en las diferentes actividades académicas
específicas, donde fluya información continua, donde exista retroalimen-
tación, optimizando los procesos comunicativos y por consiguiente alcanzado
la calidad de los procesos.
Además puede considerase como alternativa de cambio en la cultura
de la evaluación, donde es claro el diseño de instrumentos de pregunta y
respuesta; una evaluación auténtica va más allá que el anterior postulado, ya
que busca evaluar lo que se hace, encontrando el punto medio entre práctica
y conocimiento.
De igual manera, implica un estado de reflexión por parte del estudiante, pues
la meta es la promoción explícita de sus capacidades de autorregulación y
reflexión sobre su propio aprendizaje. En este sentido Díaz y Hernández
(2002) complementan aseverando que es una evaluación de proceso y
formativa, donde son prácticas relevantes la evaluación mutua, la coeva-
luación y la autoevaluación (p.271).
Aprender de lo evaluado se convierte entonces en una evaluación auténtica,
el acto de reconocer fortalezas y debilidades en el desarrollo de las prácticas
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educativas es ahora una constante, aprender del error es el principio para
el inicio de la transformación de pensamientos y paradigmas. Según Astolfi
(1997) (citado por Condemarín y Medina, 2000, p.25), los errores son consti-
tutivos del acto mismo de conocer y reflejan un obstáculo epistemológico al
que se enfrenta el individuo.
Este obstáculo no constituye un vacío proveniente de la ignorancia; muy por
el contrario, surge de los conocimientos previos del individuo, los cuales en un
momento dado le impiden construir nuevos conocimientos.
Cuando tomamos como base ese “error” y lo redireccionamos con opciones
acertadas, dando apertura a un espacio de diálogo, sin descartar o descali-
ficar ninguna de las intervenciones y por el contrario resaltamos los nuevos
aportes que nos servirán posteriormente para ampliar los contenidos y corre-
girlos puntualmente, obtendremos muchas más producciones intelectuales
y alcanzaremos nuevos conceptos dando respuesta no solo a las premisas
iniciales, sino que de manera significativa habremos dado pie al análisis a
la reflexión y a la síntesis tras la búsqueda de un porqué con argumentos y
razones contundentes.
Schön (1998) (citado por Condemarín y Medina, 2000, p.123) señala que los
profesores aprenden a enseñar y a mejorar su enseñanza cuando realizan
permanentemente un diálogo inteligente con la práctica”, es decir, cuando
son capaces de tomar distancia de ella y reflexionar para comprenderla y
mejorarla.
La evaluación auténtica incorpora estas apreciaciones porque visualiza
el proceso de enseñanza-aprendizaje como mecanismo activo del conoci-
miento, y al educando como sujeto transformador de cambio que parte desde
la reflexión de su propia realidad y demuestra su progreso a través del tiempo
con acciones en su desempeño individual o colectivo.
Queda a criterio de cada evaluador el diseño y la aplicabilidad de instru-
mentos evaluativos que generen transformación; el uso apropiado de técnicas
y estrategias didácticas conducirán al buen uso de esta, pero sobre todo
cambiarán las concepciones sobre los falsos conceptos de evaluación, como
la de sanción, represión, castigo, exclusión, descalificación o mecanismo de
opresión, en palabras de Foucault (2002) como un mecanismo para clasificar
y castigar (p.140).
CONCLUSIONES
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Concebida como el principal punto de encuentro para valorar los
procesos de aprendizaje, la evaluación es un objeto cambiante capaz
de ser adaptado al avance de la sociedad y adecuado a la realidad de
los diferentes contextos.
Cada vez que se aplican pruebas estandarizadas para medir el conoci-
miento de los educandos cuyos resultados muchas veces no son los
esperados, existe en el ambiente una preocupación general por buscar
estrategias para el mejoramiento de la calidad educativa, es entonces
cuando la evaluación debería jugar un papel importante desde las
aulas, los centros e instituciones educativas generando propuestas
transformadoras que partan desde la realidad de diferentes contextos,
donde se apliquen instrumentos basados en la realidad que permitan
el desarrollo de la autonomía y la capacidad para analizar y proponer,
que no solo sean contestatarias o den respuestas a preguntas de
conocimiento, por el contrario, sean espacios de encuentro de saberes
retroalimentados de manera constante, donde se involucren todas
las disciplinas, donde no se trabajen las áreas de manera aislada y
que los aportes conseguidos sirvan como experiencia significativa y
trasciendan del contexto local, al regional y luego al nacional en un
proceso cíclico; dicho de otra manera el diseño de una evaluación real
para ciudadanos reales, una evaluación holística que genere cambio
social y cultural, diseñada, aplicada, analizada y reajustada por los
agentes educativos quienes en la marcha son los responsables del
mejoramiento y el cambio educativo.
El aprendizaje es continuo y está en permanente desarrollo, por lo tanto
la acción educativa eficaz, debe formularse en las mismas condiciones
y en consecuencia la evaluación como parte del proceso, no puede ni
debe aplicarse aisladamente. Para alcanzar verdaderos aprendizajes
se debe concebir la evaluación como un medio y no como un fin.
La evaluación debe seguir considerándose como un valioso recurso
que nos permita seguir diagnosticando, conociendo, corrigiendo y
modificando, aquellos aspectos que son inherentes a la actividad del
proceso de enseñanza, dejando en claro que el hecho de evaluar no
debe ser considerado como un medio represivo sancionatorio, casti-
gador y mucho menos que se utilice con la intención de descalificar o
etiquetar a los estudiantes ante los demás.
Para una sociedad que cambia permanentemente y tras la búsqueda
de opciones que mejoren la calidad educativa, surge como alter-
nativa la evaluación auténtica, la cual se constituye en una herramienta
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primordial cuyo único propósito es el de optimizar el desarrollo de los
aprendizajes, aumentando las oportunidades para la adquisición de los
nuevos conocimientos a través de la reflexión, la autocrítica y el perfec-
cionamiento en la capacidad de análisis y síntesis, tomando como
punto de referencia la realidad existente, es entonces fundamental
el papel del maestro quien deberá propiciar la creación de espacios
evaluativos que incluyan diferentes estrategias donde se desarrollen
los mecanismos de intervención y comunicación para que el educando
sea partícipe y responda a una propuesta para la transformación de su
entorno.
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