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http://orcid.org/0000-0002-2841-431 - 2
http://orcid.org/0000-0002-2875-6630
Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, Tabasco, México
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http://orcid.org/0000-0001-7926-4321 - Universidad Autónoma de Nuevo León, Nuevo León, México
Educación y Humanismo 20(34): pp. 312-325. Enero-Junio, 2018.
DOI: http://dx.doi.org/10.17081/eduhum.20.34.2875
La cultura de paz en las políticas de
educación superior de México, Colombia
y El Salvador
The culture of peace in the policies of
higher education in Mexico, Colombia
and El Salvador
Article de
Investigation
Open Access:
Editor:
Patricia Martínez Barrios
Universidad Simón Bolívar
Correspondencia:
Alfredo Islas Colín
islas40@hotmail.com -
publinves@gmail.com
Recibido:
10-05-17
Aceptado:
10-10-17
Publicado:
01-01-18
DOI:
http://dx.doi.
org/10.17081/
eduhum.20.34.2875
Resumen
Objetivo: El presente artículo tiene como fin analizar la cultura de paz en la educación superior
en México, Colombia y El Salvador.
Metodología: Se utilizó el análisis documental, en el cual se analizaron las normas que regulan
la educación superior en los tres países y se contrastaron con los planteamientos teóricos de
cultura de paz.
Resultados: En estos países se identifica que las políticas públicas de educación superior
delegan en la autonomía de las universidades la inclusión de la promoción de la cultura de paz
en los estudiantes y futuros profesionales.
Conclusiones: Para la promoción de la cultura de paz es necesario que se incluyan en todos los
niveles de formación. Las políticas públicas de los países latinoamericanos deben incluir direc-
trices que promuevan la cultura de paz en la educación superior teniendo en cuenta el contexto
propio y las necesidades propias.
Palabras clave: Cultura de paz, Educación superior, Políticas públicas.
Abstract
Objective: The aim of this article is to analyze the culture of peace in higher education in Mexico,
Colombia and El Salvador.
Methodology: The documentary analysis was used, in which the norms that regulate higher
education in the three countries were analyzed and contrasted with the theoretical approaches of
culture of peace.
Results: In these countries it is identified that the public policies of higher education delegate
in the autonomy of the universities the inclusion of the promotion of the culture of peace in the
students and future professionals.
Conclusions: For the promotion of the peace culture it is necessary that it be included in all the
levels of formation. The public policies of the Latin American countries must include guidelines
that promote the culture of peace in the higher education taking into account the own context and
the own needs.
Key words: Culture of peace, Higher education, Public policies
Cómo citar este artículo (APA):
Islas, A., Vera-Hernández, D. & Miranda-Medina, C. (2018). La cultura de paz en las políticas de Educación Superior de México,
Copyright © 2018 Islas Con
Colombia y El Salvador. Revista Educación y Humanismo, 20(34), 278-290.DOI: http://dx.doi.org/10.17081/eduhum.20.34.2875
Alfredo Islas Colín
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- Dalila Vera-Hernández
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- Carlos Miranda-Medina
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Alfredo Islas Colín - Dalila Vera-Hernández - Carlos Miranda-Medina
INTRODUCCIÓN
Los estudios para la paz se fortalecieron después de la Segunda Guerra
Mundial, desde la perspectiva del análisis del conflicto bélico y su impacto en
la sociedad, es así como surge la necesidad de promover comportamientos,
costumbres que mejoren las relaciones entre los y las habitantes del mundo.
Partiendo de esto se inicia un movimiento que busca poner en la palestra
pública temas de paz, iniciando por el mismo concepto de paz y que este sea
operacionalizado en las relaciones humanas, desde esta perspectiva surgen
los siguientes conceptos:
El primer concepto es la paz negativa, visto como la falta de conflictos armados,
de violencia expresa, asimismo lo concibe como un equilibrio dinámico entre
factores sociales (económicos, políticos y culturales) y tecnológicos, ya que
la guerra aparece como el desequilibrio de uno o más factores respecto de
los demás (Jiménez & Jiménez, 2014). El segundo concepto que surge es la
paz positiva, la cual es descrita por Galtung, como todo aquello que, siendo
evitable, impide el desarrollo humano (pobreza, represión, alienación, conta-
minación ambiental, entre otros), es decir que mientras existan injusticias e
insatisfacciones de las necesidades humanas básicas por parte de algunos
seres humanos, no existe la paz aunque no nos agredamos directamente
(Jiménez & Jiménez, 2014).
Por otra parte, surge el concepto de paz neutra, la cual la presenta Jiménez
como un marco diferente de acción caracterizado por la implicación activa de
las personas en la tarea de reducir la violencia cultural (Jiménez & Jiménez,
2014). La violencia cultural señala a todo aquello que en el ámbito de la cultura
legitime y/o promueva tanto la violencia directa como la violencia estructural.
En cuanto a la paz imperfecta, Muñoz y Molina (2010) la definen como
aquellas instancias en las que se pueden detectar acciones que crean paz
y las interacciones entre ellas, a pesar de que estén en contextos en los que
existen los conflictos y la violencia y, por lo tanto, convivan con ellos.
Ahora bien identificando desde la conceptualización de la paz, se puede
ver que las definiciones invitan de alguna forma a operacionalizar o asumir
comportamientos no violentos, con el fin de promover y de generar trans-
formación en la sociedad, asimismo estos comportamientos que buscan ser
introyectados en el día a día y que se conviertan en parte de las costumbres,
hábitos, valores y formas de relacionarse, con la pretensión que esto se
convierta en una cultura que promueva la paz, de esta manera se acuña el
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concepto de cultura de paz; la cual es definida como:
El conjunto de valores, tradiciones, comportamientos, y estilos
de vida que inspiran una forma constructiva y creativa de relacio-
narnos para alcanzar desde una visión holística e imperfecta de la
paz, la armonía del ser humano consigo mismo, con los demás y
con la naturaleza. (Tuvilla, 2004)
En ese mismo sentido, se puede encontrar la propuesta de Jiménez y
Jiménez (2014), quienes describen la cultura de paz como el conjunto de
valores, actitudes y comportamientos que reflejan el respeto a la vida y de
la persona humana y de su dignidad, de todos los derechos humanos, el
rechazo de la violencia en todas sus formas y la adhesión a los principios de
libertad, justicia, tolerancia y solidaridad, así como lo comprensión tanto entre
los pueblos como entre los grupos y personas.
Para la UNESCO (1998), la cultura de paz supone ante todo un esfuerzo
generalizado para modificar mentalidades y actitudes con ánimo de promover
la paz. Significa transformar los conflictos, prevenir los conflictos que puedan
engendrar violencia y restaurar la paz y la confianza en poblaciones que
emergen de la guerra.
Entre las características que posee como atributo la cultura de paz están:
promover la pacificación, que incluye estilos de vida, patrones de conducta,
de valores, de creencias, y de comportamientos que favorecen y favorezcan
la construcción de la paz, acompañando los cambios institucionales que
promueven el bienestar, la igualdad, la seguridad y la identidad de todos sin
recurrir a la violencia.
Al identificar la definición de cultura de paz se puede percibir que contiene
muchos elementos que deben ser tenidos en cuenta en el momento de
promover comportamientos y pensamientos no violentos, como los valores,
los derechos humanos (Islas, 2015), costumbres, tecnología (Melamed-Varela
& Miranda-Medina, 2016), comportamientos, la educación (Miranda-Medina &
Santos, 2015), el desarrollo humano (Campo, Ortiz & Miranda-Medina, 2015),
perspectivas incluyentes (González & Miranda-Medina, 2015); (Alandete &
Miranda-Medina, 2012), didáctica (Peñaloza, 2015), la información (Islas &
Sosa, 2017), la participación política y la paz (Cabello, 2015).
Estos elementos buscan que la cultura de paz aterrice en todas las experiencias
y estancias en las que los conflictos se han regulado pacíficamente, es decir
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en las que los individuos y/o grupos humanos han optado por facilitar la satis-
facción de las necesidades de los otros, sin que ninguna causa ajena a sus
voluntades lo haya impedidos» (Muñoz, 2001; p.38). Es así como Jares (1991)
vincula la paz con la justicia social, el desarrollo, los derechos humanos, la
democracia y la gestión positiva de conflictos.
Todo esfuerzo que la comunidad nacional e internacional lleve a cabo para
construir un mundo de paz y de justicia social será inoperante, si no se
toman en cuenta dichas fuentes profundas del tratado sobre solución de los
conflictos desde los centros educativos universitarios, ya que estas consti-
tuyen la base para una orientación de valores, actitudes, conocimientos y
saberes que forjan al profesional competente para el futuro.
La idea de la paz como quehacer, es tarea de todos, por ello debe ser
entendida y comprendida no simplemente como ausencia de guerra o como
el vacío que deja la violencia, más bien debe instituir la reconstrucción de un
mundo basado en procurar tanto el orden moral como la preservación de la
armonía entre las naciones y sus habitantes.
Por primera vez en la historia de la humanidad se hace conciencia de la globa-
lidad del impacto de nuestras acciones empezando por la influencia del propio
número de habitantes sobre el medio ambiente, nos obliga a proceder de tal
modo que se eviten los efectos irreversibles. Este criterio de irreversibilidad de
alcanzar puntos de no retorno es lo que nos exige moralmente la adopción de
las decisiones oportunas sobre una cultura de paz.
Es así como la UNESCO en el Congreso Internacional sobre “La Paz en la
Mente de los Hombres” en 1989, propuso la promoción de cultura de paz
como objetivo de trascendencia internacional. Continuando con lo anterior,
la UNESCO promulgó en 1995 y 1996, dos resoluciones (50/173 del 22 de
diciembre de 1995 y 51/101 del 12 de diciembre de 1996) sobre la cultura
de paz, estas fueron adoptadas por la Asamblea General de las Naciones
Unidas en la sesión 52 del 15 de enero de 1998.
Desde entonces se redoblan esfuerzos por fortalecer en los centros de
educación básica la formación implementando estrategias que contemplen la
promoción de la cultura de paz, es así como la UNESCO desarrolló proyectos
como el Transdisciplinario “Hacia la Cultura de Paz, o la red de escuelas
asociadas, asimismo la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el
año 2000 como el Año Internacional de la Cultura de Paz (Naciones Unidas,
1997).
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El Proyecto Transdisciplinario Hacia una Cultura de Paz busca promover
los valores y la conducta de la sociedad para que los problemas hallen
una solución pacífica, en él se señala: “Su propósito trasciende los límites
de los conflictos armados para hacerse extensivo también a las escuelas y
los lugares de trabajo del mundo entero” (p. 2). Asimismo la red de escuelas
asociadas a la UNESCO tiene como fin realizar en coordinación con sus
Estados Miembros, actividades encaminadas a la creación de redes para la
convivencia pacífica en la comunidad mundial.
Tomando como referencia lo planteado por la Asamblea General de las
Naciones Unidas y los proyectos emprendidos, los esfuerzos por promover
la cultura de paz en las escuelas han sido muy altos y visibles, pero ¿qué
tanto ocurre en la educación superior teniendo en cuenta el artículo 4 de la
declaración de la cultura de paz por la Asamblea General, el cual expresa:
La educación a todos los niveles es uno de los medios fundamentales para
edificar una cultura de paz. En ese contexto, es de particular importancia la
educación en la esfera de los derechos humanos (Naciones Unidas, 1999)?
Al analizar lo promulgado se identifica la necesidad que la educación como
elemento primordial en el proceso de transformación cultural, sea dirigido
a todos los niveles de educación; desde nuestra óptica, se analiza que la
educación superior es importante para la promoción de la cultura de paz,
puesto que al asumir los comportamientos pacíficos como estilo de vida por
parte de los futuros profesionales, ellos y ellas al ejercer y desarrollar investi-
gaciones en los diferentes campos de la ciencias los pueden hacer desde una
perspectiva ética y de paz.
Lo anterior es sustentado en el artículo 8 de la misma declaración que
plantea: Desempeñan una función clave en la promoción de una cultura de
paz los padres, los maestros, los políticos, los periodistas, los órganos y
grupos religiosos, los intelectuales, quienes realizan actividades científicas,
filosóficas, creativas y artísticas, los trabajadores sanitarios y de actividades
humanitarias, los trabajadores sociales, quienes ejercen funciones direc-
tivas en diversos niveles, acomo las organizaciones no gubernamentales
(Naciones Unidas, 1999).
Asimismo en su investigación Jiménez, Lerch, y Bromley (2017), hacen un
análisis de la literatura en libros que podrían ayudar a los estudiantes a
adquirir los conocimientos, habilidades y valores necesarios para promover
el desarrollo sostenible, la educación para el desarrollo sostenible y estilos
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de vida sostenibles, derechos humanos, igualdad de género, promoción de
una cultura de paz y no violencia, ciudadanía global y apreciación de la diver-
sidad cultural y de la contribución de la cultura al desarrollo sostenible. Esto
también es soportado en los estudios que unen la cultura de paz, a tópicos
como organizaciones (Stough, 2017), innovación (Pomares, Rangel & Franco,
2014), desarrollo (Braeuchler, 2017), democracia (Lupton, 2017), identidad,
comunicación, familia, migración (Sacramento, 2016), emprendimiento (Solvor,
2016), ruralidad (Pinzón-Salcedo & Torres-Cuello, 2017), género (Rodríguez-
Martínez & Calvo, 2014), interculturalidad (Oded, 2017).También es necesario
hacer una mirada hacia lo local, pertinente de cómo lo local puede convertirse
en un importante punto de referencia en los estudios de paz y conflicto sin
necesidad de esencializarlo (Braeuchler & Naucke, 2017), es por esto que
este artículo revisa países como México, Colombia y El Salvador, que definen
sus normativas sobre educación superior como elemento necesario para la
promoción de la cultura de paz y el afianzamiento de comportamientos no
violentos.
Este artículo revisa estos tres países, puesto que han atravesado o atraviesan
por procesos de violencia estructural y formal en gran parte de su población,
lo que puede evidenciar que la promoción de la cultura de paz debe iniciar
teniendo en cuenta el contexto donde se pretenda incluir en la vida cotidiana
de las personas, también se hace necesario identificar el papel que cumplen
los profesionales en estos procesos de reconstrucción de la sociedad.
Es así como se realiza un análisis de la cultura de paz en la educación
superior teniendo en cuenta los contextos donde se desarrolla, para esto
se analizan algunos antecedentes conceptuales de paz y de cultura de paz,
como elementos de la promoción de la cultura de paz y la educación superior.
METODOLOGÍA
En este artículo se toman en cuenta las características de la investigación
cualitativa, la cual tiene un contexto natural, en este caso se ha realizado
el abordaje a documentos publicados de forma original por los autores,
asimismo se analizan las normativas que regulan la educación superior en
México, Colombia y El Salvador, de ello se hace la interpretación, abordando
los fenómenos sociales de forma holística, utilizando como investigadores
razonamientos complejos, múltiples, interactivos y simultáneos. Es así que
para el desarrollo de este artículo se hace un análisis documental en el
cual se tienen en cuenta constructos propuestos por teóricos e instituciones
especializadas en temas de educación, paz y cultura de paz.
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RESULTADOS
El sistema educativo tiene por misión preparar a cada uno para participar
activamente durante toda la vida en un proyecto de sociedad, desarrollando
sus competencias sociales y fomentando el trabajo en equipo, la educación
cívica constituye para el alumno un conjunto complejo que abarca a la vez la
adhesión a unos valores, la adquisición de unos conocimientos y el apren-
dizaje de prácticas de participación en la vida pública, la enseñanza deber ser
un proceso de formación del juicio, así se expresa que:
La educación de las masas es el problema fundamental de los
países en desarrollo, una educación que, liberada de todos los
rasgos alienantes, constituya una fuerza posibilitadora del cambio
y sea impulso de libertad. Solo en la educación puede nacer la
verdadera sociedad humana y ningún hombre vive al margen de
ella. Por consiguiente, la opción se da entre una “educación” para
la “domesticación” alienada y una educación para la libertad.
“Educación para el hombre-objeto o educación para el hombre-
sujeto. (Freire, 2007, p.1)
La educación de cada ciudadano debe continuar durante toda la vida para
convertirse en eje de la sociedad civil y de la democracia viva, la revolución
tecnológica que alcanza todas las esferas de la sociedad es muy importante
para comprender nuestra modernidad, de esta forma aumenta la disparidad
entre los países desarrollados y los países en desarrollo. Los sistemas educa-
tivos deben aportar los modos de socialización indispensables y sentar las
bases mismas de ciudadanía adaptada a las sociedades de la información,
los avances se deben ante todo a la capacidad del ser humano de dominar y
organizar su entorno en función de sus necesidades, los motores fundamen-
tales del progreso económico son las ciencias y la educación, por lo tanto, es
muy importante definir la educación en función del ser humano.
Se ha creado una forma de desarrollo fundado en el crecimiento económico,
lo que ha provocado profundas desigualdades y los ritmos de progresión son
muy diferentes según el país. Se han acentuado las desigualdades a raíz de
la competencia entre los países y los distintos grupos humanos, debido a la
presión del progreso técnico y la modernización ha aumentado en la mayoría
de los países la demanda de una educación con fines económicos.
El concepto de la educación a lo largo de la vida es la clave para entrar
en el siglo XXI, se habla de sociedad educativa en la que todo puede ser
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ocasión para aprender y desarrollar las capacidades del individuo, para que
la educación pueda cumplir todas las misiones que tiene debe estructurarse
en cuatro aprendizajes: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a
vivir juntos y aprender a ser, la escuela de hoy se orienta hacia el aprender a
conocer, y en menor medida al segundo. En realidad, para que una enseñanza
estructurada dure toda la vida deberían trabajarse los cuatro aprendizajes
(Jacques, 1994, pp. 91-103).
Teniendo en cuenta lo anterior, se hará un análisis de las normas de educación
superior en México, Colombia y El Salvador.
MÉXICO
La cultura de paz en la educación superior se sustenta bajo un Estado
normativo que permite impulsar una formación basada en la convivencia
humana, en construir valores para la tolerancia, la paz, la responsabilidad
social, así se plantea a través de la Ley Federal de Educación de 1973 en su
“artículo 5º. La educación que impartan el Estado, sus organismos descen-
tralizados y los particulares con autorización o con reconocimiento de validez
oficial de estudios, se sujetará a los principios establecidos en el artículo
de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos” y apartado “XVI.
Enaltecer los derechos individuales y sociales y postular la paz universal,
basada en el reconocimiento de los derechos económicos, políticos y sociales
de las naciones”. La Ley General de Educación Superior (reformada el 22
de marzo de 2017) en su “artículo 7o. La educación que impartan el Estado,
sus organismos descentralizados y los particulares con autorización o con
reconocimiento de validez oficial de estudios tendrá, además de los fines
establecidos en el segundo párrafo del artículo 3o. de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos” (Párrafo reformado DOF 17-04-2009, 28-
01-2011) y apartado “VI. Promover el valor de la justicia, de la observancia de
la Ley y de la igualdad de los individuos ante esta, propiciar la cultura de la
legalidad, de la inclusión y la no discriminación, de la paz y la no violencia
en cualquier tipo de sus manifestaciones, así como el conocimiento de los
Derechos Humanos y el respeto a los mismos” (Fracción reformada DOF 17-
06-2008, 28-01-2011, 01-06-2016)”.
Así también, la Secretaría de Educación Pública a tras del Modelo educativo
para la educación obligatoria de 2017 hace un planteamiento curricular para el
siglo XXI en el que expone la necesidad de crear un nuevo “reordenamiento y
la inclusión de los contenidos, así como la adopción de los métodos necesarios
para lograr la formación integral de las niñas, niños y jóvenes, ya que “la vida en
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sociedad requiere aprender a convivir, y supone principios compartidos entre
todas las personas. Por lo tanto, la fraternidad y la igualdad, la promocn y
el respeto a los derechos humanos, la democracia y la justicia, la equidad, la
paz, la inclusión y la no discriminación son principios que deben traducirse en
actitudes y prácticas que sustenten, inspiren y legitimen el quehacer educativo.
Educar a partir de valores humanistas implica formar en el respeto y la convi-
vencia, en la diversidad, en el aprecio por la dignidad humana sin distinción
alguna, en las relaciones que promueven la solidaridad, y en el rechazo a todas
las formas de discriminación y violencia”. Por último, el Programa Sectorial de
Educación 2013-2018 en su objetivo 5 sobre la promoción y difusión del arte y
la cultura como recursos formativos privilegiados para impulsar la educación
integral, plantea que ...la cultura es un componente esencial para alcanzar una
educación integral, una herramienta para el desarrollo, eje fundamental para la
articulación social y garante de la paz....
COLOMBIA
La Constitución Política de Colombia de 1991, norma fundamental fundadora
del ordenamiento jurídico colombiano, consagra la Paz como un derecho y
un deber (Artículo 22), al igual que la educación (Artículo 67). Por ende, es
deber de la legislación educativa conciliar estos dos principios, e imperativo,
de manera que atraviesen la Legislación educativa. Como lo ha reconocido la
doctrina constitucional, según Zagrebelsky (1997), ninguno de los principios
constitucionales prevalece sobre los demás, antes bien, todos deben
armonizarse por parte de los poderes públicos, incluyendo al legislador y al
ejecutivo, este último representado en materia de educación en Colombia por
el Ministerio de Educación Nacional. Por ende, la paz y la educación deben
estar reflejadas, como principios jurídicos, además de derechos, en todo el
quehacer de los órganos del Estado.
La Ley 115 de 1994 (Ley General de Educación), en su Artículo 5, numeral
b), menciona la paz como uno de los fines de la educación, y en el Artículo
14, numeral d), obliga a todos los establecimientos de educación formal en
los niveles de la educación preescolar, básica y media, educar para la paz,
todavía en las políticas públicas educativas permanecen inmaterializados
estos mandamientos, dado que ni la Jurisprudencia ni el Plan Decenal de
Educación han consagrado acciones concretas, muchas de las cuales este
artículo aspira lograr (Sánchez, 2010).
EL SALVADOR
El Artículo 61 de la Constitución de la República establece que la educación
superior se regirá por una ley especial, que deberá contener los principios
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generales para la organización y el funcionamiento de las universidades
estatales y privadas, la autonomía de aquellas y el carácter no lucrativo de
estas; los alcances normativos de sus estatutos, el servicio social que presten
y el respeto a la libertad de cátedra que les asista; amismo, regulará la
creación y el funcionamiento de los institutos tecnológicos, oficiales y privados
(República de El Salvador, 1983).
La ley que regula la educación superior en el país, incorpora los valores
provenientes de la firma de la paz, como justicia, democracia y participación;
comprometiendo además, el hacer académico hacia una docencia e investi-
gación acorde a los tiempos y realidades (Rodríguez, 2007).
La Ley de Educación Superior publicada con el propósito de velar por el
funcionamiento democrático y adecuado nivel académico de las instituciones
de educación superior; garantizando que estas contribuyan al desarrollo
integral de la persona humana, presten un servicio social, y se constituyan en
centros de conservación, investigación, fomento y difusión de la cultura, para
coadyuvar con la difusión crítica del saber universal, poniéndolo al alcance y
al servicio del pueblo salvadoreño (República de El Salvador, 1995).
La Ley de Educación Superior tiene por objetivo regular la educación superior
con la pretensión de formar profesionales competentes con fuerte vocación
de servicio y sólidos principios éticos; promover la investigación en todas sus
formas; prestar un servicio social a la comunidad y cooperar en la conser-
vación, difusión y enriquecimiento del legado cultural en su dimensión nacional
y universal (República de El Salvador, 2004).
CONCLUSIONES
En un mundo globalizado, la educación está poniendo mayor énfasis en
equipar a las personas desde una edad temprana y a lo largo de toda su
vida, con los conocimientos, competencias, actitudes y comportamientos que
se necesitan para ser ciudadanos informados, comprometidos, solidarios y
con la creciente interconexión, por ejemplo, mediante las Tecnologías de la
Información y la Comunicación (TIC) y los medios sociales, las oportunidades
de colaboración, cooperación, aprendizaje compartido y respuestas colec-
tivas están aumentando.
La educación puede ser un factor de cohesión y al mismo tiempo debe evitar
ser un factor de exclusión social, un principio fundamental que no debemos
olvidar es el respeto de la diversidad y especificidad de los individuos, la
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educación ha de tener en cuenta la riqueza de las expresiones culturales
de cada uno de los grupos que componen la sociedad. Es muy importante
plantear la cuestión del pluralismo cultural y lingüístico en todas las pobla-
ciones, también lo es promover una educación intercultural que sea realmente
un factor de cohesión y paz por ello es necesario que los sistemas educativos
no conduzcan a exclusiones.
Los estudios para la paz se identifica la educación desde sus inicios hasta
los estudios superiores como un elemento muy importante en el proceso
de promoción de la cultura de paz, las Naciones Unidas lo promulgan y los
Estados lo acogen, es así como en países como México, Colombia y El
Salvador lo incorporan en sus currículos de educación, pero en la educación
superior es dejado a la autonomía de las universidades. Es pertinente que los
gobiernos incorporen en las políticas de educación superior elementos que
promuevan la cultura de paz teniendo en cuenta el momento histórico por el
que atraviesa la sociedad.
Desde nuestra perspectiva el incluir directrices estatales sobre cultura de
paz en instituciones de educación superior no solo es pertinente, sino que
presenta un alto grado de urgencia, puesto que esta área presenta rezagos en
la materia, teniendo en cuenta esto los profesionales se convierten en multipli-
cadores de conocimiento sobre la paz, las formas alternativas de solución de
conflicto, de conductas no violentas, de participación ciudadana, de inclusión
de las diferencias, en sí, de unas relaciones humanas armoniosas y en paz.
Ante tal situación urge hacer cambios en los planes y programas educativos
de las universidades públicas y privadas del país para formar profesionales
con competencias en una cultura de paz y Métodos Alternativos de Solución
de Conflictos (MASC), esto es incluir asignaturas desde un corte transversal
obligatorias en todas las profesiones que traten temas sobre el análisis de
los conflictos cotidianos que viven los trabajadores, las familias y las comuni-
dades y de técnicas de resolución de conflictos.
En cuanto a México, Colombia y El Salvador se identifica que el ejercicio que
han hecho las instituciones de educación superior desde la autonomía que le
dan las normas de educación es muy valioso y muestra avances significativos
y se percibe en las políticas públicas de educación básica que se encuentra
presente la cultura de paz como ejes transversales de formación desde los
inicios hasta el fin de los ciclos educativos, pero se hace necesario comple-
mentar esta formación en las instituciones de educación superior, iniciando
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desde la actualización o construcción de políticas públicas que promuevan
la cultura de paz tanto en las universidades como en los contextos donde
los egresados de la educación superior cumplan funciones de ejercicio
profesional.
La cultura de paz debe ser concebida desde y para el contexto de los estados
o espacios donde se promueva, la evolución histórica de los países es
desigual, por esto se requiere que el gran espectro de conocimiento de la
cultura de paz se ajuste a las necesidades desiguales que presenta cada
país, que emprenda incorporar la cultura de paz como eje trasversal en la
forma de relación entre los miembros de la sociedad. Repensar la formación
de los profesionales que se están formando y generar competencias y habili-
dades para la construcción de la paz y las relaciones armoniosas. Asimismo,
se hace necesario comprender la realidad social en que se vive, afrontar la
convivencia y los conflictos empleando el juicio ético basado en los valores y
prácticas democráticas, y ejercer la ciudadanía, actuando con criterio propio,
contribuyendo a la construcción de la paz y la democracia, y manteniendo
una actitud constructiva, solidaria y responsable ante el cumplimiento de los
derechos y obligaciones cívicas.
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