102 Anderson Díaz Pérez, Angélica Tortello Martínez, Arley Vega Ochoa & Moraima del Toro Rubio
Cienc. innov. salud. Diciembre 2013; 1 (2):101 – 107. Universidad Simón Bolívar (Col). ISSN: 2344-8636
http://portal.unisimonbolivar.edu.co:82/rdigital/innovacionsalud
Introducción
Los Trastornos del Comportamiento Alimentario
(TCA) anorexia y bulimia nerviosa, junto a cuadros
afines o no especificados, han alcanzado en los últimos
30 años una especial relevancia, constituyéndose en
una enfermedad identificada principalmente en la
población femenina (1), pues, sólo del 5% a 10% de
los casos involucran hombres (2). En nuestra sociedad,
el afán de adelgazar se ha convertido en una auténtica
obsesión, de modo que el índice de mujeres que se
sienten desgraciadas a causa de su físico, y en especial
de su exceso de peso, sea este real o imaginario,
aumenta día a día (3).
Muchos estudios muestran datos sobre la influencia
de los genes, la asociación de neurocircuitos, la
bioquímica y la fisiología, así como otros factores de
riesgo psicosociales, que predisponen al desarrollo de
trastornos de la alimentación (4); sin embargo, esto no
excluye la necesidad de diseños y ampliación de
modelos preventivos y de tratamiento, teniendo
presente los riesgos biopsicosociales, como por
ejemplo: la adversidad familiar o factores ambientales,
que actúan como un fenómeno multi-causal que puede
alterar la expresión génica a través de procesos
epigenéticos y propiciar la manifestación del trastorno
(5).
Las personas que padecen algún tipo de trastorno
alimenticio dan una especial importancia a ciertos
alimentos alrededor de los cuales giran todos sus
pensamientos, sentimientos, sueños, ideales y
problemas, y se hacen dependientes de esas ideas, con
lo cual tales alimentos se convierten en el eje principal
de su vida. Se sabe que una dieta estricta constituye el
factor de riesgo más importante para desarrollar estos
trastornos, ya que regularmente las mujeres que se
someten a este tipo de dietas, aumentan dieciocho
veces sus probabilidades de desarrollar un trastorno
alimenticio (6).
En el campo de la salud mental, la anorexia nerviosa
es por sí sola la enfermedad de más alta mortalidad en
el mundo, hasta el punto que cobra la vida de entre 5 a
20% de las personas que la padecen. Y, contrario a lo
que se piensa, la anorexia y la bulimia no son
enfermedades propias de las clases socioeconómicas
altas. Por otra parte, los trastornos de la alimentación
nunca se presentan solos, y más del 90% de las
personas que los padecen presentan además depresión
y/o trastornos de ansiedad (7).
Los estudiantes de Ciencias de la Salud se exponen
continuamente a factores estresantes por circunstancias
tales como: asignaturas que suman un alto número de
créditos, poco tiempo libre, abuso del alcohol, entre
otros. Todo lo cual conforma al grupo de factores
desencadenantes para la manifestación de TCA (8). En
este contexto, los autores de la presente investigación
se propusieron conocer los rasgos psicológicos y
comportamentales de la población universitaria, en
concordancia con el principal factor de riesgo, que es
la percepción de la imagen corporal (9).
Los desórdenes alimentarios se dividen en tres
categorías diagnósticas: anorexia nerviosa (AN),
bulimia nerviosa (BN) y los trastornos de la conducta
alimentaria no especificados (TCA-NOE). Los
principales criterios diagnósticos para AN son la
sobrevaloración de la figura (imagen corporal) y el
peso, mantener un peso muy bajo (IMC ≤17.5 kg/m2),
y además amenorrea en mujeres fértiles que no usan
anticonceptivos, aunque esto último no siempre se
presenta. En la BN, también aparece la
sobrevaloración de la figura y del peso, además de
recurrentes episodios de atracones, extremo control de
peso (dietas restrictivas, inducción de vómito
frecuente, o el uso de laxantes). Los TCA-NOE se
definen por la presencia incompleta de los criterios
diagnósticos para AN y BN en sus diferentes
combinaciones (ausencia de uno o de los dos) (7, 10,
11). Estos desórdenes alimentarios están definidos en
el Diagnostic and Statistical Manual of Mental
Disorders (DSM IV) (12, 13). Los trastornos
alimentarios ocurren en 1% y 4% de los adolescentes y
mujeres adultas jóvenes, predominantemente de raza
blanca, y pertenecientes a la clase media y media-alta
(7).
Como se ha dicho, el componente genético y los
factores medioambientales son importantes para la
aparición de los TCA (14). Además, estos trastornos se
han relacionado con un alto riesgo de morbilidad junto
a otros desórdenes psiquiátricos (particularmente el
desorden obsesivo-compulsivo) y a un alto riesgo de
muerte a temprana edad por suicidio o como
consecuencia de alteraciones fisiológicas debidas a la
mala alimentación, es decir, a la etiología
multifactorial (14,15).
En el ámbito universitario, se presentan varios
factores de riesgo para sufrir TCA como son: las crisis
depresivas, el estrés, la ansiedad, etc., con el agravante
de que la población estudiada está inmersa en el rango