12 Yisel Pinillos Patiño, Yaneth Herazo Beltrán, Jose Vidarte Claros, Estela Crissien Quiroz & Damaris Suarez Palacio
Cienc. innov. salud. Junio 2014; 2 (1):11 – 17. Universidad Simón Bolívar (Col). ISSN: 2344-8636
http://portal.unisimonbolivar.edu.co:82/rdigital/innovacionsalud
Introducción
Las enfermedades cardiovasculares se han
reconocido mundialmente como la principal causa de
morbilidad y mortalidad. Por otra parte, los estilos de
vida saludables generalmente se relacionan con la
vulnerabilidad frente a los factores de riesgo para la
salud, que enfrenta la persona en el contexto en el cual
se desarrolla (1).
En este sentido, la OMS identifica la inactividad
física como el cuarto factor de riesgo de las muertes a
nivel mundial (6%). Y lo grave es que por lo menos el
60% de la población no realiza la actividad física
necesaria para contar con una buena salud,
estimándose que ello es la causa de un 21%-25% de
los cánceres de mama y colon, el 27% de los casos de
diabetes y de, aproximadamente, el 30% de las
cardiopatías isquémicas (2). De manera concreta, otros
indicadores informan que el 27% de los adultos en
Estados Unidos no realizan ninguna actividad física; y
que en Europa los países mediterráneos son los más
sedentarios, estilo de vida este que se relaciona con
características tales como la obesidad, bajo nivel
educativo y tabaquismo (3). En el caso de Colombia,
la identificación de los niveles de actividad física
como una necesidad de salud pública se ha obtenido a
partir de estudios regionales, los cuales también se
asocian a los factores de riesgo presentes en la
población mundial (4).
Con base en lo anterior, se puede decir que los
niveles de inactividad física son elevados en
prácticamente todos los países desarrollados y en
desarrollo, lo que constituye un problema de salud
pública, sobre todo en poblaciones en riesgo como
jóvenes, mujeres y adultos mayores. Este problema se
acrecienta en las ciudades de rápido crecimiento,
debido a factores como la urbanización, la
superpoblación, el aumento de la pobreza, el aumento
de la criminalidad e inseguridad, la alta densidad del
tráfico automotriz, la mala calidad del ambiente y la
inexistencia de una infraestructura adecuada para la
realización de la actividad física.
De igual manera, la práctica de la actividad física
está determinada por patrones individuales de
conducta, tales como sexo, edad, niveles de destrezas,
habilidades y discapacidades, comportamientos,
actitudes y motivaciones (5).
A partir de esto último, cabe decir que el estudio de
las diferencias existentes entre personas de género
masculino y femenino con respecto a la práctica de
actividad física, está bastante documentado y permite
comprender el pensamiento y comportamiento de la
población. Poco a poco la actividad física se instaura
en la vida de las mujeres; sin embargo, los estudios
sugieren que la cantidad de actividad física practicada
por el grupo femenino continúa siendo inferior
comparado con el de los hombres, lo cual podría estar
asociado a normas sociales y patrones culturales (6-9).
Entendida la actividad física como “Cualquier
movimiento intencional, realizado con los músculos
esqueléticos, que resulta en un gasto de energía y en
una experiencia personal y nos permite interactuar con
los seres y el ambiente que nos rodea” (10), queda
claro que su definición comprende la dimensión
biológica, personal y sociocultural, y no tan solo el
aspecto del movimiento corporal intencionado que
genera gasto energético.
En este orden de ideas, la actividad física como
factor determinante de la salud tiene repercusiones
importantes, las cuales se evidencian en los resultados
de investigaciones científicas, que reafirman los
beneficios que esta produce en la salud física y mental
de las personas, al generar efectos fisiológicos
positivos sobre los sistemas corporales y el
funcionamiento de los sistemas metabólicos. Todo ello
produce un gran impacto en la reducción de la
mortalidad por causa de los factores de riesgo, pues
previene el riesgo de padecer enfermedades crónicas
coronarias, vasculares y osteoarticulares, así como
enfermedades mentales y algunos tipos de cáncer.
Conjuntamente, la actividad física mejora los síntomas
de las deficiencias sistémicas presentes en el
individuo, mantiene su funcionalidad y limita al
máximo la dependencia (3).
Por esta razón, como primer elemento para el
desarrollo de acciones de promoción de hábitos de
vida saludables, se requiere establecer líneas de base
con el fin de caracterizar los comportamientos de salud
en la población. Y, con especial cuidado deben
tomarse en cuenta los factores que influyen en el
comportamiento de las mujeres frente a la práctica de
la actividad física. Precisamente por esto último, en
esta investigación se buscó determinar el nivel de
actividad física de un grupo de mujeres adultas de la
ciudad de Barranquilla.