Justicia, No. 31 - pp. 46-64 - Enero-Junio 2017 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-7441
http://publicaciones.unisimonbolivar.edu.co/rdigital/justicia/index.php/justicia
1 Investigadora Activa del Instituto de Estudios Políticos y Derecho Público (LUZ). ExDirectora del Instituto de Estudios Políticos y
Derecho Público, Facultad Ciencias Jurídicas y Políticas (LUZ). ExEditora de la Revista Cuestiones Políticas (FCJP-LUZ). Miembro
Activo del Comité Académico del Programa de Doctorado en Ciencia Política (LUZ). Doctora en Ciencias (Mención Ciencia Política,
UCV). Profesora de Planta del Programa en Ciencias Políticas (LUZ). Profesora de Planta del Programa de Doctorado en Ciencia
Política de URBE, Venezuela mabelc18@hotmail.com
2 Magíster en Ciencias de la Comunicación, mención Sociosemiótica de la Comunicación y la Cultura, Doctorante en Ciencia Política.
Profesor Invitado de la Maestría en Ciencia Política, Facultad Ciencias Jurídicas y Políticas (LUZ), Colaborador activo del Laborato-
rio de Investigaciones Semióticas y Antropológicas (LISA) de la Universidad del Zulia, Venezuela Secretario de correspondencia de
la Asociación Venezolana de Semiótica (AVS). libd580@hotmail.com
Democracia y populismo en
América Latina. Algunas notas
sobre Uruguay y Venezuela
Democracy and populism in Latin America.
Some notes on Uruguay and Venezuela
Edith Mabel Cuñarro Conde
1
Líber Daniel Cuñarro Conde
2
Recibido: 12 de mayo de 2016 / Aceptado: 2 de agosto de 2016
http://dx.doi.org/ 10.17081/just.22.31.2598
Resumen
El objetivo de esta investigación es reexionar acerca de los procesos his-
tóricos que ha atravesado América Latina en las últimas décadas para develar
los interrogantes que se nos han planteado sobre el signicado del populismo,
así como su interrelación con la democracia. Las tendencias antedichas, iden-
ticables en el seno de las sociedades latinoamericanas nos señalaron la nece-
sidad de llevar a cabo una investigación documental exploratoria que implicó
tanto el relevamiento de obras de escritores reconocidos como la observación
participante. Para ello hemos hecho un resumen de la opinión de diversos au-
tores sobre populismo y señalado algunas notas distintivas con la democracia.
Al realizar una revisión de los diversos casos latinoamericanos nos enfocamos
en las diferencias entre los regímenes políticos imperantes en Venezuela y Uru-
guay. Se concluye que, a pesar de que ambos regímenes son englobados bajo
la denominación de “socialistas”, por medio de la comparación se evidencian
diferencias profundas, tanto en sus políticas públicas como en la implementa-
ción práctica en las complejas interrelaciones dadas en sus sistemas políticos.
Abstract
The objective of this paper is to reect upon the historic process that Latin
America has gone through for the last decades, to answer the questions that
have been raise about populism as well as its relation with democracy. The
aforementioned tendencies, are identiable in the center of Latin-American
societies and have revealed the need to make an exploratory inquiry that in-
clude the examination and study of documents along with the willing observa-
tion of the phenomenon. For this purpose we have summarize the opinions
of diverse authors on populism and remarked on some differentiation aspects
with democracy. Reviewing the diverse experiences in Latin-American we set
our focus on the difference between the Venezuelan and Uruguayan political
systems. It is conclude that despite the fact that both regimes are under the
umbrella of socialism, when we compare them, we can see big and deep differ-
ences, as much in their public policies as in the pragmatic implementation of
the complex relation between the bodies of government.
Palabras clave:
Populismo, Democracia,
América Latina, Venezuela,
Uruguay.
Key words:
Populism, Democracy,
LatinAmerica, Venezuela, Uruguay.
Referencia de este artículo (APA): Cuñarro, E. & Cuñarro, L. (2017). Democracia y populismo en América Latina.
Algunas notas sobre Uruguay y Venezuela. En Justicia, 31, 46-64. http://dx.doi.org/ 10.17081/just.22.31.2598
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Democracia y populismo en américa latina. algunas notas sobre uruguay y Venezuela
Democracia y Populismo: una mirada desde
América Latina
Los procesos históricos que ha atravesado
América Latina en las últimas décadas nos han
llevado a interrogarnos sobre el signicado del
populismo así como su interrelación con la demo-
cracia, dichas cuestiones han motivado nuestro
interés para profundizar en las notas distintivas
de ambos fenómenos. Para dilucidar esta com-
pleja interrelación iniciamos una investigación
exploratoria (tanto bibliográca como webgrá-
ca) mediante la cual se puso en evidencia que los
autores que abordaban el tema latinoamericano
(durante el lapso comprendido entre los siglos
XX y XXI) repetidamente utilizaban el término
“populista” para caracterizar los regímenes más
o menos democráticos, imperantes en América
Latina. Estas calicaciones otorgadas también
a las llamadas “democracias emergentes” en la
región (durante las últimas décadas) despertaron
nuestro interés abriendo caminos que nos con-
dujeron a emprender este viaje, tocando algunos
lugares y recabando algunas opiniones que han
venido intentando explicar el asunto en estudio,
con la intención de dar un panorama general,
aunque conscientemente inacabado, pues sabe-
mos que aún queda mucho por decir.
Según Roger Bartra (2008), el populismo se
ha constituido en una cuestión en cuyo estudio
las Ciencias Sociales se han mostrado extraor-
dinariamente productivas en América Latina. El
debate sobre su importancia y características es
de larga data, remontándose a las primeras déca-
das del siglo XX. De tal manera se fue constitu-
yendo un cúmulo de explicaciones que trataban
de caracterizarlo, las cuales fueron acopiando un
acervo importante que esclarece el abordaje de
este complejo fenómeno político.
Es cierto que, en la medida en que el populis-
mo parecía enterrado o marginal, el interés por
su estudio decayó. El aprismo, el cardenismo, el
peronismo y el varguismo parecían procesos que
se habían extinguido. Los ecos del populismo de
Paz Estenssoro en Bolivia, de Velasco Ibarra en
Ecuador y de Jorge Eliécer Gaitán en Colombia
dejaron de escucharse. Pero en los últimos años
los pasos del populismo vuelven a resonar. Desde
1988 en México hay un retorno del cardenismo,
en 1998 Hugo Chávez llega a la presidencia en
Venezuela y en 2006 dos campañas electorales
exitosas llevan a Rafael Correa y a Evo Morales
a la presidencia en Ecuador y Bolivia. En Perú
ese mismo año un populista agresivo, Ollanta
Humala, se enfrentó al aprista Alan García. Y en
México el impulso populista de Andrés Manuel
López Obrador lo llevó al borde del triunfo en las
elecciones presidenciales. Años antes habíamos
presenciado el resurgimiento de estilos populistas
en el menemismo y el fujimorismo. Hoy en día
ya nadie duda que el populismo está de regreso
(Bartra, 2008, p.2)
En el mismo sentido, se orientan las ideas ex-
presadas en las últimas décadas del siglo pasado
por O. Ianni, quien avizoraba con temprana lu-
cidez la importancia del tema:
La problemática del populismo latinoamericano
sigue siendo uno de los hechos al mismo tiempo
políticos, económicos y sociales más importantes
de la historia de América Latina. Si es verdad que
el populismo corresponde a una experiencia pa-
48
sada para algunos países, también es verdad que
algunos otros parecen ingresar en nuevas expe-
riencias de populismo, autoritario o democrático,
militar o civil. (Ianni, 1973, p.9)
En consecuencia, el párrafo anterior, escrito
en la década del 70, tiene hoy en el año 2016
plena vigencia.
Para introducir el tema se realiza a continua-
ción una síntesis apretada de lo que, como iremos
detallando más adelante, los autores consideran
como populismo. El populismo ha sido caracte-
rizado como un régimen que se dene por una
toma de decisiones orientadas a la satisfacción
de las necesidades básicas del “pueblo”*, es de-
cir, su práctica está constituida por una serie de
“medidas de gobierno populares”, destinadas a
ganar la simpatía de la población buscando el
apoyo a través del voto. Las prácticas del po-
pulismo se orientan a conservar los apoyos al
sistema político sin respetar las reglas de jue-
go y, en algunos casos†, asumiendo posiciones
* Demostrando lo polifacético y multívoco del término, Sartori
opina que pueden considerarse por lo menos seis interpre-
taciones de la palabra <<pueblo>>: 1. Pueblo, que signica
literalmente todo el mundo, 2. Pueblo como una gran parte
indeterminada, un gran número, 3. Pueblo como clase baja,
4. Pueblo como una entidad indivisible, como una totalidad
orgánica, 5. Pueblo entendido como la mayor parte, expresa-
da por un principio de mayoría absoluta, 6. Pueblo entendi-
do como la mayor parte, expresada mediante un principio de
mayoría limitada. La democracia, no es pura y simplemente
poder popular (...) tampoco es pura y simplemente el gobierno
de la mayoría. Es decir, <<el gobierno de mayoría>> es solo
una fórmula abreviada del gobierno de la mayoría limitada,
“que respeta los derechos de la minoría”. (…) <<En las demo-
cracias, la oposición es un órgano de la soberanía popular tan
vital como el gobierno. Suprimir la oposición es suprimir la
soberanía del pueblo>> (Sartori, 1973).
En el sentido de esta armación el caso paradigmático es el
populismo venezolano cuyos principios rectores ya se encon-
traban en el Plan de Barranquilla de 1931, que tuvo una corta
existencia entre 1945 y 1948 con el llamado “trienio Adeco”,
el cual culmina cuando es derrocado el presidente Rómulo
Gallegos por un golpe militar. A partir de 1958 con la lenta
construcción de la democracia representativa a la cual le da
anti-institucionales pasando por encima de los
derechos políticos y civiles de sus adversarios,
pero siempre teniendo como norte mantener la
hegemonía política a través de la popularidad
entre las masas. (Ianni, 1973)
No obstante, conviene señalar a los efectos
de establecer diferencias comparativas que los
movimientos, partidos o regímenes que han
sido etiquetados como populistas en el siglo
XX y en lo que va del presente contrariamente
a los grupos rusos y norteamericanos del siglo
XIX, no se autodenominan como tales. Si bien
es cierto que pueden encontrarse similitudes y
diferencias entre el populismo ruso y el estadou-
nidense, características que se repiten tanto en
movimientos armados como en movimientos
políticos latinoamericanos. Se presentan como
especicidades de dicha corriente diversas par-
ticularidades que asume con diversos matices
según los casos: la idealización romántica de
lo primitivo y natural, el rechazo a la moder-
nización capitalista (que en pleno siglo XXI se
sintetiza en la globalización), la adoración del
líder mesiánico, la construcción de un “enemigo
común” contra el cual encauzar la lucha popular,
el resentimiento contra las élites y la búsqueda
de transferir el poder al “pueblo” son, sin querer
caer en anacronismos simplicantes, rasgos que
aún encontramos en la mayoría de los regímenes
populistas en América Latina y el mundo.
forma la Constitución de 1961, resurge el fenómeno populis-
ta cobijado por una creciente renta petrolera. A estos años de
auge redistributivo que viabiliza un determinado funciona-
miento para el sistema político venezolano de concertación
entre las cúpulas partidista, empresarial y obrera, constituyen
el lapso al cual Juan Carlos Rey ha denominado “sistema po-
pulista de conciliación”.
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eDith mabel cuñarro conDe, líber Daniel cuñarro conDe
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El populismo en América Latina
El populismo latinoamericano (1920-1960)
Carlos Vilas caracteriza el populismo lati-
noamericano (lapso 1920-1960) atribuyéndole
determinadas particularidades, a saber: a. Una
amplia movilización social; b. La integración
de las clases populares urbanas en un esquema
de articulación política multiclasista; c. La pro-
moción de una mayor diferenciación económica
capitalista con énfasis industrializador desde un
Estado intervencionista dentro de una estrategia
de economía mixta y de no alineamiento inter-
nacional; d. De resonancias ideológicas nacio-
nalistas; e. Con una conducción fuertemente
personalizada.
Este tipo de populismo, según el autor antes
citado, correspondió a un momento determina-
do del desarrollo capitalista en el cual se daba
un predominio de la producción orientada hacia
el consumo nal, una política de industrializa-
ción sustitutiva de importaciones, la promoción
de mercados regulados, el impulso a una distri-
bución progresiva de ingresos y nalmente una
intervención del Estado enfocada al manejo de
variables macroeconómicas consideradas estra-
tégicas.
Se trataba de que cambios en el reparto de
los ingresos fuesen realizados mediante el pro-
ceso de industrialización sustitutiva de un creci-
miento del empleo que estuvo acompañado de
transformaciones importantes en las relaciones
de poder político y en sus articulaciones insti-
tucionales. Inclusive, lo que el autor llama “la
dimensión simbólica de la sociedad” expresó la
magnitud de los cambios. En ese momento, los
sectores populares sintiendo que podían inuir
el sistema político llevaron a cabo tácticas que
revelaban el resentimiento acumulado y que ten-
dían hacia la intolerancia. En conclusión, para
Vilas el populismo fue la especíca conjugación
de estos ingredientes en un momento estructural
e históricamente determinado del capitalismo
latinoamericano (Vilas, 2003).
Esta caracterización del populismo datado
concretamente por Vilas entre 1920 a 1960 des-
cribe con precisión las notas fundamentales de
la primera fase populista que se dio en nuestra
región. A pesar de eso, el autor considera que
los regímenes actuales, debido al cambio del
contexto histórico, no debieran ser denominados
como populistas. Es de señalar que no concor-
damos con dicha apreciación del autor citado, ya
que si bien es cierto que las circunstancias del
entorno han cambiado notablemente los rasgos
distintivos, apelación al pueblo, creación de un
enemigo común, exclusión de aquellos que no
formaban parte de la alianza en el poder, y otras
similitudes se mantienen vigentes.
Las tendencias antedichas, identicables en
el seno de las sociedades latinoamericanas nos
señalaron la necesidad de llevar a cabo una in-
vestigación exploratoria que implicó tanto el re-
levamiento de documentos como la observación
participante. A través de esta primera se fueron
haciendo evidentes rasgos que nos llevaron a
armar que los procesos democráticos “reales”
en América Latina presentan actualmente, una
mezcla abigarrada de características que pue-
den atribuirse a distintos modelos, a saber, el
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Democracia y populismo en américa latina. algunas notas sobre uruguay y Venezuela
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modelo de la socialdemocracia (Uruguay)* y
el autodenominado “socialismo del siglo XXI”
(Venezuela)†. Pero estos términos que abarcan
desde las denominadas “democracias emergen-
tes” y los “populismos” generan entre los di-
ferentes autores preocupados por el tema una
apasionada discusión en la cual nos ha parecido
relevante participar.
El aprismo, el cardenismo, el peronismo y el
varguismo parecían procesos que se habían
extinguido. Los ecos del populismo de Paz
Estenssoro en Bolivia, de Velasco Ibarra en
Ecuador y de Jorge Eliécer Gaitán en Colombia
* Ver Declaración de Principios de la socialdemocracia adoptada
por el XVIII Congreso, Estocolmo, junio de 1989 en http://www.
internacionalsocialista.org/viewArticle.cfm?ArticleID=31que en
su ítem 74. Una nueva cultura internacional de diálogo político
reza: La creciente interdependencia del mundo no deja margen
para controversias y enfrentamientos fundamentalistas. Para so-
brevivir y desarrollarnos en común se precisan tanto cooperación
como formas civilizadas de disputa, incluso entre ideas y fuerzas
políticas antagónicas. Rechazamos y condenamos por tanto toda
forma de fundamentalismo político o religioso.
El fenómeno de Hugo Chávez tiene mucho, tanto de los vie-
jos como de los nuevos populismos. Puede retratar al coronel
Perón como también al Fujimori outsider. Chávez es un fe-
nómeno neopopulista en primer lugar porque pertenece a este
tiempo; pero también es dueño de una forma de interpelación
a los pobres que tiene mucho de Juan Domingo y Evita Pe-
rón. Su gobierno de estirpe militarista replica en gran medida
al peronismo que colonizó a la sociedad argentina e intentó
constituirla en un cuerpo cerrado bajo su única voz y razón.
Atendiendo a estas y otras similitudes el artículo intenta ubi-
car a Chávez, no solo como expresión de las nuevas formas
en las que se nos presenta el populismo, sino también como
réplica de las viejas. Con este propósito el trabajo desarro-
lla cinco partes. Una primera en la que se sitúan histórica y
teóricamente, los viejos y los nuevos populismos; una segun-
da, en la que a partir de un conjunto de atributos comunes a
los populismos clásicos, nos aproximamos a los contenidos
del gobierno chavista. La tercera parte se propone identicar
algunos rasgos del fenómeno Chávez con las formas neopo-
pulistas de gobierno, destacando especialmente su dimensión
militar. Una cuarta vincula populismo y democracia bajo el
signo de la ambigüedad que los gobiernos y movimientos de
este corte han mantenido siempre con las formas democrá-
ticas, detectando sus expresiones en el caso que nos ocupa.
Por último, se aborda el problema de la temporalidad presente
en los populismos de ayer y de hoy, el cual se maniesta en
el inmediatismo con el cual estos pretenden satisfacer las de-
mandas populares, lo que justicaría el vínculo directo entre
el líder y la sociedad, obviando las mediaciones instituciona-
les. El gobierno de Hugo Chávez encarna también este rasgo
(Arenas, 2006).
dejaron de escucharse. (Bartra, 2008, p.10)
Respecto a la armación del autor antes ci-
tado, coincidimos con el hecho de que durante
un lapso que puede datarse aproximadamente
entre 1950 y 1970, el fenómeno populista pa-
reció haber disminuido (en América del Sur y
el Caribe) así como la importancia que los estu-
diosos le asignaban. Pero, si bien es cierto que
la bibliografía dedicada al tema perdió densidad,
el fenómeno en sí siguió subsistiendo, aunque,
podría decirse, bajo formas encubiertas o reno-
vadas. El ejemplo que atañe a esta investigación
en particular, es el caso venezolano. Durante los
años que median entre “la instauración de la de-
mocracia” en 1958 y el año 1993 imperaron en
dicho país regímenes populistas, que el destaca-
do politólogo venezolano Juan Carlos Rey de-
nominó “sistemas populistas de conciliación”*
(sostenido por el carácter rentista del Estado y
nanciado por los altos precios del petróleo). A
partir de 1993, además del hecho de la desali-
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eDith mabel cuñarro conDe, líber Daniel cuñarro conDe
* En Venezuela el sistema populista de conciliación que se ins-
tauró a partir de 1958 se basa en el reconocimiento de una plu-
ralidad de intereses heterogéneos, tanto de la mayoría como
de las minorías, y en la creación de un complejo sistema de
negociación y acomodación entre ellos, que se expresa en un
conjunto de mecanismos y reglas peculiares para la toma de
decisiones obligatorias para el conjunto de la sociedad. Me-
diante tal sistema se trataba de lograr el necesario consenso
social en torno a las reglas básicas del orden político, conci-
liando dos necesidades de las que dependía el mantenimiento
del régimen democrático: por un lado, garantizar a los sec-
tores minoritarios poderosos que sus intereses fundamenta-
les no se verían amenazados por la aplicación de la regla
de la mayoría en la toma de decisiones gubernamentales, y
por otro, asegurar la conanza de la mayoría de la población
en los mecanismos de la democracia representativa, como
medio idóneo para satisfacer sus aspiraciones de libertad,
justicia y bienestar. Pues el proyecto democrático tuvo que
luchar simultáneamente en dos frentes: inicialmente contra los
peligros de un golpe militar de derecha, pero pronto también
(como consecuencia de la inuencia de la Revolución cubana)
contra la amenaza de la acción insurreccional y de la guerrilla
de extrema izquierda. Luego de 1998, con el triunfo del pre-
sidente Hugo Rafael Chávez Frías surgiría una nueva fase del
populismo autodenominado “socialismo del siglo XXI”.
51
neación partidista (Molina & Álvarez, 2004), el
país cayó en un espiral desestabilizador que con-
duciría al triunfo del candidato Hugo Chávez y a
la constituyente de 1998*.
Pero en el ínterin (décadas de los 60 a 80)
los países latinoamericanos habían atravesado
experiencias represivas en el marco de las dicta-
duras militares además de la virtual destrucción
de las economías del continente por el neolibe-
ralismo, cuyo esquema se basó en los programas
de ajuste del Fondo Monetario Internacional.
Durante ese lapso (60 a 80) los países del Cono
Sur van a servir de campo experimental para la
implantación de los “paquetes de medidas” del
FMI. Esos fenómenos se dan de manera simul-
tánea e interrelacionada porque, sin dictaduras
militares, habrían sido imposibles políticas tales
como las reformas de los Chicago Boys en Chi-
le, la reforma del sistema bancario en Uruguay
y la sumisión de Argentina, ensayos como los
referidos fueron utilizados como experiencias
piloto de la implantación de las cartas Stand by
y de la receta del FMI
.
* Ver al respecto el trabajo de Edith Cuñarro (2006). “Venezue-
la: 15 años de historia (La COPRE como mecanismo de inno-
vación política)”, Revista Cuestiones Políticas, portal Scielo.
“En los primeros años (posteriores a la nalización de la Se-
gunda Guerra Mundial), los organismos de Bretton Woods
fueron usados para recomponer las economías de los triun-
fadores. Con la reconstrucción concluida en 1952, el Fondo
aceptó la incorporación de los vencidos Alemania y Japón.
Ese año asumió, también, otra tarea: evitar que el mundo en
desarrollo comprometiera la estabilidad comercial y nancie-
ra. Ideó entonces un sistema para controlar a países con dé-
cit de cuenta corriente. El sistema se llamaría Stand by. Los
préstamos del FMI estarían sujetos al cumplimiento de ciertos
compromisos: aumentar impuestos y recortar gasto público,
para pagar deuda. (…) el Fondo no entregaría dinero de conta-
do. Lo daría en cuotas.El prestatario que incumpliera con sus
obligaciones correría con el riesgo: el FMI podría interrumpir
los desembolsos (Terragno, 2005, p.9).
* El Estado burocrático-autoritario (EBA) es un tipo de Esta-
do que se caracteriza por anular los mecanismos políticos y
Estos procesos se inician en las décadas de
los 60 y 70, dando lugar a la implantación de los
primeros regímenes “burocrático-autoritarios”
(O’Donnell, 1975)* apoyados en la escalada re-
presiva de la nefasta “Operación Cóndor”**. No
obstante, lo despiadado de la represión que se
desató en contra de todas las manifestaciones de
los movimientos de protesta, para el año 1985
las dictaduras burocrático-autoritarias fueron
siendo paulatinamente derrotadas y el Cono Sur,
a pesar de un alto costo en vidas y destierros fue
regresando, paso a paso, a la democracia.
Ya el cardenismo había resurgido en México
en 1988, le siguió Hugo Chávez en Venezuela
en 1998 y en el 2006, Correa, un graduado de
Harvard de tendencia radical asume el mando
en Ecuador así como Evo Morales, un dirigente
democráticos con el n de restablecer un determinado orden
social y económico anterior que había alterado el resultado
por una considerable organización autónoma de la población
y en especial de los trabajadores. El concepto fue formulado
por el politólogo argentino Guillermo O’Donnell en 1975 a
partir del análisis de las dictaduras militares instaladas en Bra-
sil (1964), Argentina (1966 y 1976), Chile (1973) y Uruguay
(1973).
** El Plan Cóndor es el nombre con que se conoce el plan de
coordinación de operaciones entre las cúpulas de los regíme-
nes dictatoriales del Cono Sur de América. Esta coordinación
se tradujo en “el seguimiento, vigilancia, detención, interro-
gatorios con tortura, traslados entre países y desaparición o
muerte de personas consideradas por dichos regímenes como
‘subversivas del orden instaurado o contrarias al pensamiento
político o ideológico opuesto, o no compatible con las dicta-
duras militares de la región’”. El Plan Cóndor se constituyó
en una organización clandestina internacional para la práctica
del terrorismo de Estado que instrumentó el asesinato y desa-
parición de decenas de miles de opositores a las mencionadas
dictaduras, la mayoría de ellos pertenecientes a movimientos
de la izquierda política. Se considera como su principal res-
ponsable a H. Kissinger. Sus críticos lo consideran instigador
de genocidios sistemáticos de grupos políticos, estando proba-
damente ligado a varios regímenes dictatoriales latinoameri-
canos, tales como el gobierno militar de Augusto Pinochet o el
Proceso de Reorganización Nacional de Argentina y los regí-
menes burocrático-autoritarios de Brasil, Paraguay, Uruguay,
Bolivia así como por ser el responsable de planes represivos
como lo sería la Operación Cóndor, cuya célula de origen ha-
bría sido la Academia de las Américas (Calloni, 2006).
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Democracia y populismo en américa latina. algunas notas sobre uruguay y Venezuela
52
del movimiento social indígena de fuerte arrai-
go popular alcanza la máxima magistratura en
Bolivia.
En Perú ese mismo año un populista agresivo,
Ollanta Humala, se enfrentó al aprista Alan Gar-
cía. Y en México el impulso populista de Andrés
Manuel López Obrador lo llevó al borde del
triunfo en las elecciones presidenciales. Años
antes habíamos presenciado el resurgimiento de
estilos populistas en el menemismo y el fujimo-
rismo. Hoy en día ya nadie duda que el populismo
está de regreso. (Bartra, 2008, p.3)
El recuento que venimos realizando a gran-
des pasos, es decir, tratando de señalar solo las
tendencias generales sin detenernos en la anéc-
dota, es imprescindible para explicar lo que
se ha llamado “el resurgir del populismo” o el
“neopopulismo”. Las generaciones jóvenes que
nos escuchan, necesitan saber que estas realida-
des que hoy atravesamos en América Latina no
surgen de la nada. Estos aconteceres hunden sus
raíces en las difíciles transiciones atravesadas
por la región a partir de la segunda mitad del
siglo XX (y aun antes), procesos de cambios tur-
bulentos que nalmente (ya para los 90) culmi-
naron en lo que algunos autores (Garretón, Mo-
gollón Anaya, Paramio y otros) denominaron
procesos de consolidación democrática. Bajo
esas circunstancias, los destinos de la región pa-
recieron enrumbarse hacia la entronización de
regímenes –democráticos al menos en algunos
procedimientos– que se iniciaron con el respeto
a ciertas rutinas democráticas (fundamentalmen-
te se volvieron a organizar procesos electorales
para elegir los gobiernos y se introdujeron refor-
mas que permitieron el acceso a la vía electoral
a las grupos antes excluidos).
Pero, subyacente a estas rutinas, se había ve-
nido produciendo en la región la emergencia de
actores distintos de los que habían dominado los
panoramas políticos antes de las crisis, actores
cuyas voces habían estado silenciadas (o sim-
plemente, no escuchadas) durante la alternancia
en el poder de los llamados partidos políticos
tradicionales. Estos actores*, que en la mayoría
pertenecían a movimientos sociales pre-existen-
tes, pero que ahora asumían nueva beligerancia,
exigían se les incluyera en el sistema político y
se implementaran los mecanismos que hicieran
posible su participación en la toma de decisio-
nes públicas. A pesar de la ofensiva represiva y
de la superioridad tecnológica, armamentística
y numérica de los dictadores locales apoyados
por los aparatos de inteligencia estadounidense,
la resistencia popular asumió las más variadas
formas que abarcaron desde las pacícas madres
de la Plaza de Mayo hasta estrategias y tácticas
de guerra de guerrillas. La memoria de los hom-
bres es frágil y tiende a olvidar los pasajes más
dolorosos de su historia, pero es nuestra hipóte-
sis, que sin la resistencia heroica presentada por
* En los procesos históricos latinoamericanos habían ido sur-
giendo organizaciones políticas que adversaban los regímenes
estatuidos pero que a los cuales, mediante mecanismos electo-
rales manipulados, no se les permitía el acceso al sistema po-
lítico por la vía electoral como posibilidad de llegar al poder
ni como camino para llevar adelante las transformaciones que
propugnaban. Luego de la caída de las dictaduras de derecha,
fruto de la denodada lucha de los sectores populares descon-
tentos, estas organizaciones pudieron, a través de diversas re-
formas, incorporarse por n a la vía electoral. Ellas mantuvie-
ron los objetivos estratégicos que perseguían anteriormente
con la lucha armada, pero, a partir de ahora, impulsarían las
transformaciones necesarias a través de las urnas.
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los pueblos latinoamericanos, y en ese momento
histórico particular por los ciudadanos chilenos,
argentinos, brasileños y uruguayos, el avance
del modelo neocolonial que se quería imponer
hubiese sido indetenible, y los procesos de con-
solidación democrática todavía serían una qui-
mera.
Ya en el transcurso de declive de las dic-
taduras surge una nueva ola de búsqueda de la
imposición de la hegemonía. Es conocido el
proceso a través del cual, durante la década del
90, la represión social y la desinstitucionaliza-
ción fueron condiciones de la implementación
de las políticas de ajuste. Piénsese en el abuso de
los “decretos de necesidad y urgencia” por parte
de Carlos Menem; en el estado de sitio seguido
por una violenta represión sindical en Bolivia en
1985; en el uso de la legislación antiterrorista
para los mismos nes en Colombia; en la disolu-
ción del Congreso peruano por Alberto Fujimo-
ri; o en la violenta represión por parte de Carlos
Andrés Pérez de las movilizaciones populares
subsiguientes a la suba astronómica del precio
de la gasolina en 1989 (Laclau, 2007). El fraca-
so del proyecto neoliberal a nes de los 90 y la
necesidad de elaborar políticas más pragmáticas
que combinaran los mecanismos de mercado
con grados mayores de regulación estatal y de
participación social condujeron a regímenes más
representativos y a lo que se ha dado en llamar
un giro general hacia la centroizquierda, estos
procesos hacia la democratización no hubiesen
sido posibles si no hubieran tenido como ante-
cedentes las luchas denodadas de las organiza-
ciones populares durante el lapso 1960 a 1980.
La aceptación de la táctica de la alternancia, es
decir, la irrupción de actores antes excluidos a
participar en el juego político fue una conquista
posibilitada por la llamarada que cubrió Amé-
rica Central y América del Sur como respuesta
a las nuevas formas de colonialismo que inten-
taron imponerse. Pero, para 1990 los tiempos
habían cambiado, la globalización develaba
nuevas posibilidades, la política estadouniden-
se hacia América Latina había abandonado sus
formas más beligerantes, e internamente, en los
diversos países de la región ya la vía electoral
estaba abierta para acceder al Gobierno y desde
allí impulsar una serie de reformas estructurales.
No obstante, los caminos escogidos para
construir un orden nuevo de cara al futuro han
sido diametralmente diferentes oscilando entre
la “socialdemocracia” y el “populismo”. Es aquí
donde encontramos una serie de variantes regio-
nales cuya comparación pone más claramente a
la luz la especicidad de la experiencia venezo-
lana. En el caso de Uruguay, la dimensión insti-
tucionalista ha predominado sobre el momento
de ruptura en la transición de la dictadura a la
democracia, por lo que pocos elementos popu-
listas pueden encontrarse en esta experiencia;
en tanto que en el caso venezolano el momento
de ruptura es decisivo. En Venezuela (después
de 1998) el régimen se va constituyendo pau-
latinamente en un populismo autoritario, las
“conquistas” del régimen ocialista se encuen-
tran destinadas a consolidar una red cliente-
lar a través de prebendas otorgadas sin ningún
tipo de concientización acerca de la obligación
que implica la relación que contrae el ciudada-
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no beneciario con el Estado. Este derroche de
recursos sin ningún tipo de control social, no
solo ha profundizado la corrupción sino que ha
servido como un silenciador para las demandas
libertarias de la población. En pocas palabras,
el populismo chavista crea clientes que esperan
una dádiva pero no crea ciudadanos dispuestos
a construir una Nación. Es la particularidad del
caso venezolano uno de los temas centrales de
la polémica acerca de que el populismo ha en-
contrado en Laclau uno de sus más acendrados
defensores.
La “cuestión” del populismo
En las próximas líneas se tocan algunas ideas
de Germani y de Di Tella, considerados autores
clásicos sobre la cuestión en estudio, luego de
esta revisión necesaria se abocará el análisis que
plantea Laclau en su batallada obra La razón
populista. El abordaje, un poco más pormenori-
zado de la obra antedicha obedece a su origina-
lidad, su aguda crítica a clichés preestablecidos
y su singular hipótesis sobre el populismo como
generador de identidades colectivas en tiempos
turbulentos. Todos los argumentos exhibidos
parecen sucientes para detenernos a reexio-
nar, tratar de comprender, aprender y dialogar
desde la óptica que escojamos, una obra que se
comparta o no su contenido, merece el recono-
cimiento tanto de quienes concuerdan con ella
como de aquellos que la adversan enérgicamen-
te. La obra no es una opinión sin apoyo cien-
tíco, ni un ensayo estilo periodístico escrito a
la ligera, es una obra profunda que obliga a la
meditación sobre sus postulados, sus hipótesis
y sus propuestas. Además de adentrarse en los
cauces profundos que explican las adhesiones
apasionadas que provoca el populismo otorgán-
doles un signicado coherente con la construc-
ción de identidades colectivas.
A esta altura, es pertinente señalar que se es-
criben estas líneas en el intento de dar respuesta
a la interrogante que cuestiona la denominación
de “populistas” a regímenes demasiado vario-
pintos. En ese sentido, Germani planteaba que
el populismo abarca:
…“El autoritarismo, el nacionalismo y alguna
que otra forma del socialismo, del colectivismo
o del capitalismo de Estado: es decir, movimien-
tos que, de diversas maneras han combinado con-
tenidos ideológicos opuestos. Autoritarismo de
izquierdas, socialismo de derechas y un montón
de fórmulas híbridas y hasta paradójicas, desde
el punto de vista de la dicotomía (o continuidad)
‘derecha-izquierda” (Germani, 1973, p.25).
La singularidad que observa Germani con-
siste en que, durante el accidentado proceso de
transición de sociedades autocráticas y oligár-
quicas a formas modernas e industriales, apare-
cen movimientos populares que no se integran
al sistema político de acuerdo al modelo demo-
crático liberal, sino que adoptan expresiones po-
pulistas (que él llama nacional populares). Ello
ocurre debido a que los canales de participación
que la sociedad ofrece no son sucientes o son
inadecuados. Más arriba, en nota al pie se ha he-
cho referencia al error que implica, desde nues-
tra óptica, echar en el mismo saco a todos los
movimientos “nacional populares”.
La falta de canales de participación y expre-
sión por una serie de grupos que no accedían al
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umbral del sistema político, lleva a Torcuato di
Tella a denominarlos “grupos incongruentes”,
aglutinando bajo este término a un abigarrado
grupo de personas que no encontraban lugar
adecuado para integrarse a la sociedad institu-
cionalmente organizada.
La nota de incongruencia hace referencia
para Di Tella a las estructuras sociales carentes
de contemporaneidad y cargadas de asincronía.
El conglomerado denominado “pueblo” –cuya
dimensión y composición varía mucho en cada
país y época– se encuentra conformado por per-
sonas de origen disímil que en un momento his-
tórico determinado exigen un racimo de deman-
das que incluyen la superación de la exclusión y
el pasar a ser considerados actores protagónicos
en los procesos de diseño, formulación e imple-
mentación de políticas públicas (Di Tella, 1973).
No obstante, nos parece importante señalar
que esta heterogeneidad de la población con-
siderada bajo la denominación de “pueblo” no
solamente es una característica de la América
Latina de los años 30, 40 y etcétera, sino que
podemos reconocer su existencia hasta nuestros
días (como lo ha demostrado la historia luego de
la disolución de la ex URSS) y que se ha eviden-
ciado en la manifestación de un crisol de etnias,
naciones o “tribus” que son un elemento deter-
minante de la estructura multipolar del mundo
contemporáneo*. Huntington en su obra acerca
* La fuente fundamental de conictos en el universo posterior
a la Guerra Fría, según Huntington, no tiene raíces ideológi-
cas o económicas, sino más bien culturales: “El choque de
civilizaciones dominará la política a escala mundial; las líneas
divisorias entre las civilizaciones serán los frentes de batalla
del futuro”. Y, a medida que la gente se vaya deniendo por su
etnia o su religión, Occidente se encontrará más y más enfren-
del choque de civilizaciones pone sobre el tapete
un tema que es de gran interés para el objeto de
estudio de este trabajo. Si bien el autor tiende a
homogeneizar el Occidente en torno a unos tópi-
cos fundamentales, asunto digno de ser discuti-
do en profundidad (sobre todo cuando se trabaja
analizando la región latinoamericana), acierta, a
nuestro entender en la descripción del fenóme-
no de la creciente fragmentación del orbe, hecho
que no está ligado a un momento de transición,
sino que es una situación duradera dado que la
segmentación mundial va in crescendo. (Hunt-
ington, 2006)
Completando la identicación del fenómeno
del populismo se encuentra el dominio paterna-
lista y vertical que suele caracterizar tanto a es-
tos movimientos como a los regímenes que fun-
dan, se asocia a la fuerza personal de dirigentes
cuyo discurso suele ser una mezcla ideológica
que gira en torno de la exaltación del “pueblo”.
Se trata del carácter multiideológico de un dis-
curso con fuerte carga emocional que apela di-
rectamente a la masa pluriclasista y heterogénea
agraviada. Pero, aunque el discurso populista se
dirige, por decirlo así, al corazón del pueblo al
que convoca directamente, el movimiento tien-
de a organizar –especialmente cuando llega al
poder– una compleja red de mediaciones de tipo
clientelar. Habría que agregar que el culto al lí-
der carismático se asocia a una fuerte e invasi-
va intervención del Estado en lo público y en lo
privado.
tado con civilizaciones no occidentales que rechazarán fron-
talmente sus más típicos ideales: la democracia, los derechos
humanos, la libertad, la soberanía de la ley y la separación
entre la Iglesia y el Estado (2006, p.215).
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Laclau y la razón populista. El populismo
en el siglo XXI
Dada su originalidad y despliegue explicati-
vo, es imprescindible en este recuento sobre la
opinión de diversos autores tomar en cuenta la
propuesta de Laclau. A nuestro parecer su elu-
cidación tiene la virtud de superar los dos pro-
blemas fundamentales que se presentan al hablar
del populismo, el primero sería la simple enu-
meración y caracterización de sus rasgos histó-
ricos y políticos; el segundo, el denostamiento
de las experiencias de este signo sin buscar las
raíces profundas del fenómeno.
En esta línea de pensamiento el autor arma:
“El populismo, como categoría de análisis polí-
tico, nos enfrenta a problemas muy especícos.
Por un lado, es una noción recurrente, que no
solo es de uso generalizado, ya que forma par-
te de la descripción de una amplia variedad de
movimientos políticos, sino que también inten-
ta capturar algo central acerca de estos. (…) Su
aparente vaguedad no se traduce en dudas acerca
de la importancia de su función atributiva. Sin
embargo, no existe ninguna claridad respecto del
contenido de tal atribución. Un rasgo característi-
co persistente en la literatura sobre populismo es
la reticencia –o dicultad– para dar un signicado
preciso al concepto. La claridad conceptual está
visiblemente ausente de este campo. En la ma-
yoría de los casos, la comprensión conceptual es
reemplazada por la invocación a una intuición no
verbalizada, o por enumeraciones descriptivas de
una variedad de “rasgos relevantes”, relevancia
que es socavada en el mismo gesto que la arma”
(Laclau, 2007, p.15).
La diversidad de demandas populares, en
este proceso ideológico, es condensada por el
discurso populista en un conjunto de equiva-
lencias unicadoras. Estas equivalencias anulan
los signicantes propios de la heterogeneidad
y producen un vacío. Es en esta vacuidad del
populismo –que ha sido descrita como vague-
dad y ambigüedad ideológicas– donde Laclau
encuentra paradójicamente su racionalidad. La
racionalidad populista consiste en que es capaz
de abarcar la pluralidad y constituirla en una pa-
labra vacía: el “pueblo”.
Se trata de una propuesta interesante dirigida
a develar los fundamentos profundos del fenó-
meno populista realizada ahora con ayuda del
instrumental psicoanalítico lacaniano. Tiene la
peculiaridad de centrar clara y precisamente el
problema en la noción vacía de “pueblo” y en
el proceso nominalista de su invención. Re-
riéndose a los apuntes predominantes sobre el
populismo, en especial a aquellas corrientes que
asumen una mirada peyorativa, Laclau intenta
superar los enfoques tradicionales de la dere-
cha (es decir, todos aquellos que consideran las
políticas sociales como trampas populistas) y a
los puntos de vista de quienes lo consideran una
aberración política propia de pueblos sustancial-
mente ignorantes y enfermos. Posiciones ambas
que son recurrentes no solo entre los legos sino
incluso en los ámbitos académicos.
El autor argumenta acerca de las armacio-
nes anteriores que:
… un primer paso para apartarnos de esta deni-
gración discursiva del populismo no es cuestionar
las categorías utilizadas en su descripción –“va-
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guedad”, “imprecisión”, etcétera– sino tomarlas
en sentido literal, pero rechazando los prejuicios
que están en la base de su desestimación. (Laclau,
2007, p.15)
Lo señalado en el párrafo transcripto anterior-
mente parece fundamental para ubicarnos en una
óptica “distanciada” respecto a los regímenes en
estudio. El populismo siempre ha sido conside-
rado peligroso (y patológico) por el stablishment
y por sus intelectuales orgánicos, para compren-
derlo es necesario estudiarlo como un fenómeno
político cuya lógica debe ser abordada con obje-
tividad por los cientistas sociales. Hasta ahora la
concepción tradicional predominante lo ha mar-
ginado del discurso de las Ciencias Sociales, las
cuales lo han connado al dominio de aquello
que excede al concepto, a ser el simple opuesto
de formas políticas dignicadas con el estatus de
una verdadera racionalidad (Laclau, 2008). Su
rechazo ha formado parte de una construcción
discursiva de cierta normalidad, de un universo
político ascético del cual debía excluirse su pe-
ligrosa lógica. Es decir, la perspectiva con que
ha sido calicado el populismo ha sido elitista y
eurocéntrica, pues se parte del supuesto que hay
formas políticas pre-establecidas que gozan de
una “verdadera racionalidad”, su desarrollo las
ha llevado a una maduración política que desafía
las tormentas de la incertidumbre, asunto fuerte-
mente cuestionado por la actual crisis europea
y global.
Para darle interés a la polémica, incluimos
diversos planteamientos al respecto. Desde una
óptica más agresiva, Silva Herzog hace una crí-
tica radical de los planteos laclaunianos, atribu-
yéndoles la intención de justicar los autoritaris-
mos populistas emergentes. Al respecto expresa:
Si el populismo es una simple forma de “cons-
truir lo político,” ¿se tratará de una inocente edi-
cación simbólica? La capacidad de Laclau para
explicar la génesis del populismo en las insu-
ciencias de la democracia representativa no se
acompaña de una razonable fórmula para dirigir
la acción política y, mucho menos, para orientar
una estrategia libertaria de la izquierda. Sus mis-
mas herramientas anulan la capacidad analítica,
incluso, de distinguir el populismo de izquierda
de una ultraderecha igualmente populista. Es
cierto: el populismo puede ser síndrome de una
democracia incompetente. No es vía, en modo
alguno, para profundizar la democracia. (Silva
Herzog, 2006, p.3)
En el fragmento transcripto se expresan opi-
niones con las cuales podemos coincidir, sin por
eso acompañar al autor en su ira contra la obra
La razón populista. Es verdad que el populismo,
a través de una “catequización” extrema anula
la capacidad crítica y se aleja de construir un
camino político libertario que asuma la demo-
cracia existente y la profundice en la medida de
lo posible según las especicidades nacionales.
A continuación analizaremos otro fragmento del
mismo autor, en donde destaca una línea de críti-
ca al populismo que constituye el núcleo mismo
de la problemática que estos regímenes ponen
en marcha, ese punto nodal es la noción de “ciu-
dadanía”.
Las preguntas clave son si el populismo contri-
buye a la formación de la ciudadanía; si alienta
la participación autónoma. La democracia tiene
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sentido porque permite y estimula la organizión
autónoma de la gente, porque previene el exce-
so con parapetos y alarmas, porque garantiza el
derecho a la disidencia. El populismo, por el con-
trario, celebra como épica admirable las prácticas
clientelares: el sacricio de los derechos políticos
a cambio de los favores del poder. Esa “demo-
cracia” de plazas llenas, puños duros y caudillos
efusivos es, sencillamente, una democracia sin
ciudadanos, sin diversidad pluralista, sin resguar-
dos frente al peligro de la arbitrariedad. Si una
noción está ausente en esta disquisición sobre el
artefacto de las identidades es precisamente la
idea antipáticamente liberal de ciudadanía. (Silva
Herzog, 2006, p.12)
Como han demostrado diversas experiencias
llevadas adelante en la región, en América Lati-
na se pueden construir democracias incluyentes
sin caer en las tentaciones populistas autocráti-
cas, tal es el caso de Uruguay, al que nos refe-
riremos brevemente más adelante. El proceso
que Venezuela inició a partir de 1998 enfrenta el
reto de superar su sesgo represivo e intolerante,
las nuevas generaciones que se han formado du-
rante el lapso discrepan con la orientación dic-
tatorial que, sobre todo a partir del ingreso de
Maduro a la presidencia, se le ha imprimido a la
política venezolana. El modelo del “socialismo
del siglo XXI” no solo adolece de indenicio-
nes e incoherencias sino que, además, es abso-
lutamente opaco e ineciente, si se consideran
los inmensos recursos obtenidos por el aumento
brutal del precio del petróleo.
3. El régimen venezolano. Algunas notas
En el caso venezolano asistimos a un estilo
de gestión que vulnera los derechos ciudadanos
a través de dispositivos formales e informales y
por medio de una estrategia discursiva centra-
da en la legitimación del conicto como soporte
epistémico del quehacer público; este es coloca-
do como centro de la atención gubernamental,
no para minimizarlo, sino para dirimirlo a tra-
vés de actos de habla cuya intención es mover
a la sociedad a una confrontación social abierta.
Para ellos se recurre, a una lectura claramente
schmittiana de la política –confrontación amigo-
enemigo– y se utiliza como soporte la militari-
zación, no solo de los espacios públicos, sino de
la cultura política de los venezolanos (Molero,
2003).
Por otra parte, se ha producido una innegable
concentración de poderes en manos del Ejecuti-
vo nacional, un paulatino debilitamiento de los
poderes locales y se acepta e impone el manejo
discrecional tanto de las normas como de los re-
cursos públicos. El “imperio de la ley”, ya de
por sí débil en Venezuela, ha dejado de ser una
regla, para constituirse en una excepción que de-
pende de la voluntad o arbitrio de los jueces.
En consecuencia, puede decirse que en Ve-
nezuela se desarrolla una tendencia a desme-
jorar las reglas de juego democráticas gracias
a la emergencia de herramientas –formales e
informales– dirigidas a: 1) evitar el control de
los electores sobre los elegidos; 2) neutralizar
al opositor; 3) desestimular la libertad de expre-
sión y limitar la información al ciudadano, y 4)
estimular el conicto social visto, esto último,
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y en una el lectura marxista ortodoxa, como
la estrategia adecuada para guiar en Venezuela
un cambio “revolucionario” hacia una sociedad
igualitaria.
La democratización y el socialismo: Uruguay
Consideramos importante antes de nalizar,
referirnos a algunas ideas que guiaron la gestión
del presidente José Mujica en Uruguay. En lo
que respecta al modelo que se busca expresó:
El capitalismo, como todo, es contradictorio. Por
un lado, está la injusticia, la desigualdad, las gue-
rras; pero ese egoísmo que lleva adentro es un
motor formidable, que ha desarrollado ciencia,
tecnología, todo eso, ¿verdad? El capitalismo nos
ha dado muchos azotes, pero nos regaló 40 años
más de vida promedio en el último siglo… ¿qué
te parece? Ahora parece haber dado todo de sí; lo
lógico es que el socialismo democrático lo reem-
place, pero los tiempos de la historia son largos.
Interrogado acerca de los problemas que se le
presentaron en la gestión para ir implementando
el “socialismo democrático”, el mandatario uru-
guayo armó:
Se va negociando lo que se puede, tratando de
contribuir a que la sociedad sea lo más equitati-
va posible, interviniendo permanentemente con
políticas scales, sociales, impulsando la orga-
nización de los trabajadores para que discutan el
precio de sus manos. Porque en denitiva, el gran
elemento distribuidor en la sociedad, al menos en
la actual, es el salario. No es el único, y además
tiene un límite, porque si le meto la mano dema-
siado en el bolsillo al que tiene que invertir, no in-
vierte y al nal tengo menos para repartir… Mirá
el resultado humano y práctico que han tenido los
experimentos apurados, denitivos del socialis-
mo: al nal tuvieron menos para repartir…
Dado la comparación que nos ocupa entre
Uruguay y Venezuela, consideramos necesario
señalar que el caso venezolano se ha converti-
do justamente en un “experimento apurado (que
quiso ser), denitivo de socialismo”, que nal-
mente ha recurrido al castigo para refrenar la in-
gobernabilidad de la sociedad civil:
Por supuesto, porque cuando se te achica todo,
tenés que caer en la ferocidad represiva… Pero
lo peor de ese socialismo es la burocracia… Em-
pezás a depender no de los productores, sino de
los capataces… El capitalismo tiene los proble-
mas que conocemos, pero siempre hay algo que
aprender, hasta del adversario. Hay que aprender
de la inteligencia, no de la estupidez.
Reriéndose a las estatizaciones indiscrimi-
nadas e innecesarias que se han dado en otras
latitudes, ‘el Pepe’ armó:
El Frente trató de vigorizar las conquistas siendo
menos demagógico, tratando de usar y hacer las
cosas un poco mejor, pero tenemos que transfor-
mar el Estado, hacer esa revolución. Tenemos los
instrumentos, pero debemos ponernos de acuer-
do: además de la energía, las comunicaciones, et-
cétera, el Estado tiene en sus manos el principal
banco del país; el 60 por ciento del movimiento
bancario está en manos del Estado y nosotros (el
FA) vamos levantando la consigna hay que na-
cionalizar la banca…¿Para qué vas a nacionalizar
la banca? La banca estatal tiene que funcionar a
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cara de perro, de tal manera que la banca privada
no tenga otro remedio que aceptar las reglas de
juego. Ese es uno de los desafíos que tenemos por
delante.
Negociación, construcción de consensos,
respeto de la propiedad privada (de la banca y
de las empresas privadas) forman parte del idea-
rio del socialismo democrático que desde el 1 de
marzo de 2005 a través de las presidencias de
Tabaré Vazquez* y de José Mujica† ha venido
orientando la gestión pública del Frente Amplio
en Uruguay.
Algunas reexiones abiertas …
Para culminar estas reexiones que hemos
intentado dar a través de una mirada panorámica
del populismo señalando las hipótesis más im-
portantes que campean por los lares latinoame-
ricanos, hemos contrastado someramente –para
señalar algunos tips dignos de meditación– cier-
tos indicadores de la situación uruguaya y ve-
nezolana. Experiencias que se revelan como
singularmente diferentes por sus orientaciones
económicas, por sus discursos políticos y por
sus resultados. Hoy en esta palestra, no tenemos
* Tabaré Ramón Vázquez Rosas (Montevideo, 17 de enero de
1940). Médico y político uruguayo. Presidente de la Repúbli-
ca Oriental del Uruguay desde el 1 de marzo de 2015, cuyo-
periodo termina el 1 de marzo de 2020. Anteriormente había
ocupado el mismo cargo entre el 1 de marzo de 2005 y el 1 de
marzo de 2010.
José Alberto Mujica Cordano (Montevideo, 20 de mayo de
1935). Conocido como Pepe Mujica. Político uruguayo. Fue
el 40º presidente de Uruguay entre 2010 y 2015. Con un pasa-
do guerrillero, fue elegido diputado y senador para posterior-
mente ocupar el cargo de Ministro de Ganadería, Agricultura
y Pesca entre 2005 y 2008. Líder del Movimiento de Parti-
cipación Popular, sector mayoritario del partido de izquierda
Frente Amplio.
duda que dicha comparación aunque breve será
tema de interés.
Debido a las carencias democráticas que se
presentan aún en el siglo XXI en América La-
tina, ha arreciado la polémica acerca del papel
del Estado*. En este sentido, Roett (2003) ar-
ma que:
Es evidente que la dirigencia política debe crear
coaliciones que comprendan la necesidad de la
reforma del Estado, y que hay que enfrentar a
los intereses creados”. La cuestión es saber cuá-
les instituciones importan, establecer una agenda
coherente y que favorezcan la consolidación de
un sistema claramente estipulado de derechos
de propiedad, un aparato regulador que frene las
peores formas de fraude, conducta anticompetiti-
va y riesgo moral, una sociedad moderadamente
cohesiva que exhiba conanza y cooperación so-
cial, instituciones sociales y políticas que mode-
ren los riesgos y manejen los conictos sociales,
la vigencia del Estado de Derecho y un Estado
transparente. (Roett, 2003, p.185)
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* Sobre este particular la autora de este artículo ha escrito la
tesis doctoral “La Comisión Presidencial para la Reforma del
Estado como mecanismo de innovación política” (2003) (mi-
meo), Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Universidad
Central de Venezuela. Como aproximaciones al tema pueden
encontrarse las siguientes publicaciones: “Desarrollo político
y democratización de la gestión pública: El proceso de refor-
ma del Estado en Venezuela (período 1984-1999)”, Revista
Opción, (39), 102-126. Universidad del Zulia. Facultad Ex-
perimental de Ciencias. Departamento de Ciencias Humanas.
Maracaibo-Venezuela, 2002; “Modernización reexiva y de-
mocratización en Venezuela”. Revista Opción, (43), 119-145.
Universidad del Zulia. Facultad Experimental de Ciencias.
Departamento de Ciencias Humanas. Maracaibo-Venezuela,
2004; “Venezuela: 15 años de historia”. Revista Cuestiones
Políticas, (33). Instituto de Estudios Políticos y Derecho Pú-
blico, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, LUZ. Mara-
caibo, 2004.
61
En ese orden de ideas, recalcando el papel
de las instituciones y la necesidad de respetar a
la oposición democrática se encuentran también
las declaraciones del presidente José Mujica del
Uruguay. En un artículo de febrero del 2015 pu-
blicado en el Diario El País de Montevideo el
presidente Mujica armó que sin duda en Vene-
zuela existe crisis de desabastecimiento y dis-
conformidad de la gente. Sostuvo además que
en la oposición venezolana hay dos sectores:
los que se alinean detrás de Henrique Capriles
que serían el sector democrático e institucional
y “los que quieren un golpe de Estado”. En el
mismo sentido, indicó que “hay una parte de
la oposición (...) que quiere que haya un cau-
ce institucional (...) y hay otra parte que quiere
que el Gobierno abdique o voltearlo ahora. Na-
turalmente ningún gobierno se resigna a que lo
volteen así, y eso está provocando tensiones”.
Llamó así a “tratar que las tensiones políticas
puedan encontrar un cauce institucional que nos
parece que es lo mejor, porque cualquier otro es
un experimento”. No obstante, en Venezuela se
siguen vulnerando los derechos humanos, como
ejemplo se encuentra que en esa semana (de fe-
brero de 2015) murió de un balazo un joven de
14 años cerca de una universidad donde se en-
frentaban estudiantes y fuerzas de seguridad en
San Cristóbal (oeste de Venezuela). Este es uno
más de los asesinatos cometidos por el régimen
en contra de la población disidente. La muerte
del menor ocurrió semanas después de que el
gobierno de Nicolás Maduro autorizara a los
cuerpos de seguridad usar “fuerza mortal” para
controlar el orden público (Entrevista a Mujica,
abril 2015).
Para concluir con estas reexiones, tomando
como indicadores algunos de los factores antes
enunciados procedimos a elaborar los siguientes
cuadros:
Cuadro 1. Uruguay Venezuela
¿cuáles instituciones importan?
URUGUAY VENEZUELA
Agenda coherente y concer-
tada
Agenda improvisada
Un sistema claro de derechos
de propiedad
Irrespeto derechos de propie-
dad
Aparato regulador del fraude Inexistencia controles al frau-
de
Extirpar conducta anticompe-
titiva y riesgo moral
Carencia de competitividad y
falta de moral pública
Una sociedad moderadamente
cohesiva, conanza y coope-
ración
Sociedad radicalizada, partida
por la mitad
Instituciones manejen conic-
tos sociales
Incitación al conicto desde el
Poder Ejecutivo
Vigencia de seguridad jurídica
y Estado de Derecho
Inexistencia Estado de Dere-
cho y seguridad jurídica
Gestión transparente, derecho
pleno a la información
Gestión opaca y manipulación
de la información
Problemas empleo e inversión
productiva
Política asistencialista, desa-
liento inversión
Acuerdos con organizaciones
internacionales de crédito
Confrontación con organiza-
ciones internacionales. En-
trega economía venezolana a
China
Fuente: Elaborado por Edith Cuñarro y Líber Cuñarro
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Cuadro 2. Algunos indicadores de gestión
Venezuela Uruguay
Propiedad privada:
Irrespeto a la propiedad privada. La legislación venezolana reco-
noce la función social de la propiedad, pero la aplica de acuerdo
a los intereses del PSUV, llevando adelante un proceso de expro-
piaciones y de ampliación de los controles de cambio y precios
vigentes desde 2003.
Propiedad privada:
En la legislación uruguaya no existe una limitación a la propie-
dad. Del mismo modo no existe denición legal de minifundio o
latifundio.
Tipo de cambio:
Ampliación de la brecha entre el tipo de cambio ocial y el no
ocial, especulación y uso partidista de las divisas.
Cambio único. Libre e igual para todos los habitantes, uruguayos
y extranjeros.
En el Uruguay, funciona un mercado único de cambios donde ope-
ran los bancos, las casas de cambio y las casas nancieras, con
cotizaciones que surgen del libre juego de la oferta y la demanda.
Las transacciones no están sujetas a restricciones por el monto ni
por el destino, ni tienen requerimientos de identicación del com-
prador o del vendedor. El Banco Central del Uruguay (BCU) es la
institución encargada de regular la variación del tipo de cambio
interviniendo a través de la compra y venta de divisas.
Inación:
Se dio durante el 2013 una inación del 57 %, la escasez alcanzó
el 22,2 % en diciembre de dicho año. En el caso especíco de
los alimentos básicos la población sufre un aumento relevante del
desabastecimiento. Entre 2010 y 2012 este indicador solo alcan-
zó un máximo de 14,7 % pero en febrero de este año (2014) se
disparó hasta 33,8 %. http://www.noticiasvenezolanas.com.ve/in-
dex.php/63209/el-indice-de-escasez-acumula-once-meses-sobre-
20-economia/
Inación:
Los analistas consultados por el Banco Central (BCU) durante
agosto, ajustaron al alza las expectativas de inación para todo
2014. Concretamente, economistas, bancos, consultoras, gremia-
les empresariales y AFAP, prevén en mediana que la inación para
todo el 2014 será 8,48 %, frente al 8,25 % que preveían el mes
pasado.
Pérdida autonomía BCV
Control cambiario con amplia corrupción y la caída de reservas
internacionales del BCV.
Autonomía del banco
"artículo 1º. (naturaleza jurídica). El Banco Central del Uruguay,
creado por el artículo 196 de la Constitución de la república, es un
ente autónomo y dotado de autonomía técnica, administrativa y
nanciera en los términos de la Constitución y de la presente ley
orgánica, sus complementarias y modicativas, desempeño.
Gestión pública:
Según un informe de la ONG alemana Transparencia Internacional
(TI), en el vagón de cola, percibidos como los más corruptos de la
región, se sitúan Venezuela (20 puntos), Paraguay (24), Honduras
(26), Nicaragua (28) y Guatemala (29).
Sin respeto a límites legales en el área económica-nanciera y a
una concepción ideológica radical que justica el n revoluciona-
rio por encima de cualquier otra consideración en una democracia
moderna, abierta al escrutinio público (absoluta falta de transpa-
rencia).
Gestión pública:
Según un informe de la ONG alemana Transparencia Internacional
(TI), en una escala del 0 (sumamente corrupto) al 100 (muy trans-
parente), la tabla de transparencia está encabezada por Uruguay,
con (73), Chile (71), Puerto Rico (62) y Costa Rica (53), seguidos
por Cuba (46), Brasil (42) y Salvador (38).
Sin desconocer que el sistema político uruguayo ha sabido aprobar
leyes que ayudan al combate a la corrupción y dotan a la sociedad
de mayor transparencia, hay mucho para mejorar con relación a la
transparencia en la gestión del Estado.
Desde 2009 la pérdida de la ecacia productiva y del potencial de
producción en prácticamente todos los sectores de la economía,
agravada por restricciones al acceso oportuno de divisas.
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eDith mabel cuñarro conDe, líber Daniel cuñarro conDe
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El sector agrícola, base de la producción nacional de alimentos,
sigue seriamente golpeado por la política de expropiaciones, con-
scaciones e importaciones masivas de alimentos por parte del
Estado (un 30 % pasa vía contrabando a países vecinos según de-
claración reciente de un alto funcionario gubernamental); por los
controles de precios, rezagados respecto a la presión inacionaria
sobre los costos y por la nacionalización de Agroisleña, empresa
clave de servicios al sector agrícola privado.
Estímulo producción agrícola
Un país en franca recuperación productiva, que ya comenzó clara-
mente el año pasado, y que se ha manifestado desde muchos pun-
tos de vista: evolución de la producción (el año pasado el país cre-
ció 12 %), conducta exportadora, evolución del nivel de actividad,
recaudación impositiva, sólo para mencionar algunos indicadores.
Política scal oscura e improvisada.
Un escenario estructural de incertidumbre.
Política scal monetaria cambiaria clara.
Un escenario estructural coherente.
Alianzas:
Confrontación amigo-enemigo gobierno oposición, exclusión de
la disidencia, intolerancia.
Alianzas:
Alianzas gobierno-oposición, tolerancia, pactos elites.
Inseguridad jurídica. Vigencia plena Estado Derecho.
Separación de poderes:
No existe separación de poderes, todos dependen de las directrices
del PSUV.
Separación de poderes:
Hay plena independencia de los tres poderes fundamentales, Eje-
cutivo, Legislativo y Judicial.
Riesgo país
2014-08-16
Caa1 (Negativa)
http://www.datosmacro.com/ratings
Riesgo país
2014-05-29 Baa2 (Estable) 2014-05-29 Baa
2
http://www.datosmacro.com/ratings
Fuente: Elaboracion propia.
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