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La ética inmersa en la actividad política y
burocrática. En principio, la conducta del fun-
cionario y el político irradian sus efectos a toda
la sociedad, teniendo como principio axiológico
el bien común. Las relaciones de poder entre go-
bernantes y gobernados producen la encrucijada
entre el bienestar individual y el bienestar colec-
tivo, por lo tanto se encuentra atravesada por el
concepto de lo público y su interés, en el cual los
intereses personales deben ceder ante los intere-
ses colectivos.
Para garantizar el bien común en las decisio-
nes de gobierno y en su ejecución, históricamen-
te se han estructurado diferentes sistemas de se-
lección de personal en el sector público o en los
órganos de gobierno, independientemente de los
arreglos institucionales presentes en las diferen-
tes formas organizativas, que pueden dar cuenta
de una organización o sistema político.
Tal es el caso de los muiscas en la historia
precolombina, en donde la formación para la
toma de decisiones de gobierno se encargaba a
una institución que aunque primitiva obedecía
a la lógica del mérito como mecanismo de se-
lección de personal en el sector público, sobre
el particular reere Augusto Álvarez Collazos
(2009) una descripción de un equivalente de las
modernas escuelas de gobierno denominada La
Cuca (academia muisca)*.
* Las pruebas de reconocimiento de los méritos de la elite o
nobleza muisca se daban en una ceremonia de graduación,
una vez nalizaban sus estudios en La Cuca y también cuando
existía una vacancia por muerte, por ausencia de heredero o
por remoción (degradación) del cargo por incapacidad o por
incompetencia.
Los xeques eran en la nación muisca los encargados de velar
principalmente por el cumplimiento de su código moral y de
De forma similar al sistema de carrera ad-
ministrativa moderno y para garantizar el bien
común en la toma de decisiones de gobierno y/o
ejecutoras, los muiscas estructuraron un sistema
semejante al sistema de mérito:
El sistema de reconocimiento de méritos
El sistema de reconocimiento de méritos para
administrar su sistema de mérito como forma de control.
El cronista Fray Pedro Simón relata cómo los muiscas varones
desde niños ingresaban a su academia, las cuales se encon-
traban en cada poblado, “metíanlos en otra parte del pueblo
llamado Cuca, que era como academia o universidad, donde
están algunos pretendientes con otro viejo”. La Cuca según
fuera su prestigio (de pueblo, provincia o principal) era el
centro de formación de Zipas o Zaques, Uzaques, caciques,
xeques y güechas. Juan de Castellanos en sus crónicas cuenta
cómo en las Cucas eran principalmente los xeques mayores
quienes impartían las enseñanzas y al igual que en el caso de
los caciques su puesto era hereditario y heredaban, los sobri-
nos hijos de su hermana mayor o favorita, siempre y cuando
aprobaran las pruebas nales de la academia.
La educación para la nobleza se diferenciaba de la de los
muiscas comunes y era acorde a su futuro rol en su sociedad:
Su estadía en La Cuca era aproximadamente 6 años mínimos
y 12 años máximo y la edad mínima para ingresar era a los 10
años.
En informe del presidente de la Real Audiencia de Santa Fe al
rey Felipe II, en 1597, existe un aparte que dice: “Estos tales
que tienen santuarios los ponen en un bohío apartado y ponen
tres o cuatro indios juntos de diez años para arriba y allí ayu-
nan cuatro o seis años para ser jeques (o caciques) … vienen
los jeques viejos a quien estos indios han de suceder que son
sus tíos y les dan la ley y enseñan a pintar y a tejer mantas y no
salen al Sol ni les da aire… no se bañan el cuerpo en los seis
años sino solo los dedos de las manos.
Al cabo de los años eran sacados de su encierro, lavados en
grandes moyas (el agua y el mugre de años eran tenidos por te-
rapéuticos y santos) y vestidos por una manta nueva y blanca.
Seguía una gran borrachera con chicha, para acudir luego ante
el Cacique que le horadaba las orejas, le daba una mochila
pintada para las hojas de coca, un calabazo para la cal y un
palillo para manbear: “estas cosas ni las pueden traer ni usar
de ellas sino son jeques o tibas” (Archivo de Indias).
El cronista Fray Pedro Simón también comenta que en La
Cuca se enseñaban los secretos de sus dioses, de la astrono-
mía y del tiempo, de los augurios y de las predicciones, de las
enfermedades, así como se enseñaba el arte de aconsejar y del
gobierno, de la administración de justicia y de los tributos, de
la guerra y de la diplomacia.
En estas crónicas también se relata que los caciques estaban
asistidos por un consejo de representantes de los cacicatos,
que estaba conformado por los principales de las familias que
conformaban el pueblo, quienes debían haber pasado como
mínimo 6 años de estudios en La Cuca” (Álvarez Collazos,
2009, p.64).
Justicia, No. 31 - pp. 65-86 - Enero-Junio 2017 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-7441
http://publicaciones.unisimonbolivar.edu.co/rdigital/justicia/index.php/justicia
Diego F. RoDRíguez Casallas, XóChitl aRango MoRales