
Justicia (33): pp. 224-238. Enero-Junio, 2018. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. DOI: https://doi.org/10.17081/just.23.33.2890
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Mercedes Leonor Illera Lobo - Erika Jazmin Contreras Silva
a diario víctimas infantiles a la violencia acaecida.
Para el caso colombiano, las víctimas puestas por el conflicto armado no
todas son adultas y visibles, también existen aquellas víctimas menores de
edad, cuyos hechos victimizantes no se visualizan, donde el departamento
de Norte de Santander es uno de los territorios más afectados por el flagelo
de las minas antipersonales, muestra de ello son los municipios de Ábrego,
Arboledas (Cerro de la Cruz), Cachipa, Catatumbo, Convención, Cuchara,
Cucutilla, Chartas, Chitaga, El Carmen, El Tarra, Hacarí (vereda de Llanon),
Herrán, La Playa, Los Patios, Pamplona, Puerto Santander, San Calixto,
Sardinata, Silos, Teorama, Tibú, Tarra, Villa Caro y Zulia (Paz Penagos, 2015);
cuyos territorios son considerados de acuerdo a la Ley 759 de 2002 una
“zona minada” como zona peligrosa debido a la presencia de minas o en
la que se sospecha su presencia y el “accidente” se entiende como aquel
acontecimiento indeseado causado por minas antipersonales que causa daño
físico y/o psicológico a una o más personas (Congreso de Colombia, 2002;
Castellanos García y Guerrero Ochoa, 2013).
Incluso, las estadísticas muestran la población infantil como una de las más
afectadas por artefactos explosivos, donde se acredita que para el año 2004
se registraron 2.585 víctimas por acción de minas del tipo sombreros chinos
y trampas casabobos, de las cuales el 50 % de los civiles han sido niños y
niñas, donde el 30 % de las víctimas murieron en el lugar del accidente (Paz
Penagos, 2015), aspectos vergonzosos para el Estado colombiano, pues de
acuerdo a los postulados normativos, la población infantil es titular de todos
los derechos que garantiza la Declaración Universal de Derechos Humanos
y los diferentes tratados y convenciones internacionales que los han desarro-
llado (Castellanos García & Guerrero Ochoa, 2013).
Aun así, los artefactos explosivos siguen cobrando vidas, las minas antiper-
sonales continúan matando y mutilando indiscrimidamente; como soldado
silencioso siguen ejerciendo control en las zonas escondidas, lo que aumenta
su efectividad, pues son difíciles de encontrar por qué están diseñadas para
ocultarse; además de requerir baja tecnología aparecen con una variedad de
planos y materiales de construcción, y apenas pueden diferenciarse de las
piedras, raíces, y otros materiales enterrados (Paz Penagos, 2015).
El daño generado a causa del conflicto colombiano ha conllevado a la
indagación de estrategias que permitan un acercamiento a la paz, vislum-
brando la justicia transicional como una alternativa al menoscabo de los