Justicia (33): pp.256-270. Enero-Junio, 2018.
ISSN 0124-7441 • DOI: https://doi.org/10.17081/just.23.33.2892
Copyright © 2018
ARTÍCULO DE
INVESTIGACIÓN
256
Recibido: 10-09-17
Aceptado: 10-10-17
Publicado: 18-01-18
DOI:
https://doi.org/10.17081/just.23.33.2892
Cómo citar este artículo:
Esquivel Marín, C. G., & García Barrera, M. E. (2018). La Educación para la Paz y los Derechos Humanos en la creaciónde
valores para la solución de conflictos escolares. Revista Justicia, 23(33), 256-270. https://doi.org/10.17081/just.23.33.2892
La Educación para la Paz y los Derechos
Humanos en la creación de valores para
la solución de conflictos escolares
Education for Peace and Human Rights
in the creation of values for the solution of
school conflicts
Cristela Georgina Esquivel Marín
1
| Myrna Elia García Barrera
2
1 Doctora en Métodos Alternos de Solución de Conflictos egresada de la Facultad de Derecho y Criminología de la UANL. Correo
electrónico: cristela.esquivelm@uanal.mx
2 Doctora en Derecho egresada de la Facultad de Derecho y Criminología de la UANL. Correo electrónico: myrna.garciab@uanl.mx
“TODO EL MUNDO HABLA
DE PAZ, PERO NADIE
EDUCA PARA LA PAZ.
LA GENTE EDUCA PARA
LA COMPETENCIA, Y LA
COMPETENCIA ES EL
PRINCIPIO DE CUALQUIER
GUERRA”.
PABLO LIPNIZKY (2014)
RESUMEN
La noción de Cultura de Paz conlleva valores, actitudes, conductas y formas de vida; este último
concepto es de vital importancia, pues implica todo un cambio en la perspectiva de la vida por
lo que, en dicha noción queda implícita la idea de pensar en los demás y no solo en nosotros
mismos para lograr la verdadera convivencia pacífica. La Educación para la Paz implica cultivar
valores como la justicia, la cooperación, la solidaridad, el desarrollo de la autonomía personal y
la toma de decisiones, entre otros; conlleva cuestionar los valores contrarios a la cultura de la
paz, como la discriminación, la intolerancia, la indiferencia, entre otros. La Educación para la Paz
y el respeto a los Derechos Humanos desarrollan la construcción de valores, actitudes, compor-
tamientos y estilos de vida de las personas mediante la interacción en sociedad y fomentan las
formas no violentas de intervenir en los conflictos con base en la justicia, la libertad y la autonomía.
Los Derechos Humanos son un ideal de convivencia y realización humana cuya práctica hace
factible el desarrollo del ser humano como tal. El tener como objeto de enseñanza los Derechos
Humanos, implica tener una propuesta de educación que pretenda orientar a la socialización de
alumnos y alumnas en términos de una conducta ética personal de responsabilidad social para
el logro de una persona crítica y promotora de una cultura respetuosa de la dignidad humana.
Palabras clave: Conflicto, derechos humanos, educación, paz y valores.
ABSTRACT
The concept of a culture of peace, involves values, attitudes, behavior and life styles; this last
concept is important, because it involves life change vision, where the idea of thinking in others
and not only in ourselves to achieve a true and peaceful coexistence is implied. Education for
peace suggests to develop values such as justice, cooperation, solidarity, the development of
personal autonomy and decision making among others. In the other side, it involves to question
about anti-ethical values for a culture of peace, values such as: discrimination, intolerance
and indifference, among others. Education for peace and to respect for human rights in order
to develop values, attitudes, behaviors and life styles of people through interaction in society
and also for promoting non-violent forms of conflicts resolution based on justice, freedom and
autonomy. Human rights are based on coexistence and human accomplishment whose practice
makes feasible the development of the human being. The focus of teaching human rights, implies
a proposal for education that intends to orient students and their socialization regarding personal
ethical behavior with social responsibility in order to have a critical person and promote a culture
of respectful of human dignity.
Key words: Conflict, human rights, education, peace and values.
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Cristela Georgina Esquivel Marín - Myrna Elia García Barrera
INTRODUCCIÓN
La Declaración de la Cultura de Paz (1999), establece que la paz no solo
es la ausencia de conflictos, sino que también requiere un proceso positivo,
dinámico y participativo en que se promueva el diálogo y se solucionen los
conflictos en un espíritu de entendimiento y cooperación mutua.
La noción de Cultura de Paz conlleva valores, actitudes, conductas y formas
de vida; este último concepto es de vital importancia, pues implica todo un
cambio en la perspectiva de la vida por lo que, en dicha noción queda implícita
la idea de pensar en los demás y no solo en nosotros mismos para lograr la
verdadera convivencia pacífica.
La Educación para la Paz es un tema vigente que debe encontrar un espacio
en las escuelas. Educar para la paz y la convivencia es un objetivo que buscan
todos los sectores de la comunicad educativa (Martínez Garza, 2012). Implica
cultivar valores como la justicia, la cooperación, la solidaridad, el desarrollo de
la autonomía personal y la toma de decisiones, entre otros; conlleva cuestionar
los valores contrarios a la cultura de la paz, como la discriminación, la intole-
rancia, y la indiferencia.
Es un proceso de desarrollo de la personalidad, constante y permanente,
motivado por una forma positiva de aprender a vivir con uno mismo y con las
demás personas en la no violencia, creando espacios de justicia, confianza,
seguridad, igualdad, solidaridad, libertad, armonía y paz.
LOS CUATRO PILARES DE LA EDUCACIÓN
En 1996, la UNESCO publicó un informe de la Comisión Internacional sobre
la educación para el siglo XXI, también llamado “Informe Delors”, que fue
elaborado por un grupo de educadores internacionales expertos en la vida
diaria de las aulas escolares (Aguilar, 2011). Este informe describe con un
claro espíritu reflexivo cómo se debe asumir el desafío educativo en este
nuevo siglo, habida cuenta de los profundos cambios sociales ocurridos y de
su poderosa influencia en la vida escolar.
Delors (1996) mencionaba: para hacer frente a los retos del siglo XXI, sería
indispensable asignar nuevos objetivos a la educación y, por consiguiente,
modificar la idea que nos hacemos de su utilidad. Una nueva concepción más
amplia de la educación debería llevar a cada persona a descubrir, despertar e
incrementar sus posibilidades creativas, actualizando así el tesoro escondido
en cada uno de nosotros, lo cual supone trascender una visión puramente
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instrumental de la educación, percibida como la vía obligada para obtener
determinados resultados (experiencia práctica, adquisición de capacidades
diversas, fines de carácter económico), para considerar su función en toda su
plenitud, a saber, la realización de la persona que, toda ella, aprender a ser.
Se estima que, en cualquier sistema de enseñanza estructurado, cada uno de
esos cuatro “pilares del conocimiento” debe recibir una atención equivalente
a fin de que la educación sea para el ser humano, en su calidad de persona
y de miembro de la sociedad, una experiencia global y que dure toda la vida
en los planos cognoscitivo y práctico. Los pilares son los siguientes (Aguilar,
2011, p. 8):
Aprender a conocer. Este tipo de aprendizaje, que tiende menos a la
adquisición de conocimientos clasificados y codificados que al dominio
de los instrumentos mismos del saber, puede considerarse a la vez medio
y finalidad de la vida humana. En cuanto a medio, consiste para cada
persona en aprender a comprender el mundo que la rodea, al menos
suficientemente para vivir con dignidad, desarrollar sus capacidades
profesionales y comunicarse con los demás. Como fin, su justificación es
el placer de comprender, conocer, de descubrir. Aprender para conocer
supone, en primer término, aprender a aprender, ejercitando la atención,
la memoria y el pensamiento. Desde la infancia, sobre todo en las socie-
dades dominadas por la imagen televisiva, el joven debe aprender a
concentrar su atención a las cosas y a las personas.
Aprender a hacer. Aprender a conocer y aprender a hacer son, en gran
medida, indisociables. Pero lo segundo está más estrechamente vinculado
a la cuestión de la formación profesional. Los aprendizajes deben de
evolucionar y ya no pueden considerarse mera transmisión de prácticas
más o menos rutinarias, aunque estas conserven un valor formativo que
no debemos desestimar. El dominio de las dimensiones cognoscitiva e
informativa en los sistemas de producción industrial vuelve algo caduca
la noción de calificación, entre otros en el caso de los operarios y los
técnicos, y tiende a privilegiar la de competencia personal.
Aprender a vivir juntos. Este punto trata de que la violencia que impera
en el mundo contradice la esperanza que algunos habían depositado
en el progreso de la humanidad. La historia humana siempre ha sido
conflictiva, a través de los medios de comunicación masiva, la opinión
pública se convierte en observadora impotente, y hasta en rehén, de
quienes generan o mantienen vivos los conflictos. La idea de enseñar
la no violencia en la escuela es loable, aunque solo sea un instrumento
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entre varios para combatir los prejuicios que llevan al enfrentamiento. Es
una tarea ardua, ya que, como es natural, los seres humanos tienden a
valorar en exceso sus cualidades y las del grupo al que pertenecen y a
alimentar prejuicios desfavorables hacia los demás.
Aprender a ser persona. La función esencial de la educación es conferir
a todos los seres humanos la libertad de pensamiento, de juicio, de senti-
mientos y de imaginación que necesitan para que sus talentos alcancen la
plenitud y seguir siendo artífices, en la medida de lo posible, de su destino.
El afán de fomentar la imaginación y la creatividad debería también llevar
a revalorar la cultura oral y los conocimientos extraídos de la experiencia
del niño o del adulto. Tiene por objeto el despliegue completo del hombre
en toda su riqueza y en la complejidad de sus expresiones y de sus
compromisos; individuo, miembro de una familia y de una colectividad,
ciudadano y productor, inventor de técnicas y creador de sueños.
Es por esto que, la educación debe estructurarse en torno a estos cuatro
pilares, para así poder crear una Educación para la Paz y así alcanzar su
objetivo de fortalecer la construcción de entornos escolares seguros.
LA EDUCACIÓN PARA LA PAZ
La Educación para la Paz nace como un legado del movimiento de la
Escuela Nueva a principios de siglo, que tiene un factor desencadenante
histórico, el cual es el estallido de la Primera Guerra Mundial y sus conse-
cuencias socioeconómicas y morales. Este movimiento concibe la paz
como la ausencia de guerra. Posteriormente, luego de la Segunda Guerra
Mundial y la creación de las Naciones Unidas, prosiguen los estudios de la
educación para la comprensión internacional, integrando nuevos contenidos
como la educación para los Derechos Humanos y luego, la educación para
el desarme. Finalmente, durante los años sesenta, se amplían los contenidos
de Educación para la Paz, con el nacimiento de la investigación para la paz.
Se reformula el concepto de paz y se vincula la Educación para la Paz con la
educación para el desarrollo (Jarez, 1992).
Durante los años 80, educadores de todo el mundo preocupados por la
existencia de relaciones no pacíficas, en la sociedad en general y en particular
en los métodos de enseñanza, promovieron una nueva reforma, la Educación
para la Paz dirigida en parte a los problemas de la violencia, con técnicas de
mediación y resolución de conflictos en los ambientes escolares (Martínez
Real, 2012).
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La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su artículo 26, inc. 2,
expresa que la educación “tendrá por objeto el pleno desarrollo de la perso-
nalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos del hombre
(humanos) y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión,
la tolerancia y la amistad entre las naciones y todos los grupos étnicos y
religiosos; y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas
para el mantenimiento de la paz” (Declaración Universal de los Derechos
Humanos, 1948).
La Educación para la Paz consta de tres conceptos básicos (García & Ugarte,
2002):
1. Paz positiva: Es la presencia de condiciones de vida más justas, de
cooperación, de respeto y confianza mutua. Enfatiza en los valores y
formas de relación humana. También hace referencia al aprecio de las
diferencias culturales, la tolerancia y el respeto por el otro, la igualdad
entre las personas y la defensa de los Derechos Humanos.
2. La no violencia: Propone a alumnos, alumnas y docentes, dar respuestas
activas, acciones en la defensa de la vida y los Derechos Humanos.
Invita a mantener una actitud crítica y de cambio frente a las injusticias,
ofreciendo respuestas no violentas a los conflictos, demostrando que la
espiral de la violencia se puede romper.
3. Manejo creativo del conflicto: La violencia es una reacción destructiva
al conflicto que impide generar relaciones que valoren el respeto, la
igualdad, la tolerancia y la justicia.
Así bien, cabe mencionar que los principios de la Cultura de Paz en la
construcción de entornos escolares seguros, son los siguientes:
Supone enseñar y aprender a resolver conflictos. El conflicto está
presente de forma permanente en nuestra sociedad como manifestación
de la diversidad de intereses. Los conflictos que suelen tener diversidad
de causas y argumentaciones, tradicionalmente se resuelven mediante el
uso de la violencia y de la imposición de la voluntad del más fuerte.
Es una forma particular de educar en valores. Cuando se educa,
consciente o inconscientemente se está transmitiendo una escala de
valores. Educar conscientemente para la paz supone ayudar a construir
valores y actitudes determinados tales como justicia, libertad, coope-
ración, respeto, solidaridad, actitud crítica, compromiso, autonomía,
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diálogo, participación. Al mismo tiempo se cuestionan los valores que
son contrarios a la paz tales como discriminación, intolerancia, violencia,
etnocentrismo, indiferencia, conformismo. Así la construcción de una
cultura de la paz fundamentada en los valores anteriores quiere decir que
debe haber un compromiso social desde todas las esferas, generando
políticas e intervenciones que los refuercen.
Es una educación desde y para la acción. No se trata de educar para
inhibir la iniciativa y el interés, sino para encauzar la actividad y el espíritu
combativo hacia la consecución de resultados útiles a la sociedad. Se
trata de participar en la construcción de la paz.
Es un proceso permanente y por tanto esto se ha de recoger en los
proyectos educativos. Debe quedar plasmado en los programas o inten-
ciones de los agentes educativos no formales como los medios de comuni-
cación, organismos no gubernamentales, administraciones locales, entre
otros.
Supone recuperar la idea de paz positiva. Esto implica construir y
potenciar en el proceso de aprendizaje relaciones fundamentadas en la
paz entre los alumnos-padres-profesores; entre ciudadano y poder. De
ello se deriva la necesidad de afrontar los conflictos que se den en la vida
del centro y en la sociedad de forma no violenta.
La Cultura de paz desde el currículo escolar. Implica darle una
dimensión transversal de forma que afecte a todos los contenidos de
todas las áreas o disciplinas que se estudian, pero también a la metodo-
logía y organización del centro. Esta habrá de establecer los mecanismos
que la favorezcan.
Figura No. 1. La convivencia escolar desde el punto de vista de la solución pacíca de un
conicto: Cultura de Paz
Fuente: Aguilar, 2011
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OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN PARA LA PAZ
Como se mencionó anteriormente, entre sus principios orientadores la Cultura
de Paz fortalece la construcción de entornos escolares seguros y destaca
tres cuestiones fundamentales (Dirección General de Prevención del Delito y
Participación Ciudadana, 2011, p. 22):
1. Promover la paz como acción colectiva e individual dentro de las escuelas.
2. Saber convivir con los conflictos y proponer soluciones creativas y
pacíficas a los mismos.
3. Prevenir, disminuir y detener las manifestaciones de violencia académicas.
Una Educación para la Paz, la no violencia y la convivencia tiene que asumir
sistemáticamente la tarea de analizar el currículo oculto, procurando que
afloren aspectos como: trato, comunicación, participación, atuendo, infor-
mación, etc. De esta forma se podrá diagnosticar el modelo educativo subya-
cente y buscar soluciones correctas, analizando y resolviendo conflictos. Es
preciso enfrentarse con buen ánimo a situaciones nuevas y desconocidas,
favoreciendo la autoafirmación y la creatividad. Es fundamental educar en el
respeto a las normas cuando son justas y en la desobediencia cuando son
injustas. Todos somos responsables de la Educación para la Paz, tanto a nivel
personal como social, local e internacional. La Educación para la Paz supera
el marco de lo extracurricular o complementario y, a través de los distintos
niveles del sistema educativo, se va identificando con el mismo concepto de
la educación como tal.
Implantar la Educación para la Paz en el proceso de enseñanza puede ser
fruto del temor a la guerra y sus consecuencias o, mejor aún, de la convicción
ante la llamada de la historia y el concepto de la dignidad del hombre sobre la
tierra. Los grandes retos educativos son aprender a ser, a hacer, a pensar y a
convivir. González Lucini (1995), en Temas transversales y áreas curriculares,
señala once objetivos de Educación para la Paz que pueden ser muy útiles:
Descubrir, sentir, valorar y vivir con esperanza las capacidades perso-
nales como realidades y como medios eficaces que podemos poner al
servicio de los demás y que pueden contribuir a un desarrollo positivo y
armónico de la vida y del humanismo.
Reconocer y valorar la propia agresividad como una forma positiva de
autoafirmación de la personalidad, y ser capaz de canalizarla, permanen-
temente, hacia conductas y actividades que promuevan y favorezcan el
bien común.
Desarrollar la sensibilidad, la afectividad y la ternura en el descubrimiento
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y en el encuentro con las personas que nos rodean, tanto a un nivel más
próximo, como a un nivel más universal.
Sentir el gozo que produce el encuentro interpersonal cuando se desarrolla
en un clima de afectividad, de confianza, de respeto, de colaboración y de
ayuda mutua.
Construir y potenciar unas relaciones de diálogo, de paz y de armonía en
el ámbito escolar y, en general, en todas nuestras relaciones cotidianas.
Reconocer y tomar conciencia de las situaciones de conflicto que puedan
presentarse, descubriendo y reflexionando sobre sus causas y siendo
capaces de tomar decisiones, frente a ellas, para solucionarlas de una
forma creativa, fraterna y no violenta.
Desarrollar la atención y el interés ante el hecho de la diversidad de las
personas y de las culturas de los pueblos, reconociendo y potenciando
esa diversidad como un gran valor, y actuando siempre, frente a ella, con
una actitud abierta, respetuosa y tolerante.
Promover, desde el conocimiento de lo propio y desde la autoestima,
el conocimiento de otras realidades sociales, culturales y personales,
colaborando en la autoafirmación, en el desarrollo y en el enriquecimiento
de los pueblos.
Conocer y potenciar los Derechos Humanos y desarrollar la sensibilidad,
la solidaridad y el compromiso frente a aquellas situaciones, próximas y
lejanas, en las que se atenta contra ellas.
Mostrar especial atención y sensibilidad ante las situaciones de violencia,
de injusticia y de subdesarrollo que se viven hoy en el planeta.
Conocer y colaborar activamente con aquellas organizaciones, guberna-
mentales y no gubernamentales, que se comprometen en la lucha contra
la miseria y la injusticia en el mundo y, especialmente, con el desarrollo de
los pueblos menos favorecidos.
EDUCACIÓN PARA LA PAZ Y EL RESPETO A LOS DERECHOS
HUMANOS
La Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) es una base muy
importante para afirmar el reconocimiento del derecho a la paz como un
derecho de la persona. Su artículo 28 propicia no solo la instauración de
mecanismos internacionales de protección de los derechos humanos, sino
que, según Abellán Honrubia (1998), constituye el fundamento jurídico de
la formulación de nuevos derechos humanos cuyo contenido y ejercicio son
específicamente internacionales. Y añade: En efecto, en un mundo interde-
pendiente, donde los problemas y los riesgos son de alcance mundial, la
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concepción de los derechos humanos fundamentales se amplía fijándose una
nueva frontera: responder a las necesidades e insuficiencias creadas a nivel
mundial. Así, frente a la amenaza nuclear, al subdesarrollo, o a la degradación
medioambiental, se proclama el derecho a la paz, el derecho al desarrollo, o
el derecho a un medio ambiente sano y equilibrado.
Carta de Naciones Unidas
Declaración Universal de
Derechos Humanos
Declaración sobre la preparación
de la sociedad para vivir en paz.
Resolución 33/73 de 1978
Declaración sobre el derecho de
los pueblos a la paz.
Resolución 39/11 de 1984
En el Preámbulo se establece la
estrecha relación entre los Dere-
chos Humanos y la paz.
El artículo primero enuncia los
propósitos de las Naciones
Unidas.
Toda persona tiene derecho
a que reine, en el plano social
y el plano internacional, un
orden tal que los derechos y
libertades enunciados en la
presente Declaración se hagan
plenamente efectivos (Art. 28).
Todas las naciones y todos los
seres humanos, sin distinción de
raza, de convicción, de lengua o de
sexo, tienen el derecho inherente
de vivir en paz. El respeto de este
derecho, así como de los demás
Derechos Humanos, redunda en in-
terés común de toda la humanidad
y es una condición indispensable
para el adelanto de todas las
naciones, grandes y pequeñas, en
todas las esferas. (Art. 1)
Se proclama solemnemente que
los pueblos de la Tierra tienen un
derecho sagrado a la paz. El artículo
segundo dispone que “preservar
el derecho de los pueblos a la paz
y promover la realización de ese
derecho constituyen una obligación
fundamental para cada Estado”.
Figura No. 2. Positivación Internacional del Derecho Humano a la Paz
Fuente: Tuvilla Rayo, 2006
El reconocimiento de este derecho ha favorecido la existencia de instru-
mentos que identifican esta universal convicción a través de la incorporación
de este ideal en los ordenamientos jurídicos de muchos países. El Derecho
Humano a vivir en paz, como derecho individual y como derecho colectivo,
constituye la piedra angular de todos los demás Derechos Humanos y de su
interdependencia recíproca. Esto ha permitido su positivación jurídica y ha
favorecido, por esta misma razón, que la paz represente la finalidad esencial
del derecho a la educación y constituya la esencia del aprendizaje de la ciuda-
danía democrática.
La Educación para la Paz y los Derechos Humanos desarrollan la construcción
de valores, actitudes, comportamientos y estilos de vida de las personas
mediante la interacción en sociedad y fomentan las formas no violentas de
intervenir en los conflictos con base en la justicia, la libertad y la autonomía.
La propuesta metodológica de la Educación para la Paz y los Derechos
Humanos permite armonizar la teoría con la práctica para el desarrollo de
habilidades cognitivas, socio-afectivas y morales, a través de la utilización de
varios apartados metodológicos (CORIAC):
a) Metodología Socio-afectiva: facilita la construcción grupal donde se
privilegian y desarrollan las habilidades para comunicarse, cooperar y
aprender a resolver conflictos.
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b) Metodología Participativa: Facilita la discusión, el análisis, la reflexión
y la construcción de conceptos, ideas, valores y principios, a partir del
trabajo individual y colectivo.
c) Las Problematizadoras: Provocan procesos de confrontación y proble-
matización que facilitan y apoyan la toma de decisiones frente a situa-
ciones cotidianas donde se polarizan dos a más derechos.
El concepto de educación se entiende desde una perspectiva amplia, no
solo en agentes escolares, sino también como un proceso global donde las
personas y los grupos sociales aprenden a desarrollar conscientemente dentro
de la comunidad nacional e internacional, y para su beneficio, la totalidad de
sus capacidades, actitudes, aptitudes y conocimientos.
Los Derechos Humanos son un ideal de convivencia y realización humana
cuya práctica hace factible el desarrollo del ser humano como tal. El tener
como objeto de enseñanza los Derechos Humanos, implica tener una
propuesta de educación que pretenda orientar a la socialización de alumnos
y alumnas en términos de una conducta ética personal de responsabilidad
social para el logro de una persona crítica y promotora de una cultura respe-
tuosa de la dignidad humana.
MODELOS DE EDUCACIÓN PARA LA PAZ Y DERECHOS HUMANOS
Toda reforma educativa se debe definir no solo en relación con su contexto
nacional sino muy especialmente desvelando las intenciones y ambigüedades
que el contexto internacional impone; debido a esto, las políticas educa-
tivas se están evolucionando (Tuvilla Rayo, 2006): Los procesos de globali-
zación colocan al conocimiento en un primer plano al ser el principal recurso
productor de riqueza, planteando a los sistemas educativos nuevos criterios
de calidad y responsabilidad. Por otro lado, reformulando la capacidad de
estos sistemas para garantizar la cohesión social necesaria que requiere una
buena gobernabilidad.
Sin duda, la Cultura de Paz entendida como el concepto síntesis, suma de
Derechos Humanos, democracia, desarme y desarrollo humano soste-
nible, demanda como respuesta humanizadora de la globalización impor-
tantes esfuerzos de los sistemas educativos hacia la consecución de cuatro
contratos sociales mundiales: las necesidades básicas destinado a suprimir
las desigualdades, la promoción de la tolerancia y el diálogo entre culturas, la
democracia encaminada hacia un sistema de gobierno mundial (Groupe de
Lisbonne, 1995).
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La Educación para la Paz y los Derechos Humanos en la creación de valores para la solución de conictos escolares
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MODELOS DE PROGRAMAS INTERNACIONALES
Modelos o enfoques restringidos Modelos o enfoques extensivos Modelos o enfoques integrales
Se incluyen en esta categoría
aquellos programas destinados a
favorecer el conocimiento de los prin
-
cipios constitucionales y los valores
democráticos.
Los contenidos de Derechos
Humanos y de la paz se concretan y
estudian desde áreas o asignaturas
como la Educación Cívica y Ética.
La Educación para la Paz constituye
la nalidad básica del derecho a la
educación y la formación integral de la
persona. Los programas se abordan desde
la consideración de que la educación es
un instrumento valioso de transformación
y de construcción de la justicia social y
no únicamente con el objetivo de dar a
conocer los principios y valores demo-
cráticos contenidos en las Cartas Magnas
respectivas.
Este modelo considera la Educación para la Paz como
un elemento esencial de la llamada “Educación Global”,
“La educación en una perspectiva mundial y ciudadana”,
“la Educación para la Paz, los Derechos Humanos, la
democracia y la tolerancia” que desde una visión holística
pretende dar respuesta a los problemas mundiales y con-
tribuir de esta manera a la edicación de la Cultura de Paz.
Los contenidos son abordados tratando de superar la
“transversalidad” de manera que el eje central del
currículo no está en las disciplinas o áreas del saber sino
en un nuevo enfoque o paradigma metodológico tanto en
el plano conceptual (aborda de manera integrada cuestio-
nes relativas a la paz, los Derechos Humanos, el desarrollo
y el medioambiente) como en el plano operacional (com-
bina las aportaciones de la educación, la ciencia, la cultura
y la comunicación) en un mismo ámbito de acción.
Figura No. 3. Programas Internacionales de Educación para la Paz y Derechos Humanos
Fuente: Tuvilla Rayo, 2006
¿POR QUÉ DERECHOS HUMANOS EN EL AULA?
En la sociedad actual, se hace imposible deslindarse de factores que influyen
en cualquier proceso educativo. La escuela no es la única que moldea el
comportamiento, pero sí la que debe proponerse el condicionamiento y la
incorporación social del educando con un conjunto mínimo de actitudes,
conocimientos y valores que favorezcan la sociedad democrática planteada
(Parra Maldonado, 2001).
Parra Maldonado (2001, p. 3) menciona que en el aula debemos hacer el
ejercicio permanente de promoción y defensa de los derechos, poner en
práctica el respeto al derecho ajeno, ejercer nuestro derecho, y establecer
un diálogo democrático que nos enseñe la resolución no violenta de nuestras
diferencias. El aula es el espacio para aprender la aceptación de los que
vemos como diferentes, de reconocer el valor de la diversidad cultural, de
reconocer en el resto de los compañeros el complemento social del que cada
niño necesita para su desarrollo integral.
La educación en Derechos Humanos tiene como preocupación la instauración
de una nueva cultura cuyo fundamento contemple los Derechos Humanos y
su centro sea el ser humano en su dignidad, tomando conciencia de que en
cada derecho, que todos y cada uno tiene, nace el deber de todos y cada uno
de respetar ese derecho en los demás.
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¿CÓMO EDUCAR EN Y PARA LOS DERECHOS HUMANOS?
La sociedad ha manifestado su anhelo de paz, de armonía social, de
integración y de estabilidad para lograr la sobrevivencia humana, el progreso,
la consolidación de una cultura por la vida, por el trabajo, el respeto a los
demás y al medio ambiente. Esa manifestación exige y requiere de una
educación que forme los valores y los comportamientos necesarios para
construir la sociedad pacífica, progresiva y democrática. Es en el contexto
de esa realidad, que surge la necesidad imperiosa de impulsar una acción
educativa para promover los Derechos Humanos y la paz, especialmente en
las generaciones emergentes (Rivas Platero, 2002).
Una educación en y para los Derechos Humanos debe necesariamente
apartarse del conjunto de negaciones y discriminaciones que en la escuela
aún perduran respecto a género, cultura, condición social o étnica (Parra
Maldonado, 2001). Esta situación requiere una mirada pedagógica y curricular
distinta a la escuela y sus actuales planteamientos. Tenemos que empezar a
mirarla como un espacio cultural y social en el que hay maneras distintas de
relacionarse, de comunicarse, de valorar, de actuar, de sentir y de pensar.
La escuela actual que es autoritaria, jerárquica, no dialogante, poco parti-
cipativa tiene una práctica que poco facilita una educación en Derechos
Humanos. Se necesita construir, aunque sea en un proceso lento pero
sostenido, una cultura escolar distinta. Esta escuela debe propiciar una
cultura de la comunicación, en donde padres, maestros, personal adminis-
trativo, obreros y alumnos se integren en espacios de diálogo para expre-
sarse, comprenderse, aclararse, coincidir, disentir y comprometerse con
su proceso educativo y desarrollo, tanto personal como colectivo. En esta
nueva escuela debe valorarse el saber universal y sistemático, pero a la vez
el conocimiento de la realidad que tengan los alumnos. Solo en un espacio
democrático podemos aprender y vivir para la dignificación del ser humano y
el respeto de sus derechos (Parra Maldonado, 2001).
Los Derechos Humanos deben concretizarse mediante políticas públicas, actos
y actitudes; no son algo que se aprende, estos se viven o se ven violados en la
vida cotidiana y en cada acto de relación con nuestros semejantes (Delgado
Ballesteros, 2013). Estos se hacen valer con actitudes, la canalización racional
de nuestros sentimientos y emociones, con la madurez intelectual y con
convicción moral. Todas estas virtudes pueden ser inculcadas mediante una
educación y un sistema educativo realmente comprometido con la juventud
y la infancia a la que está dirigido y mediante una sociedad interesada en
Justicia (33): pp. 256-270. Enero-Junio, 2018. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. DOI: https://doi.org/10.17081/just.23.33.2892
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formar individuos libres, autónomos, responsables y con ciudadanos y ciuda-
danas comprometidas con el desarrollo de su sociedad y con el bien común.
La educación de los Derechos Humanos es parte integral del derecho a la
educación y cada vez obtiene mayor reconocimiento en tanto que derecho
humano en sí mismo. El conocimiento de los derechos y las libertades está
considerado como un instrumento fundamental para asegurar el respeto de
los derechos de todas las personas.
CONCLUSIONES
La Educación para la Paz enseña a resolver los conflictos, ya que estos están
presentes de forma permanente en la vida en sociedad como manifestación
de la diversidad de intereses y pensamientos. Se busca promover el desarrollo
de actitudes, valores, conductas y comportamientos como el respeto a la
persona, la solidaridad, justicia, libertad, igualdad, tolerancia, participación y
otros, para contribuir a la construcción de una cultura democrática.
En conjunto se debe educar en y para los Derechos Humanos, para así
desarrollar comportamientos y cambios de conductas que defiendan los
valores propios y alcanzar una trascendencia para crear una cultura nacional
de estos y para estos. Lo cual implica un proceso de relación de los seres
humanos entre sí y a través de las distintas formas de organización social que
excluye la violencia en todas sus manifestaciones. Esto propicia la promoción
del respeto y la defensa de la vida y de la dignidad humana; así también,
nos ayuda a la formación de ciudadanos reflexivos y críticos, con poder de
decisión, capaces de participar en la construcción de una convivencia social
democrática, sustentada en el respeto y vigencia de los Derechos Humanos.
A través de la Educación para la Paz se debe generar un conocimiento social
y un cambio en los valores para que se pueda incidir en la erradicación de
los factores estructurales que generan la violencia, a sí se podrá recuperar
la idea de paz positiva, lo cual implica construir y potenciar en el proceso de
aprendizaje relaciones fundamentadas en la paz; y afrontar los conflictos que
se den en la vida de la escuela y en la sociedad de forma no violenta. Se inicia
con el reconocimiento del derecho de los demás a una vida digna, se lleva
adelante a través del diálogo y, por último, necesita de la cooperación.
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