* Este artículo de revisión hace parte del proyecto de tesis doctoral “La inmigración subsahariana contem poránea hacia Buenos Aires”,
en el marco del doctorado en Ciencias Sociales en la misma universidad.
** Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Doctoranda en Ciencias Sociales en la misma universidad,
Becaria Tipo II CONICET y miembro del Instituto de Investigación Gino Germani (IIGG). marylu zestupinan1@gmail.com
***Licenc iada en Idiomas por la Universidad In dustrial de Santander, Colombia. Magíster en Est udios de Género y Cultura en América
Latina, mención Humanidades por la Universidad de Chile. Doctora (c) en Estudios Latinoamericanos de la misma Cas a de Estudios.
Becaria CONICYT. kleidermacher@gmail.com
De la hospitalidad. Una mirada
desde la migración*
Of hospitality. A look from the migration
Mary Luz Estupiñán Serrano**
Gisele Kleidermacher***
Recibido: 18 de octubre de 2012 / Aceptado: 30 de noviembre de 2012
Palabras clave:
Hospitalidad, Democracia,
Inmigrantes subsaharianos, Argentina.
Key words:
Hospitality, Democracy,
Sub-Saharan immigrants, Argentine.
Resumen
En el presente artículo de revisión se expondrá el concepto de hospitalidad
a partir de los aportes de Jacques Derrida y a la luz de las investigaciones que
las autoras de este texto se encuentran desarrollando en relación a la inmigra-
ción africana subsahariana que desde los años 90, ha arribado a la Argentina.
De esta manera, comenzaremos con las contribuciones teóricas realizadas por
el pensador francés en aras de establecer en qué términos se da la acogida a
los inmigrantes subsaharianos en el país señalado; para ello, efectuaremos la
revisión de las leyes de la hospitalidad desde el punto de vista político-jurídico
con el n de establecer tanto sus alcances como sus límites y, en este sentido,
señalar su relación con la democracia por venir, y re exionar respecto a la re-
lación entre hospitalidad y solidaridad en el marco de una economía neoliberal
globalizada.
Abstract
In this article of review it will be exposed the concept of hospitality accor-
ding to Jacques Derrida’s contributions, taking into account the researches that
the authors of this text are developing in relation to the African sub-Saharan
immigration that has arrived to Argentina from the 90s. Thus, we start with
theoretical approaches made by the French philosopher in order that we can
establish on what terms the hospitality takes place in Argentine in relation with
the sub-Saharan immigration. For this, it is necessary to check the political and
legal system for knowing the laws of hospitality and ask for its bene ts and
limits. And in this sense, we suggest the relationship between the hospitality
and the democracy to come. Finally, we want to ask questions about the link
among hospitality and solidarity in a global neoliberalism.
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“Más acá de la responsabilidad está la soli-
daridad; más allá, está la hospitalidad”
Edmond Jabès, 2002
Amarás a tu prójimo como a ti mismo
Levítico, 19: 18
INTRODUCCIÓN
El presente texto consta de cinco apartados
que en su conjunto permiten re exionar acer-
ca de la hospitalidad, siempre en di álogo con
los aportes de Jacques Derrida. En el primero
presentaremos los términos en los que el pen-
sador francés concibe este principio, a partir de
ejemplos tomados tanto de la tradición occiden-
tal como del Nuevo Mundo, para abrir, en el si-
guiente punto, cuestionamientos de la relación
entre la hospitalidad y la solidaridad, vale decir:
¿es esta última uno de los rostros de la primera
o viceversa?, ¿la primera implica la segunda, o
por el contrario, la excede? Aunque tal vez la
pregunta de mayor urgencia debería ser: ¿exis-
te la hospitalidad en el m arco de una economía
neoliberal globalizada? Pre tender responder
estas cuestiones excede nuestros objetivos, sin
embargo, deseamos dejarlas planteadas, a par-
tir de las menciones realizadas a los terremotos
acaecidos en Haití y Chile en el año 2010, pues
consideramos que no deben darse por sentadas.
Ello porque en estos casos se evidencia que la
hospitalidad, más que la solidaridad –en los tér-
minos que aquí ejempli caremos–, es una con-
dición de posibilidad para “aprender a vivir” con
los otros y con lo otro, pero sobre todo porque
además es esta una de las urgencias altermun-
distas del hoy –tal como lo sugiere Derrida en
Espectros de Marx (1997)–, pero que en lugar
de inventar nuevas formas de vivir, termina-
mos adoptando cómodamente (y cada vez más)
la gramática neoliberal, aquella que nos exige
“convivir” en soledad.
En la tercera parte veremos el paso del ex-
tranjero inmigrante al inmigrante extranjero en
perspectiva histórica, centrándonos especial-
mente en el caso argentino. Si bien en el desa-
rrollo del apartado anterior nos referimos a la
migración haitiana, nuestro foco lo constituye la
inmigración africana subsahariana que desde los
años 90 ha arribado a Argentina, puesto que es la
línea de investigación que venimos desarrollan-
do las autoras de este artículo. Es por ello que
dedicaremos los puntos tres y cuatro a la inmi-
gración en Argentina. Así, en el tercero, además
de señalar las relaciones entre extranjero e inmi-
grante, caracterizaremos la inmigración subsa-
hariana que a partir de los años 90 está llegando
a Buenos Aires, cuestión que permite entrever
las posibilidades de la hospitalidad. El punto
siguiente está dedicado a la revisión de la ley
migratoria en aras de establecer en qué términos
se da la acogida a los inmigrantes africanos en
la capital del pa ís señalado, pues como bien lo
indica el lósofo francés, la relación con el/la
extranjero/a está determinada, en parte, por el
Derecho; de ahí que sea posible establecer las
leyes de la hospitalidad desde el punto de vista
político-jurídico. De esta revisión nos interesa
asimismo señalar tanto algunos de los alcances,
como también los límites de la jurisprudencia, y,
por ende, el lugar de la hospitalidad, para nal-
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mente re exionar sobre la relación de esta con
una democracia por venir, que será el tema del
último apartado. En conjunto, estos fragmentos
nos permiten determinar cuál es la pot encia de
algo llamado, todavía, hospitalidad.
RESULTADOS DE INVESTIGACIÓN
I. Sobre la hospitalidad
La obra del autor que tomamos como refe-
rencia para el presente escrito, ha sido caracteri-
zada, entre otras distinciones, por la utilización
de los “indecibles”, es decir, estructuras de la
lengua que no están contenidas en ninguna de
las oposiciones convencionales. Mientras que la
losofía occidental ha funcionado tradicional-
mente a partir de oposiciones binarias, él trabaja
en medio de esas oposiciones. Los indecibles
están “entre” los términos antagónicos, no se
puede decidir a qué polo de la antinomia perte-
necen, aunque los dos sean indispensables.
Para introducir los términos de la re exión
derrideana, recurriremos in extenso a una tri-
logía de actos. Iniciaremos con la gran escena
fundadora de la hospitalidad abrahámica, luego
pasaremos por la tradición griega y terminare-
mos con el “Nuevo Mundo”. La primera es pro-
tagonizada por Lot en Sodoma:
Los dos mensajeros llegan a Sodoma. Lot ve;
/ se levanta a abordarlos. Se prosterna, cara
en tierra. / Dice: ‘Aquí está, pues, Aldonaï. /
Alejaos pues hacia la casa de vuestro servidor,
/ pernoctar allí, lavad vuestros pies, luego le-
vantaos temprano y seguid vuestro camino.’
/ Ellos dicen: ‘No, puesto que pernoctaremos
en la calle’. / Él insiste mucho ante ellos. /
Ellos se apartan hacia él y van a su casa. /
Él les prepara un festín, pani ca ácimos y
ellos comen. / Antes de que se acuesten, / los
hombres de la ciudad, los hombres de Sodo-
ma, rodean la casa, / adolescentes y ancianos,
todo el pueblo de todos lados. / Gritan a Lot.
Le dicen: / ‘¿Dónde están los hombres que
esta noche llegaron a ti? / Haz-los salir hacia
nosotros: ¡penetrémoslos!’. / Lot sale hacia
ellos, a la abertura. / Ha cerrado la batiente
tras de sí. / Dice: ‘¡No, hermanos míos, no
hagáis pues mal! / He aquí pues: tengo dos
hijas que no ha penetrado hombre. / Así pues
las haré salir hacia vosotros: hacedles el bien
a vuestros ojos. / Solo que no haréis nada a
estos hombres. / Ellos han así llegado a la
sombra de mi viga’ (Génesis XIX, 8-9, citado
en Derrida, 2006, p. 151).
En esta veta, el huésped es deseado, invoca-
do y recibido incondicionalmente, al punto de
que es preferible arriesgar a los suyos, en este
caso a sus hijas vírgenes, antes de que sus hués-
pedes sean objeto de alguna agresión u of ensa
por parte de los vecinos.
En l a tradición homérica, por su parte, la
hospitalidad es presentada bajo diversas formas.
Hemos escogido un par de cuadros tomados de
la Odisea. El primero de ellos es cuando el por-
quero Eumeo ofrece su estancia al mismísimo
Ulises, quien se presenta bajo el disfraz de men-
digo:
‘Pero, ¡ea!, ven acá a la cabaña, ¡oh anciano!
Una vez que te sacies de comer y beber a tu
gusto, dirás de tu patria y de aquellos traba-
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jos y duelos que tienes sufrido’. Tal dicien-
do guióle a su casa el porquero a dmirable,
le hizo entrar y, esparciendo en el suelo unas
brozas, cubriólas con la piel de una cabra pe-
luda, montés: era el propio lecho suyo bien
grande y relleno. Alegrábase Ulises de que
así le acogiera (Canto XIV, p. 45-50).
Aquí también asistimos a una expresión de
hospitalidad incondicional, en la que el nombre
no se antepone al rito de la hospitalidad, este
será demandado después. El segundo cuadro es
cuando Ulises llega al palacio nuevamente dis-
frazado de mendigo, aunque portando noticias
de Ulises, siendo por ello bien recibido por Pe-
nélope y una vez la esposa se entera de que el
humilde hombre que tiene en frente ha ofrecido
hospedaje a su añorado esposo, quiere retribuir
este gesto con todas las atenciones posibles:
Mas vosotras, sirvientas, lavadle y ponedle
su lecho con el catre, las mantas, las colchas
de telas vistosas, porque espere abrigado a la
Aurora de trono de oro. Y al despunte del día,
temprano, lavadle y ungidle, que a su lado
Telémaco pueda sentarlo en la sala a comer.
Y peor para aquel que se ofenda y lastime
con ultrajes al huésped: ninguna ventaja con
ello logrará por terrible que fuere su ira. Mas
¿cómo llegarás a saber extranjero, si yo me
aventajo en talento y prudencia de alma de
las otras mujeres cuando fueras de nuevo a
comer y con esas vestiduras? Es corto en ver-
dad el vivir de los hombres y al que es duro
y no muestra piedad al tratar con los otros le
abominan las gentes; mil males deséanle en
el tiempo de su vida y, ya muerto, prodíganle
befas y ultrajes; al contrario, sus huéspedes
mismos extienden la fama del varón genero-
so y de buen corazón entre todos los mortales
y muchos por ello bendicen su nombre (Can-
to XIX, p. 315-335).
Hasta aquí, acoger, dar abrigo, compartir la
mesa, eran actos que aumentaban el prestigio de
quien lo ofrecía incluso después de la muerte o,
en su defecto, era abominado por los dioses. No
obstante, en esta última escena el despliegue de
generosidad está condicionado por el gesto hos-
pitalario del mendigo que dice haber acogido al
héroe perdido que pretende volver a casa. Es así
como se doblan las dá divas entregadas que por
lo demás deben dar cuenta de la condición a la
que se pertenece.
El último ejemplo de hospitalidad convocado
aquí, es tomado de una de las escenas dramáticas
del “encuentro” entre culturas, el cual es prota-
gonizado en este caso por Moctezuma y Hernán
Cortés. Una vez llegan a oídos del primero las
noticias de la presencia del conquistador, quien
amenaza su trono, este envía, a medida que se
acercan a su ciudad, embajadores y mensajeros
con regalos y dádivas para intentar conminar a
dicho forastero y a su comitiva hacia sus propó-
sitos. No obstante, las intenciones de Cortés son
claras desde el principio, convertirlos en súbdi-
tos de su rey. En esta ambivalencia paralizante
Moctezuma prepara un solemne recibimiento
ante el inminente avance conquistador, así lo
deja saber Bernal Díaz del Castillo en su Histo-
ria de la Conquista de la Nueva España, cuando
relata la bienvenida que desplegó el “gran indio”
a Cortés y a sus acompañantes:
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[…] el gran Moctezuma venía muy ricamente
ataviado, según su usanza […] Y como Cor-
tés vio y entendió y l e dijeron que venía el
gran Moctezuma, se apeó del caballo, y des-
de que llegó cerca de Moctezuma, a una se
hicieron grandes acatos […] El Moctezuma
le dio el bienvenido, y nuestro Cortés respon-
dió con doña Marina que él fuese el muy bien
estado; y paréceme que Cortés, con la lengua
de doña Marina, que iba junto a Cortés, le
daba la mano derecha, y Moctezuma no la
quiso y se la dio a Cortés, y entonces sacó
Cortés un collar que traía muy a mano de
unas piedras de vidrio que […] venía ensar-
tado en unos cordones de oro c on almizque
para que dieran buen olor, y se lo echó al cue-
llo el gran Moctezuma y cuando se le puso
le iba [a] abrazar, y aquellos grandes señores
que iban con Moctezuma le tuvieron el brazo
a Cortés [para] que no le abrazase, porque lo
tenían por menosprecio. Y luego Cortés con
la lengua de doña Marina le dijo que […] le
tenía en gran merced la venida de su persona
a recibirle y las mercedes que le hace a la
continua. Entonces Moctezuma […] mandó
a dos de sus sobrinos de los que le traían de
brazo […] que se fuesen con nosotros hasta
aposentarnos […] Y así tuvimos nosotros de
entrar por las calles de México sin tener tanto
embarazo (Díaz del Castillo, 1980, p. 161).
Es ya conocido que aquí el conquistador es-
pañol, convencido no solo de su “superioridad”
militar y estratégica, sino de su misión coloni-
zadora en nombre de la cual iba imponiendo las
leyes del Rey, de Dios y, nalmente, de la len-
gua, responde a dichos festejos con la traición.
En este cuadro, Moctezuma no está frente a un
huésped sino ante un enemigo, el anverso de la
moneda. Derrida dirá que la hospitalidad tiene
su raíz en el término latino hostis, el que a su
vez tiene dos derivaciones: huésped y enemigo;
de ahí que la hospitalidad soporte la otra faz: la
hostilidad. Así, lo que el autor interroga es la in-
versión de la hospitalidad en hostilidad a partir
de la perversión de la ley, o sea, la hospitalidad
incondicional, esa que incita a Lot a entregar a
sus hijas vírgenes, con tal de proteger a los men-
sajeros foráneos, pero para no llegar a estos ex-
tremos, tenemos, por lo tanto, que establecer los
umbrales de la hospitalidad con el n de evitar
obrar violentamente con unos al tiempo que se
intenta resguardar la integridad de otros.
Mostrando sus límites el lósofo francés
aborda las dos caras de la moneda de la hos-
tilidad-hospitalidad y analiza qué requisitos
objetivos deben darse para que un pueblo esté
en condiciones de recibir hospitalariamente a
miembros de otros pueblos. Por ende, cuando
se reconoce en el otro una amenaza, surgen las
leyes de la hospitalidad, la primera de ellas es
pedir que se identi que, la segunda es imponer-
le la lengua. Lo que aquí se implica es que no
cualquiera que llegue es recibido como huésped,
para que ello ocurra debe gozar del derecho a
la hospitalidad, o del derecho al asilo, “sin ese
derecho solo puede introducirse como parási-
to, como clandestino, pasible de expulsión o de
arresto” (Derrida, 2006, p. 63).
En este sentido, Derrida distingue entre “el
extranjero” y “el otro absoluto”, el bárbaro, es
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decir, el que no tiene nombre, cuestión que lleva
a la pregunta que guía el texto: ¿hospitalidad ab-
soluta u hospitalidad condicional? Es la perver-
sión de la primera la que opera a partir del esta-
blecimiento de derechos, deberes y obligaciones
que disponen las leyes, sean jurídicas, políticas
o éticas. Pero es una perversión necesaria para
garantizarla.
Ahora bien, pese a que los pasajes anterio-
res re eren a tradiciones y épocas distintas, no
es nuestro interés plantear un continuum en el
principio de hospitalidad, ni tampoco estable-
cer las discontinuidades gracias a las cuales las
contingencias históricas han obligado a realizar
ajustes, más bien evidenciar que la hospitalidad
es un aspecto constitutivo y posibilitador en/de
las relaciones con el/los otro/s y que, a su vez,
no está exenta de relaciones de poder. Y, no obs-
tante, quizás esas mismas tradiciones aún sean
portadoras de potencialidades para pensar hoy
la democracia por venir, pues es necesario pre-
guntarse si en la economía neoliberal que do-
mina inconmensurablemente el globo existe, o
mejor, si hay lugar en ella para la hospitalidad.
La pregunta surge en vista de que este modelo
económico ha instalado también un modelo de
subjetividad que apela a un individualismo ra-
dical que mina cada vez más la responsabilidad,
el ethos, sea condicional o incondicional, con el
otro y lo otro; vale decir, nos hace cada vez me-
nos hospitalarios.
II. De la solidaridad a la hospitalidad
Dos situaciones cercanas a nuestras realida-
des latinoamericanas y caribeñas pueden ilustrar
este escenario; ambas e stán catalizadas por la
misma causa, un sismo. Estamos hablando de
los terremotos que a inicios del año 2010 azo-
taron a Chile y Haití. En el primer caso, en lu-
gar de la hospitalidad incondicional, se impuso
el temor hacia el otro, hacia el vecino ante los
espejismos mediáticos de violencia y sobre todo
de saqueos. En el segundo, asistimos más a un
espectáculo del dolor que a un ofrecimiento de
acogida a las víctimas del desastre y en contra-
partida la “ayuda internacional” fue disputada y
controlada por la élite local (Gogol, 2010).
En ambos casos se anunciaba la solidaridad
de los pueblos, pero esta se traducía en transac-
ciones económicas o en tropas que fueron en-
viadas para militarizar la zona más afectada e
impedir los saqueos y la violencia atizada, sino
creada, mediáticamente. En el evento “Chile
ayuda a Chile”, organizado por la Fundación Te-
letón, la reconocida escritora de best sellers Isa-
bel Allende donó un millón de dólares, el mismo
monto donado por la familia Luksic, la f amilia
más rica de Chile y la número 32 en el ranking
de las fortunas del mundo, según la revista For-
bes 2012. No obstante, el mismo año la mencio-
nada escritora ganó el premio Nacional de Li-
teratura, ello levanta un velo de dudas pues dar
para recibir parece ser la consigna, pero no en el
sentido que regía la civitas peregrina, sino en el
del individualista acumulador y consumidor. La
generosidad de la familia Luksic, es más bien la
vía en que las grandes empresas eluden impues-
tos a través de las políticas de donaciones, ora
culturales, ora humanitarias que se disfrazan de
solidaridad.
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En Haití, una vez agotado el espectáculo me-
diático y devueltas las tropas a sus respectivos
países, pues la solidaridad de este tipo siempre
es temporal, los migrantes haitianos eran recha-
zados en su intento de ingresar a Brasil porque
la ayuda se daba in situ, para así mantenerlos
alejados, pese a las declaraciones coyunturales
de varios gobiernos que se dispondrían a reci-
birlos por motivos humanitarios, dentro de los
cuales se cuentan Brasil, Ecuador y República
Dominicana. Empero, contrariando las prácticas
de ayuda desde la distancia, los inmigrantes hai-
tianos comenzaron a ingresar a Brasil de manera
clandestina y obedeciendo tanto a las presiones
internas como externas, el Gobierno brasileño
adoptó medidas para acoger a los miles de haitia-
nos que permanecían en el Estado de Acre. Me-
didas que no obstante, fueron puntuales, pues la
ayuda se dirigió solo a quienes habían ingresado
entre unas coordenadas temporales determina-
das, es así como a septiembre de 2012 había 182
haitianos bloqueados en Brasileia, Acre (Loui-
dor, 2012). En suma, la “solidaridad” económica
y militar no implica acogida en su propia casa.
Por eso hacemos eco de las palabras de Edmond
Jabès que sirven de epígrafe en la apertura de
este escrito: “Más acá de la responsabilidad está
la solidaridad; más allá, está la hospitalidad”.
Aludimos a estos casos no de manera anto-
jadiza, dado que es precisamente el terremoto
tanto en su sentido literal como gural, la me-
táfora empleada por Derrida para insistir en la
responsabilidad con el otro, pues es justo en una
tierra baldía, como la provocada por un movi-
miento telúrico, donde esta opera: “No existe
más responsabilidad que ahí donde se halla el n
del mundo, ahí donde no hay suelo, ni tierra, ni
fundamento. Para ser responsable es necesario
que ya no exista mundo” (Derrida, 2009, p. 33).
No obstante, vemos cómo en dichas situaciones
extremas, la hospitalidad, más que la solidari-
dad, se ve amenazada. Pero esto no ocurre solo a
nivel social, sino, y de manera más evidente, en
la escena política actual, en la que a raíz de los
acontecimientos del 11 de septiembre de 2001,
la hospitalidad es nublada por la pedagogía del
miedo y del terror, instalada a nivel microsocial,
haciendo que seamos esquizofrénicamente se-
lectivos.
En este caso, creemos que más que obedecer
al principio de la perversión de la ley, perversión
necesaria para allanar el camino de la justicia,
opera más bien una corrupción de esta, es quizá
por ello que Derrida apela a una reinvención del
Derecho Internacional y de los Derechos Huma-
nos, de manera que la distancia entre universali-
dad y soberanía pueda ser disminuida y los de-
rechos de los inmigrantes no queden en ningún
caso suspendidos, dado que es justo este riesgo
de suspensión el que hace posible que la sinies-
tra práctica de los campos de concentración con-
tinúen bajo otras máscaras –los denominados
guantanamitos en Mali y Senegal para detener
a los migrantes subsaharianos que se dirigen a
Europa (Estupiñán, 2012b)–, pese al tiempo que
nos distancia de la Segunda Guerra.
El Artículo 13, inciso (a) de los Derechos Hu-
manos nos dice que “toda persona tiene derecho
a circular libremente y a elegir su residencia en
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territorio de un Estado”, empero, compete a las
leyes nacionales establecer quiénes serán acogi-
dos y en qué términos. Es por ello que el inmi-
grante y el refugiado, esas guras que guerras
mediante nos legó el siglo XX, son los que expe-
rimentan cada día las bondades o las tiranías de
las que es objeto la Ley de la hospitalidad.
Dos son entonces los puntos importantes que
rescataremos de los textos de Derrida, la noción
de extranjero, por oposición al bárbaro, que en
cuanto tal no es merecedor de la hospitalidad,
y, por otro lado, la noción misma de hospitali-
dad reglamentada por el Derecho, ya que, como
indica el autor, “no existe hospitalidad sin sobe-
ranía del sí mismo sobre el propio hogar, tam-
poco hay hospitalidad sin nitud, la soberanía
solo puede ejercerse ltrando, excluyendo y
ejerciendo violencia”. Estos conceptos serán la
base de nuestra re exión en relación a la inmi-
gración proveniente del África subs ahariana en
la Argentina que será abordado en las páginas
que siguen.
III. Del extranjero inmigrante al inmi-
grante extranjero
Han sido varias las guras históricas de la
extranjería: desde el bárbaro hasta el inmigrante,
pasando por meteco, peregrino, albarráneo, ma-
rrano y exiliado (Kristeva, 1991). También han
sido diversos los grupos que, por excelencia, las
han encarnado: no griegos, judíos, árabes, afri-
canos, chinos y latinos (de Latinoamérica) y ello
siempre en referencia a un colectivo, sea este el
Estado, la ciudad, la comunidad o congregación.
No obstante, en su interior igualmente hay lugar
para la idea de extranjería, es de cir, de otredad:
herejes, indígenas, negros, mujeres, homosexua-
les, pobres, etc., pero no nos ocuparemos de esta
segunda veta, sino de la primera.
En las líneas antes expuestas vemos que el
extranjero es principalmente aquel natural de
un lugar y que está de paso en otra tierra que
no es la propia, mientras que el inmigrante es
aquel que, bajo las mismas condiciones anterio-
res, quiere establecerse. En otras palabras, in-
migrante es aquel que quiere residir en un lugar
distinto al de nacimiento. Pero se puede ser ex-
tranjero e inmigrante a la vez, ya que siendo de
un país se puede estar de paso o decidir, aunque
también verse obligado a, residir en otro. Así,
un inmigrante puede ser extranjero o viceversa,
pero ello además depende de a quién o a quiénes
nos re ramos y sobre todo quién o quiénes los
re eran.
Tal como lo evidenció uno de los intérpretes
de la Argentina, Domingo Faustino Sarmiento,
quien fue un acérrimo defensor de los europeos
del Norte en tanto extranjeros que merecían re-
sidir en suelo argentino: “¿Hemos de cerrar vo-
luntariamente la puerta de la inmigración euro-
pea, que llama con golpes repetidos para poblar
nuestros desiertos, y hacernos, a la sombra de
nuestro pabellón, pueblo innumerable como las
arenas del mar?” (Sarmiento, 1961, p. 16). De
ahí su malestar con el gobierno de Rosas y el es-
bozo de un programa acorde al espíritu europeo
que él tanto admira y desea: “Porque él [Rosas]
ha perseguido el nombre europeo, y hostilizado
la inmigración de extranjeros, el Nuevo Gobier-
no establecerá grandes asociaciones para intro-
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ducir población y distribuirla en territorios fera-
ces a orillas de los inmensos ríos”
1
(Sarmiento,
1961, p. 247).
No pasaron ni diez años para que este deseo
se convirtiera en designio constitucional en 1853
y cuya vocación se mantiene como espectro en
la reforma de 1994, reforma que rige en la actua-
lidad: “El Gobierno Federal fomentará la inmi-
gración europea; y no podrá restringir, limitar ni
gravar con impuesto alguno la entrada en el te-
rritorio argentino de los extranjeros que traigan
por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias,
e introducir y enseñar las ciencias y las artes”
(Art. 25). Es por ello que el extranjero europeo
ha tenido un estatus privilegiado culturalmente
en de trimento del inmigrante latinoamericano
y africano. Y pese a que inmigrante haya sido
uno de los términos más utilizado a lo largo del
siglo pasado, este se ha venido relacionando en
las últimas décadas con una carga negativa, pues
se tiende a intercambiar con indocumentado, ile-
gal, irregular –en el caso europeo–, y con migra-
ción limítrofe, regional o latina en este lado del
Atlántico, pues ha sido un vehículo para expiar
los “males” de la sociedad de “arribo”. Es por
ello que tanto a nivel académico como político
se está recomendando el uso del término “movi-
lidad humana” para evitar el vocablo inmigrante
y “personas [argentinos, colombianos, etc.] en
el exterior” para emigrante. No obstante, cree-
mos que la apuesta es justamente despojar estos
términos de dicha negatividad, tal como lo hizo
1. Énfasis en el original.
y lo sigue haciendo la negritud con el término
negro. De manera que a quí emplearemos inmi-
grante para referir a las personas que provienen
de diversos países de la zona subsahariana oc-
cidental del África y que se dirigen hacia la Ar-
gentina.
Si bien esta migración se inicia en la década
del 90, se ha hecho más visible y numerosa en la
primera década del siglo XXI. Las diversas pro-
cedencias forman un caleidoscopio que se mue-
ve entre Senegal y el Congo, pasando por Mali,
Costa de Mar l, Sierra Leona, Ghana, Guinea
y Nigeria, aunque es la nacionalidad senegalesa
la que predomina. Sin embargo, en los datos del
último censo nacional (2010) están subrepresen-
tados y la f alta de desagregación de estos hace
difícil un acercamiento analítico. Con todo, hay
diversas cifras que dan cuenta de una presencia
cada vez más importante y que permiten conje-
turar frente a las formas de arribo. En este sen-
tido, el presidente de la Asociación Senegalesa
en Argentina a rma que se trata de alrededor de
1.000 personas los inmigrantes que provienen
solo de Senegal
2
. Otros miembros de la comuni-
dad reconocen que hace diez años era difícil en-
contrar a un senegalés en la calle, mientras que
hoy en día “ya somos casi 5.000” (Entrevista a
joven senegalés, 27 años, varón).
Por su parte, la investigación etnográ ca
constata que se trata esencialmente de varones
jóvenes, entre 18 y 35 años de edad. La mayo-
2. Datos del Grupo de Estud io coordinado por la Dra. Marta
Maf a con base en entrevistas realizadas por el equipo de in-
vestigación. Año 2010.
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ría practica la religión musulmana, sin embargo,
prima en ellos el sincretismo con religiones afri-
canistas. La etnia predominante es la wolof, así
como también su idioma. No obstante, muchos
hablan además árabe y francés, pues no hay que
olvidar que Senegal fue colonia francesa hasta
su independencia en 1960. En este sentido, ha-
blar francés es un indicio de escolaridad, pues
es el idioma o cial que se adquiere gracias a la
alfabetización aunque, en ocasiones, también
es una señal de sus itinerarios migrantes. No es
excepcional encontrar senegaleses que cuentan
con otras paradas en su ruta de viaje: Francia,
España, Holanda, sea porque fueron a probar
suerte, sea porque, con la misma pretensión, vi-
sitan familiares ocasionalmente
3
.
De los demás colectivos, ha sido difícil ob-
tener estimaciones debido a que no cuentan con
organizaciones que los nucleen, empero al ser
abordados en la calle, en nuestro trabajo de cam-
po, aseguran ser cada día más. De hecho, hemos
contado con relatos de inmigrantes recién lle-
gados que se dedican a la venta ambulante de
bijouterie, una actividad que, gracias a que no
hay reglamentación clara al respecto, pueden
ejercerla desde el momento del arribo. Hay entre
ellos algunas “aves migratorias”, o visitantes de
verano, en el sentido que les da Platon (Kriste-
va, 1991), pues son aquellos comerciantes que
vienen a ganar dinero en temporada alta y que
transitan entre diversas ciudades de Argentina,
Brasil y Senegal.
3. Datos basados en entrevistas realizadas por la s autoras en los
barrios de Once y Liniers (noviembre, 2011) y en el centro de
Río de Janeiro (enero de 2011).
IV. De la hospitalidad de las leyes
En el presente apartado, para saber qué es y
quién es un extranjero/a, haremos uso de legisla-
ciones que rigen ciertos aspectos de la sociedad
argentina, pues retomando al autor de La hos-
pitalidad, en último término “la relación con el
extranjero está regida por el Derecho” (Derrida,
2006, p. 75). De esta manera, es la Norma de
normas, de la cual ya vimos lo que estipula en
su Artículo 25, y la Ley Migratoria Nº 25871
que rige desde el 20 de enero de 2004 para todo
el territorio argentino, los dispositivos que re-
glamentan la extranjería. Precisamente, la Ley
Migratoria en su Artículo 23, ja las categorías
y los requisitos para los solicitantes de residen-
cia, ya sea temporaria o permanente. Como es
de esperarse, para acceder a ca da categoría hay
que cumplir determinados criterios, de lo con-
trario, no hay posibilidades de ingresar al país,
o, en caso de haberlo hecho, hay que emprender
el camino de la regularización, dependiendo de
la situación en que cada inmigrante esté. Pese a
cierto consenso académico que valora las formu-
laciones de la ley como generosa, los criterios
establecidos parecen no ser lo su cientemente
amplios como para contemplar la situación en la
que se encuentran los migrantes subsaharianos.
Veamos el porqué.
La primera categoría e s la de Trabajador
migrante dirigida a “quien ingrese al país para
dedicarse al ejercicio de alguna actividad líci-
ta, remunerada, con autorización para perma-
necer en el país por un máximo de tres años,
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prorrogables”
4
. Esto signi ca que el o la inmi-
grante debe contar con una promesa o contra-
to de trabajo para solicitarla. Sin embargo, los
migrantes subsaharianos, pero en especial el
colectivo senegalés, suelen dedicarse a la venta
ambulante de bijouterie, actividad que al formar
parte de la economía informal, hace difícil la ob-
tención de un contrato laboral. Es por ello que
la tendencia entre los miembros que comparten
la nacionalidad senegalesa es la conformación
de redes migratorias que colaboran con los re-
cién llegados, favoreciendo la misma inserción
laboral en la mayoría de los casos: la venta am-
bulante, dado que difícilmente son empleados
en comercios o en empresas, y más difícil aún
es que esto ocurra con anterioridad a su llegada,
en vista de que gran parte de los casos descono-
cen el país de arribo, pues no son pocos los que
han llegado en las quillas de los ba rcos y otro
tanto ha arribado a través de las redes de t rá -
co de personas (Blanco, 2007; Azevedo, 2012).
Entonces, el camino que queda es solicitar una
visa precaria, la cual se puede actualizar cada
dos meses o permanecer sin regularizar la docu-
mentación, sometiéndose así a persecuciones y a
diversos tipos de maltratos.
La segunda categoría es la de Rentista y es
para “quien solvente su estadía en el país con
recursos propios traídos desde el exterior, de las
4. Ley 25871. Política Migratoria Argentina. Derechos y obliga-
ciones de los extranjeros. Atribuciones del Estado. Admisión
de extranjeros a la República Argen tina y sus exce pciones.
Ingreso y egreso de personas. Ob ligaciones de los medios de
transporte internacional. Permanencia d e los extranjeros. Le-
galidad e ilegalidad de la permanencia. Régimen de los recur-
sos. Competencia. Tasas. Argentinos en el exterior. Autoridad
de aplicación. Disposiciones complementarias y transitorias.
Sancionada: diciembre 17 de 2003. Promulgada de hecho:
enero 20 de 2004.
rentas que estos produzcan o de cualquier otro
ingreso lícito proveniente de fuentes externas”.
En relación a este punto, si bien los que deci-
den y pueden dejar su país para probar suerte en
otro no es precisamente la población de menores
recursos, los senegaleses que llegan a la Argen-
tina, suelen hacerlo ayudados por sus familiares
o tras trabajar y ahorrar varios años para poder
costear los pasajes, esto hace que no puedan de-
mostrar las rentas que se les exigen. Aunque no
es prudente englobar en una sola causa las razo-
nes que los llevan a migrar, sí podemos a rmar
que se trata de una migración mayoritariamente
económica o donde el peso de este factor es im-
portante.
La tercera categoría que pr opone la Ley es
la de Pensionado, es decir, “quien perciba de un
gobierno o de organismos internacionales o de
empresas particulares por servicios prestados en
el exterior, una pensión cuyo monto le per mita
un ingreso pecuniario regular y permanente en
el país”. Como hemos venido a rmando, apoya-
das en trabajos de campo y en revisión de inves-
tigaciones académicas adelantadas en España,
uno de los principales destinos de senegaleses
en los años 90 y en el primer lustro del siglo
XXI, la población que emigra de este país se
compone mayoritariamente de jóvenes, que han
tenido trabajos temporales, como vendedores o
transportistas, y que, por lo tanto, no da lugar a
la consideración de una “migración cali cada”
5
,
categoría que sí entraría dentro de esta tipolo-
5. No obstante, ello sí ocurre en el caso brasileño donde hay mi-
gración senegalesa cali cada tanto en las empresas como en
la academia. Ver Estupiñán, 2012a.
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gía, donde grandes empresas sue len enviar di-
nero hacia la persona que ha migrado al país.
Difícilmente esto puede ocurrir dado que, según
estimaciones de Unicef para el año 2004, solo el
15% de los niños mayores de 13 años asistían al
ciclo secundario de escolarización, y el grado de
alfabetización alcanza al 49% de la población.
La ley ofrece otras categorías bajo las cuales
se puede obtener una residencia, pero no respon-
den a la realidad de estas personas
6
. Es por ello
que muchos de estos jóvenes intentan obtener un
permiso apelando a la condición de Asilados y
refugiados, pues según la ley:
Aquellos que fueren reconocidos como re-
fugiados o asilados se les concederá autori-
zación para residir en el país por el término
de dos años, prorrogables cuantas veces la
autoridad de aplicación en materia de asilo y
refugio lo estime necesario, atendiendo a las
circunstancias que determine la legislación
vigente en la materia.
La última categoría que propone la legisla-
ción es la de nacionalidad, es decir “Ciudadanos
6. Las categorías siguientes, “Inversionistas” y “Cientí cos y
personal especializado” t ampoco responden a la realidad de
los migrantes a los que estamos haciendo referencia. De igual
forma, directivos, técnicos y pe rsonal administrativo de ent i-
dades públicas o privadas extranjeras de ca rácter comercial o
industrial, trasladados desde el exterior para cubrir c argos es-
pecí cos en sus empresas y que devenguen honorarios o sala-
rios en la República Argentina. Ni tampoco a la siguiente cate-
goría denominada “Deportistas y artistas”, si bien se c onocen
algunos contados casos de deportistas que han obtenido la re-
sidencia de esta forma, no puede hablarse de una generalidad.
Por último, hay otras categorías c omo “Religiosos de cultos
reconocidos o cialmente, c on perso nería juríd ica ex pedida
por el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Interna-
cional y Culto que ingresen al país para desarro llar en forma
exclusiva actividades propias de su culto”, “Pacientes bajo
tratamientos médicos”, “Académicos q ue ingresen al país en
virtud de acuerdos académicos cele brados entre instituciones
de educación superior en áreas especializadas”, “ Estudiantes
quienes ingresen al país para cursar estudios secundarios,
terciarios, universitarios o especializados reconocidos” pero
tampoco responden a la realidad de estos migrantes.
nativos de Estados parte del MERCOSUR, Chi-
le y Bolivia, con autorización para permanecer
en el país por dos años, prorrogables con entra-
das y salidas múltiples”
7
.
De acuerdo a lo descrito hasta aquí, podemos
concluir que la población subsahariana, en gene-
ral, y senegalesa, en par ticular, llegada a la Ar-
gentina con posterioridad al año 2004 no puede
acceder a la residencia, debido a que no cumple
con los requisitos exigidos. La población arri-
bada con anterioridad a dicha fecha ha podido
regularizar su situación migratoria gracias al
Decreto 1169/2004
8
.
En este escenario es por l o menos llamativo
que miles de migrantes no puedan acceder a una
residencia argentina, pues si tenemos en cuenta
la justi cación de la legislación migratoria, esta
pregona que la reglamentación en cuestión está
encaminada no a obstaculizar, como lo hacía la
anterior ley, sino, por el contrario, a facilitar
[…] los trámites que deban realizar los ex-
tranjeros que deseen habitar el suelo argen-
tino, estableciendo un sistema normativo
que complemente y adecúe los mecanismos
de protección de los derechos amparados,
supervisando la actividad administrativa de
aplicabilidad de la misma y dictando las nor-
mas tendientes a un correcto cumplimiento
7. Las últimas dos categ orías que propone la ley son las de m)
Razones Humanitarias: Extranjeros que invoquen razones hu-
manitarias que justi quen a juicio de la Dirección Nacional de
Migraciones un tratamiento especial; n) Esp eciales: Quienes
ingresen al país por razones no contempladas en los incisos
anteriores y que sean consideradas de interés por el Ministerio
del Interior y el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comer-
cio Internacional y Culto.
8. El Decreto 1169/2004 garantiza la regularización migratoria
de ciudadanos nativos de países fuera de la órbita del MER-
COSUR que al 30 de junio de 2004 residan de hecho en el
territorio nacional.
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de los nes y objetivos por ella propuestos
9
.
Pese a que se insiste en la apelación a los De-
rechos Humanos, con los cuales se habría ali-
neado esta formulación, de ahí su consensuada
generosidad; lamentablemente la teoría se aleja
de la práctica. Así lo dejan ver las entrevistas
realizadas tanto a migrantes como a distintos
académicos y organismos de derechos humanos
que trabajan en la temática migratoria y tal como
se lee en una solicitada de diversas organizacio-
nes de migrantes: “La situación de irregularidad
no se compara con el camino emprendido por la
República en los últimos siete años donde se ha
profundizado el reconocimiento de los derechos
humanos”
10
.
En de nitiva, un gran porcentaje de la pobla-
ción arribada a la Argentina con posterioridad
al año 2004, procedente de países extra-MER-
COSUR y que no hubiesen rmado acuerdos
bilaterales con la Argentina, no cuentan con los
papeles que acreditan su situación migratoria.
Gran parte de ellos, procedentes de países del
África subsahariana, ha solicitado refugio ante
Comité para la Elegibilidad de los Refugiados
(CEPARE), órgano administrativo que funciona
en la órbita de la Dirección Nacional de Migra-
ciones y que está encargado de conceder o negar
la condición de refugiado. Dicha información la
obtienen a través de las redes de comunidad que
han establecido.
9. Decreto 616/2010 –Migraciones– Reglamentación de la Ley
de Migraciones Nº 25871. Publicado el 6 de mayo de 2010.
10. Sol icitada de organizaciones de migrantes, protecc ión y d e-
fensa de derechos humanos, instituciones públicas y organi-
zaciones no gubernamentales repartida en distintos eventos
y circulada por mail entre los interesados en problemáticas
migratorias y derechos humanos en diciembre de 2010.
Hasta el momento no ha habido otro proceso
de regularización, con excepción del programa
Patria Grande, que solo regularizó la situación
migratoria de los países que forman parte del
MERCOSUR. Razón por la cual numerosos
migrantes están siendo i ntimados por la Direc-
ción Nacional de Migraciones (DNM) a retirarse
del país y, de no suceder esto, se convoca a las
fuerzas de seguridad a retenerlas y generar l as
condiciones necesarias para su expulsión. Claro
ejemplo de e sto ha sido el procedimiento que,
en las últimas semanas, ha emprendido la DNM
para efectuar la expulsión de Abdou Gueye, de
nacionalidad senegalesa, quien reside en el país
desde el 2006
11
. Este proceso está amparado en
el Artículo 61 de la misma ley migratoria que
estipula el proceso de expulsión de un extran-
jero que permanezca en el país en situación de
irregularidad. Pero por lo expuesto hasta aquí la
situación de irregularidad no es una excepción
sino que es más frecuente de lo que se registra.
Es aquí donde cobra sentido, una vez más la
distinción derrideana entre el bárbaro y el ex-
tranjero debido a que al primero no se l e debe
hospitalidad, pues esta no se ofrece “a un recién
llegado anónimo, a alguien que no tiene nom-
bre, ni familia, ni estatuto social, ya que no es
tratado como extranjero sino como un bárbaro,
la hospitalidad absoluta o incondicional supone
una ruptura con la hospitalidad en el sentido ha-
bitual que es condicional con el Derecho” (De-
11. Petito rio de div ersos ind ividuos, organizaciones no guber-
namentales, instituciones y organismos de Gobierno, en e l
marco de CineMigra nte (Convoca Cels: Centro de Estudios
Legales y Sociales, y Ministerio Público de la Defensa).
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rrida, 2006, p. 31). Tal como reza en el Artículo
N° 25 de la Constitución argentina, la calidad
de extranjero es dada en primera instancia al
europeo y en vista de las categorías de visados,
vemos que quedan fuera varias formas de migrar
pero también varios grupos poblacionales, y en
un contexto más globalizado la heterogeneidad
será cada vez mayor y obligará a las leyes a re-
de nirse para incorporarlos.
V. Acerca del porvenir de la democracia o
de la democracia por venir
Como vemos, hay espacios en los cuales los
derechos de los no ciudadanos, en especial de
aquellos extranjeros que exceden la jurispruden-
cia, quedan suspendidos y para ello se espera
que sean los Derechos Humanos los que s alden
esta deuda. Sin embargo, la promesa de los De-
rechos Humanos, así como la del mandamiento
de la ética cristiana “amarás a t u prójimo como
a ti mismo”, son restrictivos en su universalis-
mo. Contrario a lo que pregona, el amor cris-
tiano no es un amor sin fronteras, dado que
“no aceptan en su seno a quienes no adoptan la
misma universalidad”
12
(Kristeva, 1991, p. 86).
Este mandamiento es en estricto rigor: amarás
a tu prójimo judeo-cristiano como a ti mismo.
De esta manera, es condición mínima hacer o
devenir parte del pueblo elegido para ser amado
a dicha imagen y semejanza. En el caso de los
Derechos Humanos, se es hombre (y m ujer) gra-
cias a ellos, pero son los Estados-Nación los que
de nen los derechos y/o deberes.
12. Énfasis en el original.
No podemos negar que con la masi cación,
o mejor, ampliación de los medios tecnológicos
y de comunicación y con ello la emergencia de
las redes sociales, asistimos cada vez más a la
denuncia sobre violación de Derechos Humanos
allí donde fallan los de soberanía. Podría pensar-
se en una articulación entre actitud cosmopolita
y acción local en la que se reconoce una misma
condición a todos los seres humanos, pero con
efectividad local. No obstante, no estamos adhi-
riendo a quienes proponen una cosmociudada-
nía ni tampoco a considerarnos ciudadanos del
mundoper se. No entramos todos en el juego en
las mismas condiciones, hay problemáticas lo-
cales aún no resueltas para lo cual habría que re-
visar las condiciones actuales de posibilidad de
los Estados-Nación, pues estos, en tanto demo-
cracias, son susceptibles de perfeccionamiento,
de reinvención diría Derrida, o también de de-
generación, como lo han demostrado las guerras
acaecidas a lo largo del siglo XX y las que se
fraguan en los albores del XXI.
No obstante, se sigue apostando por las pri-
meras, aunque con reajustes, pues el porvenir de
las democracias está cada vez más empantanado
debido a que en lugar de expandir el campo de
posibilidades para quienes las integran, las cierra
en nombre de la Nación y de la soberanía, pero
las abre, en cambio, en nombre del mercado y
de la libre circulación de capital. Por contra, la
democracia por venir es la tarea que debemos
emprender. Es decir, una democracia que aloje
en su seno tanto l a política como lo político en
los términos que lo conciben Chantal Mouffe y
Ernesto Laclau siguiendo igualmente a Derrida.
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Esta debe encaminarse hacia la participación de
todos los grupos, colectivos y subjetividades
que las componen, es decir, inclinarse hacia una
perpetua incorporación de las heterogeneidades
constitutivas y/o contingentes, entre otras ave-
rías que hay que remediar y viros que hay que
dar:
Hay que luchar también contra los efectos de
[…] una “nueva censura” […] que amenaza a
las sociedades liberales, contra las acumula-
ciones, las concentraciones, los monopolios,
en una palabra, todos los fenómenos cuan-
titativos que pueden marginalizar o reducir
al silencio aquello que no se ajusta a su es-
cala. Pero no se puede tampoco abogar sim-
plemente por la pluralidad, la dispersión, el
fraccionamiento, la movilidad de los lugares
de ltración o de los sujetos que disponen de
estos. Pues esas fuerzas socio-económicas
podrían de nuevo abusar de esas marginali-
zaciones y de esa ausencia de forum general
(Derrida, 1992, p. 95).
El disenso, más que el conceso; la reinven-
ción de los comunes frente al individualismo
radical; la hospitalidad con el otro y lo otro, el
pensamiento crítico, la desalienación de las tec-
nologías y de los medios de comunicación, son
algunos de los aspectos que podrían pl antearse
en la conformación de ese forum democrático
del que nos habla Derrida, y cuya unidad o la
“centralidad” “no debe confundirse con la de
la masa, la concentración, la homogeneidad o
el monopolio. Ahora bien, la “nueva censura”,
y esa es la fuerza de su astucia, combina con-
centración y fraccionalización, acumulación y
privatización: despolitiza (Derrida, 1992, p. 96).
En la democracia por venir, debemos em-
pezar por replantear las reglas impuestas por la
lógica de mercado, aquellas que i ntentan renta-
bilizar toda nuestra vida desde nuestro cuerpo
hasta nuestras prácticas cotidianas pasando por
nuestros afectos y conocimientos. Y no es que
debamos desechar los Derechos Humanos sino
reinventarlos al igual que el Derecho Internacio-
nal y todas las organizaciones que regulan el or-
den del mundo, como diría Derrida, pues en un
mundo cada vez más globalizado es una herra-
mienta fundamental para garantizar el derecho a
reivindicar derechos.
CONCLUSIONES
Requerimos crear más entres que den cuenta
de las tensiones, las contradicciones y ambiva-
lencias entre el derecho de soberanía y los De-
rechos Humanos. Esos espacios son necesarios
para la gestación de la democracia por venir
que incluya a los inmigrantes que exceden los
marcos imaginados, entre otros afuera, no solo
del discurso jurídico sino de la ética en la que
la hospitalidad sea una condición de posibilidad,
o mejor en la que la hospitalidad devenga “la
cultura misma y no [sea] una ética entre otras”.
Pues la ética se ha puesto también al servicio del
orden económico. Pero al devenir la hospitali-
dad la cultura misma, también deviene ethos, en
tanto que implica no solo los espacios y la forma
en que los habitamos, sino “a la manera de rela-
cionarse consigo mismo y con l os demás como
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con los suyos y con los extraños, la ética es hos-
pitalidad, es toda ella co-extensiva a la experien-
cia de la hospitalidad, sea cual sea el modo en
que la abramos o la limitemos (Derrida, 1996,
p. 41).
En este sentido, la hospitalidad es una de las
condiciones de posibilidad de la democracia por
venir. Una hospitalidad hacia los otros y lo otro,
pues este principio también incluye a los ani-
males y las plantas que no es ot ro sino nuestro
medio que también es el del otro, pero que la
lógica de las patentes, cada vez nos niegan más.
Sin embargo, esta democracia no e s posible al
interior del modelo de individualismo radical,
quizá haya que buscar las buenas prácticas que
nos lega la tradición, o si no hay que inventarlas.
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