Justicia, No. 28 - pp. 187-197 - Diciembre 2015 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-7441
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* Egresado del programa de Historia en la Universidad del Atlántico, Magíster en Educación de la Universidad del Norte, Doctorando
en Filosofía Política de la Universidad Urbe de Venezuela. Docente Universidad del Atlántico. alejov84@hotmail.com
Nuestra América y el marxismo:
Dos mundos convergentes
desde la historia, en clave
y unidad dialéctica
Our America and the marxism:
Two convergent worlds from the history,
in key and dialectical unit
Alejandro Blanco Z.*
Miguel Espinosa
Recibido: 28 de noviembre de 2014 / Aceptado: 20 de abril de 2015
http://dx.doi.org/10.17081/just.20.28.1049
Resumen
América Latina se puede entender desde muchas perspectivas, por ello es
inadmisible evitar un ángulo o enfoque al momento de dilucidar fenómenos y
hechos sociales situados en un tiempo y espacio determinados. En el presen-
te artículo se pretende ofrecer una mirada del continente enunciada desde la
concepción materialista de la historia, con la intención de desprendernos de
los juicios eurocéntricos y hacer, en cambio, una crítica desde la historia a los
modelos importados. Todo esto con el propósito de aportar a la construcción de
un corpus teórico marxista latinoamericano que invite al debate y a la reexión
en torno a este tema.
Abstract
Latin America can be understood by different viewpoints, therefore is in-
admissible to not choice one point of view when elucidating social facts and
phenomena that are given in a certain time and place. In the following article,
we pose a viewpoint based on the principle of materialist conception of the his-
tory, looking for being detached from the European-centered reasoning and be-
ing critic –through the History– to the models abroad Latin America, founded
on the need of building a Latin American Marxist theoretic frame that elicit
discussions and thought about this subject.
Palabras clave:
Historia, Marxismo,
Concepción materialista de la historia,
Dialéctica, Revolución,
América Latina.
Key words:
History, Marxism,
Materialistic conception of the history,
Dialectics, Revolution, Latin America.
Referencia de este artículo (APA): Blanco Z., A. (2015). Nuestra América y el marxismo: Dos mundos convergentes
desde la historia, en clave y unidad dialéctica. En Justicia, 28, 186-197. http://dx.doi.org/10.17081/just.20.28.1049
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Es ridículo hablar todavía del contraste
entre una América Sajona materialista y una
América Latina idealista, entre una Roma
Rubia y una Grecia Pálida. Todos estos son
tópicos irremisiblemente desacreditados.
José Carlos Mariátegui
INTRODUCCIÓN
El presente artículo constituye un intento por
comprender la historia latinoamericana desde
la concepción materialista de la historia. Asi-
mismo, se intenta entender dicha concepción
mediante la ruptura de esquemas únicos de in-
terpretación de las realidades históricas que el
marxismo clásico inculcó de forma acrítica du-
rante gran parte del siglo XX. No obstante, se
partirá de supuestos teóricos y epistemológicos
que encuentran sus bases en la teoría crítica de
Karl Marx; debido a la necesidad de brindar he-
rramientas conceptuales que permitan entender
la teoría crítica desde discusiones de orden lo-
sóco; pero sin dejar de lado a la historia como
una ciencia que nos ayuda a encontrar las con-
tradicciones reales.
El texto aborda autores clásicos de la teo-
ría marxista con el rme objetivo de dar mayor
peso teórico a las hipótesis aquí sustentadas. De
igual manera, se precisa que las distintas escue-
las historiográcas parten de cuerpos epistemo-
lógicos que abren un sinfín de posibilidades a la
interpretación de la historia.
La historia como una introducción posible
a la realidad latinoamericana
Con sus lógicas intrínsecas y en el marco de
la política, la cultura, la economía, las ideolo-
gías y las ciencias sociales y humanas, la inter-
pretación de la realidad concreta de América La-
tina se puede realizar desde distintos enfoques,
aristas y principios, algunos de los cuales parten
(como en nuestro caso) de la concepción mate-
rialista de la historia con miras a la transforma-
ción revolucionaria de la realidad. En este or-
den de ideas, Nuestra América, como cualquier
sociedad, tiene situaciones que la condicionan
de manera concreta, debido a sus circunstancias
tempo-espaciales; pero, como sociedad humana,
al n y al cabo, comparte rasgos generales co-
munes a todas las sociedades. El enfoque aquí
propuesto considera esta situación como una in-
terdependencia, y más en una sociedad globali-
zada como la entiende la lógica del capital.
Más allá de la actual coyuntura latinoameri-
cana, en la que se presenta un contundente avan-
ce de movimientos sociales alternativos anti-
capitalistas, resulta imperioso desprenderse, por
medio del método dialéctico, de las nociones
dogmáticas que han causado tanto perjuicio al
movimiento revolucionario en el mundo, en de-
trimento de la producción teórico-práctica, así
como el avance de una identidad propia desde la
perspectiva de la concepción materialista de la
historia. Lukács, citando a Engels, plantea que:
“en la dialéctica se disuelven la rigidez de los
conceptos (y la de los objetivos correspondien-
tes” (Lukács, s.f., p.35).
El estudio sistemático de la historia en función
de la realidad concreta latinoamericana desde el
método propuesto por Marx es prácticamente
una necesidad, pues, invita inexorablemente a
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nuestra américa y el marxismo: dos mundos convergentes desde la historia, en clave y unidad dialéctica
no reproducir de forma esquemática modelos y
patrones que calcan conductas importadas y que
no permiten el avance de una identidad propia
desde la perspectiva materialista de la historia.
En este sentido, resulta pertinente comprender
los movimientos alternativos en América Latina
a partir de vías diferentes al libre mercado y a
la dependencia económica como modelo de pro-
greso social.
En su texto “La ideología alemana” de 1845,
Marx (1867) señala lo siguiente:
Nos encontramos, pues, con el hecho de que de-
terminados individuos que se dedican de un deter-
minado modo a la producción, contraen entre sí
estas relaciones sociales y políticas determinadas.
La observación empírica tiene necesariamente
que poner de relieve en cada caso concreto, empí-
ricamente y sin ninguna clase de embaucamiento
y especulación, la relación existente entre la es-
tructura social y política y la producción. La es-
tructura social y el Estado brotan constantemente
del proceso de vida de determinados individuos;
pero de estos individuos, no como puedan presen-
tarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal
y como realmente son; es decir, tal y como actúan
y como producen materialmente y, por tanto, tal
y como desarrollan sus actividades bajo determi-
nados límites, premisas y condiciones materiales,
independientes de su voluntad (p.20).
La historia se vislumbra así como un eje
fundamental para el desarrollo de la humanidad
en su sentido dialéctico y material. Esta noción
toma como punto de partida las relaciones so-
ciales concretas que se generan en determinados
modos de producción y que en últimas son la ex-
presión del modo de organización no solo eco-
nómico, sino también cultural, social, religioso
y político determinado por el bloque hegemóni-
co de turno. Estas relaciones parten de condicio-
nes y contradicciones propias de las relaciones
de dominación presentes en las estructuras so-
ciales.
En relación a lo anterior, el mismo Marx ar-
ma
que la categoría más simple puede expresar las
relaciones dominantes de un todo no desarrolla-
do o las relaciones subordinadas de un todo más
desarrollado, relaciones que existían ya históri-
camente antes de que el todo se desarrollara en
el sentido expresado por una categoría más con-
creta. Solo entonces el camino del pensamiento
abstracto, que se eleva de lo simple a lo comple-
jo, podría corresponder al proceso histórico real
(p.44).
En este orden, como primera medida, se ofre-
ce un marco contextual para entender el anda-
miaje económico y social latinoamericano desde
los momentos anteriores a la colonización euro-
pea, pasando por los procesos de independen-
cia y la relación entre la historia, los sujetos y
los actuales procesos en América Latina. Ahora
bien, desde la concepción materialista de la his-
toria resulta ineludible la caracterización de la
lucha de clases en América, y sus efectos en los
procesos de liberación de las coronas europeas.
En la historia ocial y colonial se plantea, de
hecho, que los procesos de independencia ger-
minan aproximadamente en 1810, pero se ad-
vierten rebeliones sociales incluso mucho antes
del siglo XVIII: Tupac Amaru y Tupac Katari
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entre los incas, Alejandro Petión y el guerrillero
Makandal en Haití, los Comuneros en Colombia
y los Mapuches en Chile. Estos levantamientos
se traducen sin duda alguna en lucha de clases
que se expresaron por medio de rebeliones des-
de el mismo momento de la llegada de los colo-
nialistas.
José Gabriel Cordorcanqui fue unos de los lí-
deres insurrectos que inició junto con un ejército
de indígenas un levantamiento armado continen-
tal cuyo objetivo consistía en la expulsión de los
colonialistas europeos del territorio americano.
Dicho levantamiento se evidenció en noviembre
de 1780 y se le conoce con el nombre de “La
Gran Rebelión”. La gesta en mención se dio en-
tre los virreinatos de La Plata y del Perú. Inobje-
tablemente, fue una de las mayores expresiones
de rebeldía de los pueblos aborígenes durante el
siglo XVIII. Continuando con los ejemplos, en-
contramos a La Gaitana, quien durante el siglo
XVI organizó y participó en un levantamiento
contra los españoles conquistadores, inspirada
en un deseo de venganza, pero que sin duda ge-
neró movimientos de resistencia anticolonialis-
tas.
Como puede verse, el cono sur de América
fue un bastión signicativo de resistencia anti-
colonial indígena. Y estos movimientos fueron
sofocados obviamente por los colonialistas,
pero sirvieron de cimientos a los levantamientos
y sublevaciones que les sucedieron. No obstan-
te, muchas de estas experiencias y luchas son
muestra del deseo de los pueblos aborígenes de
lo que conocemos hoy como autodeterminación
y soberanía. La historia nos sumerge, entonces,
en un mundo de anegadas posibilidades y de
procesos que se pueden interpretar desde mu-
chos enfoques, aun cuando el bloque hegemó-
nico insiste en negar la historia como parte del
motor que mueve y transforma realidades.
Resistencias, levantamientos, ejércitos re-
beldes, tenacidades y rebeliones son algunas de
las expresiones y categorías que se encuentran
al estudiar de forma sistemática y con rigurosi-
dad el devenir histórico de nuestro continente y
que sin lugar a duda cumplen un rol importante
en el acontecer del presente y futuro de nuestro
continente.
La historia, Europa y Latinoamérica
La percepción euro-céntrica de los sucesos
latinoamericanos propone como inicio de la li-
beración las rmas de las actas de independen-
cia que empiezan a darse a partir de la captura
del rey Fernando VII por parte de los franceses
en la primera mitad del siglo XIX. Lo anterior
implica que la historia latinoamericana es conse-
cuencia de los sucesos del viejo continente y que
la independencia latinoamericana es producto
de de la Revolución Francesa.
Lo anterior desvirtúa las distintas formas y
combinaciones de luchas de las clases oprimi-
das durante el llamado periodo de la Colonia.
De modo que reproducir la historia en virtud de
una caracterización no ajustada al sujeto y obje-
to –en este caso, latinoamericano– es un profun-
do error. Si se toma como base la ciencia y para
este caso especíco la historiografía, se presen-
tará un error persistente del conocimiento, que
se traduce en un obstáculo epistemológico ante
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la necesidad de reorientar la historia hacia los
procesos, en vez de considerar los meros hechos
sucesivos y mecánicos.
Lo anterior se evidencia cuando se examina
el carácter euro-céntrico de los pensum acadé-
micos de nuestras universidades.
Es claro que la llamada Colonia tiene aún un
fuerte impacto en las contradicciones y tradicio-
nes culturales de América Latina. El conjunto de
cosmovisiones y de formaciones sociales y cul-
turales enriquecen la discusión en torno a lo que
signica la comprensión de nuestras realidades
desde la concepción materialista de la historia.
A pesar de lo anterior, el marxismo clásico
ha intentado esquematizar nuestra historia desde
los modos sucesivos de producción, lo cual ine-
vitablemente implica una inoportuna y arbitraria
extrapolación de procesos europeos en América
Latina en función de explicar el desarrollo de las
relaciones de producción y formaciones sociales
en nuestro continente y el posterior aanzamien-
to del capitalismo; pero “América no atravesó
por los mismos de producción y formaciones
sociales que Europa ni tampoco por los mismos
periodos de transición entre un modo de produc-
ción y otro. El modo de producción comunal de
nuestras sociedades aborígenes y el modo de
producción comunal-tributario de las culturas
inca y azteca fue cortado drásticamente por un
factor exógeno: la conquista española y portu-
guesa. La colonización no estableció un modo
preponderante de producción sino variadas rela-
ciones de producción precapitalistas”.
Luego entonces, desde lo historiográco, re-
sulta imposible e improbable sostener el argu-
mento de los modos de producción por etapas
sucesivas en nuestro continente, teniendo en
cuenta que el aparente feudalismo y esclavismo
de la colonia no era tan real.
Marx plantea que el descubrimiento de Amé-
rica fue fundamental en el desarrollo de relacio-
nes pre-capitalistas y el posterior progreso del
sistema mercantil. Según este autor, “el descu-
brimiento de los yacimientos de oro y plata de
América, el exterminio, la esclavización y el
sepultamiento en las minas de la población abo-
rigen, el comienzo de la conquista y el saqueo
de las Indias Orientales, la conversión del con-
tinente africano en cazadero de esclavos negros:
tales son los hechos que señalan los albores de
la era de producción capitalista. Estos procesos
idílicos representan otros tantos factores funda-
mentales en el movimiento de la acumulación
originaria” (Marx, 1867, p.78).
Se entiende que las relaciones de comercio
que se forjaron entre América, Europa y Asia re-
sultaron neurálgicas para el impulso y posterior
desarrollo de las fuerzas productivas y relacio-
nes comerciales pre-capitalistas que, a nuestro
criterio, son parte de la génesis y raíz de lo que
se conoce como modo de producción capitalista.
Sin lugar a dudas, el pensamiento latinoa-
mericano se nutre desde su fundamento en las
experiencias de líderes sociales y rebeldes de
las clases oprimidas; así como de intelectuales
de las nacientes burguesías en las colonias que
idearon la construcción de una identidad política
e ideológica que en distintos momentos ha es-
tructurado objetivos de acuerdo a sus contextos,
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sujetos, objetos, necesidades y realidades histó-
ricas.
En Latinoamérica, estos procesos pasaron
también por etapas reformistas, populistas, cau-
dillistas e, incluso, en el siglo XX hubo propues-
tas que reivindicaban al Socialismo y al Co-
munismo como se evidencia en la Revolución
Cubana o la Sandinista. Lo anterior se puede
entender desde la lógica dialéctica de la lucha de
clases y las diferentes reivindicaciones sociales
y políticas.
A la luz de la concepción materialista de la
historia, es inviable entender nuestros procesos
sociales y económicos como los traza el llamado
marxismo vulgar (Lukács), es decir, la historia
como esquema sucesivo de modos de produc-
ción, lo cual reduce el marxismo a una visión
economicista, cayendo en el abismal determinis-
mo teleológico tan criticado por los posmoder-
nos.
Sin lugar a dudas, estas posturas etapistas
de los modos de producción se deben al hecho
de concebir la lógica dialéctica como un siste-
ma de leyes naturales e indiscutibles. En otras
palabras, a asumirla como una relación de ver-
dades axiomáticas, ignorándose que “no puede
encontrarse en Marx ninguna síntesis completa
del proceso del desarrollo histórico”. Con todo,
los marxistas latinoamericanos, a principios del
siglo XX, edicaron sus posturas de manera de-
pendiente bajo la inuencia de un pseudo mar-
xismo que se había remojado en las premisas de
los historiadores liberales.
Lo anterior se evidencia en la importación de
modelos esquemáticos de revolución que parten
de leyes ineluctables, refutando e impugnando
la construcción de un marxismo ortodoxo lati-
noamericano, que permitiera el avance y cimen-
tación teórico-práctica de las tesis de Karl Marx,
Friedrich Engels y Vladímir Ilich Uliánov en
la realidad concreta latinoamericana. Precisa-
mente, en relación a la ortodoxia y el método,
Lukács escribió:
El marxismo ortodoxo no signica una adhesión
sin crítica a los resultados de la investigación de
Marx, no signica un acto de «fe» en tal o cual
tesis, ni tampoco la exégesis de un libro «sagra-
do». La ortodoxia en cuestiones de marxismo se
reere, por el contrario y exclusivamente, al mé-
todo” (p.35).
En síntesis, entendida en forma adecuada, la
concepción materialista de la historia tiene mu-
cho que aportar como método para la compre-
sión y la transformación de la realidad y cuando
se trata de plantear una sociedad más justa.
La historia y la dialéctica en Marx: dos
conceptos y componentes recíprocamente in-
disolubles
Estos dos conceptos fundamentan gran par-
te de las tesis de Marx. Es precisamente aquí
donde se parte del método y en este la dialéctica
cobra vida, de la mano del curso de la historia.
Ahora bien, esta (la dialéctica) no puede ser en-
tendida como un cúmulo de leyes a través de
la historia que expresan hechos ineluctables ni
como un estatuto que debe cumplirse de forma
reglamentaria.
La dialéctica, desde este enfoque, es un méto-
do revolucionario, una herramienta de las cien-
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cias en función del procedimiento; es un instru-
mento de estudios de las contradicciones reales.
Asimismo, la dialéctica puede ser también pre-
cisada como un método crítico revolucionario,
en la medida que no se doblega ante ninguna
realidad histórica; por el contrario, la transforma
y permite su lógico avance. En últimas, el mé-
todo dialéctico constituye formas de existencia
históricas que parten de relaciones determinadas
por la historia, pero no se puede entender como
una losofía universal de la historia que parte de
realidades y de categorías absolutas.
En relación a lo anterior, Marx (1867) plan-
teaba que “en las categorías lógicas se encuentra
la sustancia de todas las cosas; en la fórmula ló-
gica del movimiento se cree haber encontrado el
método absoluto, que no solo explica cada cosa,
sino que implica además el movimiento de las
cosas” (p.56).
La historia y su continuo avance, la dialéc-
tica como método y América Latina, desde sus
propias perspectivas y con sus distintos sujetos,
se encuentran indisolublemente entrelazadas.
Porque nuestra historia está en constante e in-
quebrantable movimiento en la medida en que
las contradicciones permiten el desarrollo conti-
nuo y consecuente en función de las relaciones
sociales y de producción del impulso material
concreto, es decir, no por leyes ineluctables sino
por la lógica que permite su consecuente progre-
so en la historia.
Aclarado lo anterior, en forma somera y sus-
picaz, puede surgir la siguiente interpelación:
¿Si se trata de construir una identidad propia,
bajo qué razones o premisas se reivindica al
marxismo como cuerpo teórico-práctico en el
contexto latinoamericano?
Ahora bien, se entiende por marxismo una
serie de principios cientícos, losócos, políti-
cos y un cuerpo doctrinario universal enmarcado
en la teoría y la praxis revolucionaria que parte
del método dialéctico, la crítica y la contradic-
ción, como eje fundante del conicto para la
transformación revolucionaria de la realidad y
con el objeto de elevar al ser humano, en todas
sus dimensiones, a su máxima expresión.
En este mismo orden de ideas, es preciso se-
ñalar que el capitalismo también halla su lógica
y razón de ser en virtud de una existencia y do-
minación internacional y su histórico desarrollo,
que le permite la hegemonía y armarse como
modelo único de vida y modo de producción.
La indisoluble convergencia de América La-
tina con el marxismo en clave dialéctica parte
de la construcción de un cuerpo teórico-práctico
fundamentado en la concepción materialista
de la historia, que permite concebir las lógicas
y el método de la dialéctica en función de los
cambios revolucionarios. Por lo tanto, la lucha
de clases en Nuestra América tiene sus particu-
laridades en la dialéctica, y es aquí justamente
donde se requiere el estudio de las fuerzas pro-
ductivas y de las relaciones sociales de nuestro
continente en un análisis contextualizado. A par-
tir de lo anterior, toma fuerza La Teoría Crítica
de la Dependencia desde la óptica marxista. En
relación a esta, se encuentran exponentes como
André Gunder Frank, Ruy Mauro Marini, Sergio
Bagùy Atilio Boron.
La teoría crítica de la dependencia, desde la
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mirada de Ruy Mauro Marini, se entiende como:
“Una relación de subordinación entre naciones
formalmente independientes, en cuyo marco las
relaciones de producción de las naciones subor-
dinadas son modicadas o recreadas para ase-
gurar la reproducción ampliada de la dependen-
cia. El fruto de la dependencia no puede ser, por
ende, sino más dependencia, y su liquidación
supone necesariamente la supresión de las rela-
ciones de producción que ella involucra”.
Marini plantea así, desde una óptica marxista
no dogmática, el desarrollo de las fuerzas pro-
ductivas desde el contexto latinoamericano en
función del desarrollo capitalista en América.
En su ensayo “Dialéctica de la dependencia” se
reere a la súper explotación y dependencia del
sistema capitalista en relación al desarrollo de
las fuerzas productivas.
Según Marx, “la historia de todas las socie-
dades que han existido hasta nuestros días es la
historia de las luchas de clases”. Lo anterior no
puede ser tomado como una consigna de batalla
o como una simple expresión para la posteridad
ni para el consumo académico en las universida-
des. Esta premisa parte del resultado de un estu-
dio cientíco desde el método de la lógica dia-
léctica tan abandonado por su complejo carácter.
Por lo tanto, la convergencia entre el marxismo,
la historia y Latinoamérica, en el marco de las
ciencias del método revolucionario, es decir, en
la dialéctica, resulta evidente en los procesos de
la lucha de clases de los oprimidos y los distin-
tos sectores sociales en contienda.
De acuerdo con lo anterior, resulta imperiosa
la necesidad de construir desde América Latina
una identidad política, ideológica y losóca
propia desde el materialismo histórico, trazan-
do debates con el sujeto y objeto en virtud del
avance hacia la unidad estratégica. Es por ello
que la caracterización consecuente del modo de
producción capitalista y del proletariado ameri-
cano hace parte fundante del marxismo latinoa-
mericano.
Ahora bien, cabe plantearse la siguiente pre-
gunta en función del sujeto: ¿Es una ley ineluc-
table que en el rumbo hacia la construcción de
las trasformaciones sociales en América la clase
obrera sea la vanguardia de los procesos de tras-
formación?
Bolívar y su ideario como una propuesta
política para la transformación social
En el marco del pensamiento latinoamerica-
no, la propuesta política e ideológica de Simón
Bolívar en el sentido de conformar una gran
nación bajo la consigna de “la patria grande”
coincide con un accionar que permita la confor-
mación de un bloque histórico, social, político y
económico con miras al establecimiento de rela-
ciones entre iguales.
Ernesto Guevara planteaba diferencias en re-
lación a las posturas de Marx respecto a Latino-
américa y a Bolívar. Indudablemente, esto rom-
pe con la idea de una Marx absoluto: A Marx,
como pensador, como investigador de las doctri-
nas sociales y del sistema capitalista que le tocó
vivir, puede, evidentemente, objetársele ciertas
incorrecciones. Nosotros, los latinoamericanos,
podemos, por ejemplo, no estar de acuerdo con
su interpretación de Bolívar o con el análisis que
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hiciera Engels de los mexicanos, dando por sen-
tadas incluso ciertas teorías de las razas o las na-
cionalidades inadmisibles hoy (Guevara, 1972).
El debate frente al ideario bolivariano va
mucho más allá de un Bolívar de izquierda y
un Bolívar de derecha. Se rescatan sus ideas en
torno a la construcción de una historia rebelde
con base popular y que reclame a la democracia
como norte y faro, lo que sin duda se puede en-
tender desde la lucha de clases dando pasos r-
mes hacia una sociedad más justa con otro tipo
de estructuras sociales, políticas y económicas.
Adicional a ello, se rescata al Bolívar anti impe-
rialista e internacionalista que parte de la idea
del desarrollo endógeno en todas sus aristas, en-
tendiendo la lógica de las luchas continentales y
la unidad popular como eje céntrico de las trans-
formaciones.
Respecto a Bolívar, el lósofo argentino Nés-
tor Kohan (s.f.) expresó: Al encerrarlo en una
fría estatua, los ideólogos de la burguesía y la
oligarquía simularon homenajearlo pero en rea-
lidad lo convirtieron en la caricatura patética de
un Napoleón subdesarrollado y un César tropi-
cal, en las tierras del calor, el Caribe y las bana-
nas, sin vinculación alguna con el pensamiento
revolucionario e insurgente de hoy. Ese Bolívar
está muerto. No solo es inútil e impotente, ade-
más es falso. No nos interesa. A contramano de
la historia ocial, nuestro Bolívar (como Maria-
no Moreno, San Martín o cualquiera de nuestros
precursores) sigue más vivo que nunca, moles-
tando e incomodando a los poderosos.
A partir del planteamiento anterior nos pre-
guntamos: ¿Es imposible comprender los proce-
sos de avance de la izquierda sin el ideario de
Simón Bolívar?, este en últimas se ha conver-
tido, como es evidente en el caso de Venezuela,
en un motor que vigoriza la lucha de clases. Y es
aquí donde la memoria histórica juega un papel
determinante en los procesos de transformación
social.
La propuesta de Bolívar continúa vigente y
se reivindica por su carácter anticolonial y en
términos actuales, antiimperialista. El lósofo
Néstor Kohan (s.f.) sugiere que: Desde nuestra
perspectiva (que no es la única, sino tan solo una
posible) Simón Bolívar está vivo. Representa
un símbolo continental que aglutina voluntades
colectivas y culturas diversas, sintetizando múl-
tiples rebeldías. Su pensamiento condensa un
proyecto político y una mirada nueva y desde
abajo de la historia de Nuestra América que nos
permite reconstruir nuestra identidad como pue-
blos sometidos y en lucha por el socialismo y
nuestra segunda y denitiva independencia. La
gesta de Bolívar no es la de un individuo aislado
sino la de todo un pueblo. El bolivarianismo se
ha convertido en el siglo XXI en el emblema y
en la mecha de una rebelión anticapitalista y an-
tiimperialista continental.
Bolívar reexiona y plantea, como una de las
leyes primitivas de la naturaleza,
que ninguna institución humana tiene derecho a
contradecir, y el hombre social puede conspirar
contra toda ley positiva que tenga encorvada su
cerviz; y da el nombre de insurrección a toda con-
jura que tenga por objeto mejorar el hombre, la
patria y el universo.
Estas premisas de Bolívar constituyen el
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constructo de un ideario rebelde, basado en una
concepción de hombre que ama la libertad en
todas sus acepciones y concepciones más pro-
fundas. El ideario bolivariano se plantea en el
escenario político como un referente de unidad
táctica, incluso estratégica, y en la actual coyun-
tura política latinoamericana, ha permitido el
avance de movimientos anti capitalistas con un
marcado acento socialista y anti imperialista.
Para nalizar, resulta ineludible generar es-
pacios de discusión y debate que permitan el
avance conceptual y teórico en relación a la con-
cepción materialista de la historia desde una mi-
rada americana. En este sentido, la aproximación
al pensamiento construido desde las identidades
culturales, políticas, sociales y económicas en
Latinoamérica hacen parte de la necesidad de
generar discusión en torno a los procesos alter-
nativos surgidos en América Latina, como es el
ya citado caso de la República Bolivariana de
Venezuela.
Uno de los objetivos del presente texto es en-
tender ¿cómo se formulan puntos de convergen-
cia entre distintos pensamientos emanados de
Latinoamérica y el marxismo? De acuerdo con
esto, el pensamiento latinoamericano es creado
mediante una interacción de ideas provenien-
tes del viejo mundo y por medio de un choque
de tendencias desde la colonización, pasando
por la independencia, hasta la llamada moder-
nidad. Así, aunque nuestro pensamiento no es
una creación propia en su totalidad, fue pensado
para nuestro contexto por intelectuales y líderes
rebeldes que piensan en las trasformaciones es-
tructurales de la sociedad. Por mencionar a algu-
nos: José Carlos Mariátegui, José Martí, Simón
Bolívar, Simón Rodríguez, Ernesto Guevara De
la Serna, Eduardo Galeano, Atilio Borón, Fidel
Castro, Camilo Torres, Paulo Freire, entre otros.
El espacio y tiempo en el que se encuentra
lo que José Martí llama Nuestra América no es
el mismo en el cual pensaron los grandes teóri-
cos de la revolución, como Marx, Engels, Le-
nin, Mao, Trotsky entre otros, quienes pensaron
y gestaron la revolución y el socialismo en sus
contextos particulares.
En este mismo orden de ideas, los continua-
dores de Marx deben replantear siempre y con-
textualizar la teoría revolucionaria, teniendo en
cuenta para ello elementos sociológicos, antro-
pológicos, losócos, históricos e incluso geo-
grácos, que nos permiten entender, por ejem-
plo, el papel de los movimientos indígenas y la
construcción del socialismo en América Latina.
CONCLUSIONES
A modo de conclusión, es evidente que no
se pueden comprender las lógicas intrínsecas
de América Latina sin reconocer las contradic-
ciones inmersas en la historia como parte de la
totalidad. En este sentido, la dialéctica, como
método de interpretación e investigación, cobra
vigencia. Prueba de ello son las constantes lu-
chas por el poder político, así como el someti-
miento de los pueblos oprimidos.
La lucha de clases como motor neurálgico de
la historia es una constante a lo largo y ancho del
territorio latinoamericano. Por ende, se puede
decir que la historia y la dialéctica se presentan
en Nuestra América de forma indisoluble.
Justicia, No. 28 - pp. 187-197 - Diciembre 2015 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-7441
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aleJandro Blanco z., miguel espinosa
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nuestra américa y el marxismo: dos mundos convergentes desde la historia, en clave y unidad dialéctica
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