Justicia, No. 26 - pp. 121-136 - Diciembre 2014 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-7441
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 (VWHDUWtFXORHVSURGXFWRGHODLQYHVWLJDFLyQHQHOPDUFRGHODHODERUDFLyQGHUHÀH[LRQHVHQWRUQRDORVPDUFRVLQWHUSUHWDWLYRVGHORV
informes de memoria producto de la aplicación del mecanismo no judicial de la Ley 1424 de 2010. Esta investigación es adelantada
por la Dirección de Acuerdos de la Verdad (DAV) del Centro Nacional de Memoria Histórica-CNMH.
** Sociólogo, Maestrante en Epistemología e Historia de la Ciencia Universidad Tres de Febrero-Argentina, Investigador de la Dirección
de Acuerdos de la Verdad (DAV) del Centro Nacional de Memoria Histórica-CNMH.
felix.gonzalez@centrodememoriahistórica.gov.co
Sobre la memoria
*
On the memory
)pOL[(UQHVWR*RQ]iOH]*HUDOGLQR
Recibido: 9 de septiembre de 2013 / Aceptado: 31 de octubre de 2013
Resumen
Este artículo surge del planteamiento de varios interrogantes, entre los cua-
les se encuentra, si existe la responsabilidad moral de recordar, el papel de la
memoria en los procesos sociales e individuales de verdad, justicia y repara-
FLyQ\FyPRVHSRGUtDGH¿QLUHOWpUPLQRPHPRULD&XHVWLRQDPLHQWRVHVWLPX-
ladores durante décadas en las diferentes disciplinas del conocimiento, en tor-
no a la memoria como instrumento político, pero reconociendo su diferencia
con el recuerdo, factor fundamental en los procesos de reconciliación nacional
y una exigencia moral que reclaman las víctimas a la sociedad. Asimismo, se
dará respuesta a las preguntas formuladas y para ello, en un primer momento,
VHGH¿QLUiTXpHVODPHPRULDHQHOFRQWH[WRTXHVHKDHVER]DGRSDUDSRVWHULRU-
mente examinar los sentidos en que le atribuimos una responsabilidad moral.
Abstract
7KLVDUWLFOHEHJLQVHYHUDOTXHVWLRQVEHWZHHQLIWKHUHLVWKHPRUDOUHVSRQVL-
ELOLW\UHPHPEHUWKHREMHFWLYHPHPRU\¶VLQWKHVRFLDODQGLQGLYLGXDOWUXWKMXV-
WLFHDQGUHSDLUSURFHVVDQGKRZLW¶VFRXOGEHFRQFHSWXDOL]HGWKHPHPRU\ZRUG
Important questions have born each year and decades past, in the different
NQRZOHGJHGLVFLSOLQHVDQGSROLWLFDOLQVWUXPHQWPHPRU\EXWLWތVVWXG\LQJDQG
DQDO\]LQJKLVGLIIHUHQFHZLWKWKHUHPHPEHUVLPSRUWDQWHOHPHQWLQWKHQDWLRQDO
SHDFHDQGPRUDOFRQGLWLRQHGYLFWLPVIRUWKHVRFLHW\$OVR,ZLOODQVZHUWRWKH
TXHVWLRQVRQWKHPHPRU\DQGKRZLVSRVVLEOHWRJLYHKLVDPRUDOUHVSRQVLELOLW\
Palabras clave:
Memoria, Olvido y
Responsabilidad moral.
.H\ZRUGV
Memory, Forget fulness,
Moral responsibility.
5HIHUHQFLDGHHVWHDUWtFXOR$3$ González, F. E. (2014). Sobre la memoria. En Justicia, 26, 121-136.
122
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FÉLIX ERNESTO GONZÁLEZ GERALDINO
Está claro que las nuevas generaciones no
tienen la culpa de Auschwitz, pero son respon-
sables de que aquellos crímenes no se repitan.
Günter Grass
INTRODUCCIÓN
(QHOPDUFR GHODVUHÀH[LRQHVLQWHUGLVFLSOL-
nares en torno a la memoria y a su papel dentro
de procesos colectivos e individuales de verdad,
justicia y reparación, se examinará qué enten-
demos por memoria y de qué hablamos cuando
D¿UPDPRV TXHKD\ XQD UHVSRQVDELOLGDG PR-
ral de la memoria. Para esto, se ha dividido el
presente artículo en dos partes. La primera se
centrará en la noción de “memoria”, buscando
HVER]DUXQDGH¿QLFLyQTXHVLUYDFRPRSXQWRGH
partida para la segunda parte, donde se exami-
nará bajo qué criterio aseguramos que hay una
responsabilidad moral vinculada a esta facultad,
quizás este objetivo sea un poco ambicioso, por-
TXHHOORFRPSUHQGHUHVLJQL¿FDUVXFHVRVTXHKDQ
marcado la historia de un país y forman parte
de sus raíces, pero resulta inescindible comen-
zar ahora, para lograr un mayor acercamiento a
la reconciliación y caminar hacia la paz, ideal
perseguido incesantemente por las víctimas de
la violencia y quienes han gobernado el país o
han estado involucrados directa o indirectamen-
te en este proceso de cambio y transformación.
Esbozo de una naturaleza: La memoria
Desde la perspectiva de las Humanidades,
hay tres ideas que aparecen con frecuencia enla-
]DGDVDODGH¿QLFLyQGHPHPRULD\TXHHQFLHUWR
sentido se conectan. Según la primera de estas
ideas la memoria es un almacén de imágenes,
es decir, representaciones mentales que nos ha-
cemos de las cosas. Parafraseando a Agustín de
Hipona (Conf. X, 9), la memoria es un lugar que
desde una perspectiva física no es lugar, pero en
el que virtualmente almacenamos sensaciones,
conocimientos, experiencias personales o lo que
hemos oído de otros, pasiones, esperanzas y las
concepciones que tenemos de nosotros mismos:
el recuerdo de lo que somos y hemos sido (Conf.
X, 8).
La segunda idea es que de este almacén po-
demos sacar voluntaria e involuntariamente to-
das estas imágenes que hemos mencionado. A
esto lo llamamos recuerdo. En caso del recuerdo
YROXQWDULRHVWH SXHGHGDUVH VLQQLQJXQD GL¿-
cultad: tenemos presentes ciertas imágenes, las
buscamos en nuestro almacén y las traemos a
colación. También puede darse con algo de di-
¿FXOWDGVDEHPRVTXHKD\ XQUHFXHUGRGHDOJR
pero nos cuesta asirlo con claridad y entonces
necesitamos más tiempo para tratar de recordar
o nos valemos de ciertos ejercicios mnemotéc-
nicos o, incluso, fallamos en el intento mismo
de recordar.
En lo que respecta al recuerdo involuntario,
D¿UPDPRVTXH SRGHPRVUHFRUGDUVLQ ODLQWHQ-
ción de hacerlo. La imagen paradigmática de
este tipo de recuerdo la encontramos en la obra
de Marcel Proust, A la recherche du temps per-
du, donde el narrador cuenta cómo al tropezar
con un par de baldosas desiguales se ve sorpren-
dido por un recuerdo de la infancia: el sabor de
una magdalena mojada en una infusión (Proust,
1952, p. 1424). Según Proust, a diferencia del
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SOBRE LA MEMORIA
recuerdo voluntario, el involuntario tiene una
característica especial, su vivacidad. La imagen
que nos llega sin ser convocada es tan vivaz que
usurpa el pasado sobre el presente hasta que el
punto en que se desvanecen los límites entre
ambos. Es cierto que también puede haber una
vivacidad en los recuerdos voluntarios, pero tal
vez es precisamente el elemento involuntario el
que logra esta irrupción. Cuando voluntariamen-
te nos proponemos recordar algo, por más nítido
que sea nuestro recuerdo, hay una disposición
que de cierta manera hace consciente la natura-
leza de imagen del recuerdo. Mientras que cuan-
do el recuerdo es involuntario se presenta menos
en la forma de imagen y más a modo de un déjà
vu inverso; esto es, no una situación nueva que
sentimos como si ya la hubiésemos experimen-
tado, sino un recuerdo anterior que se nos pre-
senta casi como una sensación nueva.
La tercera idea, como se ha podido ver, con-
siste en entender la memoria como sinónimo del
recuerdo y, por lo tanto, disociarla de la noción
de olvido. En este punto, en particular en lo refe-
rente a los procesos colectivos e individuales de
verdad, justicia y reparación, lo que se pone en
juego es la memoria como herramienta contra el
olvido, que en este contexto suele ser asociado
con la impunidad. La memoria es así presencia,
mientras el olvido es ausencia.
Esta lectura está arraigada en la mente de las
víctimas. La Asociación Colombiana de Fami-
liares Detenidos y Desaparecidos, Asfaddes, por
ejemplo, escribe en su página de Internet:
Desde sus inicios (Asfaddes) ha concebido la
memoria como pilar fundamental en el reco-
nocimiento de los derechos de las víctimas a
Verdad, Justicia y Reparación Integral; y por
ello considera relevante que este proceso se
efectúe en la academia, de forma colectiva y
se suscite el interés generacional por cambiar
la historia.
Estas tres imágenes nos ayudan a caracterizar
la memoria, nos hablan de la forma como se le
suele concebir; pero, al mismo tiempo, son tres
peligros que amenazan la posibilidad de pro-
yectarla como instrumento político. En efecto,
la imagen del almacén niega cualquier valor de
tipo moral que queramos atribuir a la memoria,
pues, bajo esta perspectiva, esta es solo el espa-
cio donde se guardan las imágenes de las cosas
que hemos vivido; es solo un receptáculo donde
no se pone en juego la acción. En la memoria
concebida como almacén no hay selección, no
hay elección.
/RDQWHULRUORFRQ¿UPDODPHPRULDLQYROXQ-
taria. Bajo la imagen de esta memoria es fácil
ver cómo el sujeto que recuerda tiene un con-
trol muy limitado sobre las cosas que almacena.
Justamente, lo que revela el fenómeno de la in-
voluntariedad de la memoria es que no tenemos
la menor idea de qué cosas están guardadas en
nuestro almacén. Las cosas que recordamos de
repente llegan así y llega lo que quiere llegar, lo
que no sabíamos siquiera que estaba allí. Res-
SHFWRDODPHPRULD±QRODLQYROXQWDULDTXH SRU
GH¿QLFLyQQLHJDODSRVLELOLGDGGHHOHJLU±SDUH-
ce que la única selección asociada a ella se hace
a partir de los ejercicios mnemotécnicos.
'HVGHHVWDSHUVSHFWLYD HOLQGLYLGXR±SRGUi
FUHHUVH±VHKDFHUHVSRQVDEOH GHDTXHOODVFRVDV
124
que guarda como producto de un ejercicio repe-
titivo que busca la recordación. Empero, este re-
cuerdo se construye a partir de una mecánica de
ODUHSHWLFLyQGRQGH QRKD\DQiOLVLVUHÀH[LyQR
comprensión sobre lo que recordamos. La mne-
motécnica es, como su nombre lo indica, una
técnica que utiliza el sujeto que rememora con
miras a conservar alguna información; pero, en
este sentido, sería más cercana a una memoria-
KiELWR±ODPLVPD TXHXVDPRVSDUD DPDUUDUQRV
ORV]DSDWRV±TXHDXQDPHPRULDHQSHUVSHFWLYD
política y moral.
3RU ~OWLPR DO GH¿QLU OD PHPRULD FRPR
opuesta al olvido, hemos también marcado el
GHUURWHURGHODVUHÀH[LRQHVHQWRUQRDODUHVSRQ-
sabilidad moral de recordar. Como resultado, lo
moral es recordar, mientras que lo inmoral es
olvidar. De este modo, hemos caído en una sa-
tanización del olvido y le hemos arrebatado su
lugar en los procesos de verdad, justicia y repa-
ración; así como lo hemos desvinculado de las
UHÀH[LRQHVPRUDOHV (VWR\FRQYHQFLGR GHTXH
KD\ROYLGRVEXHQRV\ ROYLGRVPDORV±SDUDXVDU
ORVWpUPLQRVPRUDOHV±SHURVRPRVLQFDSDFHVGH
introducir estos matices a causa de esta condena
sistemática del olvido.
Ahora bien, como el objetivo de este aparta-
GRHVGH¿QLUODQDWXUDOH]DGHODPHPRULDHVSUH-
ciso que vuelva sobre estas imágenes para anali-
zarlas con mayor profundidad y con el propósito
de establecer en qué sentido podemos liberarnos
de los peligros que ellas acarrean.
En su libro, La memoria, la historia, el ol-
vido, Paul Ricoeur pretende hacer una fenome-
nología de la memoria, esto es, un análisis de la
naturaleza de la memoria a partir de la forma en
TXHVHQRV PDQL¿HVWD/DSULPHUDWDUHD TXHVH
traza es examinar la idea tradicional de que la
memoria se relaciona con el pasado como ha-
ciendo una representación a través de imágenes
(Ricoeur, 2004). Según Ricoeur, esta concep-
ción, de origen platónico, ha arrojado a la me-
moria a la región de la imaginación, es decir, la
ha situado en la parte inferior de la escala de los
modos de conocimiento. Como consecuencia,
se ha puesto en duda la función veritativa de la
memoria y se la ha condenado al universo de la
IDQWDVtD\OD¿FFLyQ
La gran preocupación de Ricoeur es que a
veces no tenemos nada mejor que la memoria
para garantizar que algo ocurrió (2004). Por
ello, encamina todos sus esfuerzos a separar
dichos ámbitos. Según sostendrá, la distinción
entre ambos surge, en primera instancia, por los
objetos que persiguen. El objeto de la memoria
es una realidad pretérita, mientras que el objeto
de la imaginación es lo posible y lo utópico.
Desde esta perspectiva, a pesar de que la me-
moria funciona con imágenes, estas son copias
(eikonGH ODUHDOLGDGVHPHMDQ]DV ¿HOHV\ QR
simulacros (phantasmaR¿FFLRQHVLPDJLQDGDV
de la misma (2004). Por supuesto que también
almacenamos en nuestra memoria imágenes de
la fantasía, como, por ejemplo, la de una sire-
na, pero son las que reconocemos con claridad
como producto de la imaginación.
Tal vez no sea evidente aún, pero la idea de
que la memoria es un almacén está íntimamente
unida a esta otra imagen de la memoria descrita
por Ricoeur. Así, la contracara de una función
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que consiste en producir copias es poseer un
lugar donde dichas copias puedan ser deposita-
das. De este modo, la imagen de Ricoeur y la de
Agustín de Hipona coinciden. Como consecuen-
cia a la preocupación de Ricoeur por distinguir
entre copia y simulacro debemos añadir otra: la
necesidad de esclarecer el sentido de la idea de
almacén, pues no parece muy afín con nuestros
propósitos asociar la memoria con la pasividad
característica de la imagen del depósito. Para
dar solución a este problema es preciso evocar
la noción de memoria involuntaria.
En su libro, Tiempo pasado. Cultura de la
memoria y giro subjetivo, Beatriz Sarlo (2006)
D¿UPD
Proponerse no recordar es como proponerse
no percibir un olor, porque el recuerdo, como
el olor, asalta, incluso cuando no es convoca-
do. Llegado de no se sabe dónde, el recuerdo
no permite que se lo desplace […] El recuer-
do insiste porque, en un punto, es soberano e
incontrolable (pp. 9-10).
La caracterización de Sarlo es consonante
con la de la memoria involuntaria de Proust. Lo
más sugerente de ambas perspectivas es que el
sujeto que rememora no parece tener control al-
guno sobre lo que recuerda. En vista de ello, la
memoria está lejos de agotarse en la imagen del
UHFHSWiFXOR (QFRQWUDSRVLFLyQ HV PDQL¿HVWR
que la memoria tiene una suerte de “vida pro-
pia” que está plena de movimiento y actividad.
La memoria es una fuerza, una potencia ina-
JRWDEOHHVDFFLyQ(VFLHUWRTXH HVWDGH¿QLFLyQ
nos enfrenta a otro problema, a saber como pue-
de juzgarse desde una perspectiva moral una
actividad involuntaria. A esto se responderá bre-
vemente sosteniendo que aunque la involunta-
riedad de la memoria nos devela su naturaleza
activa, no toda acción de la memoria es involun-
taria. La pregunta por la responsabilidad moral
no recae sobre lo involuntario de la memoria,
sino sobre lo voluntario de la misma.
Para comprender lo anterior, la memoria in-
voluntaria ilumina el camino. Su peculiaridad es
que, al mismo tiempo que evidencia una frac-
tura, revela una continuidad. En la medida en
que irrumpe completamente desarticulada de la
totalidad de nuestros recuerdos, en una singula-
ridad absoluta, y porque se trata de una incur-
sión intempestiva que reconocemos como tal, la
memoria involuntaria nos permite percatarnos
de que nuestros recuerdos están más o menos
articulados en una narración que trata de ser co-
herente.
Esta relación entre memoria voluntaria y
memoria involuntaria se hace clara en la obra
En busca del tiempo perdido, donde el narrador
pretende recobrar el tiempo transitado a partir de
un ejercicio de la memoria, de un volver sobre el
pasado perdido en la memoria. Lo primero que
descubre en esta tarea es que no solo el pasa-
do está inscrito en una temporalidad, sino que
la memoria misma lo está en la medida en que
pretende ser una copia de dicho pasado. Lo se-
gundo que descubre es que esta representación
del pasado en la memoria, en tanto que respon-
de o pretende responder a una temporalidad, es
¿FWLFLD3URust, 1952), pues se trata de una li-
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SOBRE LA MEMORIA
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nealidad que se logra por medio de la selección,
supresión y elección, en resumidas cuentas, de
la manipulación de los recuerdos.
Toda memoria voluntaria es, pues, siempre
una construcción. En oposición, la memoria in-
voluntaria de ninguna manera puede ser contro-
lada o acomodada a una narración lineal. Es un
poco de tiempo en estado puro, un tiempo fuera
del tiempo que simplemente se impone (1952).
1RHVHVWH HOOXJDUSDUDKDFHUXQD UHÀH[LyQ
sobre el tiempo y la memoria en Proust, por más
fascinante que resulte la idea; por ello, tal vez
no tenga mucho sentido seguir ahondando sobre
estos conceptos proustianos y sus implicacio-
nes dentro del pensamiento del autor. Bástenos
por ahora mostrar que, en tanto que opuesta a
la memoria voluntaria, la memoria involunta-
ria no solo evidencia las fracturas propias de la
memoria, sino la naturaleza misma de la memo-
ria voluntaria que dice Proust, “no requiere de
nosotros más fuerzas que el hojear un libro de
ilustraciones” (Proust, 1952, p. 1431). La ima-
gen no podrá ser más perfecta. La memoria vo-
luntaria se construye a partir de imágenes, como
VLVHWUDWDUDGHXQOLEURGHLOXVWUDFLRQHV±\DHVWR
ORKDEtDPRVDGPLWLGR FRQ5LFRHXU±PDVHVWDV
imágenes no están inconexas sino articuladas en
un relato que trata de ser uniforme: relato de la
vida vivida.
Para los propósitos de este artículo, tampo-
co es relevante rastrear la asociación que hace
Proust entre memoria involuntaria y verdad, en
RSRVLFLyQDXQDPHPRULD YROXQWDULDTXHHV¿F-
ticia, y es juzgada de modo negativo por ello.
Se considera que el valor de la memoria invo-
luntaria no se cifra en este punto, sino en lo
que ya se ha expuesto. Más aun, la distinción
de Ricoeur entre memoria e imaginación salva-
guarda, en opinión del autor, el problema de la
veracidad del recuerdo, en el caso en que esta
sea un problema. Es decir, no importa si algunos
de nuestros recuerdos están distorsionados o son
imprecisos. No importa si la memoria voluntaria
es una construcción entre otras construcciones;
en todo caso, la pretensión de la memoria es la
YHUGDGHOODTXLHUHVHU¿HODOSDVDGR 3HURDGH-
más, no se considera que la responsabilidad mo-
ral de recordar esté condicionada a la veracidad
de los detalles del recuerdo o a su subjetividad,
HVVX¿FLHQWHVDEHUTXHODPHPRULDSUHWHQGHHVWD
verdad. De hecho, como se verá más adelante,
es importante, incluso superar este ámbito de la
verdad.
Queda establecido que la base de la memoria
son las imágenes y representaciones del pasado;
TXHQR HVORPLVPR TXHD¿UPDUTXH HQQXHV-
tra memoria se encuentra todo nuestro pasado
en imágenes. En efecto, es posible creer que no
todas las experiencias vividas han sido retenidas
en la memoria, ni todas las que han sido reteni-
das están presentes del mismo modo (memoria
voluntaria y memoria involuntaria).
Al menos en el caso de la memoria volunta-
ria, está claro que hay un gran relato de nuestro
pasado que para constituirse como tal exigió una
selección, consciente o inconsciente, de unas
imágenes sobre otras, de unas experiencias so-
bre otras. Así, en la construcción de la memoria,
necesariamente algunos eventos del pasado o
rasgos de estos eventos serán conservados mien-
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tras que otros serán marginados, y luego olvida-
dos (Todorov, 2008). En este sentido, como diría
Elizabeth Jelin (2002), toda memoria es una re-
construcción más que un recuerdo.
Entendida de este modo, la memoria es acti-
va en tanto es el resultado de la tensión que se
da entre dos opuestos: la supresión y la conser-
vación (Todorov, 2008). En contra de la creencia
tradicional, la memoria no es el almacén donde
se guardan las imágenes del pasado, es la na-
rración misma del pasado constituida a partir de
una interacción entre recuerdo y olvido de di-
chas imágenes (2008). Conservar sin elegir no
es una opción para la memoria, y, por ello, “me-
moria no se opone en absoluto al olvido” (2008,
p. 22).
(VWDGH¿QLFLyQGH ODPHPRULDTXHFRQWHP-
pla al olvido como constituyéndola, es funda-
mental para esclarecer el sentido de la respon-
sabilidad moral de recordar. Tradicionalmente
hemos creído que dado que la memoria es, en
algunos casos, la única manera que tenemos de
garantizar que algo ocurrió, entonces, en tanto
actividad política, la memoria se teje en el de-
ber de no olvidar (Ricoeur, 2004). Es así como
solemos caer en una aversión al olvido y en una
asimilación sin más entre memoria y recuerdo
(Todorov, 2008).
Sin embargo, entender la memoria como
una dinámica entre estas dos fuerzas pronto nos
muestra que la verdadera lucha política de la
memoria no se reduce a la lucha contra el olvido,
sino al tipo de selección que realizamos (2008).
El problema no es olvidar, sino qué cosas olvi-
damos y por qué motivos lo hacemos. En esta
perspectiva es que debemos formular preguntas
de corte moral como: ¿Qué olvidos son buenos?
¿Qué olvidos son malos? ¿Qué recuerdos son
buenos? y ¿Qué recuerdos son malos?
A propósito de este problema, vale la pena
evocar la distinción que ha hecho Jelin (2002)
entre diferentes tipos de olvido. Entre ellos, dos
que por ahora no son muy relevantes: el “olvido
GH¿QLWLYR´TXHHVSURGXFWRGHXQSURFHVRVLVH
quiere, “natural” del devenir histórico, donde al-
gunos eventos simplemente desaparecen de las
narrativas humanas. Un olvido de este tipo, si es
exitoso, dice Jelin, no podrá siquiera arrojarnos
XQHMHPSOR< HO³ROYLGRHYDVLYR´ TXHUHÀHMD
el intento, por lo general de las víctimas, de no
recordar lo que puede herir (2002).
Junto a estos tipos de olvido hallamos el “ol-
vido como instrumento político” y el “olvido
liberador”. El primero se corresponde con in-
tereses particulares mezquinos, asociados a los
FtUFXORVGHSRGHU\VHPDQL¿HVWDHQOD GHVWUXF-
ción, ocultación y manipulación de documentos
FRQHO¿QGHEHQH¿FLDUXQDPLQRUtDGLULJHQWHVD-
FUL¿FDQGRHOELHQHVWDUVRFLDO(VHO ROYL-
do distintivo de los regímenes totalitarios. Todos
recordamos las palabras con las que Primo Levi
(2000) abre su texto Los hundidos y los salva-
dos:
[…] Muchos sobrevivientes recuerdan que
los soldados de la SS se divertían en advertir
cínicamente a los prisioneros: “De cualquier
manera que termine esta guerra, la guerra
contra vosotros la hemos ganado; ninguno de
vosotros quedará para contarlo, pero inclu-
so si alguno lograra escapar el mundo no lo
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SOBRE LA MEMORIA
128
creería. Tal vez haya sospechas, discusiones,
investigaciones de los historiadores, pero no
podrá haber ninguna certidumbre, porque
con vosotros serán destruidas las pruebas
(p. 11).
En este sentido, dirá Todorov, lo que repro-
chamos a los verdugos de estos regímenes “no
es que retengan ciertos elementos del pasado an-
WHVTXHRWURV±GH QRVRWURVPLVPRVQRVHSXHGH
HVSHUDUXQSURFHGLPLHQWRGLIHUHQWH±VLQRTXHVH
arroguen el derecho de controlar la selección de
elementos que deben ser conservados” (2008,
p. 23). Es decir, no reprochamos a los verdugos
que seleccionen unas cosas y supriman otras,
sino que impongan a la fuerza o con artilugios
tramposos su selección sobre todas las demás y
quieran, para esto, acallar las narrativas de los
otros.
Es claro que las lecturas de Jelin y Todorov
VHLQVFULEHQHQ HOPDUFRGH ODVUHÀH[LRQHVVR-
bre los regímenes totalitarios y dictatoriales.
Ellos tienen muy presente los casos paradigmá-
ticos del nacionalsocialismo y las dictaduras del
Cono Sur. Sin embargo, el requerimiento vale
para cualquier actor estatal o al margen de la ley
que busque manipular la información, borrar las
huellas de los acontecimientos e imponer su lec-
tura del pasado sobre otras lecturas.
Este uso político, en sentido negativo
1
, es el
que le ha arrebatado al olvido su papel como
agente positivo en los procesos de memoria,
1. Con este matiz quisiera marcar mi distanciamiento de la deno-
minación de Jelin, por considerar que esta no es cuidadosa al
condicionar la relación: olvido-política a los abusos del poder.
Existe un papel político del olvido que es positivo y del que se
hablará más adelante.
pues las víctimas y las asociaciones que las res-
SDOGDQKDQLGHQWL¿FDGR HOROYLGRFRQ ODLPSX-
nidad, y, como resultado, todo acto de reminis-
cencia, por exiguo que sea, ha sido asociado con
la resistencia antitotalitaria (2008). Sin lugar a
dudas, la memoria como herramienta política
debe apuntar a rescatar las historias no contadas,
las memorias de los individuos y pueblos que
han sido silenciadas; pero no por ello debemos
desestimar el papel del olvido en los procesos
nacionales de reconciliación.
Para que lo citado tenga sentido, es necesa-
rio que vuelva sobre el último tipo de olvido del
que nos habla Elizabeth Jelin (2002). Se trata del
“olvido liberador” (p. 32), aquel que redime de
la carga del pasado y permite mirar el presente y
el futuro más allá de los eventos dolorosos y los
recuerdos traumáticos:
Este tipo de olvido ha sido, por lo general,
asociado a la noción freudiana de “duelo”: el ob-
jeto amado ha dejado de existir y toda la libido
está ordenada a renunciar al vínculo que le une
a ese objeto. Al principio, el trabajo es difícil y
doloroso porque la existencia del objeto perdido
se persigue psíquicamente; pero, con el tiempo,
una vez terminado el trabajo del duelo, el yo
se halla de nuevo libre y desinhibido (Ricoeur,
2004, p. 100).
Este olvido no implica que suprimamos
el recuerdo de la persona perdida o del hecho
traumático, no se trata de actuar como si no hu-
ELHVHRFXUULGRSHUR VtLPSOLFDODPRGL¿FDFLyQ
del estatuto de las imágenes, y un cierto distan-
ciamiento que contribuye a la desaparición del
dolor, e invita a la construcción de una nueva
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129
percepción del evento, desde una perspectiva sa-
nadora (Todorov, 2008). Esta lectura del olvido
nos permite comprender que por más difícil y
traumático que sea nuestro pasado, no estamos
condenados a revivirlo cada día. La responsabi-
lidad moral de recordar nunca debe traducirse
en dominio del pasado sobre el presente; tam-
bién existe el derecho al olvido (2008); o, mejor
aún, también hay una responsabilidad moral de
olvidar.
Retomando lo dicho hasta el momento, po-
demos concluir que la responsabilidad moral de
recordar se traduce en la responsabilidad moral
de seleccionar lo mejor. Esto quiere decir que,
WDQWRHQHORUGHQGHODVPHPRULDVFROHFWLYDV±OR
S~EOLFR±FRPRHQHOGHQXHVWURVSURSLRVUHFXHU-
GRVLQGLYLGXDOHV ±ORSULYDGR±HO SUREOHPDQR
consiste en olvidar o en recordar ciertas imáge-
nes, sino en establecer cuál es la motivación de
las narrativas que hacemos de nuestro pasado;
cuál es el propósito de nuestra selección.
Ahora bien, ¿qué queremos decir cuando
D¿UPDPRVTXHOD UHVSRQVDELOLGDGPRUDOGH UH-
cordar consiste en seleccionar lo mejor? ¿Qué
VLJQL¿FD³ORPHMRU´DTXt"5HVSRQGHU HVWDVSUH-
guntas es equivalente a esclarecer el criterio se-
J~QHOFXDOD¿UPDPRVTXHWHQHPRVXQDUHVSRQ-
sabilidad moral de recordar, y dado que esta es
la tarea de la segunda parte del texto es preciso
que pasemos a dicho apartado.
La responsabilidad moral de recordar
En un artículo del libro Cultura política y
perdón, publicado por la Universidad del Ro-
sario en el año 2007, Pablo de Greiff examina
en qué sentido tenemos la obligación moral de
recordar. Su objetivo es pensar esta obligación
en contextos sociales, como el colombiano, ca-
racterizados por un pasado e, incluso, un pre-
sente violento. Según dice, suelen esgrimir dos
grandes argumentos a favor de la obligación de
recordar. El primero de ellos se basa en el su-
puesto de que quienes no recuerdan su pasado
están condenados a repetirlo.
Este argumento está orientado hacia el futuro
en la medida en que sostiene que para tener un
futuro diferente es necesario recordar el pasado.
Con todo, señalar al autor, se trata de un argu-
mento muy débil, aunque no completamente
inefectivo; pues recordar el pasado no garantiza
que podemos blindarnos de sucesos futuros. La
razón es simple: la historia, de hecho, no se repi-
te (De Greiff, 2007).
Incluso, la historia misma nos revela cómo a
pesar de que en la memoria de la humanidad está
LPSUHVDOD WUDJHGLDGHOD 6KRi±SRUGDU HMHP-
SOR±PDQLIHVWDFLRQHV LQQXPHUDEOHVGHYLROHQ-
FLDUDFLDO±VRORSDUDPHQFLRQDUXQRGHORVP~OWL-
SOHVDVSHFWRVLQYROXFUDGRVHQGLFKDWUDJHGLD±VH
han reproducido y se reproducen alrededor del
PXQGR3RUVXSXHVWRTXH$XVFKZLW] QRVHYRO-
verá a repetir, pero no porque recordarlo nos
haya inmunizado contra ello, sino porque cada
acontecimiento es singular.
Peor aún, si nos quedamos esperando que
esta historia se repita, y nuestra alarma está con-
dicionada a encenderse solo bajo este criterio,
todas esas otras manifestaciones de violencia a
las que estamos enfrentados cada día pasarán
desapercibidas ante nuestros ojos, y, entonces,
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SOBRE LA MEMORIA
130
AuscKZLW]VHKDEUiUHSHWLGRLQ¿QLGDGGHYHFHV
en una pluralidad de formas imprevistas.
Además de lo anterior, el argumento hacia
el futuro es problemático en la medida en que
las víctimas son utilizadas de un modo instru-
mental. Volvemos sobre ellas, las recordamos,
no por ellas mismas, sino porque creemos que
recordarlas nos protegerá de caer en la misma
situación (2007).
Ahora, ¿cómo puede ser posible que recordar
DODV YtFWLPDVFRQHO ¿QGHTXH ODKLVWRULDQR
se repita sea equivalente a instrumentalizarlas?
¿No es acaso todo lo contrario? ¿No buscamos,
más bien, que su muerte no haya sido en vano?
Para cualquiera que pierde un ser querido por la
violencia el dolor que trae su ausencia es inso-
portable, porque se entiende que se trata de una
muerta injusta. Pero resulta más insufrible aún
descubrir que dicha muerte ha sido en vano, que
no implicará un nuevo comienzo, que no marca-
rá un punto de quiebre. Por ello, los familiares
de las víctimas tienden a guardar la esperanza
de que aquella muerte tiene algún sentido, que
podrá producir algún cambio, que nunca más
alguien tendrá que vivir lo que su ser querido
vivió y que, por lo tanto, estamos en presencia
de un héroe.
Tenemos la idea de que si logramos impedir,
a partir de la rememoración, que acontecimien-
tos pasados dolorosos se repitan, entonces, no se
tratará de vidas desperdiciadas. De este modo,
el argumento enfocado hacia el futuro va unido
a la idea de que toda víctima de la violencia es,
en cierto sentido, un mártir. Sin embargo, sobre
este punto, no puedo evitar recordar las palabras
de Agamben en Lo que queda de Auschwitz:
La Doctrina del martirio nace […] para jus-
WL¿FDUHOHVFiQGDORGHXQD PXHUWHLQVHQVDWD
de una carnicería que no podía parecer otra
cosa absurda. Frente al espectáculo de una
muerte sine causa […] El desdichado térmi-
no holocausto […] surge de esta exigencia
LQFRQVFLHQWHGHMXVWL¿FDUODPXHUWHsine cau-
sa, de restituir un sentido a lo que no parece
poder tener sentido alguno […] el término
se amplía de forma metafórica a los mártires
cristianos para equiparar el suplicio a un sa-
FUL¿FLR>«@$SDUWLUGHDTXtHOWpUPLQRKROR-
causto inicia la emigración semántica que le
llevará a asumir de forma cada vez más cons-
FLHQWHHQODVOHQJXDV YXOJDUHVHOVLJQL¿FDGR
GH³VDFUL¿FLR VXSUHPRHQHOPDUFR GHXQD
entrega total a causas sagradas y superiores”
(Agamben, 2005, pp. 27-29).
En lo referente a la violencia, sobre todo
como la hemos vivido los colombianos, como se
vivió en Latinoamérica en la segunda mitad del
siglo XX, como se dio en la Alemania nazi y en
otros tantos escenarios, innombrables o ignora-
dos, es fundamental entender que cada muerte
es absurda y un sinsentido. De ahí las palabras
del autor: “establecer una conexión […] entre la
muerte en las cámaras de gas y la entrega total
a motivos sagrados y superiores” no puede dejar
de sonar como una burla” (2005, p. 31).
Esto es lo más doloroso, lo más infame y, al
mismo tiempo, lo más aleccionador. Las vícti-
mas de estas masacres no murieron por causas
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131
miVH[FHOVDV QRVHWUDWD GHYLGDVVDFUL¿FDGDV
para que los que quedamos o llegamos después
podamos tener un futuro mejor. Si hubiera un
sentido la tarea consistiría solo en descifrarlo y,
entonces, tal vez podríamos impedir, desde el
pasado, que algo se repita, pero no lo hay. De
ahí que el argumento enfocado hacia el futuro
VHDSRUVtPLVPRLQVX¿FLHQWH
El segundo argumento está orientado hacia
el pasado, y sostiene que debemos a las víctimas
recordar su triste historia (De Greiff, 2007). En
otras palabras, una sociedad que ha sido indife-
rente frente al dolor y las circunstancias de las
víctimas adquiere, como consecuencia de esta
indolencia, una deuda que, dada su naturaleza,
nunca se salda, pero que puede ser atenuada por
el recuerdo.
En este caso, dice De Greiff, hay dos grandes
GL¿FXOWDGHVTXH HVWHDUJXPHQWRGHEH VXEVDQDU
DQWHVGH VHUFRQVLGHUDGRDOJR PiVTXHXQD ¿-
gura retórica. Primero, “debe ser aclarado cómo
los muertos pueden ser objeto de obligaciones
por parte de los vivos” (2007, p. 170). En efec-
to, mientras este argumento puede explicar, con
FLHUWDH¿FLHQFLDSRU TXpORVDXWRUHVGH ODYLR-
lencia y sus cómplices y aún los espectadores
pasivos han adquirido una deuda con el pasado,
no parece fundamentar una obligación similar
por parte de generaciones futuras (2007).
En segundo lugar, y como resultado de lo
anterior, a menos que nuestro objetivo sea el re-
cuerdo transitorio del pasado, se debe aún acla-
rar cómo esta deuda puede ser transferida a las
generaciones siguientes (2007). De lo contrario,
el evento tendrá una recordación limitada al
contexto espacial y temporal en que se dio.
Como alternativa a estos dos argumentos, De
*UHLIISRVWXODXQWHUFHUR TXHVHJ~QpOMXVWL¿FD
QXHVWUDREOLJDFLyQPRUDOGHUHFRUGDU&RQHO¿Q
de explicar la naturaleza del argumento, el autor
evoca el discurso que Richard Von Weizsacker
dio frente al Parlamento alemán el 8 de mayo de
1985, durante la ceremonia conmemorativa de
ORVDxRVGHO¿QGHODJXHUUDHQ(XURSD\GHOD
tiranía del nacional-socialismo. En esa oportu-
QLGDGHOSROtWLFRDOHPiQD¿UPy³VLSRUQXHVWUD
parte intentáramos olvidar lo que ha ocurrido, en
vez de recordarlo, esto no solo sería inhumano,
también tendría un impacto en la fe de los judíos
que sobrevivieron y destruiría las bases de la re-
conciliación” (2007, p. 171).
Para De Greiff, el argumento de Weizsacker
se resume en que “no puede haber reconcilia-
ción sin recuerdo” (2007, p. 171). Este argu-
mento no es excepcional porque está dirigido
hacia el presente, y no para evitar en el presente
eventos dolorosos ocurridos en el pasado, sino
porque se interesa “por la calidad presente de
las relaciones entre ciudadanos” (2007, p. 171).
Este interés por el presente, dice De Greiff, re-
suelve uno de los problemas que aquejaban al
argumento orientado hacia el pasado, aclarando
que aquellos a los que se debe el recuerdo no son
tanto los muertos, como los vivos.
Aunque la obligación moral de recordar con-
siste en recordar a los muertos, es a sus descen-
dientes a quienes debemos tal recuerdo (2007).
Y son ellos los que, en cierto sentido, determi-
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SOBRE LA MEMORIA
132
nan qué es lícito que olvidemos y qué tenemos la
obligación de recordar, pues debemos recordar
todo aquello que no podemos razonablemen-
te esperar que nuestros conciudadanos olviden
(2007).
Ahora bien, estas cosas que recordamos pue-
den cambiar, todo depende de los procesos mis-
mos de las víctimas. Así, “si a lo largo del tiem-
po la centralidad de ciertos eventos comienza a
ser desplazada de la vida de los descendientes
agraviados, este hecho debilita la obligación de
recordar tales eventos” (2007, p. 172). De este
PRGR³HQ OXJDUGH¿MDU GHXQDYH] SRUWRGDV
la obligación de recordar para siempre algunos
eventos históricos particulares, el argumen-
to puede acomodar percepciones cambiantes
acerca de lo que merece ser recordado” (2007,
p. 172).
Este argumento es extraordinario porque nos
pone en posición de escucha, y nos congrega en
un diálogo que enlaza de nuevo los vínculos ro-
tos tras la violencia. Con esta, se abre una bre-
cha que distingue entre víctimas y testigos, o,
para usar los términos de Agamben (2005), entre
testis±DTXHOORVTXHKDQVLGRWHUFHURVHQXQSUR-
FHVR±\superstes±DTXHOORVTXHKDQYLYLGRXQD
GHWHUPLQDGDUHDOLGDG±KDQSDVDGRKDVWDHO¿QDO
por ella y están en condiciones de ofrecerle un
testimonio. Esta brecha solo puede ser reparada
por el recuerdo colectivo, porque este nos pone
de nuevo en diálogo, nos implica como un todo.
Pero, además, el argumento soluciona el
tema de la responsabilidad colectiva y extendi-
da en las generaciones subsiguientes, pues no
D¿UPDTXH HVWDV JHQHUDFLRQHVGHEDQ UHFRUGDU
porque son, en algún sentido, responsables, sino
que debemos recordar porque solo así ganare-
PRVODFRQ¿DQ]DGHDTXHOORVFX\RVDQWHSDVDGRV
fueron victimizados (2007).
Nótese cómo el criterio de “lo mejor” está
dado aquí por el deseo de reconciliación nacio-
nal. Debemos proponernos seleccionar del pasa-
do aquellos eventos que para las víctimas es im-
portante que recordemos. Y dado que el objetivo
¿QDOHVOD UHFRQFLOLDFLyQHVWDQRSXHGH LQLFLDU
con la sospecha sobre el sobreviviente. Esta es
ODUD]yQSRUODFXDO HQHODSDUWDGRDQWHULRUD¿U-
me que frente al problema de la veracidad de la
memoria era, incluso, importante superar dicho
requerimiento. En palabras de Sarlo:
No solo en el caso del Holocausto el testimo-
nio reclama que sus lectores o escuchas con-
temporáneos acepten su veracidad referen-
cial, poniendo en primer plano argumentos
morales sostenidos en el respeto al sujeto que
ha soportado los hechos sobre los cuales ha-
bla. Todo testimonio quiere ser creído y, sin
embargo, no lleva por sí mismo las pruebas
por las cuales puede comprobarse su veraci-
dad, sino que ellas deben venir desde afuera
(Sarlo, 2006).
Si, como aseverábamos, la memoria es una
selección, entonces, ella es siempre una cons-
trucción que pudo haber sido de cualquier otra
forma además de la forma escogida. Como re-
sultado, toda memoria es en cierto sentido una
¿FFLyQ6LQHPEDUJRFRPROR VRVWHQtDPRVFRQ
Ricoeur, la memoria pretende ser verdadera,
HOODQRHVXQD¿FFLyQTXHVHUHFRQR]FDFRPRWDO
ocurrió. Pero además, aunque toda memoria sea
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133
una construcción, no toda construcción e inter-
pretación del pasado es igual de valiosa para la
sociedad, sino solo aquella que contribuye con
la reconciliación.
Es por esto que resulta fundamental para una
memoria en perspectiva moral superar el pro-
blema epistemológico de la verdad. Si partimos
del hecho de que no es posible aprehender por
la memoria la esencia de las cosas, sabemos de
facto que el criterio de escucha ya no es que la
víctima esté o no narrando los hechos tal cual
sucedieron, sino la necesidad que ella tiene de
ser atendida, pues esta es la condición necesaria
de la restitución de los lazos rotos.
Por último, hay algo que este argumento per-
mite, y que no está presente en los otros dos:
Recuperar el poder sanador del olvido. Solo
cuando logramos subsanar, a través del recuer-
do, la brecha que se abre por la violencia entre
superstes y testis, y escuchamos las necesidades
de nuestros conciudadanos victimizados, solo en
ese momento, ponemos las condiciones para que
nuestros compatriotas puedan olvidar, en el sen-
WLGRSRVLWLYR\ D¿UPDWLYRTXHKHPRVHVER]DGR
con anterioridad.
Los sobrevivientes de la violencia persisten
en el recuerdo de sus seres queridos, persisten en
su ser-víctima, porque ante un Estado incapaz de
proporcionar justicia y una sociedad indiferente
solo el obstinado recuerdo del pasado es el an-
tídoto contra la impunidad. Los sobrevivientes
están atados, condenados a revivir cada día el
acontecimiento violento, porque nosotros, los
otros que no estuvimos directamente implica-
dos, no nos hemos preocupado por proporcio-
nar las bases necesarias para que ellos puedan
olvidar. Las víctimas tienen derecho a liberarse
del pasado, del dolor que implica ser víctima,
también por ahí pasa la reconciliación; pero es
imposible que esto se dé si no están dadas las
condiciones. Dar estas condiciones a través del
recuerdo es nuestra responsabilidad.
CONCLUSIONES
Desde la perspectiva de lo público, queda es-
tablecido que la responsabilidad moral de recor-
dar está aliada a lo político: debemos recordar,
esto es, construir una narración del pasado que
nos permita volver a articular el entre roto tras la
violencia. En este sentido, lo más favorable está
supeditado a las necesidades de las víctimas y en
la medida en que estas necesidades sean cubier-
tas se crearán las condiciones para que el olvido
irrumpa como parte de un proceso de sanación,
no bajo la forma de la impunidad, sino bajo el
espíritu de liberación.
Desde la perspectiva de lo privado, a toda
víctima, a todo individuo, le corresponde tam-
bién una obligación moral que no tiene que
ver necesariamente con los otros, aunque cier-
to sentido los afecte. Es la obligación moral de
construirse un pasado liberador. Nosotros no te-
nemos el poder de controlar qué cosas nos suce-
den, pero tenemos la obligación moral de hacer
la interpretación de dichos acontecimientos que
sea “mejor” para nuestra vida, esto es, aquella
que potencie nuestra capacidad de acción y no
aquella que nos haga esclavos de lo que, en todo
caso, no podemos deshacer.
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SOBRE LA MEMORIA
134
$VtHQOR TXHVHUH¿HUHDOD KLVWRULDSHUVR-
nal, nuestra obligación moral no está anclada
en recordar los sucesos violentos que otros han
sufrido, sino en asimilar las propias experien-
cias. Se utiliza el término “asimilación” porque
el pasado hay que digerirlo, incorporarlo, valer-
nos de él para construir una narración de la vida
YLYLGDTXH HVWp±SDUD XWLOL]DUORV WpUPLQRVGH
1LHW]VFKH±DOVHUYLFLRGHODYLGD\QR HQFRQWUD
de la misma (Nietzsche, 2003). Un pasado que
no está al servicio de la vida y de la acción es un
pasado que se impone como un pesado lastre.
Este no hace sino aplastar al hombre hacia abajo
y doblegarle hacia los lados, obstaculizando su
marcha como un peso invisible y oscuro (2003).
El ejercicio, entonces, consiste en, de entre un
cúmulo de experiencias, incorporar solo aque-
llas que potencian la vida. Esto es equivalente a
interpretar el pasado siempre bajo el presupues-
to que este debe estar en todo caso al servicio
del presente y del futuro. Por ello, aquellas ex-
periencias que no se puedan incorporar, que, por
las razones que fuere, no puedan asimilarse hay
que dejarlas ir, hay que obligarlas a desaparecer
(2003).
También en este caso podemos hablar de un
olvido liberador, en un doble sentido por un lado,
la asimilación del pasado implica una suerte de
olvido similar al duelo, pues la incorporación de
las experiencias acaecidas exige superar (olvi-
dar) el dolor asociado a ellas, y obliga a volver
sobre las mismas no desde la visión del sufri-
PLHQWRVLQR GHVGHXQD SHUVSHFWLYDHGL¿FDQWH
Por otro lado, aquellas experiencias que no se
pueden incorporar en pro de la acción y de la
vida deben ser descartadas, es decir, exiliadas de
la narración del pasado hasta simplemente desa-
SDUHFHUGHODHVFHQD6HWUDWDGH XQROYLGRGH¿-
nitivo que permite eliminar “exceso de pasado”.
No hemos agotado aquí el problema de la
responsabilidad moral de recordar. Estamos aún
muy lejos de llegar a dicho punto. Hemos, en
cambio, esbozado algunas ideas que, con suerte,
nos ayudarán a seguir pensando esta cuestión.
Estoy convencido de que, lejos del prejuicio de
aquellos fanáticos de la praxis que condenan a
ODVUHÀH[LRQHVWHyULFDVDOXQLYHUVRGHOD³LQIpUWLO
especulación”, es nuestro deber como teóricos
seguir rumiando las preguntas aquí propuestas,
pues tal vez así descubramos la forma en que
es posible incorporar a las estructuras de pensa-
miento y sociales de un modo de ser más preo-
cupado por el cuidado del otro.
Sin embargo, antes de iniciar esta labor, es
SUHFLVRTXHGH¿QDgrosso modo los dos términos
que demarcan nuestro campo de acción: lo mo-
ral y lo político. En la actualidad, vemos con fre-
cuencia que la palabra “moral” se usa para hacer
referencia a los juicios, concernientes al bien y
el mal, a partir de los cuales los seres humanos
regulan sus actos y dirigen sus conductas diarias
en relación con los otros y consigo mismos. En
este sentido, la moral se inscribe en el universo
de la acción. Por su parte, la ética se ocupa de la
UHÀH[LyQFRQFHSWXDOVREUHODPRUDODVtTXHSR-
demos vincularla al ámbito de la especulación.
La pregunta por la responsabilidad mo-
ral de recordar está, sin duda, atravesada por
ODUHÀH[LyQ ±HVWHDUWtFXOR HVMXVWDPHQWHVLJQR
GHHOOR±SHUR HOpQIDVLVGHVXIRUPXODFLyQ HVWi
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135
puesto en la acción; en el modo en que el hom-
bre se inserta en el mundo (Arendt, 1993). De
este modo, recordar es una actividad que puede
ser juzgada como buena o mala. Más adelante se
esclarecerá el sentido de estas palabras. Por aho-
ra, en el marco del problema que nos convoca, lo
relevante, además de lo anterior, es comprender
que, en contraste con un ámbito institucional, la
pregunta por la responsabilidad moral de recor-
dar recae sobre el individuo.
No se trata, pues, de establecer qué respon-
sabilidad moral podemos imputarle al Estado
respecto a los procesos de recordación. Este
tiene responsabilidades jurídicas, no que no ro-
ben, que no maten, que no hagan trampa, que
no engañen, etc. Se trata de establecer qué po-
sición debe tomar el individuo en lo referente
al recuerdo de ciertos acontecimientos pasados;
qué posición es correcta y cuál no lo es.
La peculiaridad de este asunto es que aun-
que la pregunta por la responsabilidad moral
de recordar recae sobre el individuo, surge en
el marco de procesos institucionales posteriores
a regímenes totalitarios o episodios nacionales
de violencia
2
. Precisamente, por la necesidad de
vincular a la sociedad entera en un diálogo que,
por su naturaleza jurídica, parecería ser exclu-
sivo entre las víctimas y el Estado o entre las
víctimas y sus victimarios.
2. Pensemos, por ejemplo, en las Comisiones de la Verdad, fa-
PRVDVGHVGH(VWDVVRQRUJDQLVPRVR¿FLDOHVWHPSRUDOHV
que tienen como objeto realizar investigaciones y escribir in-
formes, de carácter no judicial, sobre abusos graves cometi-
dos en el pasado por diferentes actores, con miras a formular
recomendaciones que impidan que dichos acontecimientos
sucedan de nuevo.
Como se colige de lo anterior, cuando habla-
mos aquí de individuo está inscrito en una colec-
tividad, por ello, la pregunta por la memoria in-
terroga tanto al individuo como a la comunidad,
tanto lo privado como en lo público.
En lo que atañe a la noción de “política”,
ODGH¿QLFLyQ PiV DSURSLDGDHV ODGH +DQQDK
Arendt en ¿Qué es la política? Allí, la autora
D¿UPDTXHOD³SROtWLFDWUDWDGHOHVWDUMXQWRV\ORV
unos con los otros de los diversos” (1997, p. 45).
“La política se basa en el hecho de la pluralidad
de los hombres” (Ibíd., p. 45). Y por ello, “nace
en el entre-los-hombres, surge entre y se estable-
ce como relación” (Ibíd., p. 46).
&RPRUHVXOWDGRGHHVWD GH¿QLFLyQHQWHQGH-
mos por qué la responsabilidad moral de recor-
dar se lía a lo político; por qué la pregunta por la
memoria exige un giro desde lo institucional ha-
cia lo social. Al poner el problema de la respon-
sabilidad de recordar en el ámbito de lo moral,
se elimina el ámbito excluyente de lo jurídico
y los individuos se vuelven a situar en un entre
que los vincula a todos, que los interroga como
una totalidad. Ellos se ven en la tarea de pregun-
tarse en qué sentido su acción es buena o mala
respecto a ese todo del que son parte. Recordar
es, pues, una actividad política en la medida en
que demanda la totalidad propia de este entre y,
como resultado, exige al individuo actuar para
UHD¿UPDUVHFRPR SDUWHGHHVHWRGR 3HURWDP-
bién es una actividad moral en la medida en que
actuamos en relación con ese todo según nues-
tros criterios de bondad y maldad, y nuestras ac-
ciones puedan ser juzgadas por los otros desde
la misma perspectiva.
Justicia, No. 26 - pp. 121-136 - Diciembre 2014 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-7441
http://publicaciones.unisimonbolivar.edu.co/rdigital/justicia/index.php/justicia
SOBRE LA MEMORIA
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FÉLIX ERNESTO GONZÁLEZ GERALDINO