133
educación tiene por finalidad proporcionar un orden
simbólico que modela el lenguaje, las percepciones, los
pensamientos, la expresión de los sentimientos, en fun-
ción de la cultura del grupo a que se pertenece.
Podríamos especular acerca de los estudiantes
más jóvenes que están recién saliendo de sus estudios
medios, estos preservan el ritmo de estudio y poseen me-
nos responsabilidades (económicas, laborales, familia-
res, etc.); por tanto, podrían tener más éxito, por cuanto
están más focalizados en el estudio durante sus trayec-
torias académicas. Sin embargo, por otra parte, con los
estudiantes mayores también podríamos plantear que se
encuentran más motivados debido a sus muchas respon-
sabilidades sociales y anhelos de superación, aprovechan
al máximo sus momentos de estudio y, por ende, po-
drían alcanzar mejores rendimientos. Estas percepciones
se fundamentan en investigaciones que han demostrado
la poca definición final en este tema, en donde podemos
encontrar conclusiones que muestran que “la edad in-
fluencia positivamente el desempeño” (Naylor & Smith,
2004), o su contraparte donde “la edad aumenta el ries-
go de desertar, pero no influye en la probabilidad de
graduarse” (Giovagnoli, 2002).
Frente a este deseo de lograr el proceso de edu-
cación, debemos hacer referencia esencial al “respeto y
reconocimiento de la diferencia en los estudiantes para
orientar las acciones a atender la cultura y la pedago-
gía (andragogía) de la diversidad” (Díaz-Romero, 2006).
También es necesario permitir el acceso a todos los es-
tudiantes con una propuesta de intervención educativa
que facilite su desarrollo posible y óptimo.
Conclusiones
La institución que acoge a estos estudiantes no
pone requisitos de entrada ni mecanismos de selección
o discriminación, sino que hace efectivos los derechos
a la educación, a la igualdad de oportunidades y a la
participación.
La inclusión se concibe como un proceso consistente
en responder a la diversidad de necesidades de todos
los estudiantes y satisfacerlas mediante una mayor
participación en el aprendizaje, las culturas y las co-
munidades dentro de la educación y a partir de ella
(Martínez, 2006).
Es de suma importancia brindar una oportuni-
dad a quienes, por razones diversas, debieron postergar
o dejar inconcluso el deseo de realización de estudios
profesionales. En efecto, hoy se acepta como innovación
necesaria que los planes de estudio deban considerar el
caso de aquellos que, habiendo acumulado una expe-
riencia de vida, se han propuesto iniciar estudios supe-
riores provistos de aptitudes maduras, muy distintas de
las de los estudiantes más jóvenes (Figura 2).
La educación intercultural nos invita a fortale-
cer nuevos procesos de acompañamiento o interacción
con los otros, para generar una comunicación que logre
intercambiar la presencia de mundos diversos, donde
cada sujeto cultural a través de la interacción en la vida
cotidiana, con una mezcla de tradiciones y visiones del
presente, va creando la identidad cultural. En el proce-
so educativo, es igual de importante esta intervención-
acción de los actores, puesto que no podemos dejarnos
llevar por lo establecido, como simples peces en la co-
rriente de agua; debemos reconocer en la interacción
con el otro la necesidad de pensarnos diversos y plan-
tearnos los distintos procesos de aprendizaje. Dejando
abierto este prisma de observación, el presente artículo
ha querido ser un aporte para asociar la problemática
del caso, así como identificar otras variables que ameri-
tan estudios en profundidad.
Psicogente, 19 (35): pp. 128-135. Enero-Junio, 2016. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X
http://publicaciones.unisimonbolivar.edu.co/rdigital/psicogente/index.php/psicogente
AdriAnA riverA lersundi