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Podría ser útil trabajar la memoria con cada comunidad, y luego ver si pueden reunirse y trabajarlo colectivamente,
no unir víctimas y victimarios de entrada, porque eso en vez de mejorar, lo que puede hacer es empeorarlo y si cada
uno necesita su propia memoria histórica, tienen derecho a construirla.
Me parece muy importante el reconocimiento mutuo como sujetos, porque si no difícilmente van a tener un diálogo
fructífero. Además, el pasado no se puede evitar, pero es necesario trascenderlo y construir algo para el futuro: ¿qué
es lo que quiero poner en el futuro?, ¿qué es lo que tenemos en común?, o ¿qué es lo que queremos tener en común?
Ana María Arias: Creo que también hay otros retos, pues en relación con la primacía actual de la individualidad, de
lo light, del “sálvese quien pueda”, ¿cómo hacemos para promover lo comunitario? y ¿cómo hacemos para pensarlo
a nivel teórico?
Alipio Sánchez Vidal: Bueno, al cuestionar si es viable la ética del compartir, del nosotros, de lo colectivo, priman
dos aspectos que claramente se pueden identificar: Primero, el individualismo, que es un fenómeno muy preocu-
pante porque desde esa visión se produce, se consume y se definen los problemas como individuo, “es mi problema,
no es el tuyo”. Segundo, el egoísmo ético, es difícil compartir, “los problemas míos son los míos y por lo tanto tú
resuelves tus problemas”.
El tema es que nosotros nos movemos dentro de una sociedad que tiene unos parámetros morales, sociales y polí-
ticos, y normalmente un marco institucional, que dificulta mucho el trabajo, y en este sentido, estamos haciendo
una tarea contracultural. Pues los valores de la psicología comunitaria, que son el compartir, la mutualidad, el poder
compartido y el altruismo, son exactamente contrarios a los valores del capitalismo como son el individualismo, el
interés, la utilidad, etcétera, entonces ¿cómo se puede hacer?
Ana María Arias: Estamos como nadando contra la corriente.
Alipio Sánchez Vidal: Exacto, primero tenemos que hacernos entender, segundo tenemos que mirar los asuntos
desde el punto de vista moral y epistemológico, pues somos una parte del todo que podemos influir, pero la deci-
sión sobre el tipo de sociedad en la que hemos de vivir, no nos toca solo a nosotros, tal vez podemos ser un actor
influyente, tener unas ideas y unas experiencias que influyan a los demás, pero no somos nadie para decidir por el
conjunto de una sociedad.
Entonces, ¿cómo podemos contribuir? Tenemos que reconocer que nuestros valores son contraculturales y que hay
que hacer un gran trabajo de convencer a la gente de que vivimos en un mundo burocratizado, muy deshumanizado,
que ha roto los vínculos comunitarios, que esto lleva a una serie de patologías sociales y que por lo tanto, habría que
impulsar cambios que llevaran a una sociedad más justa y a un tipo de vida más humano aun cuando eso implique
renunciar a parte de nuestro bienestar.
Psicogente, 18 (34): pp. 253-259. Julio-Diciembre, 2015. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X
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