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relAción entre AutoestimA y AutonomíA funcionAl en función del Apoyo sociAl en Adultos institucionAlizAdos de lA tercerA edAd
Psicogente, 18 (34): pp. 303-310. Julio-Diciembre, 2015. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X
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INTRODUCCIÓN
En el siglo XXI, la proporción de adultos mayores
en el mundo ha crecido notoriamente (United Nations,
2013). Este segmento poblacional se caracteriza por el
decremento en la capacidad funcional, que implica una
reducción en su calidad de vida. En los ancianos, la ca-
lidad de vida está determinada por variables principal-
mente relacionadas con la autopercepción de sí mismos,
como la autoeficacia (Urzúa, Bravo, Ogalde & Vargas,
2011) y/o la autoestima (Majercsik, 2005; Ortiz & Cas-
tro, 2009). La autoestima es una necesidad psicológica
relacionada con la percepción y valoración positiva o
negativa que tiene una persona sobre sí misma (Masso,
2001), por lo cual es un excelente indicador de salud
mental y de la calidad de vida a largo plazo (Taft, 1985);
sin embargo, tiende a declinar con la edad (Wagner,
Gerstorf, Hoppmann & Luszcz, 2013; Robins, Trzes-
niewski, Tracy, Potter & Gosling, 2002) y, sobre todo,
con la vejez (Matud, 2004).
Entre los determinantes más fuertes de la autoes-
tima en ancianos se encuentran el apoyo social y la auto-
nomía funcional (Nanthamongkolchai, Makapat, Cha-
rupoonphol & Munsawaengsub, 2007). En esta edad, el
apoyo social viene principalmente de la familia. En este
sentido, un estudio de Zavala, Vidal, Castro, Quiroga
y Klassen (2006) asegura que los adultos mayores que
cuentan con apoyo familiar presentan mayor autoestima
que quienes se sienten ignorados por la familia. Factores
sociales como la relación con los pares o la pareja e inclu-
so el sexo también influyen, aunque en menor medida.
Los ancianos con una vida sexual activa tienen más au-
toestima que los que no (Choi, Jang, Lee & Kim, 2011).
La autonomía funcional se define básicamente
como la capacidad de las personas para cumplir con las
acciones mínimas de supervivencia cotidianas (Barthel,
1955, citado por Barrero, Arrioja & Ojeda, 2005). Está
relacionada con la dependencia de los ancianos hacia
familiares y cuidadores, es decir, con la cantidad de asis-
tencia que requieren de parte de otras personas para
llevar a cabo sus actividades básicas. La independencia,
entonces, es una medida de la calidad de vida de los
ancianos (Cardona, Estrada & Agudelo, 2006) y, nor-
malmente, los hombres tienden a ser más independien-
tes que las mujeres a esta edad (De la Fuente, Bayona,
Fernández, Martínez & Navas, 2012). La autonomía
se relaciona con el control y la sensación subjetiva de
control de la vida, de modo que un incremento en la
discapacidad funcional y crónica implica un decremento
en la sensación de dominio (Janga, Chiribogaa, Leeb &
Cho, 2009). De esta forma, la autonomía y la capacidad
funcional se correlacionan positivamente con la calidad
de vida (Serra Lobo, Santos & Gomes, 2014; Durán,
Valderrama, Uribe-Rodríguez & Molina, 2008). La inde-
pendencia física constituye, por tanto, una medida de la
calidad de vida en ancianos (Hsu, Alfermann, Lu & Lin,
2013) y de su felicidad (Bohórquez, Lorenzo & García,
2014). La baja autonomía se relaciona con depresión y
disfunción social (Astorga, 2011), así como con conduc-
tas suicidas en ancianos (O’riley & Fiske, 2012).
Del mismo modo, una baja percepción de control
independiente está relacionado con baja autoestima en
ancianos (Wagner et al., 2013). Los que son capaces de
caminar por la calle tienen mejor percepción general de
sí mismos y autoestima que los que no (Bergland, Thor-
sen & Waaler Loland, 2010). García & Troyano (2013)
confirman una correlación positiva entre la autoestima y
la actividad física en personas mayores. Y el autoconcep-
to y la actividad física en el mismo grupo etario también
correlacionan positivamente (Bohórquez, Lorenzo &
García, 2014). En general, la autoaceptación y la autono-