Psicogente, 18 (33): pp. 11-21. Enero-Junio, 2015. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X
http://publicaciones.unisimonbolivar.edu.co/rdigital/psicogente/index.php/psicogente
* Proyecto: “Salud Mental y Violencia Psicosocial. Hacia una Caracterización Estatal” Financiado por el Programa de Mejoramiento del Profesorado de la
Secretaría de Educación Pública (PROMEP-SEP) en su Convocatoria de Fortalecimiento 2013, para el Cuerpo Académico CA COAH-12 SALUD MEN-
TAL.
1 Doctora en Filosofía con Especialidad en Psicología. Catedrático-Investigador y Coordinadora del Departamento de Investigación Universidad Autónoma
de Coahuila. Email: mayrachavezmartinez@uadec.edu.mx
2 Doctora en Psicología especializada. Líder del Cuerpo Académico “Salud Mental” Universidad Autónoma de Coahuila.
Email: jana_petrzelova@uadec.edu.mx
Doctor en Ciencias y Humanidades para el Desarrollo Interdisciplinario. Catedrático Investigador de Tiempo Completo Universidad Autónoma de
Coahuila. Email: joel_zapata@uadec.edu.mx
Psicóloga. Responsable de la investigación: Conocimiento y Práctica de la Sexualidad en Universitarios Universidad Autónoma de Coahuila.
Email: mhdrawingdreams@hotmail.com
Psicóloga. Responsable de la investigación: Intervención psicológica en atención al adolescente maltratado Universidad Autónoma de Coahuila.
Email: eliza_monster@hotmail.com
Resumen
El objetivo de este trabajo consistió en conocer los efectos psicológicos en la salud mental deriva-
dos de la violencia psicosocial entre la población del Estado de Coahuila. Mediante la aplicación
de la batería “Evaluación psicosocial de la vivencia de sucesos vitales”, se diagnosticó la percep-
ción subjetiva de la violencia en las ciudades con mayor incidencia de eventos violentos. Más
concretamente, se analizó la correlación entre variables sociodemográficas, considerando particu-
laridades regionales y variables psicológicas vinculadas a la violencia psicosocial desde el modelo
de la representación social, así como las implicaciones, cambios y efectos que los eventos violentos
causan en las personas. En Monclova y Torreón, los resultados indican que se debe afrontar la
violencia y tomar precauciones; y en Saltillo, se destaca la búsqueda de soluciones y olvidar. En
general, las mujeres reportaron miedo y tristeza; los hombres, enojo.
Abstract
This paper aims underline the psychological effects on mental health as a result of psychosocial
violence among people from Coahuila, the battery “Psychosocial assessment of the experience
of life events” was used to diagnose a subjective perception of violence, mainly in violent cities.
The correlation between socio demographic and psychological variables related to psychosocial
violence variable, considering regional particularities and based on social model representation
involving implications, changes and violent effects caused in people, were analyzed. In the Mon-
clova and Torreón regions the results showed the perception that violence had to be confronted
head on and that precautionary measures should be taken; in Saltillo the results showed the
perception to be- to look for solutions and put it aside. In other words, women showed fear and
sadness while men showed anger.
Palabras clave:
Violencia psicosocial,
Afrontamiento, Emociones,
Red de apoyo.
Key words:
Psychosocial violence,
Coping, Feelings,
Social support networks.
Referencia de este artículo (APA):
Chávez, M., Petrzelová, J., Zapata, J., Hernández, M., Rodríguez, M. (2015). Violencia psicosocial en el noreste de México: repercusiones en la
salud mental. Psicogente, 18(33), 11-21. http://doi.org/10.17081/psico.18.33.52
VIOLENCIA PSICOSOCIAL EN EL NORESTE DE MÉXICO:
REPERCUSIONES EN LA SALUD MENTAL*
PSYCHOSOCIAL VIOLENCE IN NORTHEASTERN MEXICO:
IMPACT ON MENTAL HEALTH
Recibido: 26 de junio de 2014/Aceptado: 24 de noviembre de 2014
http://doi.org/10.17081/psico.18.33.52
MAYRA CHÁVEZ MARTÍNEZ
1
, JANA PETRZELOVÁ MAZACO
2
,
JOEL ZAPATA SALAZAR
, MAYRE HERNÁNDEZ VALERIO
MARIANA RODRÍGUEZ HERRERA
Universidad Autónoma de Coahuila - México
12
INTRODUCCIÓN
En este trabajo, se asume una definición de vio-
lencia psicosocial suficientemente amplia, que incluye
elementos de salud pública y concomitantes, los cuales
inciden en la salud mental de la población: criminali-
dad, delincuencia e inseguridad.
En este sentido, se retoma la definición de violen-
cia de la Organización Mundial de la Salud (2002, p. 5),
que la establece como:
El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea
en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo,
otra persona o un grupo o comunidad, que cause o
tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muer-
te, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o pri-
vaciones.
Como se ve, la definición anterior no se limita
al mero ejercicio de la fuerza sobre otro individuo, tal
como señalaban las definiciones tradicionales; por el
contrario, incluye actos violentos derivados de las rela-
ciones interpersonales y la conducta suicida. Asimismo,
incorpora un abanico amplio de conductas que inclu-
yen la intimidación, las lesiones, amenazas y la muerte,
y no soslaya los daños psíquicos y sociales vinculados a
la violencia, que atañen a las personas, sus familias y a
sectores más amplios de la sociedad, como son las comu-
nidades y los pueblos.
En relación a la violencia psicosocial en México,
el saldo que dejó la llamada “guerra contra el narcotráfi-
co” entre 2006 y 2010 fue de 30 mil muertos. Se calcula,
además, que durante el primer trimestre de 2007, las
muertes relacionadas con el narcotráfico fueron alrede-
dor de 500, en tanto que para el cuarto trimestre de
2010 el número ascendió a 35 mil muertes, lo que indica
un crecimiento porcentual del 700 % en un periodo de
tres años (Reyes & O’Quinn, 2013). En esta perspectiva,
la inseguridad constituye uno de los grandes problemas
de México y se manifiesta de dos formas principales: la
inseguridad que vive la población afectada por el aumen-
to de los delitos, y el auge del narcotráfico.
La violencia y la inseguridad se vive con distinta
intensidad según el Estado y el grupo social al que se
pertenezca. Y los graves problemas socioeconómicos del
país repercuten, así, en la seguridad y la gobernabilidad.
Por ejemplo: la emigración masiva de población hacia
Estados Unidos incluye la trata de personas, una acti-
vidad de crimen organizado que, a su vez, significa una
violación de los derechos humanos de los migrantes y de
la población en general.
Según el Instituto Nacional de Estadística y
Geografía, en la Encuesta Nacional de Victimización y
Percepción sobre Seguridad Pública (INEGI, 2012), ac-
tualmente, el 57 % de la población adulta en México
manifiesta que su principal preocupación es la insegu-
ridad, seguida del desempleo y la pobreza. Dicho tema
ha provocado confusión y temor en gran parte de los
mexicanos, como resultado de la notable expansión de
una violencia acelerada que pareciera no tener diques
de contención ni ante la justicia. García (2006, p. 15)
precisa: “La inseguridad pública se ha convertido en un
problema social, público y gubernamental en México,
en la medida que la gestión y sus políticas de prevención
han sido ineficaces para reducirla y fundamentalmente
evitarla”.
Los coahuilenses, según el Índice de Desarrollo
Demográfico (Confederación Patronal de la República
Mexicana, 2012), dijeron sentirse menos seguros que en
2011; el aumento fue muy superior respecto a Estados
como Nuevo León o Guerrero, que también han padeci-
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do un aumento considerable en los índices de violencia
y delincuencia. Esto se debe a que durante el 2011 el
aumento de la violencia en el país fue aún mayor, pues
se registraron 574 ejecuciones, lo cual significó una tasa
de 241 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes.
Esta tasa fue más alta que la del nivel nacional (19,8
casos) y ubicó a la entidad en el décimo lugar. De acuer-
do con la investigación realizada por estudiantes de
Psicología, específicamente en la ciudad de Saltillo, la
percepción y el miedo al crimen es elevado, 28,8 % de
los encuestados reportó sentirse poco o nada seguro en
sus colonias de residencia (González, Farfán, Barragán,
Cepeda, Espericueta, 2008).
En 2012, el 37,6 % de los hogares del país lleva-
ron a cabo acciones para protegerse de la inseguridad y
la delincuencia y el gasto promedio en medidas de pro-
tección por hogar ascendió a $4.707,30. A lo largo de
2012, el 27,3 % de la población de 18 años y más fue
víctima de al menos un delito; y en 18 entidades la preva-
lencia delictiva aumentó con respecto a la registrada en
2010. Durante 2012, ocurrieron 27,7 millones de delitos
en el país. Solo el 7,9 % de estos fue denunciado y se
inició una averiguación previa. La llamada Cifra Negra
es de 92,1 % (INEGI, 2013).
En 2013, seis de cada diez personas a nivel na-
cional identificaron la inseguridad como su principal
preocupación. En esto sobresalen Nuevo León (74 %),
Coahuila (70,0 %) y el Estado de México (69,2 %) (INE-
GI, 2013). Al respecto, las mujeres se sienten más inse-
guras que los hombres, desde cualquiera de los ámbitos
geográficos en los que transcurre su vida; como su co-
lonia o localidad (46,7 %), su municipio (65,6 %) y su
entidad (74,7 %).
Por todo esto, resulta necesario entender el fenó-
meno y las consecuencias de esta problemática social.
La violencia, además, es considerada una de las
principales fuentes de problemas o enfermedades que
afectan la salud mental (Sullivan & Everstine, 2004),
como son la depresión, el trastorno de estrés post-trau-
mático, cambios en el estado de ánimo, etc.
No existe un componente único que explique el
por qué un sujeto se comporta de manera violenta y otro
no, ni por qué una comunidad se ve desgarrada por la
violencia mientras otra, aun vecina, vive en paz. La vio-
lencia es un fenómeno muy complejo, y como tal está
compuesta de elementos biológicos, psicológicos, fami-
liares, sociales, culturales, económicos y políticos, que,
simultáneamente, representan los factores de riesgo. La
violencia colectiva se puede ver desde un punto de vista
ecológico representado en el modelo de Bronfenbrenner
(1979), que aparece en la Figura 1.
Los factores de riesgo influyentes en un indivi-
duo dependen de su edad, de su historia personal, de
su estructura familiar, de la vulnerabilidad volitiva es-
trechamente conectada con el nivel cognitivo, y de la
capacidad de evaluar los factores de riesgo en su propio
comportamiento. Todo ello se refleja en baja autoesti-
ma, dependencia, indiferencia, comunicación pobre y
falta de afecto.
Figura 1. Modelo ecológico para comprender la violencia
(Bronfenbrenner, 1979)
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En lo que concierne a las relaciones familiares
(también llamado microsistema), se puede mencio-
nar el funcionamiento familiar, conflictos conyugales
y ambientes violentos. En el nivel comunitario (meso
sistema) es muy importante el asunto demográfico y en
este se integran aspectos como amigos, compañeros y
medioambiente en el cual se desenvuelve el sujeto; la
pobreza; el nivel educativo de la población y el nivel so-
cioeconómico de la comunidad; falta de oportunidades,
desempleo, deterioro urbano; grupos criminales, pandi-
llas, tráfico de drogas, etc. El factor de la sociedad y sus
normas sociales y culturales (macrosistema) determinan
el sentir de toda la sociedad. Aquí se detectan las repre-
sentaciones sociales sobre las relaciones y usos de poder,
la violencia institucional, desigualdades sociales, impu-
nidad, etc. De las normas sociales depende la preven-
ción, el cuidado de la salud poblacional, la seguridad y
las políticas enfocadas al bienestar de la población.
Sobre el modelo de la
representación social
De acuerdo con lo anteriormente expuesto, la
propuesta de Moscovici (1979) puede integrar los ele-
mentos del modelo ecológico para efectos de análisis.
Su teoría de las representaciones sociales supone “una
forma de conocimiento, socialmente elaborada y com-
partida, teniendo una visión práctica y congruente con
la construcción de una realidad común a un conjunto
social” (Jodelet, 1989, p. 39). Esto es: las representacio-
nes sociales se configuran como un saber práctico, de
sentido común, incluso ingenuo.
Por otra parte, dichas representaciones no se en-
cuentran desestructuradas y menos aún desarticuladas
de las prácticas; más bien son “un conjunto organizado y
estructurado de informaciones, de creencias, de opinio-
nes, de actitudes; esta constituye un sistema sociocogni-
tivo particular” (Abric, 2002, p. 82).
Desde el punto de vista, la búsqueda de diseños
adecuados que permitan un acercamiento riguroso al
sistema representacional y a sus vínculos con las prácti-
cas sociales, es controvertida. No existe un acercamien-
to único e inequívoco. Pero, en cualquier caso, se debe
operacionalizar la suma de opiniones individuales, y tra-
ducirse a una línea general del pensamiento social (Di
Giacomo, 1981).
A partir de lo anterior, las opiniones individuales,
traducidas en objetos de representación social se con-
vierten en objetos de análisis. Según Moliner (1989),
existen ciertas condiciones para que una representación
social aparezca: el polimorfismo del objeto, la presencia
recurrente del fenómeno en las comunicaciones y la exis-
tencia de prácticas comunes vinculadas con él. En este
caso, la violencia se asume como un objeto representa-
cional (Campbell, Muncer, Guy, Banim, 1996), por
cumplir el requisito planteado por Rouquette y Rateau
(1998) de estar, en forma simbólica y material, altamente
cargada de significado (otros ejemplos son: el género, la
sexualidad y la locura).
Violencia y salud mental
La investigación presente se refiere a la violen-
cia colectiva dirigida a los sujetos de una comunidad o
a rencillas entre los distintos grupos. Es el uso instru-
mental de la violencia por personas que se identifican
a sí mismas como miembros de un grupo frente a otro
grupo o conjunto de individuos, con objeto de lograr
objetivos políticos, económicos o sociales. Adopta diver-
sas formas: conflictos armados dentro de los Estados o
entre ellos; genocidio, represión y otras violaciones de
los derechos humanos; terrorismo; crimen organizado,
etc. (OMS, 2002).
Esta clasificación también tiene en cuenta la na-
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turaleza de los actos violentos, que pueden ser físicos,
sexuales o psíquicos, o basarse en las privaciones o el
abandono; así como la importancia del entorno en el
que se producen, la relación entre el autor y la víctima y,
en el caso de la violencia colectiva, sus posibles motivos.
La violencia medra cuando no existe democracia,
respeto por los derechos humanos ni buen gobierno. A
menudo nos preguntamos cómo puede enraizarse una
«cultura de violencia». Muchas personas que conviven
con la violencia casi a diario la asumen como consustan-
cial a la condición humana, pero no es así. Es posible
prevenirla, así como reorientar por completo las culturas
en las que impera (OMS, 2002, p. 1).
Tradicionalmente, las legislaciones de los distin-
tos países en el mundo han contemplado al delincuente
ignorando a la víctima. No toman en cuenta que la victi-
mización puede provocar daños severos, que en muchas
ocasiones son de difícil o imposible reparación, ya que
penetra el nivel más profundo de la integridad de una
persona, es decir, no solo su aspecto físico, sino su es-
tado emocional, alcanzando a sus relaciones sociales y
familiares, su situación económica y hasta jurídica en la
mayoría de los casos (Comisión Nacional de Derechos
Humanos, 2010).
La complejidad, la universalidad y la diversidad
de los actos violentos suscitan sentimientos de impoten-
cia y apatía y, consecuentemente, afectan la salud mental
de las personas, que, por obligación, deben vivir conjun-
tamente con los sujetos violentos en la misma entidad,
Estado o país.
La salud mental y los trastornos mentales como
la ansiedad, estrés prolongado, depresiones o tendencias
paranoicas tienen una relación estrecha con la violencia
social y, específicamente, con la crueldad que se presenta
entre los grupos antagónicos del crimen organizado. La
inseguridad pública, los asaltos, secuestros, la extorsión
han provocado problemas graves en la salud mental de la
población y en el cambio de estilo de vida. El consumo
de alcohol y de drogas ilícitas está también en aumento,
según los resultados de la Encuesta Nacional de Adiccio-
nes (Instituto Nacional de Psiquiatría, 2011). Todo esto
influye en gran medida en la estructura de una sociedad
cuyo tejido se ha roto por el elevado crecimiento de la
desconfianza entre la comunidad. A esta problemática
de la inseguridad social, se unen la disfunción familiar,
maltrato infantil, conductas agresivas de los jóvenes,
violencia sexual y la migración constante de parte de la
población que ha perdido la posibilidad del sustento en
sus comunidades.
Para restaurar el bienestar de la población es ne-
cesario que la violencia y la salud no se sometan al secre-
tismo, a los tabúes y a los sentimientos de inevitabilidad
que rodean al comportamiento violento (OMS, 2002).
La salud pública fundamenta su proceder en
pruebas científicas. En este sentido, la identificación del
problema y sus causas, la planificación, la experimenta-
ción y la evaluación de las respuestas deben basarse en
investigaciones fidedignas y respaldadas por las pruebas
más sólidas e irrefutables.
MÉTODO
Diseño
La investigación es de carácter no experimental
y de tipo descriptivo. El diseño es transversal y de aná-
lisis correlacional. En ella, la principal variable de estu-
dio, repercusiones de la violencia psicosocial en la salud
mental de la población, fue definida como el conjunto
de reacciones de los individuos que ocurren después de
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haber vivido algún evento violento. De este modo, la me-
dición de estas reacciones, es decir, tanto las emociones
experimentadas como las medidas para superar la situa-
ción, se valoran en términos de su prevalencia.
Participantes
En el estudio participaron de forma voluntaria
268 ciudadanos de las siguientes ciudades: Saltillo (capi-
tal del Estado), Torreón (región sureste) y Monclova (re-
gión centro), que fueron seleccionadas por ser las ciuda-
des con mayor reporte de hechos violentos en el Estado
de Coahuila. La muestra de sujetos voluntarios, según
Hernández-Sampieri, Fernández y Baptista (2003), con-
siste en la participación de personas con características
comunes. En este caso, se requiere que cada una cum-
pla con la condición de haber sido víctima de un hecho
de violencia. Como criterios de inclusión, además, se
tomaron en cuenta: saber leer y escribir, ser mayor de
edad, residir en las ciudades mencionadas y proporcio-
nar el consentimiento informado para participar en el
estudio. Como criterios de exclusión se consideraron:
no ser capaz de comprender las instrucciones y contestar
el cuestionario de forma incompleta o desatenta (a juicio
del encuestador).
Se utilizó un muestreo no probabilístico, tipo
bola de nieve o muestreo en cadena. Según Hernández-
Sampieri et al. (2003; 2010), el muestreo de bola de nie-
ve permite seleccionar un grupo inicial de encuestados
(referencias), por lo general al azar, a quienes después
de entrevistar se les solicita que identifiquen a otras per-
sonas que pertenezcan a la población meta de interés.
De esta forma, los encuestados se seleccionan con base
en las referencias. Una ventaja de esto, es que las refe-
rencias tienen características demográficas y psicográfi-
cas más similares a las personas que las refieren de lo
que ocurriría al azar. La mayor ventaja del muestreo por
bola de nieve es que incrementa en forma considerable
la probabilidad de localizar las características deseadas
en la población.
Instrumento
Se utilizó la batería “Evaluación psicosocial de la
vivencia de sucesos vitales”, elaborada por Álvarez (en
prensa) en la Universidad Autónoma de Nuevo León, la
cual consta de seis instrumentos: un cuestionario cerra-
do, cuatro escalas y un cuestionario abierto. El formato
de las escalas es tipo Likert, con un rango de respuesta
de cinco alternativas: de siempre a nunca, y de totalmen-
te de acuerdo a totalmente en desacuerdo, dependiendo
del reactivo. El primer cuestionario es de respuesta dico-
tómica (Sí – No) y el último, de respuesta abierta.
Para obtener la consistencia interna del instru-
mento se llevaron a cabo los siguientes procedimientos:
- Hechos del evento; cuestionario dicotómico, con
12 reactivos, al que se aplicó la prueba Kuder-
Richardson-20, obteniendo un KR20=.91
La consistencia interna para las escalas, por el co-
eficiente Alfa de Cronbach, fue alto:
- Comportamiento durante y después de la situación; es-
cala tipo Likert, con 31 reactivos (D =.84)
- Ideas y pensamientos ante la situación; escala tipo
Likert, 24 reactivos (D =.83)
- Estrategias para salir adelante; escala tipo Likert,
con 20 reactivos (D =.86)
- Redes de apoyo; escala tipo Likert, con 27 reactivos
(D =.80)
- Consideraciones finales acerca de la situación; con seis
preguntas abiertas, a las cuales se les aplicó un
análisis de contenido con el Atlas.ti5, para obte-
ner categorías. De estas preguntas, se reporta lo
referente a dos de ellas: “¿Cuál considera la mayor
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dificultad en su situación actual?” y “De las emo-
ciones sentidas cuando entendió su situación,
¿cuál fue la más duradera?”.
Procedimiento
La información fue recolectada mediante apli-
cación individual autoadministrada del cuestionario,
después de leer y firmar el consentimiento informado,
garantizando el anonimato y confidencialidad de la in-
formación, de acuerdo con las normas éticas de investi-
gación de la Sociedad Mexicana de Psicología (2007).
Se acudió, en primer lugar, a centros escolares y
laborales donde se había sufrido algún hecho violento
(por ejemplo, la Facultad de Economía de Monclova y
los bomberos de Saltillo), además de las primeras apli-
caciones con personas conocidas víctimas de la violen-
cia psicosocial. A ellos se les preguntó sobre el conoci-
miento de otra persona conocida que hubiera sufrido
un hecho violento, y con esta información se inició la
bola de nieve del muestreo. Las aplicaciones se realiza-
ron localizando a los participantes en su centro escolar,
de trabajo o domicilio. El instrumento fue aplicado por
estudiantes de último semestre de licenciatura entrena-
dos para tal fin.
RESULTADOS
Los participantes fueron 268 ciudadanos de
Coahuila: 38 % de Saltillo, 40 % de Monclova y 22 %
de Torreón. De estos, el 46 % es hombre y el 55 %, mu-
jer, con una media de edad de 21 años (DS 7,8).
En términos generales, según las respuestas regis-
tradas, el 85,4 % de los ciudadanos percibió violencia, y
más en concreto, a un 61,3 % de personas lesionadas y
41,9 % muertas.
A los resultados obtenidos en cada escala, se les
aplicó la prueba de X
2
. Los datos que aparecen a conti-
nuación son los que presentan diferencias significativas
por sexo y/o ciudad. Se eligieron los reactivos más im-
portantes de cada variable.
En la Tabla 1, con una significancia de p=.045,
Monclova presenta el mayor número de casos de bala-
ceras; mientras que en Saltillo se dieron muchos casos
de víctimas por confusión y asaltos; y en Torreón se pre-
sentaron más casos en que los individuos fueron testigos
de riñas.
Tabla 1. Prueba X
2
. Escala Hechos del Evento. Coahuila,
2013-2014
* p < 0.050
Ítem Categoría
Ciudad
Saltillo Monclova Torreón
¿Podría
describir
cómo
sucedieron
los
hechos?
Balacera 35,0 % 42,0 % * 23,1 %
Asalto 49,0 %* 21,6 % 29,4 %
Víctima por
confusión
71,4 %* 28,6 % 0,0 %
Testigo de
riña
20,0 % 40,0 % 40,0 %
En la Tabla 2, con tendencia a la significación
(p=.079) en las variables de emociones sentidas entre
hombres y mujeres, los resultados señalan que las muje-
res sintieron mayor miedo y tristeza que los hombres du-
rante el suceso que vivieron, y en cambio ellos revelaron
mayor presencia de enojo por dicha situación.
*p <0.050
Tabla 2. Prueba X
2
. Escala Emociones sentidas. Coahuila,
2013-2014
Ítem Categoría
Sexo
Hombres Mujeres
De las
emociones
sentidas cuando
entendió su
situación,
¿cuál fue la más
duradera?
Miedo 30,8 %* 69,2 %*
Enojo 56,3 % 43,8 %
Ansiedad 33,3 % 66,7 %
Tristeza 38,9 % 61,1 %
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Los resultados de la Tabla 3 indican que no exis-
te una diferencia significativa en las estrategias que los
encuestados utilizan para salir adelante. De hecho, son
diferentes según la ciudad de residencia. Así, Saltillo es
la ciudad donde se buscan más soluciones después del
hecho que vivieron, pero algunos ciudadanos optan por
olvidar lo sucedido; en Monclova, los ciudadanos afron-
tan la situación y tienen más cuidado al salir de casa;
mientras que en Torreón, la mayoría de los ciudadanos
tiene más precaución al salir y otros prefieren olvidar
que afrontar.
Los resultados que presenta la Tabla 5 indican
una diferencia significativa entre hombres y mujeres en
cuanto a su percepción de redes de apoyo (p=.042), las
mujeres reportan poder hablar más con familiares, y los
hombres, con los amigos.
Ítem Categoría
Ciudad
Saltillo Monclova Torreón
¿Cuál
considera
la mejor
forma
para
salir
adelante?
Tener
precaución
28,6 % 37,5 % 33,9 %
Afrontamiento 39,5 % 44,7 % 15,8 %
Olvido 38,7 % 29 % 32,3 %
Buscar
soluciones
52,2 % 30,4 % 17,4 %
Ítem Categoría
Ciudad
Saltillo Monclova Torreón
Habló
de su
situación
con
alguien?
¿Con
quiénes?
40,0 % 27,3 % 32,1 %
Familiares 37,0 % 37,0 % 25,9 %
Amigos 38,9 % 29,2 % 31,9 %
Víctimas 54,5 % 9,1 % 36,4 %
Tabla 3. Prueba X
2
. Escala Estrategias para salir adelante.
Coahuila, 2013
Tabla 6. Prueba X
2
. Escala Red de apoyo.
Coahuila, 2013-2014
*p <0.050
En la Tabla 4, los resultados sugieren que no exis-
te una diferencia significativa (.052). Para las mujeres, la
mayor dificultad es el miedo a que se repita el evento y
para la mayoría de los hombres no existe dificultad, y los
que sí la tienen, señalan la inseguridad.
Tabla 4. Prueba X
2
. Dificultades. Coahuila, 2013
*p <0.050
Ítem Categoría
Sexo
Hombre Mujer
¿Cuál considera
la mayor
dificultad
en su situación
actual?
No hay dificultad 55,2 % 44,8 %
Repetición
del evento
30,0 % 70,0 %*
Inseguridad 38,1 % 61,9 %
Miedo 26,3 % 73,7 %
Tabla 5. Prueba X
2
. Escala Red de apoyo.
Coahuila, 2013-2014
*p <0.050
Ítem Categoría
Sexo
Hombre Mujer
¿Ha hablado
usted de su
situación con
alguien más?,
¿Con quiénes?
47,0 % 53,0 %
Familiares 37,9 % 62,1 %*
Amigos 46,9 % 53,1 %
Los resultados registrados en la Tabla 6 indican
que no existe una diferencia significativa (.42), en lo re-
ferido a que los ciudadanos de las distintas localidades
cuentan con sus familiares, amigos y víctimas como su
red de apoyo al compartir su experiencia con ellos.
M
AYRA
C
HÁVEZ
M
ARTÍNEZ
, J
ANA
P
ETRZELOVÁ
M
AZACO
, J
OEL
Z
APATA
S
ALAZAR
, M
AYRE
H
ERNÁNDEZ
V
ALERIO
, M
ARIANA
R
ODRÍGUEZ
H
ERRERA
Psicogente, 18 (33): pp. 11-21. Enero-Junio, 2015. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X
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*p <0.050
Los resultados de la Tabla 7 muestran una dife-
rencia significativa (p=.001) entre hombres y mujeres.
Ellos consideraron tener un excelente control de su
comportamiento durante el hecho, mientras las mujeres
creyeron que se controlaron mal durante la situación.
19
DISCUSIÓN
La violencia que se vive en el estado de Coahuila
aumenta con el paso de los años. Se han hecho investi-
gaciones desde el inicio de este fenómeno y, a la fecha, si-
gue presentándose. Por eso sigue siendo un tema de gran
interés para los investigadores. Los hechos violentos que
ocurren en el Estado causan mucha inseguridad en los
ciudadanos, y propician miedo a que se repitan, siendo
esto último su mayor dificultad, pues de acuerdo con
la mayoría de participantes (85,4 %), se reporta un alto
índice de lesionados y muertos (61,3 % y 41,9 % respec-
tivamente). Según las respuestas registradas, el 85,4 %
de los ciudadanos percibió violencia con un 61,3 % de
personas lesionadas y 41,9 % muertas. Entendiéndose
como violencia a la acción ejercida por una o varias per-
sonas para someter de manera intencional a otra o a un
grupo de personas a maltrato, presión, sufrimiento, ma-
nipulación u otra acción que atente contra la integridad
física, psicológica y moral. O, de manera más abreviada,
a la presión psíquica o abuso de la fuerza ejercida contra
una persona con el propósito de obtener fines contra su
voluntad (González et al., 2008); la población encuesta-
da refiere un alto porcentaje de violencia, en cuanto a
su acción contra la integridad física, que termina por
vivirse también como un atentado contra la integridad
psicológica.
Por otra parte, las emociones, definidas por Farré
y Lasheras (1999, p. 131) como una: “reacción negativa
o positiva de carácter brusco y de duración breve que
aparece como respuesta ante objetos o acontecimientos
externos e internos” juegan un papel muy importante
en el fenómeno de la violencia. Tanto las emociones que
presenta la víctima como las del victimario son impor-
tantes, pues, la mayoría de las veces lo que se siente emo-
cionalmente, se expresa físicamente; y también cumple
con la función de alertar y proteger a la totalidad del sis-
tema humano (Nieto, Abad, Esteban & Tejerina, 2004).
Con relación a lo anterior, lo reportado por los partici-
pantes en el presente estudio indica que la principal red
de apoyo de las mujeres es la familia, mientras que los
hombres se apoyan más en sus amigos. Tradicionalmen-
te, en México, las mujeres han vivido en un contexto de
mayor vulnerabilidad respecto a la violencia (ONU), lo
que ha propiciado una reacción diferenciada en función
del género. Lo anterior se evidencia en las emociones
referidas por las participantes, quienes reportan miedo
y tristeza, en oposición al enojo de los hombres (y no se
debe perder de vista que esto último puede generar a su
vez más agresión entre la población). Asimismo, al rela-
cionar la representación social de la violencia por géne-
ro, aparece una diferenciación muy clara, en la cual los
hombres perciben haber tenido un muy buen dominio
de la situación (92,3 %), mientras que las mujeres, en su
reacción, refieren mal control del evento (71,8 %).
En cuanto a la manera de resolver las situaciones,
las principales estrategias de afrontamiento por parte de
los ciudadanos fue la búsqueda de soluciones, enfrentar
el problema, tomar más precauciones al salir de casa y
el olvido. Como lo refieren Sullivan y Everstine (2004,
p. 218), es necesario tomar en cuenta, que “el tratamien-
to de una víctima de crimen violento no es una tarea
sencilla, debido a que la persona puede resistirse a la
lucha emocional que conduce a la recuperación”. En
V
IOLENCIA
P
SICOSOCIAL
EN
EL
N
ORESTE
DE
M
ÉXICO
: R
EPERCUSIONES
EN
LA
S
ALUD
M
ENTAL
Psicogente, 18 (33): pp. 11-21. Enero-Junio, 2015. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X
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Tabla 7. Prueba X
2
. Comportamiento durante y después de
la situación. Coahuila, 2013-2014
*p <0.050
Ítem Categoría
Sexo
Hombre Mujer
¿Cómo cree
que se controló
durante la
situación?
Mal 28,2 % 71,8 %*
Regular bien 39,5 % 60,5 %
Muy bien 45,3 % 54,7 %
Excelente 92,3 % 7,7 %*
20
este caso, los ciudadanos que prefieren olvidar el hecho
adoptan una actitud que no resolverá el problema, y en
consecuencia, es de suma importancia trabajar con es-
tos, ya que, en algunos casos, debido a la representación
social de la violencia relacionada con la autoridad, esta
se ha naturalizado y se ha incorporado a la vida cotidia-
na, a tal punto que la persona ha desarrollado estrategias
adaptativas que le permiten sobrevivir en contextos com-
plejos; pero esto no significa necesariamente que sea una
solución sana.
Por otra parte, el 55,2 % de los hombres y 44,8 %
de mujeres no presentaron dificultades por la situación
vivida, mientras que el 70 % de mujeres, 30 % de hom-
bres temen que el evento se repita; específicamente, para
el 61,9 % de mujeres y 38,1 % de hombres la mayor
dificultad al respecto es la inseguridad que se vive en el
Estado.
A partir del modelo ecológico, es posible orientar
los programas y las políticas de prevención de violencia
hacia los individuos, las relaciones, las comunidades y las
sociedades en su conjunto, y aplicarlos en colaboración
con distintos sectores de la sociedad en escuelas, lugares
de trabajo, y otros centros y sistemas de justicia penal.
La prevención de la violencia tiene más probabilidades
de éxito si es integral y cuenta con una base científica.
Además, por lo general, las intervenciones emprendidas
con población infantil y las prolongadas suelen ser más
eficaces que los programas a corto plazo.
Los datos encontrados muestran, por último, que
la concepción de violencia social se ha diversificado a ni-
veles nunca antes vistos en nuestra región. Años atrás, la
violencia social se percibía en forma de peleas entre pan-
dillas, asaltos, entre otros. Ahora esta concepción com-
prende eventos con una cantidad de violencia mucho
mayor, asociándose a secuestros, mutilaciones, muerte,
etc. (Álvarez, Castillo, Lozano & Rodríguez, 2012).
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AYRA
C
HÁVEZ
M
ARTÍNEZ
, J
ANA
P
ETRZELOVÁ
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, J
OEL
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ALAZAR
, M
AYRE
H
ERNÁNDEZ
V
ALERIO
, M
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ALUD
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