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tales trastornos se han ido gestando (sea por etiopato-
genia, por psicopatogénesis, por sociogénesis, etc.), ni
cuál es el sentido de los mismos al margen de resultar
disfuncionales
4
. Si el síntoma cumple con una función,
una lógica que le da sentido al trastorno mental en la
dinámica psicológica del paciente, esta cuestión no cae
bajo el dominio de la propuesta del DSM. Algo de esto
se desliza en la siguiente aclaración posterior a la referida
definición de trastorno mental:
Una concepción errónea muy frecuente es pensar que
la clasificación de los trastornos mentales clasifica a las
personas; lo que realmente hace es clasificar los trastor-
nos de las personas que los padecen (Psychiatric Asso-
ciation, 1997, p. XXI).
Esta concepción del trastorno mental presenta,
por ejemplo, la ventaja de no hablar de una persona
como “un esquizofrénico o una alcohólica” (American
Psychiatric Association, 1997); sin embargo, disocia al
síntoma de la psicología de la persona. En este acto,
“aquello que es padecido por la persona”, queda des-
ligado de los motivos psicológicos que sostienen dicho
síntoma o trastorno. La ventaja de que el DSM no hable
de personas consiste en no “contaminar” a priori a la
persona con adjetivos psicopatológicos; no obstante, el
precio que se paga es que no se habla de la persona ni
de lo que le sucede a esta con todo lo que esta situación
implica: la angustia y el sufrimiento, o la ausencia de
estos. Lamentablemente, hablar de trastornos mentales
y no de personas obliga a enfocar lo que se ve, no lo
que sucede. Por eso se habla de clínica de la mirada y
no clínica de la escucha. Esto último vale para el DSM,
pero remite a un viejo reclamo de los psicoanalistas a los
4 Tampoco se concibe lo que Freud denominó beneficio secundario del
síntoma. Es decir, qué función beneficiosa cumple el síntoma dentro de
su aparente disfuncionalidad.
psiquiatras y que encuentra su primera expresión en la
polémica entre la escuela de Cos y la escuela de Cnido
5
.
Crítica al DSM según nuestra perspectiva
Para los meros fines de clasificar trastornos, las
definiciones y metodologías operativas del DSM son re-
lativamente satisfactorias, pero su propuesta como guía
de tratamiento no resulta clara porque, entre otras cues-
tiones, no toma en cuenta la diferencia entre identificar
una entidad psicopatológica y entender dicha entidad en
su naturaleza psicopatológica. Al definir entidades psico-
patológicas diferenciables por medio de la semiología, el
DSM hace que su objeto de observación no pueda ser
asido en su complejidad; se trata de la utilización de un
método cuyas limitaciones son subestimadas cuando no
ignoradas. Este problema no existía cuando se pretendía
que el DSM fuera un nomenclador; apareció cuando se
apuntó a la empresa de erigirse en guía de tratamiento
sin plantearse las adecuaciones pertinentes. En este sen-
tido, la semiología psiquiátrica, que sirve para establecer
figuras psicopatológicas, dejó de servir a los fines del
tratamiento de dichos cuadros por resultar insuficiente.
El gran problema epistemológico del DSM –que abarca
a un enorme número de clasificaciones psiquiátricas–,
consiste en la inadecuación entre su objeto y su método,
5 “Cos y Cnido: esta rivalidad fue creciendo a través de los siglos, como
el ritmo de dos actitudes fundamentales del espíritu… Desde entonces
dos teorías se presentan para definir la causa de la enfermedad: o bien
la enfermedad es debida a una influencia exógena exterior extraña al
organismo que hay que descubrir y combatir: dado que esta medicina
también siempre estudia hechos aislados no relacionados con el conjun-
to, algunos autores la llamaron analítica. O bien la enfermedad no es
extraña al organismo, se relaciona con todo un encadenamiento de aso-
ciaciones relativas a la vida del paciente, unido al mecanismo intrínseco
de la vida: respecto a esta causa mórbida se oirá hablar de causa interna
u oculta o endógena y de medicina sintética a la que se relaciona, porque
está ligada al conjunto de las manifestaciones del cuerpo humano. Por
periodos estos dos planteos han ocupado el pensamiento según un ritmo
que encontramos en las alternancias Cos y Cnido hipocratismo y gale-
nismo, vitalismo y organicismo, medicina sintética y medicina analítica”.
(Ey, 2008).
Psicogente, 18 (33): pp. 117-128. Enero-Junio, 2015. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X
http://publicaciones.unisimonbolivar.edu.co/rdigital/psicogente/index.php/psicogente
I
GNACIO
B
ARREIRA
A
LSINA