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de tiempo no lograban ubicarlos ni en una modalidad
ni en la otra, de manera que se aceptó ampliar el tiem-
po de permanencia en AE y que “en ningún caso es in-
ternado [en un macro hogar] nuevamente bajo ningún
concepto” (Apollonio, s/f, p.10)*. Además, se incorporó
el compromiso de la AE de aceptar la visita semanal de
la familia del niño,y todos los controles necesarios para
el equipo técnico. También se estipulaba como objetivo
del programa el fortalecimiento paralelo a la familia bio-
lógica para el pronto reintegro. Sumado a lo anterior,
se menciona como uno de los cambios introducidos a
poco andar el programa, en 1981, la incorporación de
una profesional psicóloga para evaluar los “aspectos psi-
cológicos” de los adultos comprometidos en el programa
(Apollonio, s/f).
Por otro lado, desde lo administrativo, se incorpo-
raron en las actas los datos del esposo del AE, el requeri-
miento del matrimonio legal, y los datos de sus hijos na-
turales, que si bien, tiempo atrás, eran tenidos en cuenta
no figuraron por escrito en el acta hasta el año 1981.
* Es posible advertir cierta descripción más bien relacionada con el “traspa-
so de bienes”, pues dejaba sin resolver la situación legal del infante, arras-
trando la identidad y su vinculación con iguales. Claramente, responde
a procesos de mayor estructura que presentó la legislación internacional
en distintos momentos históricos, considerando que toda protección no
fue de manera inmediata, sino que responde a unas fases en el desarrollo
de los Derechos Humanos de los Niños, Niñas y Adolescentes en el siglo
XX. La primera fase, que comprende de 1901 a 1947, coyunturalmente
responde al periodo de conformación de muchos países y al desarrollo
de las guerras mundiales, escenario en el que destaca esta invisibilidad
del infante que venía del siglo pasado. Los avances fueron impulsados
por las condiciones de trabajo a las que sometían a los niños, niñas y
adolescentes y por las consecuencias de la guerra, lo que desencadenó en
la inclusión en los derechos humanos con el surgimiento de la Organiza-
ción Internacional del Trabajo (OIT), que consideró “ciertos” derechos
laborales como el examen médico para niños y niñas que trabajen. La
segunda etapa se caracteriza por la claridad de distinguir la necesidad de
derechos para adultos y para niños, esta se enmarca un poco después de
las guerras mundiales cuando se organizan muchas de las instituciones
de protección internacional, entre los años de 1948 y 1977. El culmen
del periodo es la Declaración Internacional de Derechos del Niño, con
aprobación en 1959, en la que se consolida la importancia de un trato
especial y de derechos específicos como ciudadano y sujeto de derechos.
La tercera fase, entre 1978 y 2000, se impulsa internacionalmente en
1979 con la aprobación de la Declaración sobre la Protección de la Mujer
y el Niño en Estados de emergencia o en conflicto armado.
Asimismo, desde entonces, se permitió matrimonios sin
hijos, “realizándose con ellos todos los estudios y análi-
sis previos a su posible incorporación” (Apollonio, s/f,
p.11).
Los pasos a seguir en el programa eran: convo-
catoria, evaluación, preselección, selección, perfecciona-
miento y asesoramiento. Al parecer, el equipo técnico se
planteó estrategias de difusión del programa y por lo tan-
to la posibilidad de nuevas inscripciones de AE en este
(Apollonio, s/f). De hecho, salieron avisos en la prensa a
modo de convocatoria.
Por último, en este informe se señalan aspectos a
mejorar en el programa: la mayor incorporación de AE
y de ubicación de niños requería mayor cantidad de pro-
fesionales y la necesidad de una psicopedagoga; también
se critica la poca movilidad oficial para hacer las visitas a
domicilio, ya que la Dirección solo proveía de transporte
una vez a la semana, razón por la cual las integrantes del
equipo usaban sus propios medios de movilidad (Apo-
llonio, s/f).
En 1982, desde el Área Técnica de la Dirección
del Menor se elaboró un informe respecto al programa,
en el cual se mantenía el límite de edad de los niños
hasta 6 años. El número de niños ubicados bajo esta
modalidad durante 1982 fue de 96, de los cuales 29
fueron dados de baja por “tenencia” y 20 por reintegro
a la familia natural. Entre los objetivos del programa,
además de evitar la institucionalización macro (que no
atiende el desarrollo bio-psico-social en edades tempra-
nas), se buscaba proveerle al niño “una figura materna
y un grupo familiar” y, paralelamente, “fortalecer a la
familia natural en los casos en que ello sea posible, para
llevar a cabo un pronto reintegro del niño a la misma”
(Área Técnica, s/f, p.1).
Este informe hace hincapié en el lugar esencial
CAROLINA FARIAS-CARRACEDO, DOUGLAS MARLON ARÉVALO
Psicogente, 20 (37): pp. 36-54. Enero-Junio, 2017. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X
http://publicaciones.unisimonbolivar.edu.co/rdigital/psicogente/index.php/psicogente