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LA RELACIÓN DOCENTE-ESTUDIANTES DE PREESCOLAR SEGÚN EL CLASS DE PIANTA
Psicogente, 20 (37): pp. 55-69. Enero-Junio, 2017. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X
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Introducción
El proceso de aprendizaje de los adolescentes es
determinado por el preescolar, y el trabajo del profeso-
rado se propone estimular el desarrollo cognitivo, emo-
cional, del lenguaje, físico, social, moral y sexual de los
niños (Escobar, 2006), así como propiciar el desarrollo
de sus potencialidades. Lo anteriorevidencia el tipo de
relación que los docentes establecen con los estudiantes
de preescolar y convierte a este aspecto en la premisa
general del presente artículo.
Muchos estudios (Pianta, 2001; Moreno, 2010;
Pereira, 2011) ofrecen datos sobre las relaciones docente-
estudiantes, y describen la manera cómo se influencia
el ajuste social en los primeros años de escolaridad, el
repertorio de aprendizaje conductual que el niño ha
asimilado en el hogar, y la asociación entre la calidad
de las relaciones tempranas entre docente-estudiante y
el desempeño escolar posterior, siendo este fuerte y per-
sistente (Pianta & Hamre, 2001). Todo ello determina el
desarrollo del niño no solo como actor de una institu-
ción académica sino su progreso como persona. Es claro
que, por lo general, los primeros que acompañan y guían
al niño en esta tarea son el padre y/o la madre, pero
luego el niño de cuatro o cinco años se relaciona con
múltiples cuidadores internos o externos a su ambiente
familiar, ya sea abuelos, hermanos, tíos, etc. Entre ellos,
un actor clave es el docente, porque es con él con quien
va a llevar una relación a largo plazo, en una edad en la
que el niño es receptor activo de lo que mira, escucha y
vive diariamente (Pianta, 1992).
Se debe reconocer al respecto que en los niños
existe un cierto lazo de continuidad en la relación entre
sus cuidadores y docentes, ya que el apego no solo se
da con una persona adulta, sino que, en el momento
en que entra a la edad escolar, el niño conoce a otros
adultos (docentes), que probablemente visionará como
referentes cercanos, y que apoyarán el desarrollo de sus
relaciones con pares. De esta manera, la función funda-
mental de la escuela es complementar y extender las es-
tructuras creadas en la familia, aunque también podrían
compensarlas o suplantarlas cuando el contexto familiar
no ha sido el adecuado, y por ende el cargo del docente
le exige actuar a este como una nueva figura cuidadora
que apoya al desarrollo del niño (Pianta, 1999).
Tradicionalmente se ha reconocido que los niños
desarrollan un apego significativo con los padres, sin em-
bargo, actualmente el padre y/o la madre ya no están tan
presentes en el crecimiento de sus hijos, sea por moti-
vos laborales, divorcios, embarazos no deseados, y el ser
madres o padres solteros, lo cual hace que los docentes
formen parte importante en la vida del niño, debido a
que cada día los infantes llevan al colegio las consecuen-
cias de sus experiencias, interacciones y condiciones de
su entorno familiar, creando y consolidando en estos
el desarrollo afectivo y emocional (Pianta & Erickson,
1989). Por esta razón, el papel del docente ha sufrido un
cambio fundamental, al punto que se le percibe como
oyente y facilitador del proceso enseñanza-aprendizaje
de los niños (Pereira, 2011), pero también se involucra
directamente con su desarrollo afectivo y emocional.
En ese convivir diario pueden surgir dificulta-
des entre el desarrollo del conocimiento y la práctica, y
como bien lo destaca Álvarez (2012): “la teoría y la prác-
tica constituyen dos realidades autónomas que gestio-
nan conocimientos de diferente envergadura y se desen-
vuelven en contextos también distintos, encontrándose
en una situación de permanente tensión” (p.383). De
manera que en este proceso de aprendizaje, se debe re-
conocer al docente como un profesional reflexivo, que