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filogeniA y desArrollo de funciones eJecutivAs
Psicogente, 20 (38): pp. 368-381. Julio-Diciembre, 2017. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia. ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X
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La anterior hipótesis sobre la retardación biológi-
ca y la neotenia de nuestra especie, se relaciona de mane-
ra estrecha con los hallazgos anatómicos y fisiológicos de
la corteza prefrontal en las últimas décadas.
La corteza prefrontal comprende las regiones an-
teriores de la corteza motora y pre-motora, ocupando así
un importante volumen del tamaño total del cerebro.
Estas áreas poseen múltiples conexiones con las demás
estructuras, por ello se le considera una zona de integra-
ción y planificación (Fuster, 2008). Al respecto, Artea-
ga, Pimienta y Escobar (2004) consideran que el lóbu-
lo frontal se divide en región pre-central, pre-motora y
corteza prefrontal. Esta a su vez había sido dividida por
Pribram y Luria (1973), de acuerdo a las proyecciones
talámicas que recibe, en: región dorsolateral, región me-
dial y región orbital. Desde el punto de vista celular di-
chas regiones están compuestas de unidades granulares
y piramidales, en especial en las porciones ventral-orbital
(Miller & Cohen, 2001). Fuster (2008) le otorga al pre-
frontal la función de integración de la conducta dadas
sus múltiples conexiones con las áreas sensitivas, moto-
ras anteriores, límbicas, talámicas y del tallo cerebral; es
decir, que integra a la corteza anterior con la posterior.
Un ejemplo es la acción conjugada del dorsolateral pre-
frontal y el parietal en la integración temporal de la con-
ducta viso-espacial (Calle, 2015).
Filogenéticamente, la corteza prefrontal aumenta
en densidad y tamaño en los primates, siendo el índice
más elevado el del chimpancé: 17 % del cerebro total
y 29 % del humano (Fuster, 2008). Pandya & Barnes
(1987) consideran que las regiones prefrontales poseen
un origen dual proveniente de dos trenes evolutivos. Por
un lado, la porción dorsal procede del desarrollo de la
arquicorteza, en especial de la formación hipocampal
y el giro cíngulo; por otro lado, la región ventral pro-
viene de la paleocorteza, en especial de adentro o cer-
ca de la corteza olfatoria y la región insular. Este origen
constituye lo que actualmente se conoce como región
orbital, medial y ventral del prefrontal. En este sentido,
Koechlin, Corrado, Pietrini & Grafman (2000) y Ardila
(2012) afirman que la parte medial es filogenética y on-
togenéticamente más antigua que la dorsal. Por tanto,
es plausible sugerir que la capacidad de predecir even-
tos y el aprendizaje procedimental secuencial aparece en
el desarrollo antes que la habilidad para el análisis de
contingencias que implican la respuesta voluntaria. Lo
anterior se vincula con los descubrimientos de la neuro-
histología y sus procesos casi paralelos de proliferación,
migración, crecimiento y diferenciación celular durante
la gestación, en donde las áreas más tardías en términos
evolutivos, como la porción prefrontal, son las menos
desarrolladas al nacer (Grañana, 2014). Igualmente, la
mielinización, que es muy baja al nacimiento, se va dan-
do de manera paulatina por etapas en la evolución de los
niños (Fuster, 2008). Dichos períodos demuestran como
áreas tardías por mielinizar las regiones prefrontales, lo
cual las relaciona con los procesos cognitivos más com-
plejos como las funciones ejecutivas (Calle y Grañana,
2015).
Miller y Cohen (2001), en su teoría integrada de
la función prefrontal, proponen la capacidad de contex-
tualización de la respuesta como una función de dicha
corteza, al igual que el mantenimiento de la actividad
encaminada hacia una meta preestablecida en medio de
eventos y estímulos distractores. En este sentido, la anti-
cipación cognitiva o predicción de la respuesta constitu-
ye una función básica del prefrontal humano y un éxito
evolutivo gracias a la capacidad de anticipación (Llinas,
2002). De esta manera, la corteza prefrontal evolucionó
para ser el centro integrador y regulador de los proce-
sos sensoriales, motrices y emocionales, es decir, que no