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la diversidad sexual y sus representaCiones en la juventud
Beasley (2006) refiere que el término género se
ha usado para indicar que la naturaleza no dice necesa-
riamente mucho acerca de la organización de las iden-
tidades y prácticas sexuadas. Un cuerpo masculino no
necesariamente resulta en una masculinidad social, en
una identidad personal considerada masculina. El géne-
ro en este escenario es visto como una referencia a la
construcción social.
El constructivismo del imaginario social tiene que
ver con lo que las personas construyeron juntas, con la
reproducción de relaciones sociales y los procesos especí-
ficos en lo establecido histórica y culturalmente.
A principios de la década del cuarenta, Linton
(1956) realiza un estudio de la diferencia sexual a partir
del contraste de estatus, el autor señala cómo todas las
personas aprenden a situarse en un estatus sexual especí-
fico y cuáles serían las conductas esperadas y socialmen-
te demandadas para dicho estatus. De esta forma, tanto
la masculinidad como la feminidad se transforman en
identidades psicológicamente constituidas. Como pro-
ceso que deviene de la infancia, la mayor parte de las
personas coinciden o están de acuerdo tácitamente con
el estatus asignado, aunque no siempre sea así. En diver-
sas sociedades, la antropología ha estudiado la existencia
de un tercer género: mujeres en algún grado masculini-
zadas y hombres feminizados en algún grado y se han
documentado los hallazgos etnográficamente.
Pero como Lamas (2013) señala, en todos esos
planteamientos, subyace una pregunta fundamental
que mantiene el debate entre naturaleza/cultura, este
es: ¿existe una relación entre las diferencias biológicas y
las diferencias socioculturales? Si partimos del supuesto
de que los roles sexuales son construcciones culturales
e históricas, ¿por qué las mujeres han sido relegadas al
ámbito privado y han sido excluidas del poder público?;
por el contrario, si los roles sexuales están determinados
biológicamente, ¿qué posibilidades existen de modificar-
los? El feminismo sintetiza estos planteamientos con un
matiz político: ¿por qué la diferencia sexual se traduce en
desigualdad social? ¿Por qué las mujeres históricamente
han sido el género más relegado?
La diversidad sexual, debido a esa distancia de lo
que se considera normal, implica una respuesta de re-
chazo en algunos grupos sociales que no aceptan esas
diferencias. Surge así el fenómeno de la intolerancia, el
cual acarrea a su vez conductas de discriminación y agre-
sión hacia la diversidad.
La clasificación popular identifica tres tipos de
orientación sexual: la heterosexual (atracción por perso-
nas del otro sexo); la homosexual (atracción por perso-
nas del mismo sexo), y bisexual (atracción por personas
de ambos sexos). En 1942, el biólogo y sociólogo nor-
teamericano Kinsey (citado en Mirabeti-Mullol, 1985)
inició una serie de investigaciones sobre sexualidad. Sus
estudios lo llevaron a plantear que la orientación sexual
es un continuo, que va desde la heterosexualidad exclu-
siva hasta la homosexualidad exclusiva.
La homofobia designa el miedo y la aversión irra-
cionales a la homosexualidad y a la comunidad lésbico,
gay, bisexual, transexual y transgénero (LGBTT), basa-
dos en prejuicios (Agencia de Derechos Fundamentales
de la Unión Europea, 2009). Dicho fenómeno se ha vis-
to censurado por diversas instituciones, al menos en el
plano público, esto con la intención de que la población
general se sensibilice y cambie de actitud paulatinamen-
te. Por otra parte, existen algunas otras más conserva-
doras como ciertas instituciones eclesiásticas que en lu-
gar de favorecer una conducta más tolerante, estimulan
prácticas homofóbicas en sus seguidores.
| Psicogente | 21 (39): pp. 62-74 | Enero-Junio, 2018 | Colombia ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X |