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teoría de la mente y empatía en niños y niñas Con diagnóstiCo de síndrome de asperger
para formarse una representación interna de los estados
mentales propios y ajenos (Cobo & Morán, 2011), bajos
puntajes en las pruebas de evaluación de este constructo
se han relacionado con el Trastorno del Espectro Autista
como lo comprueba la investigación de Brewer, Young,
y Barnett (2017). Por consiguiente a quienes se encuen-
tran dentro de este diagnóstico (como personas con SA),
se les dificulta construir una teoría sobre la mente del
otro (o la propia), a partir de los diferentes niveles de
complejidad necesarios para la teoría de la mente, los
cuales surgen en los procesos de interacción y son trans-
mitidos mediante creencias, miradas, deseos, intencio-
nes, pensamientos, lenguaje, entre otros.
Tal como lo plantean Pineda, Jiménez y Puentes
(2012, p.181), la teoría de la mente “está fuertemente re-
lacionada con las habilidades sociales, pues, en últimas,
es un sistema cognitivo que permite conocer anticipada-
mente el comportamiento de terceros y generar, a partir
de esto, una interacción efectiva”.
Sin embargo, la sola lectura de los estados menta-
les no basta para la superveniencia social, pues además
de leer, es necesario reaccionar de manera coherente
ante los mensajes emergentes del contexto, es decir, la
capacidad para empatizar. A pesar de que desde el ám-
bito científico no existe una definición unívoca de em-
patía, se han realizado algunos intentos de integración,
entendiéndola como base del desenvolvimiento social
del ser humano (López, Filippetti & Richaud, 2014).
Diversos modelos refieren la empatía como un
constructo multidimensional, donde la empatía cogniti-
va según Baron Cohen (citado en Montgomery, Allison,
Meng-Chuan Lai, Cassidy, Langdon & Baron-Cohen,
2016), hace referencia a la habilidad de identificar los
pensamientos o sentimientos de otras personas y com-
prender sus razones; por su parte, la empatía afectiva es
la habilidad de ofrecer una respuesta emocional apropia-
da al estado mental de otra persona, adquiriendo así un
característica comportamental. Algunos estudios como
los de Ofir-Eyal, Hasson-Ohayon y Kravetz (2014) no
solo demuestran la diferencia entre estas dos dimensio-
nes, sino que además plantean una tercera fase en este
proceso, donde la empatía cognitiva y la afectiva se trans-
forman en conductas prosociales.
Se evidencia entonces una interrelación teórica
entre teoría de la mente y el plano más cognitivo de
la empatía, donde distintos autores (Olivera, Braun &
Roussos, 2011) reconocen su importancia en la infe-
rencia de lo que otras personas puedan estar pensando
(es decir, la capacidad de mentalizar), teniendo gran in-
fluencia en el desenvolvimiento social.
Ambas son fundamentales para el desarrollo y
puesta en escena de las habilidades sociales, no obstante
de acuerdo a Naranjo (2014a), el SA se ha interpretado
como una pérdida de la teoría de la mente y la empatía,
es decir, la pérdida del entendimiento intuitivo de los
pensamientos y sentimientos de los demás, “estos pa-
cientes no pueden imaginar la mente de los otros, ni
anticiparse a sus respuestas; presentan dificultades en
integrar los aspectos cognitivos y afectivos de una situa-
ción” (p.8).
Como se ha podido observar, resultan necesarios
mayores estudios cuyo interés se refleje en la ampliación
del marco teórico respecto a la relación entre teoría de la
mente y empatía para procesos de socialización efectivos;
asimismo se presentan como novedosas las investigacio-
nes que traten de caracterizar estos constructos en po-
blaciones específicas como el Espectro Autista, especial-
mente en Colombia, con el fin de facilitar su detección y
diagnóstico, de manera que su utilidad pueda repercutir
en intervenciones tempranas que propendan a mejorar
| Psicogente | 21 (39): pp. 88-101 | Enero-Junio, 2018 | Colombia ISSN 0124-0137 EISSN 2027-212X |