ISSN 0124-0137
EISSN 2027-212X
Cómo citar este arculo (APA):
Gago Galvagno, L. G. & Elgier, A. M. (2018). Trazando puentes entre las neurociencias y la educación. Aportes, límites y caminos futuros en el campo
educavo. Psicogente 21(40), 476-494. hps://doi.org/10.17081/psico.21.40.3087
ARTÍCULO DE
REVISIÓN
Copyright © 2018
by Psicogente
Recibido: 06-03-17
Aceptado: 29-09-17
Publicado: 01-07-18
Correspondencia de
autores:
lucas.gagogalvagno@
hotmail.com
angel.elgier@uai.edu.ar
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Trazando puentes entre las neurociencias y la educación.
Aportes, límites y caminos futuros en el campo educavo
Building bridges between neuroscience and educaon.
Neurosciences’ contribuons, limitaons and future
direcons in the educaon eld
Lucas G. Gago Galvagno
Universidad Abierta Interamericana. Buenos Aires, Argenna
Ángel M. Elgier
Universidad de Buenos Aires, CONICET. Buenos Aires, Argenna
Resumen
Las neurociencias son el conjunto de disciplinas cuyo objevo de invesgación es el sistema nervioso,
poniendo el acento en la acvidad del cerebro y su relación con nuestros comportamientos. Abordan
aspectos neurobiológicos de la conducta y se apoyan en la psicología cogniva, la lingüísca, la antropo-
logía y la inteligencia arcial. La neuroeducación, también llamada neurociencia educava, es una disci-
plina en expansión que se ocupa de estudiar la opmización del proceso de enseñanza y aprendizaje con
base en el funcionamiento del cerebro y los fundamentos neurobiológicos que lo sustentan. El arculo se
propone revisar aportes de las neurociencias al campo educavo, y a su vez crícas y futuros caminos para
establecer relaciones aún más estrechas entre ambos. Se concluye que a pesar de que los aportes de la
neuroeducación son variados y se esperan avances en el área, derivados de nuevas tecnologías, debemos
ser cautos y crícos a la hora de analizarlos o ponerlos en prácca, ya que aún se deben generar estudios
con mayor validez ecológica, en entornos educavos con seres humanos y con disntos niveles de análisis,
sin dejar de lado la interdisciplina.
Palabras clave: neurociencias, neuroeducación, educación, aprendizaje.
Abstract
Neurosciences are a set of disciplines which aims to research the nervous system, focusing on brain
funconing in relaon with our behaviors. Neurosciences not only address the neurobiological issues of
behavior but also rely on cognive psychology, linguiscs, anthropology and arcial intelligence. Neuro-
educaon, also called educaonal neuroscience, is an expanding discipline that aims to study brain devel-
opment and its neurobiological foundaons by opmizing teaching and learning process. Through analyzing
some classic and current contribuons of the neurosciences to the educaonal area, this paper proposes to
review neurosciences’ contribuon to the educaonal eld, establishing at the same me crical and future
ways to get even closer relaons between them. Then, we conclude that although the neuroeducaon
contribuons are varied and we expect advances in this area derived from new technologies, we must be
cauous and crical when analyzing or pung them into pracce, since research must be generated with
greater ecological validity, in educaonal environments with human beings with analysis at dierent levels,
without ignoring the interdiscipline.
Key words: neuroscience, neuroeducaon, educaon, learning
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1. INTRODUCCIÓN
Las neurociencias nacen como un paraguas epistemológico que reúne a
diferentes disciplinas (sica, psicología, losoa, medicina, biología, química,
entre otras) con la intención de conocer la estructura, la función, el desarrollo,
la bioquímica, el funcionamiento neuronal y la patología del sistema nervioso,
así como la forma en que sus diferentes elementos interactúan, dando lugar a
las bases biológicas de la conducta (Blakemore & Frith, 2011). De esta forma,
se puede establecer el correlato neurobiológico de los comportamientos y
funciones cognivas humanas, desarrollando nuevas formas de comprender
la mente. La aplicación de esta disciplina al campo educavo constuye la
llamada neurociencia educava o neuroeducación.
La neuroeducación se ocupa de estudiar la opmización del proceso de
enseñanza y aprendizaje con base en el desarrollo del cerebro y los funda-
mentos neurobiológicos que lo sustentan. La misma está conformada por
numerosas disciplinas y promueve una mayor integración de las ciencias
de la educación con aquellas que se ocupan del desarrollo neurocognivo
y el funcionamiento cerebral del ser humano (Baro & Cardinali, 1996). Es
una disciplina que se encuentra en plena construcción como resultado del
entrecruzamiento de los aportes de las neurociencias y de las ciencias de la
educación (Paterno, 2014).
Mediante disntas técnicas de estudio estructural y funcional del cerebro,
a nales del siglo XX se comenzó a acceder a la forma en que el cerebro
humano se acva y modica por la experiencia. Como su nombre lo indica,
con estos estudios es posible realizar observaciones referidas a la estructura
y función de determinadas zonas durante la acvidad cogniva, y observar
las modicaciones suscitadas en el cerebro a través de la experiencia.
Estas técnicas permirían el acceso a formas novedosas de comprender
cómo la educación impacta en el cerebro humano, generando numerosos
cambios que llevan a la comprensión de los fundamentos neurobiológicos del
proceso de enseñanza y aprendizaje.
En este arculo se pretende, en consecuencia, revisar los aportes, límites
y caminos futuros de la neuroeducación, entendida como disciplina en
formación y no exenta de crícas. Especícamente, se abordarán los estudios
sobre plascidad, neuronas espejo, el aporte del ejercicio sico y las horas de
sueño en relación con el aprendizaje. Al nal, se realizará un análisis y una
conclusión críca sobre la información revelada.
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2. INTERVENCIONES DE LAS NEUROCIENCIAS: LA PLASTICIDAD
NEURONAL
Un hito fundamental en el campo de las neurociencias es la noción de plas-
cidad neuronal, según el cual nuestras redes neuronales se modican a lo largo
de nuestro desarrollo ontogenéco. A parr de invesgaciones con animales
llevadas a cabo a mediados del siglo XX, se encontró que la exposición a
ambientes complejos o con falta de esmulación sensorial y social, se asocia
a diversos cambios estructurales, tales como el número y la forma de los
contactos entre neuronas, la expresión genéca y la cobertura de mielina
en los axones (Lipina, 2016). Se ha descubierto en ratas que los ambientes
enriquecidos aumentan en un 25 % las conexiones sinápcas por neurona
en las áreas visuales en oposición a los casos de ratas criadas de manera
aislada (Greenough, Black & Wallace, 1987). En el nivel comportamental,
por otra parte, se ha hallado en estudios con humanos que los ambientes
con mayor esmulación (presencia de libros en el hogar, nivel de educación
materna y paterna, po de apego, nivel socioeconómico, entre otros)
predicen el desempeño de infantes y niños en tareas con demandas cogni-
vas (Labín, Taborda & Breñilla, 2015; Richaud & Arán Filipe, 2015; Vales,
Mora, Marnez, Gómez, Lungo & Figoli, 2017). El ser humano es producto,
por tanto, de sus ambientes y de su disposición innata en simultáneo, surge
como una interrelación entre ambos factores. Precisamente, la epigenéca
se reere al estudio de cómo los genes producen su efecto en el fenopo
del organismo (Bedregal, Shand, Santos & Ventura, 2010), y hoy en día se
reconoce el papel fundamental que el ambiente extranuclear, extracelular y
social ejerce en la modulación de la acvidad genéca (Shonko & Phillips,
2000). El sujeto realiza una reconstrucción propia a parr de la interacción del
genoma con el ambiente, sin darse un determinismo de ninguno de los dos
polos, sino que, más bien, la propia subjevidad del individuo está implicada
en todo proceso de aprendizaje (Baquero, 1996).
En este marco, es importante tomar en cuenta la noción de período críco,
que alude a un período determinado en el empo que permite el desarrollo
de una determinada habilidad, como, por ejemplo, la visión y la audición.
Luego de este, la adquisición de estas determinadas habilidades, cruciales
para el desarrollo posterior, se diculta profundamente (Cicche & Curs,
2006). Sin embargo, hay un período sensible de desarrollo, en el que determi-
nadas habilidades enen mejores oportunidades de ser aprendidas e interio-
rizadas. En este punto, es interesante mencionar el ya clásico ejemplo de
Nico y Brooke descrito por Fischer (2009) e Immordio-Yang (2007). A Brooke
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le fue removido el hemisferio izquierdo a los 11 años, edad problemáca
para este po de cirugía, ya que la habilidad del cerebro para recobrarse de
esta intervención severa y adaptarse a los nuevos aprendizajes decrece con
el paso del empo (Bailey, Bruer, Symons & Lichtman, 2001). A pesar de que
el pronósco indicaba dicultades permanentes en el habla, con el empo
Brooke logró volver a ulizar lenguaje oral. Y el avance obtenido en el plano
lingüísco se debía, según los autores, al constante apoyo que recibía de su
familia y docentes, el cual incluía objevos especícos como generar habili-
dades en el lenguaje y el dibujo.
Luego, Immordino-Yang (2004, 2007) estudió la capacidad de entonación en
Brooke y Nico. A este úlmo, al contrario de Brooke, le había sido removido
el hemisferio derecho. De acuerdo con las neurociencias, la capacidad de
entonación se encuentra en este hemisferio, con lo cual se predecía que
el desempeño de Nico iba a ser más bajo que el de Brooke. Sin embargo,
Nico logró desarrollar ecazmente dicha capacidad, lo cual proporcionó una
prueba más de la plascidad cerebral, dado que en su desarrollo se pueden
obtener las mismas habilidades a través de procesos disímiles. Justamente,
el sistema educavo en general posee una forma masicada de imparr su
enseñanza (Cantero, 2013) que no se ajusta a las diversas maneras de apren-
dizaje de habilidades cognivas. Por ejemplo, en las personas diagnoscadas
con dislexia y discalculia, las formas de aprender lectura y cálculo, respec-
vamente, dieren de la media, y requieren metodologías de enseñanza par-
culares (China & Ferreres, 2016; Fink, 2006; Reigosa-Crespo, González, León,
Torres, Mosquera & Valdés, 2013).
Teniendo en cuenta esto, uno de los aportes más importantes de la neuro-
ciencia a la educación lo constuyen las estrategias educavas y terapéucas
que generó en torno a los trastornos del aprendizaje y del desarrollo. Así,
hay áreas especícas implicadas en cada uno de los trastornos del apren-
dizaje, y se han llevado a cabo estrategias de intervención concretas para
cada una de ellas. Por ejemplo, en la dislexia se pueden encontrar décits de
percepción, disartrías cerebelosas, lesiones neurológicas, cuadros psicopato-
lógicos asociados, entre otras, que se expresan en omisiones, problemas de
comprensión global, lectura silábica, etc. (Fonciella, 2007).
Teniendo en cuenta esto úlmo, se puede realizar una intervención más
ajustada al caso, que dependiendo del momento en que los profesionales
intervengan, podrá generar un mejor pronósco. Lo mismo se ha indagado
en trastornos como la discalculia, disgraa, dislexia, décit atencional y el
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trastorno del espectro austa (China & Ferreres, 2016). De esta manera,
estos estudiantes pueden integrarse de mejor manera a los entornos educa-
vos. Como arma Gabrieli (2016), las neurociencias realizan importantes
aportes para promover determinadas polícas públicas para paliar las dicul-
tades que la vulnerabilidad social trae aparejada en los primeros estadios del
desarrollo.
3. LAS NEURONAS ESPEJO Y EL APRENDIZAJE
En el plano de las neurociencias y la educación, también es importante tener
en cuenta el concepto de neuronas espejo, que brindan un entendimiento
neurobiológico de la empaa y la teoría de la mente. Este po de neuronas
nos permiten comprender a los demás y nos vinculan con el punto de vista
emocional que la otra persona brinda. Las neuronas se acvan al realizar cierta
acción y al observar las acciones de otras personas. Por ende, se supondría
que son las precursoras del aprendizaje por imitación, la interacción del yo y
la comprensión social (Pineda-Alhucema, 2016).
Las dos hipótesis que se sosenen con respecto al origen de dichas neuronas
son, por un lado, la hipótesis evoluva (Rizzola & Craighero, 2004), según la
cual ellas fueron seleccionadas por la naturaleza, pues eran funcionales para
comprender qué hacían los otros. Desde este punto de vista, la capacidad
para relacionar acciones observadas y realizadas es innata. Por otro lado, la
hipótesis del aprendizaje asociavo (Hickok, 2014; Heyes, 2010) arma que
estas neuronas son resultado de este po de aprendizaje y se originarían al
asociar la experiencia visual de la acción con su ejecución. Es decir que la
capacidad de las neuronas espejo se generaría durante el desarrollo.
Más allá del debate sobre su aparición, hay consenso en que este po de
neuronas fomentan el aprendizaje de po procedural, observacional, imitavo
y asociavo (Barrios-Tao, 2016; Catmur & Heyes, 2017; Hickok, 2014). En una
invesgación llevada a cabo por Ertelt, Small, Solodkin, Demers, McNamara,
Binkofski & Buccino (2007), en pacientes con décit motor se ulizó entre-
namiento sico junto a videos que mostraban diferentes movimientos de
acciones codianas, hallándose mejorías del grupo que recibió la videote-
rapia en relación a la línea de base del tratamiento y a un grupo control. Otras
invesgaciones en rehabilitaciones motrices se llevaron a cabo de manera
similar, obteniendo los mismos resultados (Jun-Ding, Yu-Hsuan & Yu-Wei,
2016). A esto se lo llamó terapia en observación de la acción, y los mismos
resultados fueron encontrados para la rehabilitación del lenguaje en pacientes
con afasia (Gili, Fiori, De Pasquale, Sabani, Caltagirone & Marangolo, 2016).
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Según Meltzo y Moore (1977), la imitación es una capacidad innata. Estos
autores demostraron que los bebés de apenas unos días son capaces de imitar
movimientos faciales como abrir la boca o sacar la lengua (conductas que
están en el repertorio del recién nacido), lo cual indica que la capacidad para
usar equivalencias intermodales está presente desde el nacimiento. Es decir,
que el aprendizaje por imitación, promovido por las neuronas espejo, tendría
un fuerte impacto desde el nacimiento, de modo que los infantes asignan
en su propio cuerpo los comportamientos que observan en los otros con la
nalidad de imitarlos. Los mapas somatotópicos serían una parte importante
en nuestro desarrollo, ya que facilitan las conexiones que construimos con
otras personas, incluso en los primeros meses de vida (Marshall & Meltzo,
2015). La habilidad de imitar es así, la base para futuras adquisiciones en el
campo del desarrollo social.
Ahora bien, aunque algunos invesgadores argumentan que este po de
neuronas demuestran que somos seres sociales y que estamos diseñados
para interactuar unos con otros, siendo ellas una herramienta importante
para que los docentes comprendan la génesis de los procesos de imitación y
empaa (Morris Ayca, 2014; Rizzola& Craighero, 2004), otros se inclinan
por una postura más escépca y arman que el descubrimiento de este po
de neuronas se ha sobregeneralizado a capacidades cognivas complejas,
y realmente no arroja aún luz sobre las formas de comprender las inten-
ciones de los otros que caracterizan a los seres humanos; por tanto, aún se
necesitan invesgaciones en el contexto áulico, más allá de las realizadas
en laboratorios con métodos psicosiológicos (Gabrieli, 2016; Hickok, 2014;
Heyes, 2010).
4. LAS EMOCIONES EN EL CAMPO EDUCATIVO
Otro campo fuerte en la neuroeducación es el de las emociones. Egan (2005)
ya había tratado este tema en el campo de la pedagogía, y reivindicó la
necesidad de revalorar el uso de las emociones en este contexto, comenzando
por la imaginación del alumno como disparador para generar nuevas ideas.
Sin embargo, este mismo autor muestra que las emociones son relegadas en
lo social y esto se acentúa al comenzar el niño la escuela primaria. También,
Damasio (1996) armó que toda toma de decisión que realizamos, o idea que
manejamos en nuestra mente, indefecblemente está teñida de emoción;
por ende, resulta importante su trabajo en el campo educavo.
El estudio internacional de la Fundación Bon (2008), realizado con 500.000
estudiantes de educación infanl, primaria y secundaria, demostró que el
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desarrollo sistemáco de programas de educación emocional y social en
la escuela repercute posivamente en el bienestar emocional de niños
y jóvenes, en sus relaciones sociales, también mejora su rendimiento
académico y actúa como factor prevenvo de problemas mentales y conduc-
tuales en su desarrollo.
Las neurociencias han demostrado que las emociones manenen la curio-
sidad, y que las emociones posivas facilitan la memoria y el aprendizaje
(Rue, Ortega & González, 2014). Las emociones acvan el hipocampo,
que está relacionado con la memoria y el aprendizaje, anclando mejor los
conocimientos obtenidos, ya que produce recuerdos de po emocional con
la mediación de la amígdala (LeDoux, 1998), logrando que luego sean más
sencillas de evocar (Erk, Kiefer, Grothe, Wunderlich, Spitzer & Walter, 2003).
De acuerdo con Ballarini (2015), hay un entrecruzamiento entre la emoción
y la memoria que genera recuerdos fuertemente sostenidos en la memoria
a largo plazo, y con mayores posibilidades de ser recuperado. Cuando el
cerebro registra las novedades, a través de las bras nerviosas aumenta
durante algún empo su capacidad percepva general (Fenker, 2009).
Con respecto a este úlmo punto, cabe destacar el impacto de la novedad y
la sorpresa posiva en la educación, que genera la liberación del neurotrans-
misor de la dopamina, generalmente asociada con el sistema de recompensa
y placer del cerebro, y con la memoria y atención. En un estudio realizado en
animales por Wael, Dickinson & Schultz (2001), se analizaron las respuestas
de neuronas dopaminérgicas, y se encontró que su acvación se da cuando
las expectavas con las que se contaban son superadas, demostrando que
más que el reforzamiento posivo, importa su calidad y lo inesperado.
5. EJERCICIO FÍSICO Y SUEÑO
Otro punto de interés para la neuroeducación es la acvidad sica, que según
los invesgadores puede traer aparejada una mejora general de las funciones
cognivas, mayor autoesma, y beneciar a personas diagnoscadas con
TDAH, ansiedad o depresión, además de prevenir el síndrome de Burnout en
escolares (Carriedo, 2014).
La reducción del estrés es primordial, ya que cuando es crónico, puede
llegar a reducir la materia gris de la zona frontal y temporal cerebral, áreas
asociadas a las funciones ejecuvas. Además, en este po de casos, los
niveles de la hormona de corsol son mayores, afectando la estructura
cerebral a nivel epigenéco. Esto hace que las dicultades para la regulación
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de la atención y las emociones se profundicen, habilidades nucleares para un
buen desempeño escolar (Blair & Raver, 2016).
Por otro lado, Hanneford (1995), así como Portolés & González (2016) han
determinado los benecios que puede tener la educación sica sobre el
rendimiento académico escolar. Y como señalan Blakemore y Frith (2011), el
ejercicio también mejora la predisposición sica y psicológica hacia el apren-
dizaje, aumentando los niveles de movación y atención. A nivel neuronal
estos autores encontraron que el ejercicio sico es un neuroprotector de
ciertos pos de células cerebrales y que el estrés celular leve que produce el
ejercicio previene el estrés más intenso.
En esta línea, Aberg, Pedersen, Torén, Svartengren, Bäckstrand, Jonson &
Kuhn (2009) realizaron un estudio longitudinal en el cual demostraron que
las capacidades cardiovasculares correlacionan con la capacidad intelectual y
cogniva. En concreto, ellos Incluyeron la acvidad sica al inicio, o la interca-
laron con las clases y no al nal. También se permieron recreos al aire libre,
observando que en ambos casos se generan mayores grados de movación
y acvación (arousal) a lo largo de las clases, mejorando el nivel académico y
disminuyendo los niveles de estrés.
En un estudio con animales, Gilestro y colaboradores (2009) hallaron al
respecto que dormir adecuadamente también reduce los niveles de estrés
y promueve la capacidad memorísca. Golombek (2011) echó mano de la
disciplina de la cronobiología, ciencia de las neurociencias que estudia los
procesos biológicos que siguen unas secuencias temporales previsibles,
aplicándolos al estudio de los procesos educavos. Para esto acuñó el
concepto de cronoeducación, que se propone invesgar los ritmos propios de
sueño y vigilia con la intención de mejorar la calidad de enseñanza y apren-
dizaje. En este sendo, el empo y la temporalidad biológica son variables
que relacionan la neurociencia con el mundo de la enseñanza y el aprendizaje
(Louzada & Mena-Barreto, 2007).
El reloj interno de cada individuo, también llamado ritmo circadiano, está
asociado a los cambios de luz-oscuridad que se dan durante el día y la noche.
Cuando los hábitos del sueño se ven desregulados pueden surgir trastornos
del sueño, como suele ocurrir con los adolescentes. La glándula pineal, por su
parte, segrega una hormona (melatonina) que actúa como un código químico
nocturno y es una poderosa ayuda para regular estos desfases (Baro, 2011).
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En general, los adolescentes suelen acostarse tarde y el cuerpo se adapta
rápidamente a este cambio, pero no cuando debe volver a despertar
temprano. El adolescente funciona mejor en horarios nocturnos, y eso se
da no solamente por cuesones sociales, sino también por el horario que
les marca su reloj biológico (Golombek, 2011; Roenneberg & Merrow, 2014).
Este cronopo vesperno entra en conicto con los horarios matunos
habituales y afecta su calidad de vida, su salud, desempeño académico y
su capacidad cogniva, generando una disociación que algunos autores
llaman Jet lag social (Wimann et al., 2006). Golombek (2011), Roenneberg
& Merrow (2014) y Wimann et al., (2006) argumentan por ello que es
necesario que las materias que demandan menos recursos cognivos se
ubiquen al principio del horario, mientras que las más complejas se ubiquen
por la mitad. Además, se debe realizar psicoeducación con respecto a los
temas de la cronobiología y los trastornos del sueño, para que los estudiantes
comprendan la importancia de dormir correctamente.
6. LIMITACIONES Y CAMINOS FUTUROS EN NEUROEDUCACIÓN
Como ya fue armado, entre las neurociencias podemos vislumbrar a la
neuroeducación, disciplina que se encarga de aplicar sus más recientes descu-
brimientos neurociencos al mejoramiento de los procesos educavos de
enseñanza y de aprendizaje (Baro, 2011). Como su nombre lo indica, genera
puentes de conocimiento y encuentro entre las neurociencias y la educación;
sin embargo, esta idea no está exenta de crícas. Bruer (1997) indica, por
ejemplo, que el puente entre ambas disciplinas aún es “muy lejano”, ya que
muchos de los aportes de las neurociencias se realizan con base en experi-
mentos en animales y dicilmente son extrapolables a los humanos. Por
ende, hay que ser cautelosos a la hora de realizar armaciones en lo relavo
a los aportes de la neuroeducación.
En este sendo, hay invesgaciones que concluyen que las explicaciones de
fenómenos psicológicos enden a generar mayor interés público cuando
conenen información neurocienca, independientemente de la lógica
de las explicaciones (Fernandez-Duque, Evans, Chrisran & Hodges, 2015;
Skolnick, Keil, Goodstein, Rawson & Gray, 2009). En los trabajos antes citados
se entregó una breve descripción sobre fenómenos psicológicos, seguida de
cuatro pos de explicaciones, con un diseño de dos (buenas explicaciones/
malas explicaciones) por dos (con neurociencias/sin neurociencias). Salvo
los sujetos del grupo de expertos, los demás juzgaron que las explicaciones
que poseían el contenido neurocienco eran más sasfactorias. Los autores
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concluían que se deja de lado la mirada críca con respecto al tema, lo que
impacta de forma notable en el juicio de los que no poseen experiencia en
el tema.
También se debe tener en cuenta cómo divergen las situaciones de labora-
torio con los contextos escolares, ya que conservar la validez ecológica en
este po de invesgaciones es realmente complicado. Justamente, esto es
lo que Daniel y Poole (2009) llamaron ecología pedagógica. Para enriquecer
los resultados y para generar estrategias facbles de ser aplicadas, las inves-
gaciones deben ser realizadas en ambos contextos (Fischer, 2009; Howard
Jones, 2011).
Otras crícas, realizadas por Bowers (2016) y De Vos (2016), enfazan que las
neurociencias no aportan ningún conocimiento prácco al área educacional
más allá del conocimiento de la psicología cogniva y del comportamiento.
Según estos autores, las neurociencias no han aportado propuestas educavas
especícas y en nada pueden ayudar a los educadores, pero sí se podría dar
el caso contrario. Además, argumentan que las teorías que por el momento
fueron aportadas desde el campo son auto-evidentes, y cita las relacionadas
con las dicultades de aprendizaje relacionados con entornos estresantes,
malos hábitos de sueño y falta de ejercicio. Mencionan, asimismo, que las
explicaciones neurociencas sobre los cambios en el cerebro encontradas
en los niños en situaciones educavas enen poco valor prácco con respecto
a lo que aprenden y expresan en sus comportamientos. Por úlmo, resaltan
la importancia del estudio comportamental para seguir avanzando en el área
educava y en la comprensión de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
También Dekker, Lee, Howard Jones & Jolles (2012) consideran que hay
muchas concepciones erradas por parte de los profesionales de la educación
en relación con el cerebro. A las mismas se las llama “neuromitos”, y en una
muestra de 242 profesores de escuelas primarias y secundarias interesados
en las neurociencias aplicadas a la educación, se encontró que el 49 % de
dichos neuromitos fueron corroborados. De estos fueron: “Solo usamos el
10 % del cerebro”, “Los problemas de aprendizaje asociados con diferencias
en el desarrollo de funciones cerebrales no pueden ser remediados por
la educación”, “Hay períodos crícos durante la niñez, luego de los cuales
algunos aprendizajes ya no pueden lograrse”, entre otros (Dekker et al.,
2012). Según los invesgadores, estos hallazgos sugieren que los docentes
entusiastas de la aplicación de las neurociencias a la educación no disnguen
con facilidad entre pseudociencia y hechos ciencos. Incluso, los más
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instruidos en el tema de las neurociencias, eran los que más conrmaban
los neuromitos. Esto demuestra la necesidad de ampliar el trabajo interdis-
ciplinario y de generar intervenciones basadas en evidencia empírica. Como
se mencionaba anteriormente, la neuroeducación es una disciplina aún en
construcción, y no se debe dejar de ser crícos con sus aportes.
En relación con esto, Satel y Lilienfeld (2013) revelan cómo muchas de las
aplicaciones de la neurociencia humana al mundo real, muchas veces pasan
por alto sus limitaciones y complejidades, y llegan a posturas reduccio-
nistas que no dejan ver la complejidad de factores que dan forma a nuestro
comportamiento e idendades. Según estos autores, los escáneres cerebrales
son representaciones úles, pero a menudo ambiguas de un sistema muy
complejo. Cada región del cerebro parcipa en una multud de experiencias
simultáneas e interactúa con otras regiones, por lo que ver una luz en la
supercie de un resonador magnéco funcional en respuesta a un esmulo,
no indica automácamente una sensación parcular y menos explican la
comprensión de las funciones cognivas superiores que provienen de esas
interacciones. Como Satel y Lilienfeld proponen, este punto de vista “neuro-
céntrico” de la mente puede socavar una mirada amplia del comportamiento
y la experiencia, que debiera ser analizada en disntos niveles.
Sin embargo, para Marcus (2013), aunque todavía estamos lejos de que se
conviertan en la verdad úlma, tampoco debemos ser pesimistas con los
resultados de las neurociencias. Este autor enfaza la importancia de trabajar
con campos como la psicología y la psiquiatría, que enen como punto de
parda la mente (en lugar del cerebro) para complementar la neurociencia.
Los elementos básicos de la psicología, como creencias, deseos, metas
y pensamientos, juegan un papel clave en la comprensión de la conducta
humana, por lo que la ciencia necesita de invesgadores que estudien la
mente, al igual que invesgadores que estudien el cerebro. Nuestro objevo
no debe limitarse a recoger el cerebro desde la mente o viceversa, sino
trabajar de forma simultánea con todas las disciplinas para construir puentes
más sólidos entre nuestro entendimiento de ambos (Marcus, 2013).
En la misma postura se encuentra Gabrieli (2016), quien arma que la neuro-
ciencia educacional debe ser entendida como una ciencia básica que puede
ser ulizada luego en la prácca escolar codiana e impactar en las polícas
públicas para ayudar a estudiantes de sectores vulnerables. En tanto que
Howard-Jones, Varma, Ansari, Buerworth, De Smedt, Goswami & Thomas
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(2016) consideran que la neuroeducación es una interdisciplina que genera
puentes entre las neurociencias cognivas, la psicología cogniva y la prácca
educava. En consecuencia, las práccas de la psicología deben ir de la mano
con las de la neurociencia, y no se pueden pensar como disciplinas separadas.
La neuroeducación, según Stringer & Tommerdahl (2016), seguirá creciendo
de la mano del crecimiento tecnológico. Estos autores plantean que, con el
avance de las invesgaciones en el campo de la educación y las neurociencias,
recolectando datos sobre la edad, el po de didácca y pedagogía ulizada
por parte de los docentes y direcvos, el po de contenidos enseñado, entre
otros, se generarán modelos capaces de predecir los resultados de apren-
dizaje, representando sistemas complejos en interacción. Esto se realizaría
a parr de simulaciones virtuales de grupos enteros de clases, en los que
experimentar con estrategias polícas y alternavas de enseñanza, puede
converrse en una poderosa herramienta para ancipar lo que funciona
antes de probar las intervenciones sobre los niños reales.
Todavía faltan algunos años para que estos modelos predicvos sean válidos
y conables, pues a pesar de que hay datos fáciles de obtener y ya se
encuentran disponibles (como la edad de los estudiantes, su etnia, lengua
nava, clases tomadas, puntajes en tests y las tazas de nalización), otros,
ligados a la historia personal todavía se están buscando en estudios longitu-
dinales, y permirían analizar cómo interactúan los ambientes parculares y
los resultados del aprendizaje en un niño individual. Así, los modelos predic-
vos podrán asisr a padres, terapeutas y profesores en la selección de inter-
venciones especícas para cada individuo parcular (Stringer & Tommerdahl,
2016).
En Japón, el equipo de Koizumi (2005) va más allá de la prácca en el labora-
torio y analiza el funcionamiento cerebral a través de máquinas livianas y
portáles de topograa ópca en contextos áulicos. Este equipo lleva a cabo
un estudio neurocognivo de carácter longitudinal con 10.000 niños, en el
cual se espera obtener unas 1000 imágenes funcionales del cerebro infanl
en diferentes momentos de su maduración y escolaridad (Konishi, 2005).
Todos estos avances y cambios en el contexto de la neuroeduación acarrean
dilemas écos que son trabajados por la neuroéca (Sheridan, Zinchenko &
Gardner, 2005).
A pesar del avance en la tecnología, autores como Samuels (2009) y Ravet y
Williams (2016) piensan que hay una oposición histórica de carácter metodo-
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lógica, epistemológica y ontológica entre las neurociencias y la educación.
Mientras la primera posee una tradición cuantava, la segunda se manene
en una tradición de corte cualitavo e interpretavo. Según estos autores,
para generar un puente más fuerte entre ambas disciplinas en un futuro,
deberán ulizarse metodologías mixtas, ulizando un marco teórico basado
en una epistemología pluralista.
7. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN
El presente arculo tenía por objevo revisar aportes de las neurociencias
al campo educavo, así como las limitaciones y direcciones futuras de la
reciente disciplina de la neuroeducación. A parr de la información revelada
se puede concluir, por un lado, que las neurociencias han aportado al campo
educavo el estudio de las dicultades del aprendizaje y han generado
métodos aplicables para paliarlas a la hora de aprender (China & Ferreres,
2016; Fischer, 2009; Immordino-Yang, 2007; Lipina, 2016). Las formas de
aprender varían según cada dicultad especíca en el aprendizaje y ello
genera polícas públicas basadas en la inclusión de estudiantes con dicul-
tades de aprendizaje (Gabrieli, 2016).
Por otra parte, las neurociencias han arrojado luz al conocimiento relavo a
los momentos de intervención, mediante el concepto de período sensible,
que no permite caer en el neuromito del período críco, según el cual, pasado
cierto momento en el desarrollo, si una habilidad no ha sido desarrollada,
luego será imposible rehabilitarla. En su lugar, habría períodos sensibles que
deben ser esmulados para que determinada capacidad pueda desarro-
llarse de forma ópma, pero también puede ser aplicada la rehabilitación
cogniva, que gracias a la plascidad neuronal, puede generar nuevas capaci-
dades y rehabilitar las que fueron perdidas (Cicche & Curs, 2006). Más
aún, esto cobra una importancia cabal en estadios tempranos del desarrollo,
cuando se generan las bases para futuras adquisiciones (China & Ferreres,
2016; Gabrieli, 2016).
Otro aporte de las neurociencias se relaciona con los entornos enrique-
cidos, que generan un desarrollo más propicio de las capacidades cognivas
(Greenough, Black & Wallace, 1987; Richaud & Arán Filippe, 2015). En tal
sendo, es necesario generar un ambiente enriquecido para que su apren-
dizaje sea signicavo. Con respecto a esto, desde las neurociencias se apunta
a generar entornos educavos que ulicen las emociones y la novedad, ya
que las mismas estarían asociadas a mayores niveles atencionales, de apren-
dizaje y de memoria (Ballarini, 2015; Rue, Ortega & González, 2014).
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También, las neurociencias han aportado el concepto de neuronas espejo, que
permite comprender la génesis de los procesos de imitación e interacción, y el
fundamento neurológico del aprendizaje observacional, procedural, imitavo
y asociavo (Barrios-Tao, 2016; Catmur & Heyes, 2017; Hickok, 2014).
Por úlmo, el tema de la importancia de la acvidad sica y el sueño adecuado
desarrollado por las neurociencias debería ser más implementado en las
instuciones educavas, ya que promueve la salud mental, sica, cerebral y
cogniva (Blakemore y Frith, 2011; Golombek, 2011).
Se debe tener en cuenta que las neurociencias se encuentran en pleno creci-
miento y expansión, generando modelos predicvos e invesgaciones con
crecientes niveles de validez ecológica. Sin embargo, no se debe caer en una
postura reduccionista e intentar comprender, mediante ellas, toda la comple-
jidad que implica el comportamiento humano a través del cerebro. Todavía
son muchos los avances que deben lograr las neurociencias de la educación
para perfeccionar y ampliar su aplicación al campo.
En esta úlma línea, se encontraron autores escépcos (Bowers, 2016; De
Vos, 2016; Bruer, 1997), para quienes las neurociencias aún no realizan
aportes para el campo educavo, y que sus entrecruzamientos están lejos de
llevarse a cabo.
Finalmente, muchos otros autores manenen una actud opmista con
respecto a los aportes actuales y futuros de la disciplina al campo educavo
(Gabrieli, 2016; Howard-Jones et al., 2016; Marcus, 2013; Stringer y
Tommerdahl, 2016). Desde este punto, las neurociencias deben seguir
trabajando con el conjunto de las disciplinas que la conforman para generar
una mirada abarcadora de los procesos de enseñanza y aprendizaje del
ser humano. Para esto, debe comprender el comportamiento a través de
disntos niveles de análisis como son el molecular, neuronal, psicológico
y social. Se deben realizar debates, invesgaciones novedosas y arculos
ciencos directamente aplicables a la realidad educava, que dejen marcas
en los enseñantes para que puedan ser aplicadas (Satel y Lilineld, 2013).
Sin embargo, se debe ser críco con la información aportada por la neuroe-
ducación, ya que no solo se suele caer en concepciones erróneas sobre sus
aportes (Dekker et al., 2012; Skolnick et al., 2009), sino que muchas veces no
enen en cuenta la validez ecológica (Daniel & Poole, 2009; Fischer, 2009;
Howard-Jones, 2011). Para esto deben realizarse entornos interdisciplinarios
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de trabajo, que conjuguen diferentes conocimientos puestos a disposición
de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Es necesario generar interven-
ciones basadas en la evidencia y seguir produciendo invesgaciones que
puedan aplicarse al campo de la educación. En este aspecto se propone
enfazar el trabajo interdisciplinario de la psicología y especícamente las
ciencias cognivas y del comportamiento, que ya han mostrado resultados
favorables en este campo.
De los aportes recabados y de las limitaciones revisadas se desprende
también que muchas invesgaciones fueron hechas con animales, y aún
queda extrapolar sus resultados en seres humanos. Además, solo muy pocas
fueron realizadas en entornos educavos. Teniendo en cuenta, entonces, que
la neuroeducación es una disciplina en expansión, se debe ser cauto y críco
con los resultados hallados en este campo, y fomentar invesgaciones con
mayor validez ecológica.
En síntesis, este arculo es una invitación para que invesgadores de
diferentes disciplinas y docentes de diferentes asignaturas debatan y se
enriquezcan a parr de los entrecruzamientos de los disntos conoci-
mientos, pues, como se ha reiterado, los puentes que se pueden trazar entre
neurociencias y educación están aún en construcción, y son necesarios más
trabajos novedosos con metodologías plurales para lograr una fundamen-
tación contundente sobre su aplicación.
Agradecimientos: Este trabajo fue parcialmente nanciado por la Agencia
Nacional de Promoción Cienca y Tecnológica y por la Universidad Abierta
Interamericana.
Nota de autores: Este arculo fue realizado en el marco del proyecto subsidiado
UAI “Desarrollo temprano integrado de competencias cognivas y de comunicación:
Inuencia de factores individuales y ambientales”, y del Proyecto AGENCIA
PICT 2013-2467 “Desarrollo de la comunicación y procesos ejecuvos en niños.
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